EL CALENTAMIENTO GLOBAL
O EL DESTINO DE LA VIDA SOBRE
LA TIERRA
Por Jorge Rendón Vásquez
El Grupo
Internacional de Expertos sobre el Cambio Climático de las Naciones Unidas
acaba de publicar un informe sobre el calentamiento global, luego de analizar
más de 14,000 artículos sobre este tema. La humanidad se acerca al límite
peligroso de 1.5º Celsius de elevación de la temperatura, lo que aumentará las
lluvias y el nivel de los océanos en unos 2 metros hasta fines del presente
siglo.
Es claro, tan
dantescas consecuencias no le importan a la enorme mayoría de seres humanos que
viven sin tener conciencia de ellas. Este es un asunto de científicos y, cada
vez más, de los grupos más instruidos del hemisferio norte, con un capitalismo
más desarrollado y un nivel de ingresos que puede llegar en promedio a más de
diez veces del que tienen las grandes poblaciones del hemisferio sur.
El calentamiento global se debe a los gases de efecto invernadero que suelta la civilización industrial de la que somos parte: 40 mil millones de toneladas de CO2 cada año que contaminan la atmósfera de donde los seres vivos tomamos el oxigeno que nos permite la vida, a la que se añaden otras formas de contaminación causadas por los productos y los desechos industriales y la creciente basura de los seres humanos, que, si no se le recicla, entierra o destruye, se vierten a los cauces de agua por los que se deslizan a los océanos, mares y grandes lagos. Lo hacemos, en más o en menos, todos los seres humanos.
Uno de los
primeros llamados de atención sobre la contaminación de la Tierra fue el libro
de Rachel Carson La Primavera Silenciosa publicado en 1962 en Estados
Unidos, en el que denunció los perniciosos efectos de los productos químicos en
la agricultura que aniquilaban a los pájaros y a otros animales. Muertos los
pájaros su canto ya no resonaría en la Primavera. Algunos científicos
entendieron el mensaje y poco después surgió la corriente ecologista.[1]
La contaminación
ambiental no es un fenómeno cuyuntural o pasajero y hasta ahora no ha podido
ser controlado. Es el resultado de la evolución de los seres humanos.
Tres son los
factores principales que la causan: la civilización industrial, el crecimiento
de la población humana y los deseos bélicos de ciertos grupos de poder.
Hasta la segunda
mitad del siglo XVIII, la actividad productiva de los seres humanos era preferentemente
bucólica y basada en la explotación de los siervos. Su vida era una lenta
repetición de costumbres dominadas por la ignorancia, la mansedumbre y el
terror impuesto por los reyes, los nobles y la Iglesia Católica y ejecutado por
los mismos pobladores convencidos de que la opresión y los abusos eran hechos
morales gratos a Dios.
Vino, en seguida,
la Revolución Industrial, impulsada por el capitalismo, desde la segunda mitad
del siglo XVIII y lo cambio todo. Los trabajadores dejaron de ser siervos y
artesanos y, por oleadas, fueron convertidos en obreros. Su explotación sin
límites posibilitó la acumulación de ingentes capitales que, devueltos a las
empresas, hicieron crecer la producción industrial a pasos cada vez más agigantados.
Para mover las máquinas y los medios de transporte se echó mano del carbón y,
luego del petróleo y del gas, y los cielos fueron cubiertos de negros
nubarrones y gases tóxicos que envenenaron la atmósfera, mientras las ciudades
producían crecientes cantidades de basura de todas las clases. Y continuamos
nuestra existencia convertida necesariamente en la civilización industrial. Una
pregunta emerge entonces: ¿cómo limpiar el cielo y la tierra manteniendo los
medios de producción como son o habrá que modificarlos para que no contaminen?
También la
Revolución Industrial marca el punto de arranque del crecimiento acelerado de
la población mundial. Desde que los seres humanos estuvieron formados, cuando
eran unos pocos especímenes, hace 1’200,00 años, su número se había elevado a 1,000
millones en 1800. 250 años después, en 2,000, eran más de 6,000 millones. De
ahí en adelante, solo a una tasa de crecimiento de 1.5% anual, esta cifra se duplicará
en unos 50 años, y seguirá creciendo sobre todo en los países de menor
desarrollo industrial donde las familias tienen tres o más hijos. ¿A cuántos
podrá alimentar la Tierra? Se puede comprender entonces cuánta razón tenía Thomas
Malthus en su famoso libro Ensayo sobre el principio de la población, publicado
en 1798.
La guerra, que
es la aniquilación de cierta cantidad de prójimos tiene como origen la codicia
y la venalidad de algunos seres humanos. Inicialmente la hacían unos grupos
nómades para alimentarse con los vencidos; luego se dieron cuenta de que
cambiándolos o vendiéndolos podían obtener ganado para alimentarse y otros
bienes, acumularlos y hacerse ricos. Más tarde, la guerra les dio territorios,
seres humanos y riquezas. La Roma de la Antigüedad y su orden jurídico,
heredado por las sociedades que vinieron luego, fue el paradigma de esa
práctica rentable que tomó la forma de derecho de propiedad. Luego la guerra
proporcionó, además de territorios, mercados, materias primas, mano de obra
barata, esclavizada o feudalizada y el orgullo de ser poderosos, hasta que se
llegó a un punto de contención en que el poder económico y militar de algunos
grupos nacionales rivales o atacados podía destruir a los agresores. En el
siglo XX, en treinta años, hubo dos guerras mundiales, la segunda más mortífera
y destructiva que la primera. Siguió la “guerra
fría”, en la segunda mitad del siglo XX, impulsada por la codicia y el temor de
los gobernantes y el capitalismo de Estados Unidos, secundados por sus
homólogos de los estados de Europa Occidental, que puso a la humanidad al borde
de la destrucción por las lluvias de bombas atómicas que hubieran contaminado
el planeta con radioactividad por cientos de años. Hubiera bastado con oprimir
un botón para disparar los cohetes; y había generales tentados de hacerlo que
se abstuvieron, no obstante, por el temor de los políticos de que antes de que
las bombas atómicas lanzadas cayeran en las ciudades y estepas soviéticas,
otros bombas de igual poder destructivo estarían viajando hacia las ciudades de
los países que tomaron la iniciativa primero. Ese peligro no ha desaparecido.
Lo animan otros actores y hasta algunos con mediano y pequeño poder.
5 TECONOLGIAS PARA COMBATIR EL CAMBIO CLIMATICO
Con tales amenazas
¿podrá sobrevivir la humanidad?
No me refiero aquí
a los 100 y ni siquiera a los 1000 años por venir.
En junio de 2019, mi esposa y yo concurrimos al Museo del Hombre de Paris, plaza del Trocadero, frente a la Torre Eiffel, a visitar la exposición de los restos del hombre de Neanderthal que eran unos pocos huesos que los paleontólogos de varios países habían hallado en diferentes lugares de Europa y a lo largo de más de 100 años, y, principalmente, en Neander, Alemania, cerca de Düsseldorf. Con esos vestigios, los científicos de las ramas afines han reconstruido los rasgos anatómicos y faciales de los hombres a los que pertenecieron y han determinado su ADN y su antigüedad. Esta especie, hermana del homo sapiens, se extinguió hace unos 40,000 años. ¿Por qué? Tal vez por las pestes, los ataques de algunos microbios y virus, quizas algún coronavirus, y las agresiones de los seres humanos por ferocidad, disputa por los alimentos escasos o por el simple gusto de matar. La única especie con individuos que matan no para alimentarse es la humana.
¿Qué le sucederá
a la especie humana 40,000 años después? ¿Llegará a esos años? Chi lo sa.
Hasta ahora
nadie se ha preguntado cuál sería la cantidad máxima de población que la Tierra
podría soportar y alimentar ni qué harían los seres humanos con poder en los
momentos en que se llegue a ese máximo.
Mientras tanto,
en nuestro tiempo y en el de las generaciones que nos sigan, es deber de todo
ser humano civilizado cooperar para evitar la contaminación ambiental y sus
causas hasta donde se pueda e instar y vigilar a los gobiernos para que hagan
cumplir las normas que se den al respecto. El agua y el aire deben ser
defendidos como la vida misma. Es esta nuestra batalla, ahora.
(12/8/2021)
[1] Sobre Ecología puede verse el exhaustivo estudio de Eric
Rendón Schneir, Bases económicas del desarrollo sostenible: evidencias y
desafíos, Lima, Universidad Agraria La Molina, 2020.
No hay comentarios:
Publicar un comentario