Por: Eland Vera
SER, 11/06/2012
El principal desafío del proceso
de regionalización es que puso, pone y seguirá poniendo a prueba a las elites
políticas y burocráticas del interior del país. Presidentes, consejeros,
gerentes, funcionarios, asesores y profesionales nos confiesan todos los días,
a través de su perfomance pública, si están o no preparados para conducir el
desarrollo. Cada día, sin darse cuenta, nos recuerdan las consecuencias
prácticas del centralismo estatal producido por casi doscientos años de tutela
a las provincias, y mucho más si contamos la dominación colonial.
El caso de Puno es una clara
demostración, tanto como lo puede ser cualquier otro departamento-región. El
entusiasmo electoral cargado de retórica reivindicativa que agita pasiones e
ilusiones da paso al encontronazo con la cruda realidad de la gestión pública.
No es que falten técnicos calificados que ostenten grados académicos (que
parecen títulos nobiliarios), sino que la modesta experiencia en el aparato
estatal tiene que enfrentarse con la complejidad socio-política de los
procesos, la presión clientelista de los simpatizantes de sus movimientos, los
parámetros y estándares del MEF y la odiosa comparación con otros
departamentos-regiones que avanzan sin dilaciones.
Huamaní, AQUÍ y el “nuevo” rumbo
Un hecho grafica esta situación.
Alcides Huamaní, un correcto ingeniero economista, profesor de la Universidad
Nacional del Altiplano de Puno, asumió la gerencia general del gobierno
regional en su condición de miembro prominente del movimiento político AQUÍ
(ganador de las elecciones regionales) y principalmente como representante de
una generación de técnicos calificados comprometidos con el desarrollo de Puno.
Un año y tres meses después renunciaba vergonzosamente al cargo como
responsable de que ocupemos el último lugar en ejecución presupuestal. Lo
preocupante fueron las confesiones posteriores.
Huamaní reconoció las dificultades
para constituir un trabajo en equipo debido a las “diferentes formaciones” del
entorno de trabajo. Podría suponerse que se refería a diferentes profesiones,
niveles formativos, expectativas o intereses. Lo cierto es que era su
responsabilidad superar o dado el caso corregir las “diferencias” entre sus
colaboradores, ¿acaso no podía? ¿O había fuerzas superiores que le impedían
capitanear una gerencia técnica? Lo más probable es que se trataba de
compromisos políticos pre-electorales y clientelares que imponían su lugar en
el aparato regional. Para confirmar la hipótesis, el presidente regional
Mauricio Rodríguez confesó los errores en la elección de profesionales.
Contrariando colosalmente el
ideario del movimiento AQUÍ, que planteaba la participación de profesionales
puneños (quechuas y aimaras) en los puestos clave, el presidente regional optó
por encargar la gerencia regional a un técnico foráneo. Elmer Monteblanco es un
economista formado en Argentina, consultor de proyectos públicos, con experiencia
en contrataciones con el Estado peruano y manejo de fondos de cooperación
internacional; es decir, la antípoda de Huamaní y también de AQUÍ.
¿Más izquierda señorial?
Mauricio Rodríguez ha sido uno de
los periodistas radiales con mayor aceptación y credibilidad en la región Puno.
Fue conocido en su época juvenil por integrar uno de los míticos grupos
folklóricos puneños de música latinoamericana; luego su comprometida
vinculación con la iglesia del sur andino le sirvió de back ground formativo y
entorno para la acción. Nadie puede dudar que ambos antecedentes lo ubiquen
dentro de una postura progresista de clara opción por las mayorías, casi un
lugar común para los líderes puneños.
Entonces, jamás llamó la atención
su decidido cuestionamiento a las tropelías estatales, la crítica ácida a las
actividades extractivas en la región y la colocación del factor cultural como
piedra de toque de la actividad política. Al formar su membresía electoral, el
Proyecto Político AQUÍ (Aymaras y Quechuas Integrados), el desborde afirmativo
de algunas ideas que apostaban por la reivindicación de la identidad
etnocultural se mostraba mucho más elaborado que anteriores dispositivos de
retórica política como el federalismo de Hernán Fuentes o el autonomismo de
David Jiménez.
Grande fue la sorpresa cuando los
pergaminos y los antecedentes colisionaron con un hecho definitivo. La
inconsistencia y debilidad frente al levantamiento antiminero en las zonas
norte y sur. Rodríguez, sencillamente, no dio la talla. Ni para un lado, ni para
el otro. Walter Aduviri se enseñoreó como el líder antiminero y en la práctica
sus acciones lo colocaron por momentos como el “presidente de facto” de Puno.
El discurso postmoderno (al menos eso creíamos) que encumbra la acción política
como sinónimo de pueblos indígenas que era el baluarte de Rodríguez quedó
desinflado. Luego de las evidencias, se confirma que la retórica “culturosa”
era una impostación. El movimiento AQUI, el delirante federalismo de Fuentes y
MARQA (movimiento del ex presidente Jiménez) terminan siendo manifestaciones de
lo mismo: cultura política señorial de neo-caciques entornillados en el corto
plazo y la argolla clientelista.
El horizonte cerca al cielo
Podrán exhibirse buenas y
fundamentadas intenciones, obras de infraestructura (tan necesarias y
apreciadas por los ciudadanos de los departamentos-regiones), cambios de timón
(así traigan abajo el ideario político), generosa publicidad política enfocada
en el caudillo paternalista y hasta nuevo escudo y bandera como estrategia
simbólica de integración; pero lo que queda claro es que la población de Puno,
como tantos otros departamentos-región, vive en medio de elevadísimas
expectativas de desarrollo y sus líderes requieren de una abundante dosis de
visión de largo plazo y reacción ante la coyuntura.
Solo que a veces el largo plazo
es confundido con ensoñaciones románticas que nada tienen que ver con el rumbo
claro y contundente que merecen los peruanos más peruanos de la patria. Ponerse
al frente del censo agropecuario, desear comodidad y alegría a los burócratas
regionales, marchar por la cultura de prevención de sismos (tan poco probables
en el altiplano), participar con mesura en los rituales del poder y apostar por
la cultura del Buen Vivir son acciones loables y bonachonas, pero la dedicación
nuclear son los proyectos estratégicos (el lugar común más exigido por el
sentido común). Ese debe ser el pan diario de Mauricio Rodríguez si quiere
entrar en la historia, pues, valgan verdades, entre el señorial y mañoso Jiménez
y el delirante Fuentes, el actual presidente regional performa la silueta más
cercana al líder democrático.
En el caso de la coyuntura, al
parecer la información calificada y estratégica que requiere el presidente
regional para decidir, se encuentra filtrada, desordenada y en los volúmenes
inapropiados. En el fondo es el asunto de asesores, funcionarios y militantes
de la membresía AQUI. Tal vez el desafío más grande de Rodríguez y de sus
(pocos) colaboradores sensatos es lidiar desde adentro. Quebrar algunos usos y
costumbres de la política puneña (y peruana por extensión) que coloca por
encima de todo los dones y contradones clientelares, la práctica del
patrimonialismo cuando se alcanza la cúspide del poder y la tentación
omnipresente de la corrupción. Todas manifestaciones de una mentalidad de corto
plazo alojada en la cotidianeidad de la micropolítica puneña, tan ansiosa de
puestos de trabajo y tajadas para los parientes, compadres, ahijados,
simpatizantes y tantos otros que conforman la argolla. Aquí se impone una
sólida argumentación ante el entorno y el ejemplo propio.
El desafío siempre será enorme,
pero los ciudadanos puneños son generosos dando oportunidades y reconociendo
los logros cuando se alcanzan con las manos limpias y pensando en las futuras
generaciones. Rodríguez tiene todo servido, pese a los recodos en el camino,
depende de él transitar de la retórica a la gestión. Eso esperamos.
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Artículo publicado en la revista
CABILDO ABIERTO Nro 64. Junio 2012. Puno. Asociación SER.
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