viernes, 20 de agosto de 2021

LA CALIENTE COYUNTURA PERUANA

 


LA MARINA Y EL TERROR

Por Alexandra Ampuero

Tomado de HILDEBRANDT EN SUS TRECE N° 553, 20AGO21

L

a Institución que se sintió ofendida por los decires de Héctor Béjar tiene, fatalmente, un nutrido historial de violaciones de derechos humanos

Este semanario ha buceado en el turbu­lento pasado reciente de la Marina de Gue­rra. A continuación los casos más emblemáticos de violaciones a los Derechos Hu­manos (DDHH) cometidos por estos uniformados entre 1980 y 2000.

LA LLEGADA: EL ESTADIO DE HUANTA

En enero de 1983 se estable­ció el Comando Político Militar en Ayacucho, liderado por el ge­neral EP Clemente Noel Moral. Una de sus primeras órdenes fue que la provincia de Huanta quedara bajo el control de la Marina.

Y así fue. El 21 del mismo mes se instaló el Cuartel Ge­neral en el Estadio Municipal de la ciudad de Huanta, bajo el mando del Capitán de Cor­beta AP Alvaro Artaza Adrianzén, también conocido como “Comandante Camión”. Según los testimonios recogidos en el “Informe Final de la Comisión de la Verdad y la Reconciliación (CVR)”, el cuartel “funcionaba como un centro clandestino de detención y tortura”.

“En los años de 1983 y 1984, se cometieron la mayor canti­dad de asesinatos de civiles en la provincia de Huanta, convir­tiéndola en uno de los escena­rios de violencia de mayor in­tensidad en el departamento de Ayacucho, como consecuencia del accionar del Partido Comu­nista del Perú Sendero Lumi­noso (PCP-SL) y de la respuesta indiscriminada de las Fuerzas Armadas, en particular de la In­fantería de Marina”, dice el In­forme de la CVR.

LOS EVANGÉLICOS DE CALLQUI

Calificado como una “ejecu­ción arbitraria” por la CVR, el atentado contra seis feligreses en el local de la Iglesia Evan­gélica Presbiteriana de la Co­munidad de Callqui en 1984 es uno de los episodios que la ins­titución quisiera borrar de su historial.

El primero de agosto de aquel año, dieciocho efectivos del  “Destacamento de Infantería de Marina de Huanta y La Mar”, liderados por el teniente segundo de las Fuerzas de Ope­raciones Especiales Luis Alber­to Celis Checa, irrumpieron en el culto evangélico. De los 27 feligreses presentes, seis fueron asesinados. Las investigaciones de la CVR determinaron que el atentado fue parte del operativo “Caimán XIII”, ordenado por alias “Camión”.

En febrero de 1985 se pre­sentó la denuncia por homicidio calificado contra “Camión” y Jesús Vilca Huincho, quien fungió de guía en el operativo. Luego se abrió otro juicio con­tra el teniente Celis Checa. En ambos procesos la Marina trató de ejercer presión sobre las au­toridades judiciales para que el caso quedara en manos del Fue­ro Militar.

“Era una estrategia. Se pre­tendía llevar el caso al Fuero Militar para quitárselo al Poder Judicial, porque cuando hay dos casos iguales en dos fueros diferentes, se origina una contienda de competencia y la Cor­te Suprema tiene que dirimir en dónde se queda el caso”, explica el abogado Germán Vargas Fa­rías, de la Asociación Paz y Esperanza, entidad que defiende a los familiares de las víctimas de este crimen. “Hubo varias decenas de casos similares. La CVR identificó cerca de 30 donde se “hizo lo mismo”, añade Vargas.


En primera instancia la Fiscalía de Huamanga decidió que el asesinato múltiple “no podía considerarse como actos de función sino que se trataba de acciones delictivas” y debía juzgarse en el fuero civil. Pero la Primera Sala Penal de la Corte Suprema de Justicia dirimió a favor del Fuero Militar. Y una vez en sus manos, los unifor­mados archivaron el caso. El ar­gumento “legal”: “El teniente a cargo de la operación alegó que dio la orden de dar alto al fuego pero esta fue ignorada por sus subalternos”.

La CVR describió la “intensa presión” que ejerció el presiden­te del Consejo de Guerra Per­manente de Marina, Capitán de Navío AP Luis Polar Echeandía, para que el caso quedara en los cuarteles.

En 2003 el caso regresó al Poder Judicial y en el 2014 la Sala Penal Nacional condenó a cuatro años de prisión condicio­nal al guía Jesús Vilca Huincho. El teniente Celis Checa fue cap­turado en el 2019 y condenado a 10 años de cárcel.

JAIME AYALA

La CVR determinó que el periodista de “La República” Jaime Ayala Sulca “fue víctima de desaparición forzada, tortura, tratos crueles, inhumanos o de­gradantes y ejecución arbitraria por parte de integrantes de la Marina de Guerra, en el cuartel ubicado en el Estadio Municipal de Huanta en agosto de 1984”.

JAIME AYALA

El 2 de agosto de aquel año, varios testigos, vecinos de la ciudad, vieron al periodista en­trar a la Base Militar. Un exin­fante confirmó ante la CVR que el periodista fue detenido por el Comandante “Camión”, quien se lo habría ocultado a sus su­periores. “Lo consideraba como un enemigo para su institución debido a las denuncias sobre violación a derechos humanos que había publicado”, declaró uno de los testigos para el infor­me de la CVR.

Un día antes de que llegara la Fiscalía para verificar la de­nuncia por la desaparición del periodista, “Camión” ordenó desaparecer a Ayala. “Luego de eliminarlo había que desapa­recerlo, entonces lo seccionan. Primero lo matan con golpes, no hay armas. Lo seccionan y luego lo entierran en diferentes puntos en el estadio” declaró un oficial de la Marina a la CVR.

Como en el caso anterior, la institución trató de llevar el caso al Fuero Militar.

“A pesar de que el fuero mili­tar reclama el caso, la Corte Suprema, por ser un periodista de ‘La República’, determina que el caso se quede en el Poder Judi­cial”, cuenta el abogado Carlos Rivera Paz, del Instituto de De­fensa Legal (IDL), quien actualmente lleva el proceso.

COMANDANTE "CAMION" premiado después
 de la matanza con destaque a la Base Naval de
San Diego, USA para luego vivir en Los Ángeles.
El muerto enviaba regalos a parientes
En ese momento ocurre un hecho inédito: En 1986, el principal investigado “camión”, desaparece. “Curiosamente, cuando se decidía que el caso quede en el Poder Judicial, los familiares de Artaza denuncian su secuestro. Artaza tenía que rendir cuentas y justo desaparece” reclama Rivera. Ese año a “Camión” se le declara judicialmente muerto.

Para los abogados especialistas en la materia, el secuestro de “Camión” fue orquestado por la Marina, como parte de su estrategia para limpiarse de polvo y paja. Los abogados Gloria Cano, Carlos Rivera y Germán Vargas, consultados para esta nota, lle­gan a la misma conclusión.

“Nosotros tenemos la convic­ción de que fue así. Tengamos en cuenta que sucede el año 86, don­de había una impunidad total en el gobierno aprista. Llegaron al extremo de simular el secuestro y la desaparición y lograron que se oficialice la muerte presunta de este oficial”, opina Vargas. “No es coincidencia que la Marina prepara inmediatamente, después del secuestro, un proceso para que se declare la muerte de ‘Ca­mión’”, añade Cano.

La abogada recuerda que en el año 2004, cuando se reabrió el caso, llega la información de que “Camión” había ingresado al Perú con el pasaporte de un hermano suyo que vivía en Los Ángeles. “Le solicitamos a la oficina de Migraciones los vi­deos del ingreso de esta persona y sospechosamente, tres meses después, nos respondieron que luego de un mes se borraban los videos. Hasta donde tenemos entendido, “Camión” ahora vive en Estados Unidos. Está vivo, todos sabemos que está vivo”, dice Cano.

Los abogados calculan que Artaza, de no estar “judicial­mente muerto”, enfrentaría como mínimo 25 años de pri­sión por asesinato y desapari­ción forzada.

CAÍDOS DEL CÍELO

En 1989 la Marina sale de Ayacucho y se instala en Ucayali. “La Marina sale de Huanta porque siente que hay un fuerte compromiso que ya está involu­crando la propia institucionalidad de las Fuerzas Armadas en los casos de violaciones a los derechos humanos. Es evidente que en ese momento el diagnós­tico de los propios militares es que están perdiendo la guerra contra Sendero”, señala Rivera.

La CVR describe una de las primeras acciones de la Marina una vez que se instalaron en la selva: los “vuelos de la muerte”.

El pasaje de ida sin retorno era para presuntos senderistas a los que subían en helicópteros y tiraban al vacío en costales o amarrados de pies y manos. No se trata de ningún método de aniquilamiento original. Los marinos se limitaron a copiar a sus pares chilenos de la época de Pinochet y a los argentinos de Videla. “De este modo los aguajales de Pucallpa se convirtieron en cementerios ambulantes de decenas de personas que fueron secuestradas o detenidas por las fuerzas de seguridad en operaciones de rastrillaje”, detalla el “Informe Final” de la CVR.

“Un testimonio cuenta que el sacerdote del Vicariato de Pucallpa decía que los cuerpos quedaban colgados de los árbo­les. Así se dieron cuenta de estas ejecuciones”, dice la abogada de la Asociación Pro Derechos Humanos Gloria Cano. La CVR apunta a la Marina de Guerra como la principal responsable.

“La Marina dice que ha inci­nerado todo, de esa manera no facilitaron ningún tipo de infor­mación”, cuenta Cano. Para el abogado Rivera esta versión re­sulta inverosímil. “En el Ejérci­to son claros en decir que no se pueden desaparecer documen­tos que contengan información de operativos. Inclusive para quemar documentos hay regla­mento. En la Marina debe ser igual, aunque nunca accedimos a sus reglamentos”.

QUEMADO VIVO

El 2 de abril de 1995 un gru­po de uniformados de la patru­lla “Aries”, destacamento de la Marina en Ucayali, ingresó al domicilio de la familia Pomatanta, como parte del “Ope­rativo Tiburón IV”. Buscaban al hijo mayor, Indalecio, para interrogarlo. “Al muchacho le empiezan a preguntar por unas armas y él responde que no sabe nada. Por la insistencia del inte­rrogatorio ya comenzaba a ser acto de tortura”, detalla Rivera, abogado de la familia.

Insatisfecho con la respues­ta, el Capitán de Corbeta Andrés Egocheaga Salazar, jefe de la Base Contrasubversiva que operaba en la zona, le rocía gasolina en el cuerpo y le prende fuego. Cuando Indalecio Pomatanta, de 17 años, se estaba quemando vivo, los ma­rinos se retiraron del domicilio. El menor llegó con vida al Hos­pital Regional y allí narra su eje­cución que quedó grabada en un video. Al tercer día, falleció.

“Fue un acto de absoluta crueldad del que la Marina se desentiende. No se hicieron cargo del asunto hasta el 2004 cuando IDL logró reabrir el caso”, indica Rivera.

La Marina también quiso que el crimen se juzgara en el Fuero Militar, pero eso les fue negado. “En esa oportunidad logramos que la Corte Suprema emitiera una sentencia en la que dijo que los graves crímenes a los dere­chos humanos y de lesa huma­nidad bajo ninguna circunstan­cia podrían ser juzgados en el Fuero Militar. Fue el aporte del caso Pomatanta. Esa fue la última oportunidad en la que la Marina presionó para que los militares soliciten un proceso de competencia”, recuerda Rivera.

De limpiar a la institución se encargó Javier Villa Stein. “A pesar de que demostramos que el crimen no fue un accidente sino que fue cometido en ejer­cicio de las funciones militares de la Marina, hicieron todo lo posible en la Corte Suprema y lograron que el juez Javier Villa Stein los saque de su condición de civilmente responsables”, recuerda el abogado. “Esa fue la peor conducta de un juez por casos de esta índole. Villa Stein ya venía con malos anteceden­tes en temas de derechos huma­nos, pero después del caso Pomatanta, se vuelve más explícita su conducta”, añade Rivera.

MASACRE DEL FRONTÓN

Otro de los métodos de la Marina para obstruir a la justi­cia fue el silencio.

El 18 de junio de 1986, 133 presos rendidos fueron ejecuta­dos en El Frontón.

matanza de el Frontón

“Cuando se produce la ma­tanza, Alan García (entonces presidente) expone que los en­tierros de los ejecutados sean sin participación de la familia. Es decir, entierros clandestinos. Y la Marina se compromete a hacerlo. Ellos desde siempre supieron dónde estaban los res­tos”, recuerda Rivera.

Sin embargo, la institución se negó a dar la información a los familiares de los asesinados. Dice Rivera: “La Marina sólo dio la información en el 2004, cuando se abrió la investigación en el Ministerio Público por mandato de la Corte Interamericana de Derechos Humanos. Si no daban la información, la Fiscalía los podía denunciar por resistencia a la autoridad. Solo así el Comando de la Marina in­formó que los restos estaban en siete cementerios de la capital. Durante dieciocho años oculta­ron el paradero de las víctimas”.

NO LO RECONOCEN

Una de las conclusiones cen­trales de la CVR es que “en cier­tos lugares y momentos del con­flicto la actuación de miembros de las fuerzas armadas no sólo involucró algunos excesos indi­viduales de oficiales o personal de tropa, sino también prácticas generalizadas y/o sistemáticas de violaciones de los derechos humanos, que constituyen crí­menes de lesa humanidad.

“Lamentablemente, la Ma­rina no acoge esta tesis y creen que es una afrenta. Nosotros re­cogimos evidencia y sobre esta base elaboramos esta dolorosa conclusión. A diferencia del Ejército, la Marina no ha pro­ducido un documento que, más allá de acentos y discrepancias con el ‘Informe Final’, enmar­que su labor y reflexione sobre la misma. Es urgente que haga ese procesamiento”, señala Sa­lomón Lerner Febres, presiden­te de la CVR. ▒▒

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