Por: Haví- Levi
Artículo incluido en la
publicación “PUNO 345 ANIVERSARIO”,
producida, editada y publicada por JOLUCAVA
Import Export EIRL
y dirigida por María
Elena Catacora Valdez.
Noviembre 2013. Impresa
en Lima.
¿Es posible examinar y evaluar la danza costumbrista y popular en el
Perú sin ubicar en primer, primerísimo, lugar a las danzas puneñas? No. No,
hacerlo sería, por varias razones, un imposible cultural.
En Puno las manifestaciones dancísticas y musicales no concluyen
luego de una efemérides popular o religiosa, como sucede en casi todos los
pueblos del país, que consumada la festividad desaparece la danza y las
tonadas musicales languidecen y cierran compuertas hasta un nuevo año; a
contrapelo, en el Altiplano danza y música, constituyen desde siempre
expresiones permanentes y consubstanciales al modo de ser y sentir de la
población que se proyecta y prodiga recreando, cotidianamente, toda
manifestación del alma humana con representaciones musicales y dancísticas,
al producir y prohijar, por ejemplo, danzas guerreras, satíricas y burlescas,
danzas amorosas y propiciatorias, de carnaval festivo y de ritual emotivo,
danzas de siembra y cosecha, que no se representan solamente en una determinada
fecha. En Puno toda manifestación del sentimiento humano se musicaliza y dota
de movimiento colmando el calendario anual. En ninguna región de América del
Sur los temperamentos guerreros son melodía y movimiento rítmico uniéndose a lo
satírico y burlesco o haciendo surgir la alegría a través de sentimientos
bucólicos que desembocan en églogas amorosas y propiciatorias. Y las danzas
viven revestidas con músicas de diversas profundidades y adornadas con atavíos
multicolores para avivar representaciones y mudanzas, traviesas o trágicas,
propias de todo espíritu en trance de vida terrenal. ¿Cuántos trajes típicos
hay en esta región? Todo distrito, parcialidad e inclusive villorrio posee
vestimenta típica que la singulariza. De todo ese bagaje surge la vitalidad y
singularidad de las danzas y músicas puneñas: Son expresiones inherentes al
imaginario popular y perfilan la idiosincrasia regional. Y según las crónicas
antañonas así sucedía antes que hollaran el Altiplano las usanzas de occidente
que cuando llegaron y luego de la brutal eclosión que propiciaron asimilaron
ambas contrapartes el arte como unión y se inventó el quirquincho y se le
llamó charango y se confeccionó los trajes andaluces, asturianos y demás con
fibras de alpaca y lana de llama.
Y como culturalmente el Altiplano puneño extiende sus zonas de
influencia al este, oeste, norte y sur del Perú y demás confines vecinos, la
danza y la música puneñas acontecen como ligamen y como patrón y parámetro que
se replica y reproduce en toda manifestación del arte coreográfico popular,
mal llamado, ahora se sabe, pero aún no se enfrenta, folclore.
El Catálogo de Virgilio Palacios |
Desde el Altiplano los desplazamientos y requiebros corporales con
fondos musicales impusieron modelo y definieron ruta, porque los puneños las
esculpieron con argumentos de diferente naturaleza, creando arte coreográfico y
musical de progenie inigualable. Y es que el Altiplano al ser geografía única,
excelsa y distante, con praderas dilatadas y filosóficamente con contenidos de
inmensidad que se diferencian del extenso y yermo desierto costero, de la
abrupta quebrada serrana o de los ubérrimos llanos selváticos, convierten a la
gente que vive en él y se consubstancia con ese entorno de altura líquida, en
creadores ingénitos y permanentes. Y, entonces la magnífica influencia del
Titikaka: "Origen de los orígenes" es subyugante y se remonta
a los primeros albores de creación de cultura y arte.
Allí antes que incursionara el castellano a las orillas del Titikaka
se hablaron 5 idiomas, uro, puquina, uroquilla, quechua y aimara y como no fue
Torre de Babel, sino armonía festiva con una población adaptada a vivir en esa
elevada plataforma, admitió su devenir honrando la relación y unión
indisoluble entre cielo y lago, vestidos ambos, de azul de día, de plomo por la
tarde, de negro en la noche o de variados colores según sea el ánimo cósmico.
En esa plataforma eclosionó una gran fuerza creadora que actuó, desde siempre,
como matriz de inspiración y lo hizo antes que la memoria escrita depositara
documentos en los archivos, y continuó impertérrita admitiendo, en los tiempos
difíciles de aniquilamientos y entroncamientos, nuevos estilos, otros
instrumentos y ropajes que vistieron usanzas renovadas y, ahora, en esta
nuestra edad posmoderna, de mezcla y mescolanza que avanza y mixtifica,
esperamos que renueve energías para que Puno, sus hijos e hijas recompongan lo
avanzado y continúen haciendo, de esta tierra de altura, crisol y fragua. En
el Altiplano peruano, que es más húmedo y prolijo en riqueza de flora y fauna
que el Altiplano boliviano, siempre se bailó y cantó.
No obstante, toda esa energía humana fue contenida y manipulada en la
época del coloniaje y aún peor arrinconada y desdeñada en la república
independentista donde el vasallaje y el desdén racial coronaron las más altas
cumbres de la ignominia y, pese a la visión protectora y promotora de algunos
puneños que descollaron en la solitaria y ejemplar recreación de los valores
nativos, especialmente musicales, -convirtiendo a Puno en el territorio patrio que
produjo más compositores que crearon y recrearon lo costumbrista- lo avanzado
en el expresivo campo de la danza fue tenue y esporádico y no tuvo creadores
sino replicadores. Ante esa realidad de postración de los valores populares y
ante la presencia dominante de quienes despreciaban a los indígenas y
descreían de sus valores, insurgió a mediados del siglo pasado un temperamento
decidido, brillante, que se impuso recuperar valores indígenas aplastados por
el desdén y modelarlos para admitir, a la luz de puneñismo y pe- ruanidad, las
nuevas rutas de identidad y realización cultural que deberíamos transitar y
consolidar.
"En Puno ante la grandeza de la naturaleza surge el temperamento
de su gente que evidencia valores morales de resistencia y temple aumentando
la fe en nosotros y afirmando en nuestra alma un sentimiento de orgullo
puro y noble, por haber tenido la suerte de nacer y formar
nuestro carácter en esta tierra agreste y bravía de hombres
recios", escribió Carlos Renato Cornejo-Roselló Vizcardo (Azángaro
1919- Lima, 1979) que trasuntó amor positivo a Puno y su gente, deseando
recuperar la vitalidad y alegría escondida y relegada de los indígenas a los
que conoció y frecuentó desde niño en las jornadas de cacería y viajes a
caballo por las haciendas paternas. Esos periplos le hicieron conocer los
sentimientos de picardía, alegría y calidad festiva de los baqueanos del campo
y valorar sus sentimientos a través del cultivo de sus danzas como la más fiel
expresión de la autenticidad indígena. Su voluntad enfrentó el menosprecio y
descreimiento de las clases
acomodadas puneñas de las que era integrante. Y
solicitando la colaboración de puneñistas entusiastas como los notables
músicos Virgilio Palacios Ortega, Néstor Molina Ga- lindo, Cástor Vera Solano,
o los promotores de la cultura como Alberto Barreda Cuentas presidente en 1961
de la Comisión Organizadora de la Universidad Técnica del Altiplano, Francisco
Deza Galindo, Samuel Frisancho Pineda, Mario Franco Hinojosa, como presidente
del Instituto Americano de Arte Enrique Cuentas Ormachea y de danzarines motivados
y entusiastas como Susana Salas de Manrique, Honorio Peñaranda, Ángel Oda
Ramírez, Julio Garnica Rosado, Gustavo Ames Enríquez, Hernán Torres La Jara,
las hermanas, Emmy, Herminia, Gladys y Gilma Santander, Mary Pérez Vizcardo,
Idelsa Mestas Delgado, Yolanda González Ríos, captó y revivió varias danzas
dotándoles de su verdadera vida a un conjunto de expresiones nativas y lo
hizo a través de un periplo de viajes que se prolongaron desde 1961 hasta 1968,
en muchas giras acompañado de las personas antes nombradas.
Carlos Cornejo Rosello Vizcardo |
El genio creativo de un médico calificado póstumamente por quienes lo
conocieron como "héroe de la danza", le indujo a él mismo
bailar y vestirse de danzarín para ejemplificar la valía de las danzas en la
cruzada de revaloración de lo indígena y vencer complejos y romper prejuicios.
Su incursión fue suma de talento creativo con carácter conductor que recuperó,
para el mundo andino y para la afirmación de identidad, varias expresiones
populares a las que a través de la Agrupación Puno de Arte Folclórico y Teatro,
APAFIT, dio forma y estilo sin mistificación ni impostura. José María Arguedas
escribió en el suplemento Dominical del diario El Comercio de Lima del 12 de
agosto de 1962 el artículo "Los señores y los indios"
explicando cómo los puneños de clases sociales acomodadas y no indígenas,
captaron los sentimientos verdaderos de los nativos y dieron al Perú la nota
más resaltante de que los valores nativos estaban premunidos de fuerza y
belleza, todo lo contrario de lo que en el Cusco hacían los cultores de lo
indígena que caricaturizaban las expresiones nativas en ácidas y deficitarias
réplicas. Y entonces, convengamos que el surgimiento de la danza popular y su
cultivo no extenuado hoy, posee sociología, concepción realista y demanda
mentes comprometidas para su real proyección.
En la década de los 60 y parte de los 70, la voluntad férrea de Carlos
Cornejo-Roselló Vizcardo le permitió revivir danzas extinguidas o casi
moribundas, que padecían anemia porque eran practicadas de manera monótona y
extenuada; en expresión formidable de un ideal de fuerza y pureza, de vitalidad
y belleza. Y el Perú y Puno recuperaron los Machu Tussoj, jocosos y burlones,
la Waca Waca que era una comparsa desordenada convirtiéndola en sutil y bella
parodia a la destreza del torero y de la tauromaquia, cuando las caderas en
danzante movimiento e insinuantes de un mujer ataviada con varias polleras que
revolotean al viento, marean al toro, lo amansan, lo vuelven dócil astado y
musical practicante del ritmo andino cosa que con peligro de su vida pocas
veces alcanza el torero y lo único que hace es liquidar a la bestia, o de la
danza de los Mula Mula, también llamada de los arrieros "Los Tucumanos",
arrogantes y temperamentales que no agachan la cabeza y lidian pecho a pecho
con su ocasional adversario, o la parodia de los Pantominos que ironiza la contracción
hispana por la destreza en la práctica de la espada o el Carnaval de Ichu festivo
al que el dramaturgo uruguayo Atahualpa del Cioppo, comentó que le traía
reminiscencias de las danzas de monte de los rebeldes asturianos que hacían
reglas y arabescos similares a los chiris puneños y el Carnaval de Capachica
que, relata el artista oriental, le recordaba los estilos y usanzas de Vizcaya
y; la Caza de la Vicuña o Choquelas donde se imponía la astucia de los cazadores
que vencían a un animal más ágil y de gran resistencia o la sobria y elegante
Pandilla y Marinera Puneñas, sin descuidar los Carnavales de Arapa y Santiago y
la Wifala de Asillo, o las renovadas estampas de Callahuaya, Kullahua,
Llamerada y Llameritos, con sellos de vitalidad y carácter. No solo se captó y
reprodujo lo existente, sino que se le modeló personalidad y belleza. Prueba
de ello es que la casi totalidad de esas danzas nombradas han ingresado al
imaginario popular del Perú y la practican grupos culturales y escolares de
todo el país. Desde Puno se impuso la pasión creativa, se perdió la
desconfianza y se encontró veta y filón donde se suponía existía solo escoria.
Ganó el Perú que empezó a aceptar que somos país de todas las sangres.
Embajada Folklorica Puneña, visitó Lima en 1962 |
Esta saga despertó emociones y tuvo apasionados émulos, evidenciando
que el arte popular no solo vive en sus directos cultores, sino que se proyecta
y es atesorado por cultores ajenos que difunden y plastifican esos valores
expresivos. No sólo el campo fue germen de arte sino que ciudad actuó y creció
como síntesis. Ejemplos al respecto son el universo de instituciones promotoras
del arte popular como el Centro Musical y Danzas "Teodoro Valcárcel",
"Perú Andino" "Q'ota Marka" en Puno la Asociación Brisas
del Titicaca en Lima. Todas ellas han descollado convirtiéndose en instituciones
continuadoras y afirmadoras, al tiempo de promotoras del arte popular y
difusoras de los diversos rostros, que no solo posee Puno, sino el Perú. Con
todo, danza y música puneñas revitalizaron el ser y el hacer colectivo del Perú
en sus trayectos por reconstruir su identidad a través del arte popular. Y el
ejemplo se ha repetido a partir de 1962, los pueblos del Perú han
"recuperado" danzas y el menos conspicuo villorrio detenta hoy con
placer y fruición una danza a la que han organizado armado y concebido a la
usanza coreográfica de Puno. Y esta constatación no es jactancia.
Cuando se escriba la historia cultura de ese libro abierto que es la
heredad altiplánica, es de seguro que uno de sus capítulos más promisorios
bellamente escritos, que aborde el siglo XX, nos relatará las gestas e incursiones
emprendidas para alcanzar la revaloración, difusión y práctica continua de las
danzas y el fortalecimiento de las músicas que surgieron a las orillas del
Titikaka y su amplio entorno de influencia.
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