LA REPUBLICA. REVISTA DOMINGO. 1 de marzo de 2015
Texto: Renzo Gómez Vega / Fotografías: David
Huamaní
Hace un mes, el presidente Humala prometió
invertir US$ 470 millones en la construcción de plantas de tratamiento para
descontaminar el Titicaca. Mientras los proyectos siguen su curso, miles de
pobladores caen enfermos por un sistema colapsado, donde las autoridades han
zafado cuerpo durante décadas.
¡Mierda, un perro! Qué asco. No, no. Es
una oveja. Miren bien. Una masa lanuda flota a los lejos.
Es una champa blanca en una piscina viscosa y verdusca. No se distingue qué
diablos es. La cabeza no está visible, pero lo que parece ser una
pata se yergue tiesa, y estirada.
A medida que el bote se acerca, el olor lo invade todo. Ese
olor vomitivo que solo es capaz de atraer a las moscas. Allí están
ahora dando vueltas, regodeándose sobre los restos de un cuerpo.
Ana Suasaca (30) –pollera amarilla, gorro
con pompones multicolores– hunde su remo y, sin el mayor reparo, levanta la
cosa decapitada. "¿Ya ven? Era una oveja”, dice, complacida,
con su acierto. El fotógrafo dispara, mientras me tapo la nariz con mi casaca.
Ana y sus tres hijos me observan algo extrañados, desde el
otro bote. Como si tuvieran la sórdida costumbre de toparse, a diario, con
cuerpos en descomposición, en la cuenca del río Coata, uno de los afluentes del Lago
Titicaca, y la desembocadura adonde van a parar las aguas servidas de la
ciudad de Juliaca.
El sistema funciona así –funciona es un decir,
claro: el desagüe de los 260 mil habitantes de Juliaca, la ciudad
más poblada de la región Puno, pasa por una laguna de oxidación que por estar
colmatada no alcanza a purificarlo. El torrente de heces, de 600
litros por segundo, se vierte en la bocatoma del río Torococha y sigue su curso
hasta el río Coata.
La totora y el 'yachu' están tan contaminados |
Una hora tardamos en llegar hasta aquí. En el camino se
formaron espesas capas marrones, los totorales cambiaron de verde
a un mostaza opaco y, por supuesto, no hallamos peces. En este último tramo,
una sábana verde de 'Lemma acuática' o 'lenteja de
agua', un tipo de alga que impide el paso de los rayos solares, lo ha
cubierto todo y es, además, la 'alfombra' perfecta para este basural de tarros
de leche, pañales, galoneras de aceite, bolsas, zapatos, y todo lo
inimaginable. Mucha gente de Juliaca viene hasta aquí para buscar a sus
muertos.
."Mira mi mano. Este es el desagüe de Juliaca –insiste Belisario,
quien arranca una totora y la exprime con todas sus fuerzas en mi cara– Huele.
No mentimos. Esta agua nos está matando”. "Esto no han visto los señores. Tenían miedo. Vinieron
por cumplir. Es una burla”, reclama Freddy Belisario –short jean y gorrita
roja– sobre la visita de representantes del gobierno regional y otras
instituciones el último martes. En efecto, ellos no recorrieron este
'cementerio', aduciendo que su motor se trabaría con los desechos.
La totora, aquellos juncos que crecen hasta cuatro metros
fuera del agua, y una planta que llaman 'yachu' son el principal
alimento de sus vacas. Al contaminarse, las vacas enflaquecen y, por lo tanto,
se ven obligadas a venderlas a bajo precio. Eso, si antes no engullen alguna
jeringa, confundida entre su comida, como ha pasado.
Por eso, en agosto y octubre de 2014, cientos de
furiosos pobladores de los cuatro distritos afectados (Caracoto, Coata, Huata y Capa
Chica) marcharon hasta la Entidad Prestadora de Servicios de Saneamiento
(EPS) Seda Juliaca y 'taconearon' el río Torococha, en
la primera intervención, y la laguna de oxidación, en la segunda. Los
buzones de alcantarillado reventaron y Juliaca fue, por varias horas, una
cloaca.
"Queremos agua potable en Coata y que Juliaca empiece
su laguna de oxidación de una buena vez. Si no, nos levantaremos. Estamos
hartos”, me cuenta Intyn Coella, otro vecino. Por lo pronto, la empresa coreana
Rothwell Waterech Global está realizando los estudios de factibilidad para
ejecutar el proyecto. "Eso nos dicen hace tiempo y nada. Nos pasean”,
agrega.
POR UN CÓLICO
Dionisio Barreda (54) –sombrero beige de cuero
de oveja– perdió a su hija en el 2003.Luzmila, de tan solo tres años,
empezó a sufrir fuertes cólicos, de repente.
Como si la fatalidad fuera un asunto de horarios,
la niña se enfermó a las tres de la tarde, cuando los médicos de la única posta
(atienden hasta las 2:00 p.m.) de Coata ya se habían marchado.
A Dionisio, actual presidente del Frente de Defensa de la Cuenca Coata,
que no tenía dinero para llevarla a Juliaca o a Puno, no le quedó otra que
prepararle un mate con salvia y paico, hierbas ancestrales que esta vez no
sirvieron de mucho.
Luzmila, la tercera de sus hijos, murió al día siguiente
a causa de una diarrea irrefrenable. La misma que se llevó a su cuñado, de 62
años, en el 2012. Este tipo de finales, totalmente
evitables, son comunes porque, salvo algunos pobladores que consiguen agua
potable de pueblos aledaños, la mayoría bebe y se baña con agua de la
cloaca.
Pobre Lago, pobre Puno |
“¿Por qué no hablan? ¿A qué le tienen miedo? Si
no dicen nada todo va a seguir igual”, les dice Dionisio a un grupo de madres
que esperan consulta, junto a sus hijos, en la posta. El esfuerzo es estéril.
Se miran entre ellas y, tras comentar algo en aymara, se alejan.
David Mamani, director de obras del Proyecto
Especial Binacional Lago Titicaca (PELT), un organismo creado en 1987
para preservar el Lago, me cuenta que el congresista Emiliano Apaza lo buscó
hace unos meses, furioso, por la situación de Coata. “Nosotros no hemos hecho
nada porque no nos compete. Nuestro nombre indica una cosa, pero la verdad es
que debería cambiar. Nuestro campo es la agricultura, no el lago”. Sí, créalo.
De locos.
MALOS CÁLCULOS
¿Hueles? Estamos en la avenida Primavera o
'Buenos Aires', nombre irónico para un barrio que huele a excremento.
Aquí, detrás de una tranquera, se ubican las dos lagunas de oxidación de la
ciudad de Puno, frente de la isla Espinar y a solo unos metros de la bahía interior.
Caminar por aquí es una prueba de resistencia para el
olfato. Ambas lagunas, separadas por un dique, han colapsado al igual que la de
Juliaca. Por empozamiento de la materia orgánica, la profundidad inicial de 2
metros cincuenta se ha reducido a un metro treinta, según el propio
gerente de la Empresa Municipal de Saneamiento
Básico (EMSA Puno), Augusto Lazo.
Sin ningún tapujo me comenta que la única vez que ambas
lagunas, creadas en 1972, recibieron mantenimiento fue en 1997. O
sea, una sola vez en 43 años. En el 2003, el banco
alemán KFW ofreció donar cerca de 48 millones de soles al gobierno local y a
EMSA Puno para ampliar las lagunas a 70 hectáreas.
No obstante, el tiempo se desgastó en disputas internas, y
la KFW decidió finalizar la cooperación. Fue Lazo, gerente desde el 2011, a
quien le tocó recibir la noticia. “Hice lo que pude, pero esto falló
desde antes, y no pude concretarlo”, se lamenta.
A solo siete kilómetros de las lagunas, en el Lago
mayor, se encuentra la captación de agua potable de la ciudad. Lazo, a
días de entregar su cargo, asegura que si en el corto plazo no se instala una
planta de tratamiento –que su gestión no fue capaz de lograr– el agua potable
también correrá peligro.
“No hubo previsión del crecimiento poblacional. En el '72,
Puno no llegaba a los cien mil habitantes. Ahora somos 140 mil”, me explica Alberto
Lescano (70), ingeniero zootecnista y fundador del Centro de
Desarrollo Nacional y Ambiental (Cedas), con quien damos el inusual
paseo.
Desde arriba, asentados en la isla Espinar,
puede verse claramente cómo las turbias aguas de las pozas ingresan a la bahía
interior. Al igual que hilos negros de gasolina y petróleo. Aunque de
lejos las aguas todavía lucen cristalinas, el contagio es progresivo.
Para Lescano otro aspecto que ayudaría a limpiar el lago sería liberar al río Willy (Lago menor del Titicaca donde están los Uros), construyendo un puente en un tramo del dique que conecta al lujoso Hotel Libertador, en la isla Esteves.
Para Lescano otro aspecto que ayudaría a limpiar el lago sería liberar al río Willy (Lago menor del Titicaca donde están los Uros), construyendo un puente en un tramo del dique que conecta al lujoso Hotel Libertador, en la isla Esteves.
“Ese río removería todo. Cuando el Willy fluía a la bahía
interior hasta habían olas. Pero Fujimori privatizó la zona, y ahora habría que
tranzar con la cadena de hoteles”, señala Lescano, quien ha presentado el
proyecto al gobierno local y regional.
¿MIENTRAS TANTO?
En febrero de 2014, en una de sus visitas a Puno, Ollanta
Humala emplazó a Luis Butrón, alcalde de Puno durante ocho
años, para que presentara el expediente de la planta compacta de tratamiento.
Solo así soltaría el dinero requerido, sostuvo.
Lo cierto es que cuando Butrón renunció en abril solo había
avanzado el estudio de prefactibilidad. A Mauricio Rodríguez, expresidente
regional de 2011 hasta 2014, le cuesta achacarle y achacarse alguna culpa. Para
eso, emplea la más pura inocencia.
-¿Cómo se explica que en ocho años el alcalde no sacara el expediente?-
-Supongo que tiene cierta responsabilidad-
-¿Y usted no lo presionó?-
-Él me dijo que ya lo estaba terminando-
-¿Lo engañó, entonces?-
-Sí, quedó en nada-
Rodríguez se precia de haber impulsado la
modalidad de Asociación Pública Privada, a través de Proinversión,
que consiste en otorgar concesión a una empresa privada (en este caso Graña y
Montero) para que se encargue de la formulación, ejecución, y administración del
proyecto.
Diez plantas de tratamiento serán las que se implementen en
las diez provincias que se sitúan en las riberas del Titicaca, con
los US$ 470 millones ofrecidos por el gobierno. Para ello, el
Ministerio de Vivienda se ha reunido con los alcaldes de cada municipio para
firmar el acuerdo.
Según los cálculos de Lazo, de EMSA Puno,
las plantas estarán listas, aproximadamente en cuatro años. Y eso, si no hay
ningún inconveniente. ¿Mientras tanto? Una parte del lago es un cementerio.
Laguna de Oxidación de Espinar. Sus reboses entran directamente a la bahía |
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