LIMA, ELECCIONES Y FUTURO
Escribe: Milcíades Ruiz
Las últimas elecciones sub nacionales no han sido gratas
para la mayoría del electorado, pero ya se sabía de la deshonestidad de la
mayoría de candidatos. En esta democracia del dinero, suelen triunfar los que
hacen mejor marketing político, aunque la oferta sea falsa. A esta situación
hemos llegado en nuestra realidad política.
No busquemos culpables afuera, sin mirar dentro de nosotros.
La calidad de un producto depende de los insumos del proceso. Tenemos
responsabilidad en el resultado obtenido, por lo que hayamos hecho y dejado de
hacer al respecto. En nosotros está, haber permitido la desnaturalización
política de impostura electoral.
A falta de un marco orientador del rol que corresponde a las instancias de gobierno intermedio, en el proyecto de desarrollo nacional, cada autoridad secundaria hace de las suyas, sin racionalidad alguna. Priman los intereses personales de las autoridades electas que buscan recuperar el dinero invertido en la campaña. (propio o, ajeno). No hay planes integrales de gobierno local, provincial, ni regionales, porque no es una condición obligatoria.
Lo que hay, es una distorsión de las funciones y
atribuciones. Aunque la ley señala la misión institucional, hay una preferencia
por los gastos en obras de infraestructura. Es así, porque la norma no expresa,
es que el 10% de los contratos millonarios, son para la autoridad corrupta que
otorga la buena pro a las empresas beneficiarias. Las licitaciones son farsa en
la generalidad de casos.
En esta mala práctica gubernamental, por más que el ámbito territorial sea netamente agropecuario, los proyectos y presupuestos priorizan la construcción de hospitales, estadios, coliseos monumentales, carreteras y otros, cuyos montos son elevados y no, la inversión productiva agraria. Muchos alcaldes construyen y remodelan parques innecesariamente, solo por la coima. El gasto público se va en monumentos, veredas y locales municipales de varios pisos, en medio de la pobreza de la vecindad.
En el caso de Lima, el alcalde electo es el que le compró el partido político “Solidaridad Nacional” al ex alcalde Castañeda acusado de corrupción. Como propietario de los derechos de este partido le cambió la razón social y símbolos. Los electores hartos de los partidos tradicionales, lo vieron como partido nuevo y distinto, sin percatarse de la jugada.
Pero esta estafa política como las otras que usan la
membresía de partidos ajenos como vientre de alquiler, está permitida por la
autoridad electoral y nosotros no solo lo hemos aceptado, sino también hemos
hecho usos de esta suplantación, en varios casos de alianzas en las que un
partido tenía la inscripción vigente y traficaba con esa membresía para sacar
provecho particular.
Pero en general, las autoridades regionales y municipales
electas, no tienen consciencia de la problemática social ni visión de futuro.
Para Lima, solo buscan resolver las fallas caóticas previsibles, como es el
caso vial y la seguridad ciudadana. No ven que la población crece y el agua
disminuye. El río Rímac es un botadero de basura y derrames tóxicos
contaminantes. No se avizora que las condiciones se agravarán en un futuro
cercano.
Cada vez más, el espacio urbano se comprime y las congestiones de todo tipo deterioran las condiciones de vida humana. El metro cuadrado urbano contaminado, cuesta más que una hectárea de campo agrícola con ambiente saludable. Pero Lima ha llegado a esta situación a través de un proceso histórico nacional y el enfoque de su problemática no debería ser aislado, sin considerar el pasado, presente y futuro nacional.
Lima fue fundada por los conquistadores del Tahuantinsuyo,
como una aduana del imperio español. Su finalidad era servir de canal de salida
de las riquezas capturadas a la población colonizada hacia la metrópoli
imperial y, controlar el intercambio comercial de los colonialistas. Su
ubicación obedece a esa finalidad, y a su cercanía al embarcadero marítimo, más
conveniente para el imperio español.
La capital del territorio conquistado estaba en el Cusco y
en la región de la sierra, porque la dinámica económica social era netamente
andina y rural. La colonia, enlazó al Perú al mar comercial a través de Lima
colonial y fue la capital del virreinato, pero no era la ciudad más importante
ni la más adinerada. Las arcas coloniales de Cusco y Puno eran más abundantes
porque tenían mayor población nativa, que era la que pagaba los impuestos
(tributo indígena).
Al inicio de la república, Cusco seguía siendo la ciudad más
poblada, seguido por Huancayo, Trujillo y, Ayacucho, antes que Lima. En 1850,
la costa albergaba al 18% de la población nacional; la sierra, el 80%; y la
selva, el 2%. Pero, entre 1876 y 1940, la población de la costa aumentó 343%;
pasando a ser la región más importante y poblada.
Hubo un proceso de urbanización y centralización, por la
variación de la economía nacional. La industrialización mundial requería
materia prima, insumos y mano de obra. Perú se fue convirtiendo en proveedor de
esta necesidad. La economía se orientó hacia los cultivos industriales como el
algodón y caña de azúcar que, requerían abundante mano de obra.
Se tuvo que recurrir a la importación de mano de obra china.
Las ciudades de la costa se fueron poblando con el crecimiento de la
manufactura algodonera. Casi toda la costa vivía del algodón, en la cadena
económica: Producción agrícola, comercialización, hilandería, textilería,
confecciones, etc. La oligarquía terrateniente manejaba el país según su
conveniencia, acaparando el poder político y todos los negocios. Lima se fue
convirtiendo en el centro del poder, de la organización social, económica,
política y demás.
Con la manufactura, el Perú se hizo cada
vez más urbano generando desequilibrios por desigualdad de desarrollo con lo rural.
Junto al desarrollo urbano y al centralismo de Lima, surgieron los problemas
habitacionales, laborales, transporte, etc.
En este proceso, el 48,9% del total de las empresas se
ubicaron en Lima y Callao (INEI), determinando un alto grado de concentración
empresarial en la capital del país. Arequipa y Trujillo no pasaban del 6% del
total de empresas. Este proceso de centralismo no se ha detenido y aunque hay
gobiernos regionales, estos dependen totalmente de Lima para todas sus
actividades.
En estas condiciones, en la distribución del gasto público,
Lima absorbe alrededor del 30% del presupuesto nacional, mientras Madre de Dios,
Moquegua, Pasco, Tumbes no reciben ni el 1%. En Lima está la concentración
financiera, el dinero que mueve todo, pues concentra el 85 % de los fondos
crediticios del país. Esto hace que Lima, concentre el 50% del PBI nacional.
En esta trayectoria, Lima Metropolitana bordea los 11
millones de habitantes (el 32% de la población peruana). Solo el distrito de
San Juan de Lurigancho tiene más de un millón de habitantes. Esto es, más del
doble de lo que tiene la ciudad de Ica y otras capitales regionales. La población
limeña al 2050 superará los 40 millones y a mayor población las necesidades se
multiplicarán en servicios de salud, educación, agua potable, electrificación,
personal policial, judicial, etc.
Pero Lima ya no tiene condiciones para seguir creciendo desproporcionadamente.
Es urgente pues, corregir los problemas derivados del centralismo para que Lima
como ciudad, tenga un futuro racional. Absurdamente, tenemos tres regiones en
un solo departamento: Región Lima Provincias, Región Callao y Región Lima Metropolitana.
No seguimos un plan de ordenamiento territorial apropiado
para el país y mientras se mantenga el centralismo, Lima podría estallar
agobiada por sus problemas. No hay un enfoque sistémico de nuestro hábitat
sobre la base del agua y la ecología. Quizá sea el momento de refundar la
república con un nuevo diseño de federación de estados regionales, con
autonomía económica y de autogobierno, sin tener que depender de la capital
para sus asuntos locales.
Pero por lo menos se podría cerrar los flujos problemáticos.
No otorgar más licencias de funcionamiento, ni sedes administrativas a una
serie de empresas con inversiones totales en provincias. Sacar fuera de Lima
las fábricas de alto consumo de agua, como cervecerías, embotelladoras de agua
que destruyen la capa de agua subterránea y nos la venden con sobreprecio,
fábricas contaminantes y todo aquello que perjudique las condiciones de vida de
la vecindad. Retirar las cárceles de la capital hacia la cordillera, etc.
En fin, se podría ir progresivamente, a un régimen que
desintoxique Lima, y revierta el centralismo para un desarrollo nacional,
equilibrado, racional y más equitativo. Quizá el intercambio de ideas al
respecto, enriquezca nuestra visión con respecto a esta temática.
Octubre, 6-2022
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