Escribe: Feliciano Padilla
El investigador social Jorge Mariano Cáceres-Olazo Monroy acaba de fallecer en la ciudad de Lima – que se sepa-, sin que haya mediado alguna enfermedad de grave riesgo. Las honras fúnebres se realizaron el 04 de octubre en medio del dolor de sus familiares y amigos. Por tal razón, sus restos descansan en aquella ciudad donde está su familia más inmediata.
Puno pierde, por este hecho, a uno de sus intelectuales más representativos y a uno de los mejores investigadores de su promoción. Nació en la ciudad de Puno en 1943, en el hogar formado por el Dr. Adrián Cáceres-Olazo y la señora Julia Monroy. Fue antropólogo de profesión y doctor en Letras y Ciencias Humanas. Laboró como profesor principal e investigador en la Universidad Nacional Federico Villarreal. Fue, igualmente, docente de otras universidades del país y el extranjero. Escribió y publicó muchos libros y artículos científicos sobre las rebeliones campesinas y la cultura qollavina, en general. La realidad social del Qollao fue el centro de sus preocupaciones, sobre la que puso todas sus energías y talento.
Como profesor de la Universidad Federico Villarreal asumió el liderazgo de un grupo de investigadores que ha dado mucho que hablar en la comunidad académica. Para desarrollar un trabajo brillante y consecuente con sus principios se asimiló a organizaciones científico-sociales de la capital y el exterior. Al conjuro de este espíritu crítico y creador formó generaciones de antropólogos que siguen sus huellas en otras universidades y centros de investigación de reconocido prestigio
Jorge Mariano, como pocos puneños, dedicó toda su vida al estudio de Puno y, como tal, también se incorporó a la Sociedad de Americanistas, cuyos Congresos Internacionales llevados a cabo en México, España, Italia, Francia, etcétera, fueron el espacio exacto donde la comunidad científica testificó su proficua labor sobre la “situación qollavina”, como producto de sus estudios rigurosos en el Archivo General de la Nación, Archivo Regional de Puno, Archivo Arzobispal de Lima, Archivo Nacional de La Paz, Archivo Nacional de España y otras fuentes bibliográficas de gran prestigio y credibilidad.
Nuestro hermano Jorge Mariano es uno de los fundadores de la puneñidad, cuya fuerza interior nos nutre y nos señala el camino para seguir luchando por el desarrollo de Puno. Por eso, no me cabe duda de que se trata del más grande investigador puneño de su generación. Las poblaciones quechuas y aymaras están, también, en deuda con él, porque Jorge Mariano ha sido quien ha abordado el tema de las rebeliones campesinas, casi obsesivamente, haciendo uso de una serie de estrategias de investigación relacionadas con las ciencias sociales, que van desde el método histórico- lógico hasta la teoría de clases sociales.
Puede decirse que, el antropólogo Jorge Mariano Cáceres-Olazo Monroy; el arqueólogo Hernán Amat Olazábal y Augusto Ramos Zambrano, constituyen tres de los intelectuales que han dedicado los mayores esfuerzos para que los puneños nos reconozcamos como sociedad andina y, seamos, reconocidos como tales por el “otro”. Estos estudios, así como los que hicieron y siguen realizando diferentes investigadores peruanos y extranjeros son la base sobre la cual debe levantarse cualquier proyecto de desarrollo. Esa es la función de las ciencias sociales. Quizá el fracaso de muchos de estos proyectos sea porque no se trabaja sobre presupuestos serios y sustentables. Prisioneros mentales de la globalización y sus teorías sociales, en cuyo centro se encuentra el pragmatismo neoliberal, nos hemos acostumbrado a prescindir del conocimiento de nuestro pasado. Hace poco, un sociólogo cometió la torpeza de sostener que el pasado era un estorbo para el desarrollo. ¡Basta de historias!, se desgañitaba citando a un autor neoliberal que había leído durante su maestría y, coincidiendo, de este modo, con Alan García que, refiriéndose a la última huelga de los aymaras, se burlaba: “los puneños creen todavía que los cerros tienen alma”.
A Jorge Mariano, se le puede encontrar, también, en el libro “Mata a esa chola de la waraqa” de José Luis Ayala que se publicó para abordar desde distintas ópticas “la huelga antiminera de los aymaras”. En este libro (entrevista que le hace el autor) caracteriza el movimiento como: “La lucha contra los elementos económicos de la dominación que explotan los minerales, son elementos representativos del imperialismo, término que ahora no se quiere utilizar, pero que existe y se lucha contra su dominio colonial o neocolonial…”. Algo más, agrega en otra pregunta: “La defensa de los recursos hídricos significa defender la vida en la Meseta del Lago Titicaca; motiva a los campesinos a asumir actitudes de lucha para lograr que los entes encargados de tomar decisiones en el gobierno, los tomen en cuenta” (p. 156-157).
Nuestro investigador era un defensor del lago Titikaka porque decía: “era la paqarina” de donde surgía la vida y donde fermentaba la esencia de la historia puneña y peruana. Leyendo sus trabajos no solo conoceremos nuestro pasado, sino beberemos de ellos la esencialidad de lo puneño que muchos intelectuales conocen como “puneñidad”. Jorge Mariano ha partido en la madurez de su vida, cuando todos esperábamos aún más de su inteligencia. Venía dando muestras de que su trabajo iría a culminar en una obra gigantesca. La comunidad científica a la que él pertenecía, también, aguardaba que fuera así. Lamentablemente, partió al más allá, con seguridad, para seguir investigando en aquellas otras dimensiones, tan inexorables, tan inquietantes.
A Jorge Mariano lo conocí hace solo unas dos décadas, gracias a su hermano, el Dr. Juan Luis Cáceres Monroy. Desde entonces, conversábamos de la tierra cuando llegaba a la bahía de Puno o, por la red cuando estaba en Lima o en otra ciudad del mundo. Hace cuatro años comenté en “Los Andes” un libro suyo. Últimamente estuvo para la fiesta del 15 de agosto. Juan Luis me habló para comentar su último libro en Cosmos Televisión; pero esa misma noche yo presentaba otro libro en la Casa de la Cultura del Municipio o el Auditorio de la Facultad de Derecho de la UNA, no recuerdo bien. Ello impidió que conociera y comentara dicha obra en la que Jorge Mariano presentaba otro estudio más sobre Puno. Me arrepiento de no haber concurrido aquella noche, de haber perdido la ocasión de extenderle un abrazo personalmente.
Se ha ido un puneño, se ha marchado un hermano nuestro. Que doblen las campanas de la catedral honrando su memoria. Que se junten las estrellas para musitar su nombre. Que se abran nuestros corazones para guardar su recuerdo por toda la eternidad. Sí, Mariano vivirá por siempre en nuestro corazón.
Descansa en paz, amigo mío, y hasta pronto.
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El investigador social Jorge Mariano Cáceres-Olazo Monroy acaba de fallecer en la ciudad de Lima – que se sepa-, sin que haya mediado alguna enfermedad de grave riesgo. Las honras fúnebres se realizaron el 04 de octubre en medio del dolor de sus familiares y amigos. Por tal razón, sus restos descansan en aquella ciudad donde está su familia más inmediata.
Puno pierde, por este hecho, a uno de sus intelectuales más representativos y a uno de los mejores investigadores de su promoción. Nació en la ciudad de Puno en 1943, en el hogar formado por el Dr. Adrián Cáceres-Olazo y la señora Julia Monroy. Fue antropólogo de profesión y doctor en Letras y Ciencias Humanas. Laboró como profesor principal e investigador en la Universidad Nacional Federico Villarreal. Fue, igualmente, docente de otras universidades del país y el extranjero. Escribió y publicó muchos libros y artículos científicos sobre las rebeliones campesinas y la cultura qollavina, en general. La realidad social del Qollao fue el centro de sus preocupaciones, sobre la que puso todas sus energías y talento.
Como profesor de la Universidad Federico Villarreal asumió el liderazgo de un grupo de investigadores que ha dado mucho que hablar en la comunidad académica. Para desarrollar un trabajo brillante y consecuente con sus principios se asimiló a organizaciones científico-sociales de la capital y el exterior. Al conjuro de este espíritu crítico y creador formó generaciones de antropólogos que siguen sus huellas en otras universidades y centros de investigación de reconocido prestigio
Jorge Mariano, como pocos puneños, dedicó toda su vida al estudio de Puno y, como tal, también se incorporó a la Sociedad de Americanistas, cuyos Congresos Internacionales llevados a cabo en México, España, Italia, Francia, etcétera, fueron el espacio exacto donde la comunidad científica testificó su proficua labor sobre la “situación qollavina”, como producto de sus estudios rigurosos en el Archivo General de la Nación, Archivo Regional de Puno, Archivo Arzobispal de Lima, Archivo Nacional de La Paz, Archivo Nacional de España y otras fuentes bibliográficas de gran prestigio y credibilidad.
Nuestro hermano Jorge Mariano es uno de los fundadores de la puneñidad, cuya fuerza interior nos nutre y nos señala el camino para seguir luchando por el desarrollo de Puno. Por eso, no me cabe duda de que se trata del más grande investigador puneño de su generación. Las poblaciones quechuas y aymaras están, también, en deuda con él, porque Jorge Mariano ha sido quien ha abordado el tema de las rebeliones campesinas, casi obsesivamente, haciendo uso de una serie de estrategias de investigación relacionadas con las ciencias sociales, que van desde el método histórico- lógico hasta la teoría de clases sociales.
Puede decirse que, el antropólogo Jorge Mariano Cáceres-Olazo Monroy; el arqueólogo Hernán Amat Olazábal y Augusto Ramos Zambrano, constituyen tres de los intelectuales que han dedicado los mayores esfuerzos para que los puneños nos reconozcamos como sociedad andina y, seamos, reconocidos como tales por el “otro”. Estos estudios, así como los que hicieron y siguen realizando diferentes investigadores peruanos y extranjeros son la base sobre la cual debe levantarse cualquier proyecto de desarrollo. Esa es la función de las ciencias sociales. Quizá el fracaso de muchos de estos proyectos sea porque no se trabaja sobre presupuestos serios y sustentables. Prisioneros mentales de la globalización y sus teorías sociales, en cuyo centro se encuentra el pragmatismo neoliberal, nos hemos acostumbrado a prescindir del conocimiento de nuestro pasado. Hace poco, un sociólogo cometió la torpeza de sostener que el pasado era un estorbo para el desarrollo. ¡Basta de historias!, se desgañitaba citando a un autor neoliberal que había leído durante su maestría y, coincidiendo, de este modo, con Alan García que, refiriéndose a la última huelga de los aymaras, se burlaba: “los puneños creen todavía que los cerros tienen alma”.
A Jorge Mariano, se le puede encontrar, también, en el libro “Mata a esa chola de la waraqa” de José Luis Ayala que se publicó para abordar desde distintas ópticas “la huelga antiminera de los aymaras”. En este libro (entrevista que le hace el autor) caracteriza el movimiento como: “La lucha contra los elementos económicos de la dominación que explotan los minerales, son elementos representativos del imperialismo, término que ahora no se quiere utilizar, pero que existe y se lucha contra su dominio colonial o neocolonial…”. Algo más, agrega en otra pregunta: “La defensa de los recursos hídricos significa defender la vida en la Meseta del Lago Titicaca; motiva a los campesinos a asumir actitudes de lucha para lograr que los entes encargados de tomar decisiones en el gobierno, los tomen en cuenta” (p. 156-157).
Nuestro investigador era un defensor del lago Titikaka porque decía: “era la paqarina” de donde surgía la vida y donde fermentaba la esencia de la historia puneña y peruana. Leyendo sus trabajos no solo conoceremos nuestro pasado, sino beberemos de ellos la esencialidad de lo puneño que muchos intelectuales conocen como “puneñidad”. Jorge Mariano ha partido en la madurez de su vida, cuando todos esperábamos aún más de su inteligencia. Venía dando muestras de que su trabajo iría a culminar en una obra gigantesca. La comunidad científica a la que él pertenecía, también, aguardaba que fuera así. Lamentablemente, partió al más allá, con seguridad, para seguir investigando en aquellas otras dimensiones, tan inexorables, tan inquietantes.
A Jorge Mariano lo conocí hace solo unas dos décadas, gracias a su hermano, el Dr. Juan Luis Cáceres Monroy. Desde entonces, conversábamos de la tierra cuando llegaba a la bahía de Puno o, por la red cuando estaba en Lima o en otra ciudad del mundo. Hace cuatro años comenté en “Los Andes” un libro suyo. Últimamente estuvo para la fiesta del 15 de agosto. Juan Luis me habló para comentar su último libro en Cosmos Televisión; pero esa misma noche yo presentaba otro libro en la Casa de la Cultura del Municipio o el Auditorio de la Facultad de Derecho de la UNA, no recuerdo bien. Ello impidió que conociera y comentara dicha obra en la que Jorge Mariano presentaba otro estudio más sobre Puno. Me arrepiento de no haber concurrido aquella noche, de haber perdido la ocasión de extenderle un abrazo personalmente.
Se ha ido un puneño, se ha marchado un hermano nuestro. Que doblen las campanas de la catedral honrando su memoria. Que se junten las estrellas para musitar su nombre. Que se abran nuestros corazones para guardar su recuerdo por toda la eternidad. Sí, Mariano vivirá por siempre en nuestro corazón.
Descansa en paz, amigo mío, y hasta pronto.
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