martes, 15 de agosto de 2023

COSTUMBRES DE MI TIERRA

 LA VIRGEN ASUNTA

Y LA WAJCHA

Por: Félix Palacios

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añana es la fiesta de Nuestra Señora de la Asunción y la celebración de la WAJCHA, el símbolo central de esta festividad. Pretendo aquí hacer un análisis antropológico, en clave sexual, muy somero de la fiesta por lo que me limitaré únicamente a la Wajcha. Asumo que la Wajcha es un rito que “dramatiza” el mito del milagro portentoso de la Virgen Asunta.

Una versión del mito narra las penurias que sufrió el pueblo de Chucuito, Puno, muchos años atrás debido a una sequía prolongada que azotó esta región. Escasearon los alimentos. Los sejes (trojes) estaban vacíos; la población recurría a medidas extremas, como el cocinar, para comer, el cuero hecho cordel para sujetar el armazón de los techos de las casas o de las puertas e incluso las ojotas que en ese entonces eran de cuero de vaca. Una señora, en algún lugar del valle de Moquegua, contrató unos arrieros que se dirigían a Arequipa y les rogó que desviasen su rumbo para pasar por Chucuito, a donde ella quería llevar muchas cargas de maíz. Pagó por adelantado y les dijo que les esperaría en la Plaza de Chucuito. Cuando los arrieros llegaron a Chucuito, nadie los esperaba. Preguntaron y no les dieron razón. Como tenían que seguir de viaje, optaron por dejar las cargas frente a la puerta de la Iglesia, y antes de marcharse, decidieron despedirse de la Mamita Asunta. Al entrar al templo y contemplar la imagen de la Virgen, reconocieron en ella a la hermosa señora que los había contratado. Los pobladores asumieron que la Virgen les enviaba el ansiado alimento y procedieron a repartirlo a la población hambrienta arrojando los granos desde la torre de la Iglesia.

El rito de la Wajcha consiste en arrojar desde lo alto de la torre de la iglesia panecillos (k’espiña) y cabezas de llamas y ovejas hacia la población que espera ansiosa abajo. Es el reparto del alimento enviado por la Señora del valle. Hay gran conmoción en la gente que espera recoger la mayor cantidad de panecillos, los cuales al final son contados y la cifra total debe ser impar (piwi), siendo así se tiene asegurado el bienestar y la abundancia de comida para el próximo año. Las k’ispiñas son llevadas con mucho respeto y devoción a casa y son colocados en los sejjes (trojes) o en el pillo (el sitio de la habitación donde el techo está contacto con el muro). Las cabezas de llamas u ovejas deben ser cogidas, en su mayoría, por gente de Ichu, el pueblo aledaño o de los pueblos cercanos. Si es así habrá buen año agrícola para todos. Estas cabezas son tratadas con mucha devoción, llevadas en procesión hasta sus pueblos y tras una serie de ritos, son consumidos comunalmente al día siguiente.

Un pequeño ejercicio de análisis antropológico estructural revela que subyacen al mito y al rito unos principios similares. El esquema del rito sería Hambre –comida del valle, asociado a un principio femenino (la hermosa señora) – llevado por arrieros, principio masculino – y la solución, el reparto a varones y mujeres. Síntesis que supera las dos anteriores situaciones.

El rito presenta la misma estructura: 1. Preparación de la k’ispiña; con varios días de anticipación, son las mujeres dirigen su producción. Los varones jóvenes ayudan en la preparación de la masa. Las mujeres le dan forma, cocinan al vapor y la depositan en una habitación al pie del estandarte sagrado (Yiwuna) que se guarda en el templo y que sacado sólo en esta ocasión y es llevado exclusivamente por las esposas de los alferados presentes y futuros en todas las actuaciones de la fiesta. Esta fase de la fiesta está regida por lo que llamaríamos un principio femenino.

2. Matanza y preparación de las cabezas de llama y oveja. Son varones los que se encargan de sacrificar a los animales, y luego pelan las cabezas a fuego abierto. Son también los varones, acompañados por algunas mujeres, los encargados de engalanar las cabezas cocinadas con frutas, serpentinas. El llevarlas en procesión al templo, subirlas a la torre y lanzarlas a la gente que espera es labor exclusiva de los varones. Esta fase es preponderantemente masculina.

3. Recepción de las k’íspiñas y las cabezas. Abajo, en el atrio del templo espera el público ansiosamente, varones y mujeres, niños, adultos y viejos. Recogen o atrapan los panecillos y las cabezas. Son trofeos altamente preciados, porque de la abundancia de esta “cosecha” depende el conjurar el hambre del presente año.

El rito contiene tres fases, las dos primeras signadas bajo los principios femeninos y masculinos, signos opuestos y complementarios siempre presentes en el mundo andino. La tercera abarca a las dos anteriores en una síntesis que significa la continuación de la vida por medio de la seguridad alimentaria y la complementación del varón y mujer. El comportamiento simbólico siempre es, ordenado y significativo, aunque los actores no siempre estemos conscientes de ello, y la festividad de la Virgen Asunta está repleta de símbolos

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