LECTURAS INTERESANTES Nº 906
LIMA PERU
26 JULIO 2019
CERRAR EL CONGRESO
SERIA UN ACTO DE HIGIENE
César Hildebrandt
Tomado de “HILDEBRANDT EN SUS TRECE” N° 455, 26JUL19
a asamblea
forajida de Mamani y Bartra, de Becerril y Tamar Arimborgo, ha ampliado la inmunidad
parlamentaria, la ha mantenido en los fueros del Congreso y pretende que la ciudadanía
confirme tal infamia en un referéndum.
Eso quiere
decir que el Congreso se ha burlado de Martín Vizcarra, del primer ministro y
de todos quienes en el gabinete le susurraban al oído al presidente que estos
eran nuevos tiempos, que la borrasca había terminado y que esta vez sí que el
fujimorismo conciliaba en bien del país.
Pues bien, el
fujimorismo, como lo hemos intentado decir mil veces en esta columna, posee
el don de la inmutabilidad. Nació en la trampa, creció en el delito, se mantuvo
en la impunidad. No es un partido sino una mafia alimentada electoralmente
por la indignidad y sostenida financieramente por la cosecha de los 90 y los
aportes de narcotraficantes y empresarios sin escrúpulos que se hicieron ricos
cuando Fujimori remató empresas públicas a precio de ganga y dio leyes con
nombre y apellido, ¿verdad, mister Chlimper?
La consejería
babeante que le decía a Vizcarra que esta vez sí podía confiar en la buena fe
del fujimorismo mentía deliberadamente o pecaba de una ingenuidad descalificadora.
Si algo ha sostenido al partido de Alberto Fujimori, que hoy administra su
hija también desde la cárcel, es su fe en la felonía.
Cuando la
izquierda tarada votó por él creyendo que en su gobierno no habría programa de
reajuste, Fujimori la hizo sushi traicionándola y decretando el programa
económico que ni Vargas Llosa había prometido. Cuando Francisco Loayza supuso
que iba a ser asesor principal de Palacio -lo había sido durante la campaña- se
encontró con que Vladimiro Montesinos, a quien él había acudido para sacar a
Fujimori de sus oscuridades tributarias, lo había reemplazado. Cuando los
evangélicos creyeron que tenían un vicepresidente de la república -el pobre
Carlos García y García-, Fujimori ordenó a sus edecanes que no lo dejaran entrar
ni por la puerta lateral, la que da a Desamparados. Cuando Susana Higuchi
creyó que Alberto la iba a tratar como mujer del mikado se encontró un día con
el desprecio. Fue entonces que decidió contarle a la prensa cómo era que las
hermanas de Alberto se robaban las donaciones japonesas y cómo el propio
Alberto, a través de una fundación ad hoc, se apropiaba del cash llegado de sus
islas. Después de eso, Susana fue encerrada en Palacio gracias a una cerradura
sopleteada. “Hasta que se calmara”, dijeron. Cuando Alan García estaba
tranquilo después de haber “creado” a Fujimori, junto al gringo Thomdike y su “Pájina
Libre”, y de haber lo asesorado para el debate con el escritor que había
anunciado el apresamiento de los bribones del Apra, un día llegó un pelotón de
asalto para atraparlo. García se escondió en un reservorio de agua y se asiló
en la embajada de Colombia, que es lo único en que pudo imitar al honrado Haya
de la Torre.
El fujimorismo
es la extensión de la historia personal de Alberto Fujimori, el peruano que
pudo candidatear a una senaduría japonesa porque también era súbdito del
imperio.
No lo
olvidemos: después de la derrota apretada ante Kuczynski, lo primero que hizo
la heredera de la dinastía Fujimori fue anunciarle al país que ella cumpliría
con su programa de gobierno desde el Congreso, ámbito que pudo controlar a
pesar de haber tenido menos del 30% de los votos efectivos. Y eso es lo que ha
venido haciendo. Y eso es lo que acaba de hacer con la interpretación auténtica
que una de sus sirvientes, Rosita Bartra, ha hecho con la propuesta del Ejecutivo.
¿En qué
consistía ese proyecto modificatorio de la Constitución? Era bien sencillo:
después de las demostraciones de fraternidad delictiva encarnadas en los casos
de Donayre y Mamani, el Ejecutivo planteaba que fuese la Corte Suprema la que decidiese
qué inmunidad parlamentaria podía levantarse.
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CHONGRESO..Mechain en PERU21 |
Bartra y su
pandilla han decidido que siga siendo el Congreso el que “juzgue” qué otorongo
merece ser entregado a la justicia. No sólo eso. Quieren convertir en norma
aquello de que la sentencia en primera instancia es insuficiente para procesar
a un congresista: piden ahora, formalmente, la “sentencia firme”. No sólo eso:
aspiran a que las prerrogativas del blindaje se extiendan desde el mismo
momento de la elección, lo que quiere decir que serán los delincuentes los primeros
en inscribirse en las listas de aspirantes al Congreso, previo desembolso de
dinero que, más tarde, los Figari volverán “cócteles”, “rifas” y “donaciones esforzadas
de provincias”.
Fujimorismo
puro. La banda del Choclito no lo habría hecho mejor. Tatán es moco de pavo.
Aun en los casos de “delitos previos”, Bartra y los suyos invocan la “sentencia
firme” como requisito para tomar una decisión.
Por eso decimos
que el fujimorismo tiene una identidad irrenunciable. El crimen le sirve, la
chaira lo hace salivar, la promesa rota le arranca gemidos de placer.
El fujimorismo
es pétreo, como le gustaba decir a Valle Riestra cuando hablaba de los principios
del derecho. Pensar que el fujimorismo puede trastornar su ADN, borrar sus
verrugas y adquirir cierta vocación republicana es pura estupidez. Es como si
le pidiéramos a un treponema pallidum que
deje de propagar la venérea peste que los españoles llamaron “mal francés”, los
franceses “mal napolitano” y los holandeses “enfermedad española”. No es
posible.
Frente a este
grosero agravio, al presidente de la república le quedan dos opciones. O se
traga el sapo y permite que el suma cero se haga crónico, o acepta el desafío,
recuerda su disolvente promesa, esgrime el derecho constitucional y cierra el Congreso
olvidándose de la sórdida alianza que el TC y el fujimorismo puedan urdir. La
primera opción será la que le aconsejen los que aman este empate estéril, este entendimiento
con la mafia. El problema es que todo arreglo con el fujimorismo es precario y
puede culminar en un ridículo espantoso. Además, después de tamaña victoria
“principista”, ¿qué otras humillaciones preparará un fujimorismo recargado con
su lideresa en libertad? Si Vizcarra quiere que su régimen termine escurriéndose
por el lavabo, que tome esta opción. La CONFIEP se lo agradecerá. Las “fuerzas
vivas”, como se decía en tiempos de Beltrán, lo llenarán de elogios.
La segunda
opción puede significar un intento dramático de cambiar el rumbo del país en
camino al bicentenario. ¿Es justo que cumplamos 200 años de república con este
Congreso? ¿Es honorable que el Congreso
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ENTRE REJAS EN EL HEMICIRCO
Carlin en LA REPUBLICA |
del fujimorismo de siempre y el aprismo
terminal sea el que reciba el segundo siglo de la independencia? Claro, para
tomar este camino se necesita el coraje que Vizcarra administra con avaricia, convencido
de que el Perú es el reino de las medianías, las soluciones grises, las preguntas
que no se contestan y los temas que se dejan pendientes. Vizcarra cree algunas
veces que el Perú es como su garúa: una hipócrita levedad. De él dependerá
sumarse a esa humedad arrastrada que llama al moho o desatar una lluvia cívica
que limpie lo más sucio que tenemos. Y lo más sucio que tenemos son esos
parlamentarios que se han atrincherado en el mismo recinto donde alguna vez se
sentaron Toribio Rodríguez de Mendoza y José Faustino Sánchez Camón.
Cerrar el Congreso no sería un gesto político. Sería una urgencia de
la higiene pública. Sería el primer paso de un largo camino cuyo objetivo no
puede ser otro que refundar nuestras instituciones. Entre ellas, el Tribunal
Constitucional, podrido de intereses subalternos. ▒