FUJIMORI
HA VUELTO
César Hildebrandt
En
HILDEBRANDT EN SUS TRECE Nº 691, 21JUN24
a lógica de la banda de los Fujimori es perfecta: si
el país asiste en calma al gobierno de una mafia congresal con testaferría en
Palacio, ¿por qué no habría de aceptar el regreso de la mafia pura y dura, la
firme y sin intermediarios?
Por eso se ha inscrito Alberto Fujimori en la firma
de su heredera. Porque en este país sin reparos ser asesino y ladrón no te
condena sino que hasta puede fortalecer tus aspiraciones.
Y habrá gente que recordará
las lentejas, el puentecito, el helicóptero que llegaba de vez en cuando para
la foto que Palacio repartía entre la prensa inventada o vendida.
Para esos peruanos urgidos y siempre sobrevivientes,
la memoria crítica no rige. Y, a su manera, tienen razón.
Si no sé qué voy a comer mañana, ¿qué me puede importar
la separación de poderes, la autonomía del Tribunal Constitucional, la
independencia de la Fiscalía, la pulcritud de los organismos electorales?
Y ahora el
hambre arrecia, sube a los cerros, baja de la neblina, crepita en las tripas.
Hay hambre y hay caos. Y no importa que en ambos
tenga mucho que ver el modelo maldito que impuso el fujimorismo original o la
decisión de la heredera de traerse abajo el gobierno de Kuczynskiy producir las
sucesiones abortivas que padecemos.
Pero como hay hambre y hay caos, viene otra vez el
criminal convicto, el fallido senador japonés, a decirnos que aquí está para
servirnos, que él tiene la solución, que habrá mano dura y reglas inamovibles
para las inversiones, que la solución está a la vuelta de la esquina. Como en
1990, con su tractor, su yuca, su honestidad-tecnología-trabajo.
Su hija, que preside de facto este gobierno de
inmundicias vivientes, ha creado las condiciones para que los hambreados, los
ignorantes y los sinvergüenzas esperen el regreso al poder del jefe mediato de
los Colina.
Cree la banda de los Torres y las Moyano, con Keiko
Fujimori a la cabeza, que la mentira volverá a derrotar a la verdad.
Ya hay una generación y media que no vivió la década
de Alberto Fujimori. Ese dato de la demografía electoral es clave para los
cálculos de Fuerza Popular.
La generación de los pulgares activos y el ensimismamiento
hedonista ignora qué país fue el Perú
No sabe, por ejemplo, que la reincorporación del
Perú al círculo financiero internacional supuso, de hecho, la venta bajo
sospecha de los activos públicos, la liquidación del movimiento sindical, la
prescindencia de los partidos políticos, el uso sin ningún escrúpulo de los
recursos del Estado al servicio del culto a la personalidad, y la mayor
concentración del poder en las histori8a del siglo XX peruano.
Era el Perú “del chino”, el sueño opiáceo de un
tirano del caribe: la prensa estaba bajo control, los jueces obedecían a
quienes ofrecían más, la Fiscalía era una casa de citas, el congreso una mesa
de partes y los militares robaban a su gusto mientras blindaban al gobierno.
Era un país de opereta tramado por alguien que venía del más feroz de los
resentimientos.
Fujimori odiaba tanto al Perú que tuvo a Vladimiro
Montesinos como su secuaz consuetudinario. Montesinos era un tipo que, según
diversos testimonios presenciales, lo primero que hizo al enterarse del
suicidio de su padre fue preguntarse si ese suceso no lo perjudicaría. “¿Podrá
la muerte de este hijo de puta perjudicar mi carrera?”: esa fue la pregunta de
su duelo. Se la hacía un oficial del Ejército Peruano que terminaría
traicionando a su país y espiando para la CIA.
Cuando el shogunato hecho de adobe y mugre estaba
cayendo, el presidente Fujimori hizo que un edecán suyo se disfrazara de fiscal
para ingresar al departamento de la esposa de Montesinos. Así fue como sustrajo
centenares de videos y otros testimonios que podían comprometerlo. Con todo
eso embalado en más de 40 maletas partió al falso viaje a Brunéi que terminaría
en Tokio con su renuncia por fax y el asilo en su país ancestral.
Fujimori fue la depravación absoluta del poder y la
política. Fue la síntesis de nuestro fracaso como nación, como república, como
destino. Fujimori fue el cementerio de los sueños que se fijaron como meta
construir un país templado en la ley y las instituciones.
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Asesinados por los Colina |
Y ahora vuelve, de manos de la hija que traicionó a
su incapacitada madre y la sustituyó como primera dama mientras recibía 10,000
dólares mensuales de Montesinos. Vuelve Fujimori de la mano del partido que
controla el Congreso de los delincuentes y avala a la pobre diabla que va a
Palacio a simular que firma unos papeles.
Hay que odiar mucho al Perú para darle una nueva
bienvenida a Alberto Fujimori. Hay que despreciar profundamente al país de
Grau y Vallejo para desear el retorno del hombre que tuvo que ser extraditado
desde Chile.
Pinochet habría votado por él. Joaquín Ramírez
también. Joy Way haría lo mismo. Martín Rivas espera, cédula en mano. Igual que
Chlimper y Hermoza Ríos y el “Chino” Rodríguez Medrano y Blanca Nélida Colán y
alias Kerosene. <>