12 DE OCTUBRE: EL GENOCIDIO EN EL PERÚ Y AMÉRICA NO SE FESTEJA
Escribe: Roger
R. Gonzalo Segura | LOS ANDES 13OCT13
Desde Europa,
desde Lima tan cerca de París y muy lejos de los pueblos del Perú, se dice que
el día 12 de
Octubre es un día histórico y especial, ya que se recuerda el
“descubrimiento” de América en 1492 y el inicio del amañadamente llamado
“sincretismo cultural”. Esta sería una cara de la historia. Otra fue el inicio
de un holocausto y crímenes contra la humanidad que condujo a la muerte a los
indígenas de América.
En el Perú,
la tragedia llegó hacia 1532 con la entrada de Francisco Pizarro y el
envenenamiento de los generales del Inca Atahualpa, la captura del Inca y la
matanza de indígenas, lo cual continuó durante la guerra entre almagristas y
pizarristas.
En lo que es
ahora Lima la capital, se acabó con la población originaria del valle de Ichma,
antiguo nombre del valle limeño; y no sólo en Ichma, sino en toda la franja
costera acabando con poblaciones enteras.
La
concentración indígena en valles angostos fue su pérdida: una densa población
originaria costeña fue diezmada y reemplazada por europeos y africanos. La
disminución poblacional nativa viajó desde Cajamarca hasta el Altiplano. Sin
embargo, en la sierra las poblaciones no fueron totalmente exterminadas por la
distribución más homogénea sobre grandes distancias, por la necesidad de tener
mano de obra gratuita para el beneficio del español, de manera que, en algo fue
posible mantener las instituciones sociales y económicas propias.
La ceja de
selva (Chachapoyas, Jaén o Moyobamba) perdió población rápidamente a causa de
enfermedades venidas de Europa como la viruela, sarampión y la gripe. La
primera observación de los sanitarios españoles fue que las enfermedades
infecciosas afectaban de modo distinto a los indígenas que a los europeos.
Diego Álvarez Chanca, médico que acompañó a Colón en su segundo viaje, es quien
da la primera noticia directa, al advertir que la gripe afectaba más
intensamente a los indios que a los españoles. Fray Bartolomé de Las Casas, en
su alegato proindigenista, en un documento de 1552 afirma que los “indios”
eran:
“Gentes
delicadas, flacas y tiernas en complission y que menos pueden sufrir trabajos y
que más fácilmente mueren de cualquier enfermedad […] Son eso mesmo de limpios
e desocupados e vivos entendimientos, muy capaces e dóciles para toda buena
doctrina; aptísimos para recebir nuestra sancta fee católica e ser dotados de
virtuosas costumbres, e las que menos impedimientos tienen para esto, que Dios
crió en el mundo. […] En estas ovejas mansas, y de las calidades susodichas por
su Hacedor y Criador así dotadas, entraron los españoles, desde luego que las
conocieron, como lobos e tigres y leones cruelísimos de muchos días
hambrientos. Y otra cosa no han hecho de cuarenta años a esta parte, hasta hoy,
e hoy en este día lo hacen, sino despedazarlas, matarlas, angustiarlas, afligirlas,
atormentarlas y destruirlas por las extrañas y nuevas e varias e nunca otras
tales vistas ni leídas ni oídas maneras de crueldad, de las cuales algunas
pocas abajo se dirán, en tanto grado, que habiendo en la isla Española sobre
tres cuentos de ánimas que vimos, no hay hoy de los naturales de ella docientas
personas. La isla de Cuba es cuasi tan luenga como desde Valladolid a Roma;
está hoy cuasi toda despoblada. La isla de Sant Juan e la de Jamaica, islas muy
grandes e muy felices e graciosas, ambas están asoladas. Las islas de los
Lucayos, que están comarcanas a la Española y a Cuba por la parte del Norte,
que son más de sesenta con las que llamaban de Gigantes e otras islas grandes e
chicas, e que la peor dellas es más fértil e graciosa que la huerta del rey de
Sevilla, e la más sana tierra del mundo, en las cuales había más de quinientas
mil ánimas, no hay hoy una sola criatura. Todas las mataron trayéndolas e por
traellas a la isla Española, después que veían que se les acababan los
naturales della. Andando en navío tres años a rebuscar por ellas la gente que
había, después de haber sido vendimiadas, porque un buen cristiano se movió por
piedad para los que se hallasen convertirlos e ganarlos a Cristo, no se
hallaron sino once personas, las cuales yo vide. Otras más de treinta islas,
que están en comarca de la isla de Sant Juan, por la misma causa están
despobladas e perdidas. Serán todas estas islas, de tierra, más de dos mil
leguas, que todas están despobladas e desiertas de gente. De la gran tierra
firme somos ciertos que nuestros españoles por sus crueldades y nefandas obras
han despoblado y asolado y que están hoy desiertas, estando llenas de hombres
racionales, más de diez reinos mayores que toda España, aunque entre Aragón y
Portugal en ellos, y más tierra que hay de Sevilla a Jerusalén dos veces, que
son más de dos mil leguas. Daremos por cuenta muy cierta y verdadera que son
muertas en los dichos cuarenta años por las dichas tiranías e infernales obras
de los cristianos, injusta y tiránicamente, más de doce cuentos de ánimas,
hombres y mujeres y niños; y en verdad que creo, sin pensar engañarme, que son
más de quince cuentos. Dos maneras generales y principales han tenido los que
allá han pasado, que se llaman cristianos, en estirpar y raer de la haz de la
tierra a aquellas miserandas naciones. La una, por injustas, crueles,
sangrientas y tiránicas guerras. La otra, después que han muerto todos los que
podrían anhelar o sospirar o pensar en libertad, o en salir de los tormentos
que padecen, como son todos los señores naturales y los hombres varones (porque
comúnmente no dejan en las guerras a vida sino los mozos y mujeres),
oprimiéndolos con la más dura, horrible y áspera servidumbre en que jamás
hombres ni bestias pudieron ser puestas. A estas dos maneras de tiranía
infernal se reducen e ser resuelven o subalternan como a géneros todas las
otras diversas y varias de asolar aquellas gentes, que son infinitas. La causa
porque han muerto y destruído tantas y tales e tan infinito número de ánimas
los cristianos ha sido solamente por tener por su fin último el oro y henchirse
de riquezas en muy breves días”. [2]
Los que
escapaban del yugo español se convirtieron en forasteros quienes al ingresar a
la selva fueron víctimas de la fiebre amarilla (Cook 2010).
En el sur del
Perú, los indígenas murieron en las mitas mineras llevadas por los españoles,
ya sea en los yacimientos de Azogue de Huancavelica o en la mina de plata de
Potosí, ambos conocidos como las minas de la muerte.
POTOSÍ, LA
MINA DE LA MUERTE MÁS GRANDE DE AMÉRICA
Irónicamente, el virrey Toledo (1569-1581) tendría las “buenas intenciones”
de realizar un “buen gobierno” en beneficio de los nativos de Chucuito, Puno,
declarado “patrimonio del rey”, pero a partir de las reducciones y la política
fiscal implantadas no hizo sino crear las mejores condiciones de explotación de
la mano de obra gratuita de los aimaras que afectó en gran medida en el
descenso de la población.
Entre las
causas de tales descensos se tienen: la mita en las minas donde los nativos
eran expuestos ante el frío, la mala alimentación, ventilación inadecuada, el
plomo y derrumbes, y las nuevas epidemias como la viruela, la influenza, la
malaria, el tifus, tifoidea, la difteria, el sarampión, etc. “Los indios, que
no tuvieron ninguna inmunidad natural a esas nuevas enfermedades, murieron por
miles” (Cook 1975: XXIV). Los hospitales inaugurados por la administración
toledana sirvieron para ser un negocio rentable para los inescrupulosos
administradores de tales centros de salud, según se queja el obispo de La Paz,
Pedro de Valencia, en 1619, luego de su visita a Chucuito (Julien et ál.: 1993:
XI).[3]
Potosí es la
mejor muestra de la manera cómo se convirtió en el centro de la muerte que
diezmó la población indígena del Sur del Perú. Al principio, hablando de la
mita minera, hacia el año de 1567, de toda la provincia de Chucuito se enviaba
cada año 500 «indios» para trabajar en las minas de Potosí (hoy Bolivia) (Diez
de San Miguel [1567] 1964: 19).[4] Hacia el año de 1579, el número de «indios»
que se sacaban desde la “encomienda del rey español”, Chucuito (que incluye
Pomata, Yunguyo, Juli, Ilave, Ácora, conocida como el área Lupaca), a la mina
argentífera de Potosí, se incrementó, por disposición del virrey Toledo, hasta
1.100 y después a 2.200 (Julien et ál.: 1993: XI). Hay noticias de que hacia el
año de 1600, el curaca de cada ayllu anunciaba la mita venidera dos meses antes
de la fecha de partida de estos 2.200 que tenían que ir a las minas de Potosí,
con todas sus provisiones, sus mujeres e hijos. El siguiente extracto es muy
ilustrativo para tener una idea sobre el impacto en las familias aimaras de
Chucuito:
“De la
provincia de Chuquito salen dos mil doscientos indios cada año para el entero
de la mita […]. Todos estos van ordinariamente con sus mujeres é hijos, que por
haberlos visto subir dos veces, puedo decir que serán todos más de siete mill
almas. Cada indio de estos lleva por lo menos ocho y diez carneros y algunos
pacos ó pacas para comer; otros de más caudal, llevan treinta y cuarenta
carneros; en estos llevan sus comidas de maiz y chuño, sus mantas para dormir,
esterillas para defenderse del frio, que es riguroso, porque siempre duermen en
el campo. Todo este ganado pasa ordinariamente de treinta mill cabezas, y casi
siempre llegan á cuarenta mil, y año que se contaron cincuenta mill trescientas
cabezas. Pues digamos que no son más de treinta mill, estas con el chuño, maiz,
harina de quinoa y cecina y sus vestidos nuevos, vale todo más de trescientos
mill pesos de á ocho […]” (Alfonso Messía, citado por Cook 2010: 306).
Son 480
kilómetros de viaje a pie desde las orillas del Titicaca hasta Potosí los que
tenían que recorrer los mitayos en dos meses. Trabajaban en la mina unas
diecisiete semanas para ganar 46 pesos, cuando el viaje y el mismo tributo les
costaba 100 pesos: un derroche de energía brutal.
Según Messia,
de éstos «Solamente dos mil personas vuelven: de los cinco mil restantes,
algunos mueren y otros se quedan en Potosí o los valles cercanos porque no
tienen ganado para el viaje de vuelta» (Cook 2010: 306). Las muertes serían
causadas por las epidemias de la época, los accidentes mineros (inundaciones
por la ruptura del agua represada, derrumbes, envenenamiento por mercurio,
falta de oxígeno), los desastres naturales (sequías, granizadas, tormentas de
nieve que dejaban a muchas personas congeladas en las calles potosinas), las
escaramuzas entre los españoles y criollos hasta llegar a la proporción de una
guerra civil. Todos estos hechos fueron mermando la población, no sólo en el
altiplano, sino en muchos lugares (cf. Cook 2010).[5]
LA
TRAGEDIA NO TENÍA NI TIENE CUÁNDO ACABAR
La tragedia de los indígenas en el Sur del Perú se agrava luego de la
ejecución de Túpac Amaru (1781). Los pueblos indígenas fueron condenados a la
miseria y a la explotación luego de la Independencia de los Criollos
establecidos en Lima, quienes serían literalmente los nuevos dueños del Perú.
Así, los indígenas son simbólicamente aniquilados ya para los inicios de la
República porque sus derechos no fueron tomados en cuenta no sólo en el Perú,
sino en todas las nacientes repúblicas.
Algunos
presidentes habrían ordenado el aniquilamiento sistemático de indígenas que se
levantaban en contra del abuso y la explotación de los hacendados contra los
indígenas hasta la dación de la Ley de la Reforma Agraria por el Gobierno
Militar de Juan Velasco Alvarado (1969).
Sobre lo
anterior Manuel González Prada se pregunta de manera muy sugerente: “Bajo la
República ¿sufre menos el indio que bajo la dominación española?”. González
Prada, por ejemplo, nos da la noticia sobre la matanza de indígenas puneños de
la Isla de Amantaní, ordenada por Piérola:
“Si no existen corregimientos ni encomiendas, quedan los trabajos forzados y
el reclutamiento. Lo que le hacemos sufrir basta para descargar sobre nosotros
la execración de las personas humanas. Le conservamos en la ignorancia y la
servidumbre, le envilecemos en el cuartel, le embrutecemos con el alcohol, le
lanzamos a destrozarse en las guerras civiles y de tiempo en tiempo organizamos
cacerías y matanzas como las de Amantani, Ilave y Huanta (Una persona verídica
y bien informada nos proporciona los siguientes datos: 'Masacre de Amantani.
-Apenas inaugurada la primera dictadura de Piérola, los indios de Amantani, isla
del Titicaca, lincharon a un gamonal que había cometido la imprudencia de
obligarles a hacer ejercicios militares. La respuesta fue el envío de Puno de
dos buques armados en guerra, que bombardearon ferozmente la isla, de las 6 de
la mañana a las 6 de la tarde. La matanza fue horrible, sin que hasta ahora se
sepa el número de indios que ese día perecieron, sin distinción de edad ni
sexo. Sólo se ven esqueletos que aún blanquean metidos de medio cuerpo en las
grietas de los peñascos, en actitud de refugiarse.' Ilave y Huanta se
consumaron en la segunda administración de Piérola).” [6]
Así, durante
los fines de los siglos XIX y hasta los mediados del XX, los crímenes contra
los indígenas ocurrieron cada vez que hubo un levantamiento en contra de sus
explotadores, los codiciosos y abusivos hacendados o autoridades de prácticas
gamonalistas. Miles de indígenas anónimos fueron ametrallados por los soldados
del ejército y rematados por los agentes privados de los hacendados para luego
despojarlos de sus tierras y animales de manera definitiva echándoles hacia
territorios geográficamente más hostiles y a la miseria. Y en Puno, por
ejemplo, las prácticas gamonalistas no sólo es practicada por los hacendados,
sino por las mismas autoridades.
Por otra
parte, en la selva, los indígenas eran explotados y exterminados por los
colonizadores blancos durante la llamada “fiebre del caucho”. Los colonizadores
durante la explotación del caucho en la Amazonía causaron diversas injusticias
con los indígenas que en la mayoría se expresaron en torturas, prostitución
forzada, pedofilia, esclavitud y masacres masivas ¿y dónde estaba el Estado
Peruano? Como hoy, en la absoluta ignorancia de la realidad peruana, en la
absoluta injusticia. [7]
Los crímenes
no tienen cuándo parar. Hoy, porque hay medios de comunicación, podemos saber
cuántos murieron en Bagua (5-6-2009), en Cajamarca (2012), Arequipa, Cuzco,
Lima o Puno. ¿Hasta hoy no hay justicia real porque son indígenas? ¿No hay
justicia real porque no son ciudadanos peruanos? ¿No hay que ser indígenas para
ser un sujeto de derechos en el Perú? Hubo matanza de indígenas en plena etapa
republicana, y esto debería de avergonzar a cualquier gobernante peruano,
políticos y ciudadanos responsables.
El Estado ha
sido siempre una entidad indiferente, insensible con los descendientes de los
que tienen en el Perú miles de años de historia. Y la etapa republicana ha sido
la etapa más cruel para la vida de miles y miles de indígenas en el Perú. Hubo
matanzas siempre, pero nunca se llevó a los responsables ante los tribunales
(p. e. el bombardeo de los indefensos hombres, mujeres y niños matsés, Amazonía
Peruana, 1964, etc.).
Esto no se
sabe, porque la historia peruana ha sido narrada según los intereses de un
grupo de personas que sistemáticamente negaron la existencia de los pueblos del
Perú, negaron sus religiones, sus lenguas, a su gente, a sus mujeres y sus
niños, y ha hecho las leyes de lo más discriminante y asimilador
(invisibilizador) que se haya visto. Si hoy hay leyes a favor de las
comunidades o nacionalidades indígenas, es aún letra muerta, cuando se sigue
pensando en paternalismos y asistencialismo indignos para cualquier ser humano
y se sigue pensando en un crecimiento económico que beneficia a unos cuantos y
al resto no les queda más que respirar el humo de las bombas lacrimógenas y
recibir balazos indiscriminados.
Los indígenas
son peruanos; no son mendigos: reclaman dignidad y el respeto de todos sus
derechos (religiosos, territoriales, lingüísticos, políticos, socio-culturales,
etc.).
La situación
es aún peor cuando el terror tiene lugar en el Perú en las décadas de los 80 y
90, durante los cuales se han cometido innumerables y horrendos casos de
violación de derechos humanos perpetrados por los grupos terroristas y
criminales como Sendero Luminoso y MRTA y por los agentes militares y
policiales cuando éstos últimos tendrían que ser los encargados de proteger la
vida de la población vulnerable, y al contrario cometieron crímenes,
violaciones y vejaciones sexuales, de lo más horrendo en contra de niños,
niñas, mujeres, ancianos, hombres y mujeres quienes en los casos más
emblemáticos tenían que cavar sus fosas de la muerte, y hoy se siguen
encontrando las fosas comunes y muchos de los asesinos aún están sueltos porque
sus identidades están protegidas por las instituciones militares del Estado
llamado “democrático”.
Es muy
doloroso imaginar las violaciones sexuales a muchas mujeres niñas o adultas.
Todo esto tiene un nombre: genocidio. Sobre estos casos los gobernantes se
hicieron los ciegos, sordos y, por tanto, cómplices como es el caso del ex
presidente Fernando Belaúnde (p.e. caso Cabitos, Putis, Uchuraccay, etc.) o
Alan García. El terror en el Perú no debe tener lugar ni en ninguna parte y mucho
menos debe venir del Estado en contra de las poblaciones históricamente
vulnerables del Perú. Hoy los criminales no son castigados con justicia sean
terroristas, militares o policías por sus despreciables actos en contra de las
poblaciones indígenas (sólo Fujimori y unos cuantos son juzgados por sus
crímenes, pero en condiciones demasiado benévolas y nada ejemplares
judicialmente hablando; muchos están sueltos).
La Comisión
de la Verdad y Reconciliación estima que la cifra más probable de víctimas
fatales de la violencia en el Perú (1980-2000) es de 69.280 personas, de las
cuales el 75% de las víctimas fatales del conflicto armado interno tenían el
quechua u otras lenguas nativas como idioma materno. Sólo entre 1995 y 1990
fallecieron 6.000 asháninkas en manos de los terroristas, fueron desplazados
10.000 y 500 cayeron presos por Sendero Luminoso. Los asháninkas perdieron el
10 % aproximadamente de su población de unos 70 mil habitantes.[8]
En
conclusión, hubo crímenes horrendos y aún hoy continúa de muchas maneras y no
hay justicia. Bajo estas circunstancias históricas es preciso que haya un
gobernante del Perú con alta sensibilidad histórica, humana y social y pida
perdón a los pueblos indígenas, tal como se hizo simbólicamente a los
afrodescendientes del Perú, como la cabeza de un Estado cómplice al no haber
protegido a sus habitantes que “también” son “peruanos”. Mientras tanto, por
motivos de recordarse el 12 de octubre como fecha históricamente criminal para
los indígenas del Perú y América (Abya Yala) no hay nada que celebrar; muchas
heridas siguen abiertas, y la historia clama justicia. [9]
NOTAS:
[1]
Lingüista, ciudadano de la Gran Nación Lupaqa de los Aimaras, profesor de
Lenguas Andinas del Departamento de Humanidades, sección Lingüística, Pontificia
Universidad Católica del Perú (PUCP) (rrgonzalo@pucp.pe)
[2] Cordero del Campillo, M., LAS GRANDES EPIDEMIAS EN LA AMÉRICA COLONIAL, in
Archivos de zootecnia vol. 50, núm. 192, p. 601 ss. Universidad de León, España
2001.
http://www.uco.es/organiza/servicios/publica/az/php/img/web/01_22_54_09cordero.pdf
[3] COOK, Noble David (2010). La catástrofe demográfica andina: Perú 1520-1620.
Traducción de Javier Flores Espinoza. Lima: Fondo Editorial de la PUCP.
[4] DIEZ DE SAN MIGUEL, Garci ([1567] 1964). Visita hecha a la provincia de
Chucuito. Lima: Ediciones de la Casa de la Cultura del Perú.
[5] COOK, Noble David (editor) (1975). Tasa de la Visita General de Francisco
de Toledo. Lima: Universidad Nacional Mayor de San Marcos.
[6]http://www.theyliewedie.org/ressources/biblio/es/Prada_Manuel_Gonzalez_-_Compilacion_de_escritos.html
[7] Cf. “EXPORTACIÓN DE LANAS Y MOVIMIENTOS CAMPESINOS EN PUNO 1895 – 1925”:
[8] Sobre las conclusiones de la Comisión de la Verdad y Reconciliación:
http://www.cverdad.org.pe/ifinal/conclusiones.php
[9] Para asuntos relacionados con la justicia en el Perú por este tipo de
atropellos, léase el artículo del periodista César Hildebrandt: http://www.diariolaprimeraperu.com/online/columnistas-y-colaboradores/eran-solo-serranos_16874.html
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