HOMENAJE INELUDIBLE
AL CHE Y A JUAN VELASCO
ALVARADO
E |
Escribe:
Milcíades Ruiz
n
el calendario cívico revolucionario latinoamericano y mundial, octubre es
heroico y particularmente para el Perú histórico. Mucho que recordar con
pleitesía, el encumbramiento de los valores humanos más sublimes por una causa
de justicia social. El movimiento telúrico social desatado por la Revolución
Cubana en la década de 1960, activó el volcán revolucionario continental que
solo se calmó cuando los portadores del estandarte cayeron luchando hasta
morir. Para ellos, va este homenaje.
Los
jóvenes latinoamericanos de mediados del siglo XX, fuimos impactados por tanta
injusticia social imperante en nuestros países. Los ideales de luchar contra
esa desgracia y cambiar esa realidad, prendieron en nuestros sentimientos.
Muchos, respondimos al llamado de nuestro tiempo histórico. Muy pocos logramos
sobrevivir. Numerosos combatientes murieron en el intento de liberar a la
humanidad de las cadenas de la esclavitud del dinero, para erigir una sociedad
socialista.
El
triunfo de los guerrilleros del ejército rebelde en Cuba, encabezados por Fidel
Castro, su hermano Raúl, Camilo Cienfuegos, Ernesto “Che” Guevara, nos hizo ver
que esa opción era una alternativa viable. Por allí nos orientamos, sin reparar
en nuestras vidas, sino en la que pasaban millones de compatriotas en un
régimen abusivo. La década de 1960 está teñida de sangre revolucionaria.
Fundamos el Ejército de Liberación Nacional- ELN. En los primeros intentos, fueron quedando en el camino sangriento, Javier Heraud, Edgardo Tello, José B. Gurrionero Castro, Hermes A. Valiente, Hugo Ricra Corrales, César Pareja, Fortunato Silva Sánchez, Luis Zapata Bodero, Guillermo Mercado, Jorge Toque Apaza, descendiente de Túpac Catari y muchos otros que algún día serán rescatados del olvido ingrato. A pesar de los reveses de 1965- 66, persistimos en nuestros anhelos.
El
“Che” Guevara, que desde 1962, había manifestado su simpatía con nuestro grupo,
nos buscó en 1966 para incorporarse a nuestras filas. La proeza era ya
continental. El volcán revolucionario erupcionó en Bolivia y el enemigo
planetario se estremeció de temor. Solo pensó en apagar el volcán a toda costa,
antes que la lava volcánica arrase al imperialismo. La lucha desigual fue tan
épica como la Ilíada y en esta epopeya estaban nuestros compañeros Juan Pablo
Chang Navarro, Lucio Galván, y Restituto J. Cabrera.
La
campaña guerrillera continental, llegó a un punto de inflexión fatídico, el 8
de octubre de 1967, en la cañada del Churo (Valle Grande). 17 combatientes
guerrilleros trataban de romper el cerco de miles de soldados enemigos y toda
la maquinaria de asistencia. El combate empezó a la diez y media de la mañana.
El fuego de ametralladoras y morteros contrarios, tuvo respuestas que
ocasionaron bajas ajenas. Un proyectil impactó en el fusil del “Che,”
inutilizándolo, y otro, lo hirió en la pierna. Trató de salir con la ayuda de
un guerrillero boliviano, pero en la cuesta sin poder caminar, fueron
capturados. Era la una de la tarde.
El
grupo se dispersó y los combates continuaron. Los prisioneros fueron conducidos
a la aldea “La Higuera”. El Che fue recluido en un salón de la escuela, donde
pasó la noche maniatado. Al siguiente día llegó jefe de las tropas coronel
Zenteno en compañía del capitán Félix Ramos, agente de la CIA. Al medio día se
dio la orden de asesinar al Che, ordenando la ejecución al suboficial Mario
Terán, quien no tuvo valor para hacerlo, teniendo que ser obligado, lo que
cumplió a las 2 pm. Ese día también cayó abatido en combate, Juan Pablo Chang,
mientras el huancaíno Lucio Galván rompía el cerco, cayendo días después.
El
sacerdote redentorista suizo Roger Schaller, párroco del pueblo de Pucara,
cercano a La Higuera, sorteando todos los controles, se las ingenió para llegar
a este lugar, cuando ya el cadáver del Che estaba siendo embarcado a Valle
Grande. Se arrodilló junto al cuerpo del heroico comandante guerrillero, elevó
una plegaria y lo bendijo. Más tarde, ofició una misa en memoria de los caídos,
pero ya la noticia retumbó en todos los rincones del mundo.
Al
recordar aquellos días de sacrificada fe revolucionaria, hasta la entrega
total, reflexiono sobre lo que nos depara el curso de la historia. Los ideales,
marcan nuestras vidas. Alcanzar la gloria de estos es lo que mueve los
sentimientos humanos. No hay sacrificio vano. Lo que no se consigue hoy, se
logrará después. Todas las revoluciones sociales tienen precursores. No hay que
abandonar la lucha. Tenemos que persistir en ella. El legado del Che y sus
compañeros, está en el volcán de justicia social que volverá a erupcionar, en
un nuevo ciclo.
Aunque
la gesta del Che y sus compañeros, como nuestro movimiento guerrillero en Perú,
no tuvo el éxito esperado, es innegable que conmovió la consciencia de los
miembros de las fuerzas armadas con sensibilidad social. Matar a otros
compatriotas por defender a los grupos de poder de una sociedad injusta, causa
mucho remordimiento. Quizá eso fue determinante para que insurgiera el
movimiento militar que al mando del general Juan Velasco Alvarado, tomó la
posta de nuestra carrera, enarbolando nuestras banderas.
¿Cómo
no rendir homenaje en este octubre heroico, a este líder militar que intentó
cambiar una sociedad de injusticia y reemplazarla por otra de propiedad social?
También, se la jugó por nosotros, y aunque el poder mediático de los enemigos
del pueblo, despotrican contra su gestión, su figura y lo que representa, está
por siempre en los corazones más humildes. No deberíamos ser ingratos ni
mezquinos, con estos personajes históricos que, corriendo todos los riesgos,
incluyendo perder la vida, se sacrificaron por el bien común.
Vaya
entonces, el fervoroso homenaje que merecen, en este mes de la heroicidad, a
quienes asumiendo los ideales supremos de la humanidad dejaron de lado todo
egoísmo personal, por el bien de los demás. Que el pueblo los tenga en su
gloria eterna.
Octubre 4/2021