VISIONES DE PUNO EN 50 AÑOS
Walter Paz
Quispe Santos | LOS ANDES 9MAR15
¿Qué
ocurrirá con Puno de aquí a cincuenta años? Esta una pregunta pertinente en
nuestros tiempos. Proyectar escenarios futuros de nuestra región implica
analizar el presente. ¿Cómo estamos? ¿Cuál será nuestro devenir al ritmo como
vamos en la economía regional? Por lo pronto, las cifras no son alentadoras y
vivimos la realidad de una región estancada. La visión que tienen muchos sobre
la región Puno es que se trata de una sociedad que ha dejado de ser antigua,
clásica, primitiva, pero que no ha llegado a incorporarse a la cultura
industrial ni mucho menos a la era de la información y el conocimiento. Vivimos
sus atisbos.
La
agricultura y la ganadería son las que sostienen nuestra economía de la
sobrevivencia, una economía paralizada por planes cortoplacistas y falta de
visión de los gobernantes de turno, que están más instruidos para estirar la
mano y mirar las migajas del canon minero. Sin las precondiciones para un
despegue económico, la región Puno no tiene ni clase política ni élites
intelectuales, menos económicas. La región Puno es la suma de frustraciones de
generaciones sumidas en la sociedad del consumo. Así no somos ni siquiera una
sociedad regional en transición. Hace dos décadas atrás las teorías de las
etapas del desarrollo económico nos daban algunas esperanzas, ahora ni los
chamanes auguran nada para los siguientes cincuenta años.
Hace poco,
la Universidad del Pacífico publicó el libro futurológico de ensayos “Cuando
despertemos en el 2062”, editado por Bruno Seminario, Cynthia Sanborn y Nicolai
Alva, que muestran las proyecciones multidimensionales del país para los
cincuenta años. Sin duda, en el texto se ensayan las líneas maestras sobre las
que discurren los grandes procesos económicos y sociales. ¿Y cuáles son las
nuestras, es decir, en el ámbito regional? No hay nadie, detrás de los tejidos
de nuestro desarrollo regional de Puno. ¿Qué hay de nuestros entornos
regionales? ¿Se puede hablar de hipercompetencias en la región Puno? ¿Cuáles
son las implicancias de la globalización en la región? ¿Cómo convertir las
aspiraciones regionales en obligaciones? ¿Cómo pasar de las ventajas
comparativas a las competitivas? ¿Hay concentración de la riqueza regional? No,
no tienen respuesta. Entérense incrédulos de Puno: nuestra región no tiene ni
un plan de competitividad. ¿Y cuál es el futuro de la micro, pequeña y mediana
empresa? Sólo los dioses lo saben.
El análisis
prospectivo y de estudios del futuro regional son disciplinas relativamente
recientes. Estos ejercicios de imaginar de manera razonada el futuro son
siempre el primer paso para empezar a construirlo. Pero no hay ni un
sentimiento puritano de culpabilidad del Gobierno Regional, al menos para
descubrir el subdesarrollo; se sigue, pues, confundiendo la necesidad con la
posibilidad. Es urgente repensar nuestras categorías del desarrollo como
potencia y posibilidad.
Hay dos
tipos de sociedad, una dominante y desarrollada, y otra subdesarrollada (aunque
algunos no quieran usar esas categorías) y subordinada, en franca confrontación
y competencia. El sujeto de la era del conocimiento y del desarrollo industrial
que nos mira a los puneños como primitivos exóticos, pobres y paradisíacos, y
por el otro existe el ser puneño que sueña con incorporar a su existencia la
estabilidad y los adelantos científico–tecnológicos. ¿Cómo salir de este
atolladero de acomplejados?
También hay
dos ideas de progreso: la indefinida, perfectible y creciente, muy lenta y
pasiva-sumisa a la administración de un centralismo limeño; y la otra, activa,
en la que la transformación de la sociedad regional no debe ser sólo estimulada
sino provocada y acelerada, a la que ahora la sociología la llama “cambio
social”. ¿En cuántos años alcanzaremos un cambio social regional? Ni el plan
bicentenario, ni otro plan nos asegura nada para los cincuenta años.
En la lógica
de los colegas de la Universidad del Pacífico, ¿Qué ocurrirá cuando despertemos
el 2062 en Puno? Ojalá que el 2062 no sea la fotocopia del presente 2015. Y
reactualicemos el mito del marginado. Aquel que se encuentra en la frontera de
lo aceptable como a lo que está más allá de ese límite, y repitiendo el mismo
discurso para subdesarrollados.
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