PRENSA ALTERNATIVA,
URGENTE
Por Juan Manuel Robles
Tomado
de HILDEBRANDT EN SUS TRECE Nº 602, 9SEP22
omo
muchos, he disfrutado enormemente la conferencia de prensa con la que el
gobierno rompió el monopolio idiotizante de los domingos por la noche (de todas
las tradiciones peruanas, ver noticias falsas con música de terror cuando
termina el domingo debe ser la más siniestra). Fue una gran jugada y una
intervención necesaria. Después del audio nauseabundo de Acuña mangoneando a la
presidenta del Congreso y presionándola para trabajar por sus intereses, era
necesario incidir en la entraña delincuencial de un congreso que quiere dar
lecciones morales. Sobre todo, me ha gustado que el premier Aníbal Torres se
refiera a la prensa alternativa como fuente de información válida. Por
supuesto, no soy idiota. No me compro la pantomima tampoco: esos medios
alternativos tenían algunos voceros que parecían cultores de una antigua
tradición (el oficialismo). Pasivos, adormilados, mansitos.
Pero
me gusta la mención de Torres porque me hace recordar que sí necesitamos, a
gritos, una prensa alternativa.
Alternativa
a la dictadura de los anunciantes, que ha generado que creamos que sus
intereses son los nuestros. Durante años, la línea base de la neutralidad la
han puesto cuatro grupos de poder económico con línea directa a gerentes de
información. Sus intereses han dictado el sentido común. Siempre recuerdo
cuando, durante el gobierno de Humala, se discutía la ley de comida saludable;
aparecieron en los iluminados sets de la televisión privada peruana
nutricionistas que defendían a las empresas (en nombre de asociaciones dudosas
creadas por esas mismas compañías). Allí estaban esos periodistas, tratando
encontrar el punto medio (¿medio octógono?), sensibilizados realmente por el
peligro que corría nuestra “libertad de decidir”. Una prensa alternativa a esos
romances, es urgente.
Alternativa
a ombliguismo capitalino. Perú es uno de los países más centralistas de la
región, pero su prensa hegemónica es ya un extremo. Ni siquiera la diversidad
de Lima se ve en los platós de los canales. No hablemos de la migración en la
propia ciudad, y su variedad de colores y fisonomías. De hecho, uno encuentra
más gamas de acentos peruanos en una escuela de posgrado en Nueva York que en
un noticiero nacional. No se trata de algo menor, genera efectos colaterales:
la tolerancia al racismo, por ejemplo. Viene un señorito de la vieja política y
hace un comentario discriminador; el periodista no dice nada ni lo echa del
set. Se ríe. No sorprende la naturalidad con la que, luego, crea una categoría
extraña en la discusión política: los “chotanos” y los “paisanos”. Necesitamos
una alternativa a esa miopía.
Alternativa
al media training en la sombra. Se ha vuelto una penosa costumbre que haya
periodistas de cierto brillo juvenil cuyo paso a la madurez se traduce en una
incursión en las relaciones públicas, en la asesoría a la “imagen” de terceros.
Eso no sería un problema si no fuera porque esos periodistas ¡continúan siendo
periodistas! Ascienden y siguen viviendo esta vida paralela. Por supuesto, la
práctica genera que, más temprano que tarde, busquen a estos periodistas
multifacéticos para que, además de “entrenarlos”, el medio donde trabajan los
entreviste bonito y contenga la mala prensa. Sí, se parece un poco al pago de
cupos. Es prensa bamba: el periodista entrevista a su cliente, o a su potencial
cliente, pero la audiencia no lo sabe. La justificación suele ser: es que es un
señor decente, conozco a su familia hace años, y yo hago un trabajo honrado.
Necesitamos una alternativa a esos ágapes.
Alternativa
a la expedientitis. Todos saben que en un país como el Perú no podemos confiar
en la Policía ni en muchos de nuestros jueces. Y sin embargo, cuando el
expediente policial del líder sindicalista acusado llega a las manos del
editor, ¡a publicarlo sin chistar! El reportero se pone a transcribir. Comillas
y conectores. Le dicen periodismo de investigación, pomposamente. Merecemos una
alternativa a esos dateros.
Alternativa
a la cachita. La prensa arrogante nos ha habituado al periodista con actitud
del bacán del barrio cuando mira a un interlocutor que no es del cogollo. “¿De
dónde has salido, ah?”, dice la periodista muy pagada de sí misma. Sin
escuchar, sin ver. Necesitamos una alternativa que amplifique nuestra
percepción, no que la achique.
Alternativa
al consenso de Washington. La prensa peruana hegemónica sigue manejando un
concepto de desarrollo que bien podría firmar Carlos Boloña o los Chicago Boys.
Crecimiento y chorreo. Son informadores que actúan como si estuviéramos en los
últimos años del siglo anterior. Como si todavía fuera cool ver a Gorbachev en
el comercial de Pizza Hut o en un anuncio de Louis Vuitton. Como si todavía
fuera válido creer en la narrativa de la desigualdad “buena” y el consiguiente
desprecio a cualquiera que pida más Estado o más equidad. Necesitamos una
alternativa a esas sonrisas unánimes llenas de sorna anti lucha social.
Alternativa
a la estupidez. Generalmente no soy muy paranoico ni comparto esa idea de que
los poderosos quieren controlar nuestras mentes, pero cuando veo lo que ocurre
en el Perú, dudo. La prensa de televisión llama a videntes para hablar del
futuro del gobierno, espiritistas para conversar con seres del más allá,
escritores que revelan los secretos de la personalidad de un político
analizando su firma. Y quienes lo hacen son los periodistas de saco y corbata,
serios y modositos. No se confundan. Cuando uno tiene todos los recursos y aun
así apela a la charlatanería, hay dolo. Intención de estupidizar y de hacer una
división social: fantasías que pueden pasar por verdades… si los que miran son
pobres; total, da raiting. Necesitamos una alternativa a esa peligrosa
condescendencia.
Alternativa
a la amnesia. La frivolidad y la ignorancia suelen ser caldo de cultivo para
una tara más definitiva: el olvido. El periodista debe existir, entre otras
cosas, para ser ese servidor público que nos recuerda, con fecha, lo que
olvidamos. Un profesional con la información mínima que le permita, por
ejemplo, saber la diferencia entre Sendero Luminoso y el MRTA, y conocer al
menos las más oprobiosas matanzas y masacres del Ejército. Lo que tenemos es un
repetidor de consignas que dice “maldito terruco” mientras sonríe a un
terrorista de Estado. Una alternativa es imperiosa.
Alternativa
a la incultura. Son demasiados periodistas hegemónicos increíblemente incultos.
Es un abuso.
Por
supuesto, y lo repito, no se genera una prensa alternativa buscando a dedo a
medios pequeños para usarlos como carne de cañón contra la prensa mala. La
prensa no puede ser un campo de batalla, una guerra donde para informarse la
audiencia tiene que calcular qué tanto calla cada bando. Pero sí hay otras
formas de generar prensa alternativa:
ampliando el espectro, con más canales y estaciones de radio, con
financiamiento parcial público, autónomo, medios que representen a diversos
sectores de la sociedad, fomento a pequeñas empresas de comunicación. Para que
esos actores sociales nos muestren el mundo que no conocemos, los problemas que
permanecieron ocultos, las paradojas difíciles que obviamos, y todo eso que
nunca vimos por culpa de una televisión que repite el libreto eterno de este
domingo a las ocho. <:>