LOS MUERTOS, LOS VIVOS Y EL T’ANTA WAWA
El
Día de Muertos es una celebración de origen indígena mesoamericana que honra a
los ancestros el 1 y el 2 de noviembre, coincidiendo con las celebraciones
católicas de Todos los Santos (1 de noviembre) y Día de los Fieles Difuntos (2
de noviembre) respectivamente.
En el Perú, la costumbre durante este día es acudir al cementerio y preparar e
intercambiar entre familiares, piezas de pan, chicha morada y cervezas durante
las visitas a los seres queridos. En algunos casos, hay familias que llevan
incluso conjuntos musicales para saludar al ser que partió hacia la eternidad.
DIRECCION REGIONAL DE EDUCACION PUNO
por Guillermo Huyhua y Rosa Luz Arroyo
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primero de noviembre de cada año, en todo el territorio peruano revive una
costumbre ancestral: las ofrendas a los muertos. Las familias van a los cementerios
a honrar a unos de sus integrantes fallecidos. Les llevan música, bebida y
comida y pasan un día entero con su finado tratándolo como si estuviera vivo.
Comen, beben y bailan juntos. Es día de llevar alegría al fallecido.
Esta
vieja costumbre nace en la época prehispánica y nos lo cuenta el cronista
indígena Felipe Guamán Poma de Ayala en su crónica Nueva
Crónica y Buen Gobierno. Él nos dice que cada el mes de Ayar Marcay
Quilla (noviembre) lo dedicaban a los difuntos. Los cuerpos
momificados eran extraídos de sus bóvedas (llamadas pucullo) para
renovar sus vestuarios, darles de comer y beber, y luego de cantar y danzar
junto a ellos, los ponían en andas y los sacaban en recorrido, de casa en casa,
por las calles y plazas para luego retornarlos a sus pucullos, “dándoles
sus comidas y bagilla al principal de plata y de oro y al pobre, de barro. Y
le dan sus carneros y rropa y lo entierra con ellas y gasta en esta
fiesta muy mucho”.
Esta
costumbre sobrevivió a la hecatombe demográfica que trajo consigo la conquista
española y sus enfermedades. Antes que Pizarro pise tierras incas, desde Panamá
avanzaba una ola de peste negra: el sarampión, que los españoles trajeron desde
España y contagiaron a los indígenas en Panamá. Desde allí esta enfermedad empezó
su avance de muerte hacia el sur diezmando a miles de indígenas. El sarampión
llegó por tierra antes que Pizarro por mar. Así, el inca Huayna Cápac fue
contagiado y falleció por esta enfermedad. Muerto el inca lo momificaron y lo
pasearon desde Tumpipampa en Ecuador hasta Cuzco, y en las festividades
de Ayar Marcay Quilla continuaron haciéndolo. Durante todo ese
trayecto el sarampión diezmó a la población que al acudir en masa a las
procesiones del Inca se contagiaban masivamente. El indígena no tenía
anticuerpos para esta nueva enfermedad y moría irremediablemente.
Pasado
el tiempo, las festividades del mes de noviembre en honor a los “vivos y los
muertos”, llamado también de “todos los santos” por la iglesia católica,
continuaron vigentes y dicha costumbre hasta hoy subsiste en el pueblo peruano.
Dentro
de esta tradicional costumbre se destaca el T’anta Wawa (Niño de Pan)
que es una de las ofrendas más bellas y dulces que se le puede hacer al
difunto, sobre todo si es un niño o una niña. El T’anta Wawa es un pan dulce y
delicioso. Al pan o bizcocho le dan la forma de una muñeca o muñeco, incluso
otra forma como la llama, y le agregan dulces como menudas grageas polícromas,
pasas, etc. Lo hacen en varios tamaños, incluso con caretas de yeso. Cuando un niño
o niña muere, siendo la prenda más querida de una familia, el dolor es inmenso,
muere el futuro, muere las esperanzas de la familia. Y, cuando llega el mes de
noviembre los padres le llevan sus juguetes, su ropita, los potajes que más le
gustaba y entre ellos el t’anta wawa que es una delicia para el paladar. Así
surge esta costumbre, aunque no se sabe cuándo surgió en su versión actual.
Pero el t’antawawa se extendió más allá, porque ya no solo es una ofrenda al
niño o niña fallecida, sino a todo familiar querido que falleció,
incluso es consumido por toda la familia: niños, adultos y ancianos, y por
supuesto, uno de los más ricos está reservado para el fallecido.
Esta
costumbre se extiende en todo el Perú, pero es bastante arraigada en Ayacucho,
Huancavelica, Junín, Puno, Arequipa, Apurímac, Cuzco y Cerro de Pasco. La
creatividad popular deja ver en cada zona tantas formas, texturas y sabores
elaborados con mucho primor y detalle en su ornamentación. Son verdaderas obras
de arte para la vista y el sabor.
¿Quién
no tiene un familiar querido ya fallecido? ¿Quién no recuerda los momentos más
bellos que pasamos juntos? ¿Quién no tiene miedo a la muerte? El ser humano
siempre ha convivido con la muerte y nunca dejó de honrar a sus muertos de muy
distintas maneras. Pues, al hacerlo no es más que la manifestación del respeto
que se tiene a la muerte que tarde o temprano nos arrebata lo más valioso que
tenemos: la vida. Para ello, tenemos reservado el mes de noviembre. Mes de los
muertos, mes para honrarlos. Pero, al mismo tiempo mes para celebrar la vida,
nuestra vida. Es cuando agradecemos a Dios, a la Naturaleza por este gran
privilegio. Pues, con ella aún podemos soñar, trabajar, crecer, amar y
disfrutar de todo lo que existe en el mundo. Sentirnos plenos y felices, no
importándonos nuestra condición económica, social o política. Lo importante es
que tenemos vida y una oportunidad para ser felices superando cualquier
obstáculo para sentirnos plenos y satisfechos de una vida donde uno se siente
útil.
En
otros lugares, al no poder ir al cementerio, las familias se reúnen en sus
casas el primero de noviembre para hacer sus respectivas ofrendas. Es una
ceremonia tan solemne y nostálgica que trasciende los tiempos y sentimientos. <>
BAUTIZO
DE LAS T’ANTA WAWAS
EN
PUNO
Escribe: Julio
Arenas Pineda
LOS ANDES 4NOV13
El bautizo de guagua de bizcocho o “t'anta wawas” es
una tradición que todavía perdura en nuestros pueblos del Perú; aunque cada vez
esta tradición venida a menos, se viene perdiendo por la influencia de la modernidad
que altera nuestras costumbres y tradiciones más populares. Es el caso de Puno
que fue la cuna de los bautizos en otros tiempos y cuya declinación de arte y
humorismo se dejan sentir desde hace varios años.
Siendo uno de los tantos artífices de estas celebraciones
que ya no se realizan, salvo en algunas ocasiones cuando las instituciones las
organizan y solicitan mis servicios para oficiar de sacerdote con mi séquito
que todavía queda (Loco Meneses, Iván Cuentas), realizamos el tradicional
bautizo, con el mayor cariño para conservar la tradición tal y conforme lo
hacíamos antes porque ahora estas celebraciones han perdido su esencia.
Hablar de los bautizos de ayer y de la forma como se
realizaban, es recordar a muchas familias y a pintorescos personajes que
hacían de esta parodia una fiesta jocosa y humorística donde los protagonistas:
el cura, los padres, los testigos, los padrinos e invitados honorables,
participaban en una controversia dialogada, cuyo ritual iba entre bromas,
anécdotas, chistes, cuentos, tomadas de pelo de cómo los papás fabricaron la
criatura a la que le ponían un nombre por demás extravagante.
Esta demás recordar que el bautizo de “T'anta wawas” es una
singular tradición que a manera de juego se hizo en la colonia por indios y
mestizos para emular y satirizar el bautizo religioso traído por los españoles
que le imponían el sacramento a las guaguas de carne y hueso; en cambio
nuestros naturales imitaban el acto con la fabricación de guaguas de pan dulce,
bizcocho o masa de torta y le ponían una careta de yeso; y en el mes de
noviembre a manera de recordar a sus muertos ya todos los santos celebraban
estas fiestas de bautizo. Sacando cuentas y no es muy difícil deducir que
contando nueve meses desde los carnavales sea precisamente en noviembre cuando
las guaguas abundan.
El oficio de cura de bautizo de wawas de bizcocho, tiene
una cualidad muy peculiar y caricaturesca, con chispeante humor, sal y
pimienta, para dirigir la palabra a los concurrentes en doble sentido,
tomándoles el pelo a curiosos y preguntones, divulgando sus bondades, virtudes
y defectos, sus chapas o motes; para lo cual el reverendo y su séquito debe de
estar bien “chispeau” y sazonado de
tragos para dar realce, alegría y jocosidad a la ceremonia.
Aprendimos el oficio de cura cuando éramos estudiantes
carolinos yo y mi compadre Juan Meneses Díaz, viendo bautizar en vivo y en
directo a don Moisés Morales (Rey de Huajjsapata), personaje ameno, bonachón,
dicharachero; lo seguíamos en estas ceremonias bautismales y de su coloquial
figura cogimos la forma, el estilo y la manera de llegar a la concurrencia con
frases, rimas y consonancias salpicadas con letanías cantadas hábilmente por
este recordado puneño.
De esta forma de bautizar, renovamos el rito ceremonial
consistente en cuatro subdivisiones:
- El introito, que es la apertura de la ceremonia: "Sacratísimos hermanos,
ustedes que son hinchas, amigos y patitas de Dios, bienvenidos a la parroquia
de San Ingerencio, trayendo a esta criatura para bautizarla y darle el primer
sacramento del bautizo y como manda la ley para metérselo adentro". "Ameeen,..
achí sea, achichea... como dijo el Tío Zea”. En el Introito se tocan
aspectos sociales, culturales y hasta políticos relacionados con el ritual
satirizando a los concurrentes, autoridades, alcaldes, congresistas, destacados
personajes de las instituciones del pueblo: “Mamadísimos hermanos, camisaraqui, pantalonaquí, calzonaraqui;
huayquepanaycunas del alma, llactamasís del cuerpo, marcamasis de la gran
pipeta. Ameeem. El cura chupa, el sacristán también...el melo …chupa..”
- Las parábolas, o parabolas, es el momento en que el
cura ofrece como ejemplo una frase, una sentencia, una anécdota, que motivan la
reunión anticipatoria: “La creación del mundo: Hágase la luz y se hizo SEAL,
hágase el agua y se hizo SEDAPAR, hágase los animales y se hicieron los
alemanes, hágase los vegetales y se hicieron los jubilados. El burro y la
biblia, los reyes vagos, la monjita pudorosa etc”.
- El interrogatorio, es el momento cumbre en que se
pregunta a los padres de la guagua, los padrinos y los testigos con ocurrencias
que saltan espontáneamente al calor de la reunión cuando todos están en punto
de caramelo. “Cómo han fabricado esta criatura, qué harina usaste, cómo
estaba el polvo de hornear, con o sin yanahuara, fue contra tu voluntad o
contra la pared, con Condori o sin Condori.. y otras ocurrencias de¡ séquito.
Y los testigos no se quedan atrás, intervienen con mucha
picardía a las preguntas del cura: Con
qué ojo miraste, escuchaste grito, alaridos, gemidos algo así como cuando se
come rocoto, qué poses vieron, pollito asado, la carretilla, el
pan pan, etc. Por su parte, la aceptación de los padrinos también está
comprometida para cuidar a la parvulita por el compromiso de resultar
compadres, porque compadre que no se la t... a la comadre no es buen compadre.
- El bautizo, es el momento del bautizo propiamente
dicho, poniendo a la criatura los nombres más peregrinos que se les ocurre a
los circundantes: Paca Garce de Risa,
Devora Dora, Pujartiago, Susuki para su Siki, Gram Pita y otros. Vista
la conciliación de las partes y mutuo consenso de los mismos, el séquito
ceremonial se despacha en plato hondo con frases y oraciones picantes, cantos
y letanías: qué rica esta la María, yo te bautizo con mi chorizo, Roguemos a
San Clemente para que cambie el Presidente, por San Tobías para se chupe todos
los días, Oremos por Santa Lucía para que se vaya Alan García, por Santa Mónica
para que se vaya la telefónica, por San Gavino el cura chupa vino, orate frates
ya te fregastes, todos digan Amén... chúpensela también.
Mucho más antes que
nosotros los bautizos de wawas de bizcocho eran en forma inopinada, el cura
salía de la misma reunión quien en forma improvisada realizaba el rito. Yo era
el cura Huacatay quien introdujo el libreto para no salirse del ritual del
humor, empleando una bucólica común para no pecar ni sobrepasarse en las
bromas. Para esto el cura y sus sacristanes prepraban el libreto con
anticipación averiguando la vida y milagros de los que iban a participar en esta
ceremonia tradicional.
El apogeo de estos
especialistas en parodiar al clero fueron las décadas del 50 al 80; éramos un
grupo de jóvenes devotos de nuestro Padre Papanicolaou presidido por: Fray Huacatay,
Julio Arenas Pineda, Fray Cala Campana Juan Meneses Díaz, Fray Raqueta Víctor Villar
Bravo, Fray Torongil, Efren Ponce Sáferson Monaguillo Sacristán, Iván Cuentas
Aparicio.
El mes de noviembre
era el mes esperado por toda familia puneña porque el bautizo de Tanta wawas
era familiar. La costumbre consistía en que una persona (generalmente varón)
envía de regalo una wawa de bizcocho a otra persona (generalmente dama) con una
tarjeta que en medio de cumplidos ruega a la destinataria se encargue de
hacerla bautizar a la criatura aún "Mora". Esto se hacía también
entre vecinos, entre parejas de enamorados, de familia a familia para ser
compadres. Lo contrario de esta fiesta tradicional fue que el bautizo se vuelve
comercial con el fin de hacer una actividad y sacar fondos de por medio.
La parroquia de San
Ingerencio que fundamos con el Loco Meneses continúa. Mi oficio de cura ha
traspasado las fronteras y en todo el sur del país. Y aquí en Arequipa,
extrañando a mi Puno, sigo celebrando la t’anta wawas para mantener la costumbre aunque con
mucha pena en la tierra cuna del bautizo puneño esta tradición ya no cuenta o
se ha perdido para siempre... Aleluya, Aleluya para que esta wawa sea tuya,
yo la bautizo en el nombre del Pater, de la Mater y del Curucutu. Amén..
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