LECTURAS INTERESANTES Nº 915
LIMA PERU
6 SEPTIEMBRE 2019
TUVE UN SUEÑO
César Hildebrandt
Tomado de HILDEBRANDT EN SUS TRECE N° 458, 6SET19
S
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oñé que el
fujimorismo se moría envuelto en miasma, amarillento de ictericia, y que a su
entierro asistían Alan García, su padre putativo, y Cucharita Díaz, el que
fuera jefe del SIN (1986-1991) y se convirtiera, por órdenes del millonario
líder aprista, en asesor de oscuridades del entonces candidato presidencial
Alberto Fujimori, arropado desde Palacio. En el velatorio hablaban, entre
sollozos, Mauricio Mulder, chaleco bravo, y Yeni Vilcatoma, la topa musaraña,
mientras una multitud incalculable, afuera del recinto mortuorio, celebraba a
gritos tamaña y grata desaparición.
CHILICO |
Soñé que Pedro
Olaechea decía la verdad.
Soñé que Martha
Chávez podía amar. Soñé que Luna Gálvez se graduaba con honores en Cambridge y
que regresaba a fundar una gran universidad.
Soñé que Tamar
Arimborgo sonreía leyendo un cuento de Salinger.
Soñé que Carlos
Tubino decía cosas interesantes, completaba frases inteligibles, calificaba
con ironía.
Soñé que el
Perú se enderezaba, que la Confiep pensaba más allá de la codicia y el corto
plazo.
Soñé que la
izquierda reconocía el fracaso de la dictadura del proletariado en su versión
estalinista y que proponía un programa socialista moderno, verde y global,
firme y pacifista a la vez, doctrinario y no sectario, aguerrido pero sin
vocación de sangre.
Soñé que Edwin
Donayre pagaba su crimen con once años de cárcel y que luego, redimido y
creyente en los siete cielos, era nombrado presidente de Petroperú.
Soñé que Vargas
Llosa era auténticamente libre y escribía un artículo sobre las suciedades del
liberalismo puesto en práctica en Europa.
Soñé que el
feminismo radical brillaba por su inteligencia.
Soñé que la
ministra de Salud tenía un bebé prematuro y que todo salía bien en el Hospital
Regional de Juliaca, espléndidamente equipado.
Soñé que Luz
Salgado y Lourdes Alcorta comían donas mientras tomaban un té y conversaban sobre
la película de Javier Corcuera en tomo a Javier Heraud.
Mechain en PÉRU21 |
Soñé que Héctor
Becerril se presentaba al concurso del cuento de las mil palabras.
Soñé que en el
Tribunal Constitucional no volvían a tratar asuntos dinerarios.
Soñé que César
Hinostroza era extraditado y pedía perdón reconociendo sus miserias.
Soñé que
Alfredo Torres volvía a escribir en “El Comercio”.
Soñé que en el
Poder Judicial reinaba la limpieza, en la policía el honor, en la Fuerza Aérea
el escrúpulo contable, en el Ejército la gallardía y en la Marina el ejemplo
de Diego Ferré.
Soñé que la
prensa contribuía a acrecentar el amor por el país y a comprender su diversidad
compleja y contradictoria. En ese sueño, los medios de comunicación eran
influyentes, creíbles, respetables. En ese sueño vi a Valdelomar comiéndose una
empanada en el pasaje Olaya. En ese sueño estaban, cada uno por su cuenta, tres
cojos ilustres: Mariátegui, Diez Canseco y Lévano. Todos caminaban, erguídos,
por el centro de una ancha calzada.
Soñé que al
amor no lo deshacía el tiempo.
Soñé que la
derecha leía a José de la Riva Agüero.
Soñé que el
actual alcalde de Lima acertaba.
Soñé que Luis
Castañeda Lossio era un ciudadano sin manchas.
Soñé que Susana
Villarán era nuestra Rosa Luxemburgo.
Soñé que
Verónika Mendoza era capaz de criticar a La Pasionaria.
Soñé que venía
una nueva ola de historiadores que nos dirían la verdad sobre la independencia
y la guerra con Chile y que los libros escolares serían modificados de acuerdo
a ese renovado mensaje.
Soñé con un
líder sabio y moderado, no salido de los partidos sino de la
desesperación
nacional, que presentó un programa que entusiasmó a todos y creó una conciencia
distinta sobre las urgencias del Perú.
ANDRES EN EL COMERCIO |
Soñé que
teníamos una carretera central decente, una panamericana de doble pista de
frontera a frontera. Soñé que Odebrecht había sido expulsada antes de la
realización de esos proyectos.
Soñé que
construíamos represas y almacenábamos agua para la crisis hídrica que será
grave a mediados de este siglo.
Soñé que creábamos,
con presupuesto notable y mucho talento, el Instituto Nacional de la
Informática, la Innovación y la Inteligencia Artificial.
Soñé que Keiko
Fujimori abandonaba la prisión de su dinastía y los mandatos rencorosos de su
ascendencia.
Soñé que éramos
un país mediano, ordenado, civilizado y decidido a ser feliz.
Soñé, en suma,
que éramos un país.
Fue un sueño
idiota, ya lo sé. ■