Desde
las cloacas de la ciudad de Puno cada segundo se arrojan 150 litros de aguas
residuales sobre el Titicaca. Toneladas de desechos matan la flora y la fauna
lacustre en 16 kilómetros cuadrados. Un olor fétido invade los barrios que
miran al lago, y cuando la brisa sopla, la pestilencia cubre la capital del
Altiplano. Quien ahora recuerde la añeja ocurrencia escolar: “Titi” es la parte
del lago que le corresponde al Perú, mientras que la otra… pertenece a Bolivia,
está completamente equivocado. El maloliente panorama que se describe en esta
nota revela lo contrario.
Por Liubomir Fernández. Domingo de LA REPUBLICA, 05 de agosto de 2012
El único pato avistado cerca del embarcadero Banchero Rossi
flota sobre la superficie del agua, verde, lechosa, maloliente. El animal
patalea, intenta nadar, pero no avanza. Insiste y no lo consigue. Ante tanto
esfuerzo avanza unos centímetros. Se detiene y mira de izquierda a derecha como
si algo le comenzara a preocupar. Se percata de nuestra presencia, y de
inmediato sumerge la cabeza como queriendo escapar de una inminente captura
fotográfica. Segundos después regresa a la superficie con la cabeza y la
espalda manchada con un lodo negrísimo. Nuevamente patalea con insistencia como
queriendo salvar su vida. Finalmente se pierde en medio del totoral.
El área donde dejamos
al ave está dentro de los cuatro kilómetros cuadrados de la bahía del Titicaca
que registran una contaminación altísima y sin precedentes. La causa de la
contaminación son las aguas servidas de la ciudad de Puno que son vertidas en
esta parte del lago. Hay otros doce kilómetros cuadrados que también presentan
el mismo problema, aunque en una dimensión menor. El biólogo Gílmar Goyzueta
Camacho explica que la penosa escena que protagonizó el pato es consecuencia de
la contaminación orgánica y bacteriológica provocada por las aguas residuales
de los propios puneños. “El principal indicio de este proceso es la aparición
de la lenteja de agua”, dice Goyzueta.
La abundancia de la
lenteja verde de agua y de otras plantas acuáticas son bioindicadores de lo
altamente contaminado que se encuentra el río. Al crecer esta vegetación cubre
el espejo de agua debido a la alta concentración de fosfatos y nitratos que
abundan en el lago. Estas plantas, que durante años se mantuvieron sobre la
superficie y que eran retiradas de manera mecánica, finalmente han provocado la
desaparición de la flora y la fauna lacustre.
“Si bien ya no es
visible la lenteja de agua sobre la superficie del lago, dentro hay miles de
toneladas de lodo y desechos que generan mal olor; las aguas han perdido su
capacidad de renovación debido a la falta de oxígeno. No hay vida allí”,
asegura un preocupado Goyzueta.
La existencia de
fósforo y nitrato (desechos fecales) en la bahía es consecuencia directa del
colapso de las dos lagunas de oxidación adonde van a parar los desechos de los
puneños que cuentan con el servicio de desagüe. Estos reservorios están
ubicados en la isla de Espinar, al extremo sur, y a la salida de la ciudad de
Puno. Fueron construidos afanosamente con la idea de tratar las aguas de los
desagües de los habitantes en los años ochenta. Se escogió ese lugar porque
estaba alejado del centro de la ciudad.
Nunca se pensó que
las lagunas de oxidación iban a terminar siendo un problema. Hoy, los 28 mil
687 hogares con servicio de desagüe expulsan sobre el Titicaca 150 litros por
segundo de aguas residuales. Esta intestina evacuación sobre el lago más alto
del mundo data de hace más de veinte años, y ha manchado de un verde oscuro lo
que antes eran aguas cristalinas, transparentes. “Esa es la razón por la cual
ha desaparecido la flora y fauna del lago. Y las pocas aves que quedan están
desapareciendo de a pocos. Ni qué decir de los peces. En la bahía han
desaparecido por completo”, señala el biólogo Alfredo Ucharico Urruche.
EMSA Puno, entidad
encargada de suministrar agua a la población y responsable de administrar las
dos lagunas de oxidación, tiene una explicación particular sobre el proceso de
contaminación: “El problema es que existe una acumulación de lodos (heces
fecales). Al haberse copado la capacidad ya no se puede retener la cantidad de
líquidos para ser tratados de manera natural”, explica Rogelio Flores Franco,
presidente del directorio de este organismo.
El colapso de las dos
lagunas no solo es un atentado para el ecosistema del Titicaca, también es un
problema de salud pública. Cientos de familias de 15 barrios asentados frente a
la isla Espinar respirarán los fétidos olores que brotan de las lagunas y que
la brisa del lago empuja como ventilador hasta sus hogares. Cuando el calor es
intenso y las corrientes de aire soplan con fuerza, el mal olor llega hasta el
mismo centro de la ciudad.
“Por esta zona ya no
se puede vivir. El ambiente es insoportable. Lo peor es que nada se hace. Lo
más grave es que este lago, nuestro mayor valor turístico, está siendo
seriamente afectado”, dice, molesto, Rolando Roque, vecino del barrio Chanu
Chanu. “En días soleados la cosa es peor, e incluso te duele la cabeza luego de
respirar tanta pestilencia. El Titicaca se está muriendo de a pocos”, advierte
un joven que se cubre la nariz con papel higiénico perfumado para disipar la
molestia que provoca respirar en esa atmósfera pestilente.
Cuando Alberto
Lescano Rivero, presidente del Centro de Desarrollo Ambiental y Social (CEDAS),
reveló el alto grado de contaminación del lago, y su voz tuvo resonancia
internacional, logró que la organización alemana Global Nature Found declare al
Titicaca “Lago amenazado”. Esta nominación ha abierto la posibilidad de que
organismos internacionales financien proyectos para descontaminar el espejo del
agua. Ahora falta que las autoridades locales destierren su indiferencia y
lideren una campaña para descontaminar la bahía del Titicaca.
“Si esto continúa
así, la situación va a empeorar. La contaminación ha comenzado como un cáncer
en la bahía y amenaza con expandirse hacia el lago mayor”, advierte Alberto
Lescano.
Lescano ha propuesto
que EMSA Puno construya una nueva planta de tratamiento de aguas residuales.
Rogelio Flores
asegura que el proyecto se encuentra en etapa de factibilidad y que será una
realidad el próximo año. La población no está en contra del proyecto, pero
tampoco quiere que la nueva planta se construya cerca de la bahía, pues temen
seguir siendo víctima de los olores fétidos. “Nada de eso va a ocurrir. Las
plantas modernas no botan olores”, asegura Flores.
Una mirada al pasado
En los años ochenta
la bahía interior del lago Titicaca era muy distinta. Entonces la calidad de
agua del lago era tan buena que se trataba de una verdadera fuente de vida.
Peces nativos, como carachi, boga, pejerrey y suche, podían ser vistos y
pescados a pocos metros de la orilla. Cientos de aves residentes y migratorias
ofrecían todo un espectáculo al amanecer. Las parihuanas, de color blanco y
rosado, patas largas y pico curvo, levantaban vuelo con los primeros rayos de
sol en busca de alimento en los bofedales.
Los patos graznaban y
se desplazaban sobre la superficie del lago con absoluta libertad. El
zambullidor del Titicaca nadaba y se zambullía a sus anchas. Los gansos andinos
caminaban en pareja por las orillas. Por esos años también era común ver
competencias individuales de natación en las aguas del lago. De aquellas
escenas hoy no queda nada.
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