lunes, 21 de abril de 2025

VOCES A VARGAS LLOSA

DESDE LAS ENTRAÑAS DEL PERÚ

Jimmy Calla Colana

T

ú, Vargas Llosa, escribiste desde la vieja España colonial, desde el mundo occidental, desde los salones de vidrio donde la falsa modernidad se proclama única, verdadera e irrefutable. Pero desde esa caja de cristal, te olvidaste del barro pensativo, del viento frío, del canto quechua y aimara, que aún susurra entre las piedras del Ande. Has mirado al Perú por encima de tus pares, como quien mira una postal amarillenta y antigua, sin oír el temblor y la tempestad andina que vive bajo la piel de la historia.

En la nobleza española
Te duele no haber sido José María Arguedas, lo confesaste. No haber sido César Vallejo, quisiste morir el día que él murió.

Te duele su vínculo visceral con el mundo indígena, su capacidad de nombrar lo que tú apenas intuyes. Él era el puente entre dos sangres. Tú, apenas un espectador que escribe desde la distancia balconeril. Te molesta su ternura subliminal por lo que tú llamas “atraso”. Te incomoda su amor por lo que tú, con palabras finas, quisieras enterrar bajo el constructo “superación”.

Tu liberalismo neoliberal es una batahola donde solo caben los que aplauden al llamado “progreso” con acento colonial. No ves que este país no nació en Europa, sino en el cruce de los hermosos caminos de los Andes, en las voces que no aparecen en tus novelas.

El Perú que tú proclamas no reconoce a sus propios hijos. Los rechaza, los marginaliza, los convierte en personajes sin voz.

Aún hoy el Estado peruano funciona como en los tiempos del virreinato. De qué sirve que se disfracen con atuendos andinos fingiendo lo que no son, cambian sus discursos, pero no cambia la lógica del desprecio.

Nosotros descendientes ancestrales, los que portan el 70% de la herencia genética de esta tierra, seguimos siendo “extranjeros” en nuestra propia nación. Y tú, en lugar de tender puentes, alzas muros con la sintaxis verborreica de palabras elegantes y distorsiones elubricadas en las tinieblas de la indiferencia. Predicas la libertad, pero niegas el derecho a la existencia.

La tempestad de los Andes trajo a Lima rostros que no querías ver. Los cerros se llenaron de vida, de colores, de lenguas y casas sin ningún servicio público. Pero tú preferiste pensar en los reyes y virreyes y su falso abolengo. No viste la justicia de ese retorno, de ese reencuentro con la ciudad. No entendiste que no venían a invadir, sino a reclamar lo que siempre fue suyo.

Cornejo Polar te desenmascaró. Dijo lo que muchos temían decir: que tu visión es eurocéntrica, que tu proyecto de nación excluye todo lo que no cabe en la vitrina occidental. Y tenía razón. Tus ideas, genuflexas, se quedaron ancladas en el siglo colonial. Hoy el Perú ya no cabe en tu modelo. Ha crecido, se ha diversificado, ha despertado en una tempestad de los andes.

Escritor indigenista
Mientras tú hablas de modernidad, los Andes siguen respirando su sabiduría milenaria. Mientras tú aplaudes al mercado, los pueblos originarios siguen enseñando que no se vive solo del consumo, sino del equilibrio, del respeto, de la solidaridad. Mientras tú te quedas solo con tus “certezas” egocéntricas, el Perú real camina, avanza, resiste.

No se trata de negarte, Vargas Llosa. Eres parte de este país, como lo son sus contradicciones. Pero sí se trata de decirte que has olvidado algo esencial: que el Perú no es solo Lima, ni solo lo que cabe en tus libros. El Perú es también lo que tú no quisiste ver. Y algún día -cuando el eco del mundo andino llegue hasta tu escritorio- entenderás que la modernidad no se impone: se construye desde sus raíces.

Y hoy, desde el corazón que nunca lograste comprender, te decimos basta. Basta de vernos como los rezagados de la historia. Basta de pensar que el progreso solo viene de afuera. Basta de querer borrarnos con discursos pulcros y premios relucientes. Porque no hay razas superiores. Porque no hay razas inferiores. Porque todos -todos- somos hijos de esta tierra herida, hermosa y rica.

El color de la piel no define la inteligencia. Nuestras lenguas (quechua y aimara, sobre todo) que valoran los europeos por su afectividad y que lo habla el mundo andino no mide el valoramiento individual. La sangre indígena no es un atraso: es sabiduría, es resistencia, es dignidad. No nos avergüenza nuestra raíz. Nos avergüenza el racismo que aún se disfraza de civilización. Nos avergüenza el desprecio, el silencio impuesto, la exclusión adornada con palabras cultas y disfraces electoralistas.

Hoy alzamos la voz, no para pedir permiso, sino para tomar lo que siempre fue nuestro: la palabra, la historia, el país. Este no es tu Perú, Vargas Llosa. Este es el Perú de todos. Y en este Perú, nadie vale más por apellidarse como europeo, por su dinero o por su color de piel. Nadie vale menos por llevar en su rostro la memoria del Ande. Aquí se acaba tu monólogo. Aquí comienza nuestro grito.

Somos iguales. No más racismo. No más desprecio. En el Perú, el mundo andino no pide permiso: existe, resiste y vive. <:>




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