miércoles, 13 de noviembre de 2024

COSTUMBRES DE MI TIERRA SOBRE LA MUERTE Y LOS MUERTOS

 FIESTA DE TODOS LOS SANTOS

EN EL MUNDO AYMARA

Luperio Onofre

Extractado de ALMA IMAÑA en revista REPORTE Nº 132, 4NOV24

C

uando se acerca el día primero de noviembre, es necesario preparar­se para recibir a las almas que vienen de visita. Los familiares directos del muerto, obligatoria­mente, asumen la responsabilidad de recibir a sus almas. Dos sema­nas antes de celebrarse la fiesta, se realiza la feria tradicional deno­minada "suni althapi". Bajo el sis­tema del "trueque" o mediante la compra con dinero, cada familia se aprovisiona de todo lo necesario para la fiesta. Generalmente se adquieren productos como: "ma­ná" (maíz tostado), galletas, pan, vino, agua bendita, panecillos, "quispiñas" (bocaditos de quinua y cal), "tojtos" (picarones), carne, sal, cebolla, ají, coronas, flores, dulces y, principalmente, la harina para elaborar los "tanta wawas" o "turco wawas" que son panes con forma de bebé y otras. Algunos de estos elementos rituales servirán para prepararla comida, otros para elaborarlos objetos rituales que se pondrán en la tómbola o sobre la tumba de los muertos. Otros ele­mentos servirán para beber y ben­decir con ch alias la tumba del muerto.

Preferentemente se preparan comi­das que le han gustado más al difunto. Decía el señor José Bailón para explicar esta costumbre: “Cuando uno regresa de la calle, la mujer siempre espera con una comida que nos gusta. Entonces gual debe pensarse en la comida de los muertos".

"Ofrendas" en altar del difunto
El recibimiento de las almas es el momento más tras­cendental para los aymara. Se cree que llega el día primero de noviem­bre a las doce del día. Por la noche se celebrará el "naka- yaña" o velorio. En esta ocasión se reciben a los resiris para que oren por el alma bendita que ya está en casa disfru­tando la comida, la bebida y otros preparativos que hizo la familia. Los rezadores a cambio de la oración reciben sus ofren­das consistentes en pane­cillos, tojtos, quispiñas, maná y un poco de asado. A las personas mayores, además de la ofrenda se les invita un vaso de bebi­da. Al día siguiente -el "despachu uru"- acostumbran ir a la tumba. Ante el muerto hacen rezar. Algunos comienzan la oración en la tumba muy temprano, como a las cinco de la mañana. Dicen que esta hora es muy propicia para las almas de los niños, ya que ellos tienen que irse temprano, porque en la noche podrían perder el camino o tener dificultades al regresar al mundo de las almas. A los adultos muer­tos se hace rezar aproxi­madamente a partir de las diez de la mañana y hasta las doce del día, aunque algunos despachan sus almas más temprano por la mañana. Luego de hacer rezar se invita a los acompañantes para que visiten la casa de los misa- yiris (celebrantes), para servirse comida y bebi­das. Se cree que si se hace comer y tomar bien a los visitantes, entonces las almas se habrán ido tranquilos y felices.

Una señora, de la comuni­dad de Chinchera, que muy bien interpreta la concepción de los aymara respecto a la muerte, dice que su padre le había pedido, antes de morir, que le hicieran el favor de no enterrarlo a las orillas del lago, porque no quisie­ra sufrir las peripecias del frío. Por eso preferiría que lo enterrasen en la ladera del cerro o a la cabecera de su casa. Este lugar sería más propicio, más seguro y perfecto para dormir y descansar tran­quilo.

De esta explicación se pueden deducir dos con­clusiones. Primero, el hecho de una preocupa­ción permanente sobre la próxima forma de vida y del estado en que quisie­ran encontrarse las perso­nas después de la muerte. Los aymara conciben sin duda alguna una vida después de la muerte. Por eso se anticipan los mori­bundos, escogiendo el lugar preferido para su descanso. En segundo lugar, la muerte no es muerte como se piensa y se cree en otras culturas. Los aymara definen la muerte como aquel esta­do en que simplemente se duerme. Con esto sin dudas se reconoce que el hombre pasa a otro esta­do o forma de vida, donde se actúa, piensa y siente al igual que en esta vida. Además adquiere la cate­goría de un "dios menor", según su propia expre­sión. Al respecto quere­mos recordar las palabras de otra señora de la comu­nidad de Moya Pampa (distrito de Juli) quien afirmaba categóricamen­te, que morir es equivalen­te a dormir: "ikiña" o "jach'a jiwa". Es más: para ella, la muerte es parte de esta vida. Decía: "Algunas veces nosotros morimos pero también continuamos viviendo. Por ejemplo, en la noche, cuando dormimos, pasa­mos a un estado de muer­te menor: "sullqa jiwa", donde simplemente fun­ciona nuestro espíritu y éste se encuentra con las almas benditas. De modo que cuando experimenta­mos la "muerte mayor" únicamente estamos descansando por largo tiempo. Casi de igual manera nos explicaban los comuneros de la comu­nidad de Ccota (distrito de Platería).

"T'antawawas"
Otro tema que vale anali­zar es la divinización de los muertos. En estas comunidades hay un consenso en el sentido de considerar a los muertos como una divinidad menor, "isk'a diusa". Por eso hay que respetarlo y recordarlo. A partir de este nuevo status el alma asume nuevas responsa­bilidades. Entre las princi­pales está su tarea de proteger a los familiares que aún quedan en este mundo y rezar por su bienestar. En reciprocidad a ello, los humanos le rinden culto en diferentes ocasiones, especialmente en Todos los Santos, San Pedro y San Pablo, San José y en el mes de agos­to que es la época en que se abre la tierra y el mundo de las almas para escuchar las plegarias y oraciones de los hombres. Según los aymara la muer­te es benéfica para la sociedad. Es como una fuerza sobrenatural que ejerce influencia en los diversos comportamien­tos del hombre. Al respec­to, se puede observar cómo los niños de la comu­nidad de Chinchera conservan la tradición de visitar la tumba de sus abuelos, porque dicen que el alma les da mucha suerte en sus estudios y así obtienen diplomas y notas elevadas en sus cursos. Por eso no olvidan a sus almas y preservan una constante relación con ellos. <:>

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