NAVEGANDO A CONTRACORRIENTE
Por
Gustavo Espinoza
M.
F |
inalmente,
y con la firma de Dina Boluarte y Alberto Otárola, el gobierno peruano autorizó
el ingreso al país de tropas norteamericanas bajo el pretexto de “adiestrar” a
los militares peruanos en la lucha contra la convulsión social, el terrorismo y
otras lindezas.
Fue
mediante la Resolución Legislativa N° 31758 publicada en el diario oficial, que
los peruanos nos enteramos formalmente que se había concretado el acuerdo
parlamentario aprobado a solicitud del Ejecutivo, y en detrimento claro de
nuestra Soberanía. Dicho de otro modo, dejamos de ser un país independiente,
para convertirnos en colonia USA.
La
operación no será parcial, sino total, porque mediante la Resolución
complementaria N° 31757 se autorizó la incursión de medios aéreos, náuticos y
personal militar especializado, además, claro está, de servicios de
inteligencia añadidos.
Cabe
anotar que esta decisiónm fue firmada en Palacio de Gobierno el 31 de mayo, día
de cumpleaños de la señora Boluarte, que apagó 61 velitas cantando el Happy
Birthday probablemente en el idioma de James Monroe,
Tal
vez la precaria ocupante del sillón presidencial pensó hacerse a sí misma un
regalo que le devuelva la calma después de escuchar por todas partes la canción
de los niños de la Escuela de Asillo en la provincia de Azángaro. Entonces,
para combatir la depresión, firmó el dispositivo que puso en marcha este
operativo siniestro,
Don
más preciado que verse protegida por la Infantería de Marina de los Estados
Unidos, no pudo concebir la señora en esta circunstancia, de modo que dejó de
lado hasta el último resquicio de vergüenza que podría haberle quedado, y
estampó su rúbrica en el documento que esperaba Washington para disponer la
partida de sus soldados.
Hoy
se sabe entonces que no serán 700 los uniformados que habrán de arribar a
nuestro suelo, sino 1,000. Ellos aquí, harán “maniobras” en el afán de
convencer a los peruanos que llegan “con fines pacíficos” aunque armados hasta
los dientes (no todos los peruanos son pacíficos como ellos, y nadie sabe a
ciencia cierta cómo es que habrán de recibirlos, claro). La primera decepción,
la tendrán sin duda, las gráciles muchachitas de la burguesía decadente
capitalina, que los esperan rubios y de ojos azules.
Los
que vendrán, más que seguro, serán portorriqueños, latinoamericanos, o afro
descendientes; porque es a ellos a quienes el Pentágono les confiere el Alto
Honor de ser carne de cañón en estas guerras que la Casa Blanca inicia hasta en
el más oscuro rincón del planeta, como cierta vez lo dijera George Bush cuando
le tocó el turno de hacerlo.
Así
se demostró en Nicaragua, donde los sacaron a pedradas primero, y Sandino los
hizo correr después; luego en Cuba -bahía de cochinos- pero también Vietnam,
Laos, Siria, o Afganistán para citar sólo algunos puntos donde quedaron los
huesos de quienes llegaron en cierta ocasión en son de victoria.
Hay
quienes sostienen que este asunto no tiene mayor importancia porque se trata de
un “convenio de asistencia” que viene del pasado. Pero otras veces, los
visitantes han sido menos; y las cosas han tenido un carácter distinto y hasta
más discreto.
Hoy
el país vive momentos de tensión. Desde diciembre pasado el 81% de los peruanos
está virtualmente alzado contra el régimen impuesto desde el 7 de diciembre del
año pasado, y que despliega su gestión revestido de un cinismo inconmensurable.
Objetivamente,
la ciudadanía no está en disposición de aceptar pasivamente la presencia de
tropas de ocupación. Menos aún si, como es el caso, ellas se habrán de
desplazar por casi todo el territorio nacional, incursionando para el
cumplimiento y ejecución de “operaciones especiales” en lugares particularmente
tensos, como Ayacucho, Huancavelica, Ucayali, Cusco o Apurímac.
Allí
hubo muertos entre diciembre y febrero. Y esas tumbas, aún están frescas, como
fresca también está la sangre que fuera derramada en sus campos y ciudades.
Más
allá de las especulaciones que se puedan hacer, lo real es que el Perú vive una
tensa calma. Y que el gobierno, no acierta una. Alberto Otárola acaba de hacer
un inmenso papelón en la Cumbre de Brasilia donde hasta el Presidente del
Uruguay lo dejó con la mano estirada y los otros mandatarios lo dejaron en la
esquina para que no los estorbe.
La
cita que promoviera el mandatario brasileño Luis Ignacio Lula Da Silva fue un
encuentro de primer nivel en el que se afirmó una nueva etapa en la tarea de
construir el diálogo y la unidad de las naciones de América del Sur.
La
agenda del evento -la integración regional y el cambio climático- fue
sustentada por macizas intervenciones de distintos mandatarios. Pero Gustavo
Petro, Nicolás Maduro, Luis Arce y el propio Lula Da Silva trazaron una pauta
constructiva y creadora.
La
administración de Lima, nadando contra la corriente, no sólo hizo el ridículo
sino que, adicionalmente, deslizó su perfil como la más sumisa y obsecuente de
las dependencias en una región que afianza como derrotero esencial la defensa
de la paz, la justicia, la independencia y la soberanía, palabras que aquí
algunos simplemente no conocen ni entienden. <>
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