viernes, 25 de abril de 2025

EMPIEZA A CALENTARSE EL AMBIENTE ELECTORAL 2026

 VICENTE ALANOCA AROCUTIPA

UN AYMARA RUMBO A LA PRESIDENCIA DE LA REPUBLICA

RETO APASIONADO, DESDE LAS ORGANIZACIONES COMUNALES

Por: Rolando Waldo GÓMEZ POMA

“Nuestro líder ayamara Vicente, siempre nos ha acompañado en las reuniones que las organizaciones comunales, ronderiles y sociales orientándonos, haciéndonos conocer cómo salir de la problemática social que vivimos, por eso en una reunión ampliada se ha acordado lanzar la propuesta de que este hermano aymara sea nuestro representante a nivel nacional para presidente de la república del Perú, nacido desde el consenso popular y con una propuesta no política sino que obedece a nuestras necesidades” dijo un líder comunal, que evitó sr identificado por temor a represalias.

Vicente Alanoca Arocutipa, es docente universitario y se considera líder indígena aymara que ha lanzado su precandidatura a la presidencia del Perú bajo la bandera del partido Nuevo Perú, por el Buen Vivir.

Su trayectoria incluye grados académicos como doctorados en Derechos Humanos y Desarrollo, así como en Historia de América Latina y Mundos Indígenas. “Doctor en Derechos Humanos y Desarrollo y doctor en Historia de América Latina y Mundos Indígenas por la Universidad Pablo de Olavide Sevilla-España. Magister Scientiae en Lingüística Andina y Educación-UNA-Puno. Licenciado en Antropología y licenciado en Educación Secundaria, especialidad Historia, Geografía y Ciencias Sociales. Miembro de Comité de Científico y editorial de Revistas Nacionales e Internacionales. Conferencista en diversos eventos nacionales e internacionales. Docente visitante de posgrado de diversas universidades nacionales e internacionales. Fue investigador visitante en la Universidad Complutense de Madrid. Estancia postdoctoral en la Universidad Pablo de Olavide, Sevilla-España. Fundador de la Asociación Centro de Investigación y Escuela de Pensamiento Crítico Aymara y de la Revista de Pensamiento Crítico Aymara”. ficha CTI- https://ctivitae.concytec.gob.pe/.../VerDatosInvestigador...

Entonces, Alanoca representa una propuesta política basada en el pensamiento político ancestral andino, que busca integrar justicia comunitaria, reciprocidad y armonía con la naturaleza. Su discurso trasciende las divisiones ideológicas tradicionales, afirmando que no se encasilla en izquierda, centro ni derecha. Esto lo posiciona como un líder que conecta profundamente con las comunidades indígenas y rurales, especialmente en el altiplano peruano, donde su mensaje resuena con las luchas históricas de los pueblos originarios. Siendo además oriundo de esos lares, por lo que entiende mejor la caótica situación vivencial de sus orígenes.

Su candidatura plantea un desafío interesante en el escenario político peruano, donde los partidos tradicionales dominan. ¿Crees que su enfoque ancestral podría atraer a un electorado más amplio?, según información proporcionado por el Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI) en el estudio Perú: Estado de la Población en el año del Bicentenario 2021, publicado con motivo del Día Mundial de la Población, la población del país alcanzó 33 millones 35 mil 304 habitantes, habiendo aumentado en 17,7 veces, respecto a los resultados del Primer Censo de Población de la época Republicana realizado en el año 1836 que totalizó 1 millón 873 mil 736 personas; además con datos científicos se dio a conocer que el Perú es considerado como uno de los países con mayor diversidad étnica y lingüística. El Censo de Población y Vivienda del año 2017 identificó la existencia de 55 pueblos indígenas, 51 de ellos amazónicos y 4 andinos; además de la presencia de la población afroperuana.

De acuerdo a la autopercepción étnica de la población de 12 a más años de edad por sus costumbres y antepasados, el 25,7% se considera de origen indígena, principalmente quechua con 22,3%, aimara con 2,4%, y de etnias amazónicas con 1,0%, entre las principales. El 3,6% se autoperciben afrodescendientes; el 5,9% de origen blanco. En tanto, el 60,2% se identifica como mestizo. De igual forma, el 16,3% de la población del país, tiene como lengua materna una lengua nativa, principalmente el quechua con 13,9%, aimara 1,7% y el 0,8% alguna lengua de la Amazonía. En tanto, el 82,6% tiene como lengua materna el castellano.

Con el enfoque ancestral de Vicente Alanoca Arocutipa tiene el potencial de resonar más allá de las comunidades indígenas y rurales, especialmente en un contexto donde muchos peruanos buscan alternativas a los partidos tradicionales. Su mensaje de justicia comunitaria y armonía con la naturaleza podría conectar con sectores urbanos progresistas preocupados por temas como el cambio climático y la desigualdad social.

Sin embargo, el desafío radica en traducir este enfoque en propuestas concretas que aborden las necesidades de un electorado diverso. La clave será cómo logre comunicar su visión y construir alianzas estratégicas para ampliar su base de apoyo. ¿Crees que el Perú está listo para un cambio tan significativo en su liderazgo político?. Según los datos estadísticos, solamente con la identificación de una lengua materna como el aymara, podría tener un colchón electoral seguro y si consigue el apoyo de las otras comunidades linguales como el quechua,… prácticamente Alanoca Arocutipa podría ser el próximo presidente de la republica peruana… pero, nuestra realidad es contraria a las identidades y lamentablemente la política como tal está concebida desde la inyección económica astronómica en cada proceso electoral por parte de los “partidos” políticos que ahora mismo nos están gobernando. Además es utópico pensar sobre la apertura de los medios de comunicación de tendencia nacional y pro patronal para dar un espacio al candidato Alanoca Arocutipa. El reto está viento en popa, ahora el discurso ideopolítico claro y preciso es el que debe pulir el líder aymara… debemos desear suerte en este proceso electoral y de ser humanamente posible, sumarnos a su propuesta. <+>




OPINION. HILDEBRANDT SOBRE EL PAPA RECIENTEMENTE FALLECIDO

 FRANCISCO

César Hildebrandt

En HIDEBRANDT EN SUS TRECE Nº 730, 25ABR25

V

engo de una familia de no creyentes practicantes. Mi abuelo Benjamín, que era masón y llegó a ser maestro de una logia, fundó un diario anticleri­cal en Trujillo, diario en el que mi abuela hacía de fotógrafa. Mi tío Américo, que fue parte de la bancada aprista expulsada del congreso que redactaba la constitución de 1933, abrazó también la causa ma­sónica y caminó por las trochas de los librepensadores. Mi madre, que cocinaba muy bien, habría hecho un seco de curas si la ley se lo hubiese permitido. Por el lado de mi padre, recibí igualmente el mensaje glacial de que la iglesia era una distracción y que la única religión aceptable era la del trabajo, la razón y, cuando se tenía, la de la inteligencia. Y cuando en un colegio vi al cape­llán coquetear y darse de manitas con los chicos más guapos de la promo, sentí que las advertencias recibidas no habían sido en vano.

De modo que yo debí ser un cruzado inverso, un hereje tronante. Y, sin embargo, no lo fui.

Siempre he estado dis­tante, es cierto, del folklo­re eclesiástico, las procesiones, las vírgenes múltiples y topónimas y las santas borracheras de las fiestas patronales. Esa distancia se acrecentaba cuando personajes venecianos como Cipriani hacían de embajadores de la fe y cuando aparecían, con cada vez más frecuencia, denuncias sobre las atrocidades sexuales cometidas por miembros de la iglesia.

Jamás pude creer en todo aquello que reúne a millones y les hace rezar en nombre de un dios colosalmente policial que sabe lo que hacemos pero que no hace nada para impedirlo. Jamás pude creer en la santísima trinidad, que fue un invento conciliar, y mucho menos en la infalibilidad papal, que fue la mayor arbitrariedad del papa Pío Noveno.

Pero nada de eso me impidió tener admiración por Cristo, un personaje histórico que se enfrentó a la casta de su época y desafió el peso de los hábitos y la corrupción de un sistema colonial. No creí en sus milagros, tan tontamente contados siglos después de que no sucedieran, pero sí en su mensaje de compasión por los débiles y en su prédica en contra del poder abusivo de las élites. Cristo propone la espiritualidad como un modo de rechazar la astucia del dinero, el engaño del ma­terialismo puro y duro, la servidumbre de los condenados. Y se enfrenta a los fariseos porque estos convierten el rito en propósito divino mientras toleran el inmovilismo social.

Para decirlo en la lengua del Perú ac­tual: Cristo era el terruqueable perfecto, el enemigo a abatir por parte de todos esos que hoy se sienten emisarios de alguna Roma imaginaria. La derecha peruana lo habría encarcelado ape­lando a jueces sin rostro y a la prensa de la crucifixión.

Por todo eso me simpatizaba Francisco. Porque nos recordaba a su manera que sin los pobres y los arrumados, la iglesia es un club de encantados, una sociedad anónima, un gran olvido. Sin los marginados del mundo, la iglesia de San Pedro es un monu­mento a ese poder que Cristo no habría deseado.

Francisco habló sobre el fracaso humano de Cristo en la cruz y eso desató la ira de los conservadores. ¿Fracaso? -preguntaron. ¡Herejía! -contestaron. Pero Francisco decía la verdad. Cristo no cambiaría el mundo sino en el transcurso de los siglos y su vida fue sólo la siembra de esa semilla disruptiva. No fue su culpa que su legado moral se convirtiera en ese botín degenerado que los Borgia administraron durante años.

Estoy seguro de que Francisco, como buen jesuíta, sabía que, en el fondo, la desgracia de la cristiandad fue el papado, el poder de la fe excluyente, la alianza corrupta con los más altos linajes. Y por eso estoy seguro también de que Bergoglio, como lo llamaba la derecha latinoamericana, sufría el cargo como nadie. Porque su máxima aspiración -vuelvo a estar seguro- era una iglesia podada de oropeles, modesta y ejemplar.

La derecha lo odiaba. Milei lo insultó hasta el asco y fue lo suficientemente puerco como para ir a visitarlo y re­cibir su tácito perdón cuando los argentinos lo nombraron presi­dente.

En nuestro medio, Tudela, el que movía el trasero al son del ritmo del Chino en las elecciones fraudulentas del año 2000, se extrañaba de que el papa no hiciera comentarios so­bre Cuba. Y cuando se metió con el Sodalicio, los comentarios arreciaron. Para esos torquemadas de Willax, no había dudas: el papa era comunista.

No lo era, por supuesto. Era vagamente peronista, leal a los viejos descamisados que fueron la herejía de la Argentina rural y cruel de Roca o Uriburu. No creía, sencillamente, en este orden mundial impuesto a bombazos. Pero no lo podía decir porque era consciente de que presidía una iglesia que es parte de esa trama. Más que papa, Bergoglio fue un rehén, un huésped incómodo, un traidor inconcluso.

Ahora se ha muerto. Y yo, que nada tengo de católico, siento que hemos perdido a alguien importante. <:>

jueves, 24 de abril de 2025

PARA EL DEBATE POLITICO-IDEOLOGICO PRE ELECTORAL

 SER “CAVIAR”

por Efraín Gonzales de Olarte

E

stoy seguro de que la mayor parte de quienes usan la palabra caviar y sus derivados en el Perú no saben que se trata de los huevos del esturión, pez que no existe en nuestro país. Como apelativo político, comenzó a usarse en París en mayo de 1968, cuando estudiantes de sectores acomodados, acostumbrados a consumir productos de lujo en ocasiones importantes como el caviar, fueron actores de manifestaciones estudiantiles y sindicales apoyando cambios radicales en la política y sociedad francesas. A ellos los denominaron caviares.

Esturión

En el Perú de los últimos años se ha generalizado su uso tanto por políticos tanto derechistas como izquierdistas que tienen en común ser sectarios y profundamente ignorantes, con el fin desacreditar, estigmatizar o denigrar a personas que no comulgan con sus ideas y que, proviniendo de clases medias, promueven la democracia, los derechos humanos, la separación de poderes, la justicia social, inclusión y la tolerancia, y que se caracterizan por haber accedido a una educación y formación bastante más rigurosa que la de sus detractores.

La descalificación proviene de que alguien con un nivel acomodado de vida no puede ser progresista ni debe preocuparse políticamente por los pobres o por los excluidos. Se niega la posibilidad de tener sensibilidad social y promover la solidaridad. Como si estuviera prohibido pensar en el bienestar de quienes pertenecen a una clase o grupo social distintos del propio. Se trata pues de un pensamiento profundamente reaccionario.

Caviar: "huevera" del esturión

Así, los “caviares” y el “caviarismo” se han convertido en un fantasma al cual tanto los extremistas de derecha e izquierda con escasa formación le atribuyen todos los males del Perú, a tal punto que el “anticaviarismo” se ha convertido en una muletilla, que cualquier político o ciudadano que tiene un problema cuyo origen no sabe explicar lo utiliza para descalificar a quienquiera que tenga una explicación lógica y coherente y, especialmente, progresista y democrática.

Es interesante cómo “los caviares” —que no tienen organización, tampoco líderes, no tienen militantes ni financiamiento— han sido construidos como enemigo político por los seudopolíticos que, identificándose a sí mismos como “de derecha” o “de izquierda” sin ideología ni doctrina política claras, coinciden en algunas cosas importantes

-  Primero, en su afán por gobernar promoviendo sus intereses particulares o corporativos, sin preocupación por el bien común.

-  Segundo, en sus esfuerzos por corromper o destruir todo vestigio de institucionalidad en el país que pudiera ser obstáculo para sus intereses.

-  Tercero, en sus ataques para hacer retroceder todo logro en términos de derechos y justicia social que se haya podido alcanzar hasta ahora.

Como no son capaces o no les interesa justificar o siquiera debatir las ideas, todo se reduce a adjetivos, insultos y prepotencia.

En la práctica, los ataques de derecha e izquierda están configurando a los “caviares” como una opción política de centro que, interesantemente, se va ampliando tanto hacia la izquierda y a la derecha menos radicales, que conservan convicciones democráticas. Y ese es quizás el mayor temor de los extremos, pues a estas alturas del proceso político peruano los políticos que están en el Congreso, casi todos ellos “anticaviares” y el Gobierno, tienen más de 90% del rechazo de la ciudadanía.

Quizás sea el momento propicio para la conformación de un partido o un frente de centro que el Perú está reclamando para volver a dialogar, a buscar salidas conjuntas a la crisis, rescatar las instituciones que han sido objeto de cambios que las desnaturalizan y, sobre todo, volver a pensar en el bien común de los peruanos. <:>

SOMOS CAVIARES

César Hildebrandt

En HILDEBRANDT EN SUS TRECE Nº 723, 7MAR25

E

l miedo es una construcción complicada.

Para infundirlo hay que tener cierta autoridad.

No puede infundir miedo un pobre diablo. O, en tiempos de inclusión imperativa, una pobre diabla. Pero, claro, hay excepciones. Donald Trump es, personalmente, un pobre diablo. Pero está montado en un PBI de gigante, un arsenal nuclear de pavores, cien bases militares alrededor del mundo, un servicio de
inteligencia con licencia irrestricta y cementerio propio. En su caso, es el cargo el que lo hace temible.

El problema es cuando quieres asustar a la prensa que te incomo­da, arrinconar a la fiscalía, anun­ciar la guerra del fin del mundo a los caviares, pero todo el mundo sabe que tú no mandas, todos saben que eres una servidora del congreso, nadie duda de que confías en torcer la ley para que no te alcance.

La señora que va a Palacio a fingir que nos gobierna estaba convencida de que iba a produ­cir un terremoto. Lo que vino fue una risotada. Era la versión a color de “Ahí está el detalle”, cuando Cantinflas solicita el fusilamiento de su propio abogado.

Daba risa y vergüenza ajena verla con el ceño fruncido y con voz de supuesta indignación dirigirse a la opinión pública con el fin de convencerla de que hay una conspiración en su contra.

Y todo porque se atrevieron a allanar el domicilio del sujeto que ejerce un cargo ministerial porque sabe demasiado y tiene acreencias todavía no pagadas.

Por supuesto que nadie conspira contra la señora.

No es necesario reunirse en rebeldía para socavar la estabi­lidad de un gobierno repulsivo que apenas se sostiene.

Quienes conspiran son, en todo caso, los ministros como el de educación y el de cultura. Ellos, disfrazados de alfombras, aumentan el descrédito y acrecientan el rechazo.

El congreso del hampa ha recreado una derecha mediática que está a la altura de sus propósitos. Esa derecha pretende que se condene socialmente a quienes no compartan sus me­tas: convertir el statu quo en un programa político, normalizar la extrema desigualdad, endiosar hasta el crimen el mercado corrompido por la concentración y las coimas, mineralizar los privilegios de ciertas castas.

Caviarizar es el sinónimo actualizado de terruquear.

Pasó de moda el terruqueo porque las ruinas de Sendero en el Vraem ya no intimidan. Lo que se ha impuesto como ley marcial es caviarizar. Caviarizan los que se siguen sintiendo dueños del país.

Somos caviares, por ejemplo, los que decimos que el Congreso -domi­nado por Fuerza Popular, Alianza para el Progreso, Renovación Popular, los pájaros fruteros de Acción Popular, el zombismo de Somos Perú y los primos de la China Tudela de Avanza País- es una organización criminal dedicada a cambiar las leyes que nos protegen de los delincuentes.


Somos caviares los que no nos sumamos al festín caníbal de hervir en vida a quienes tuvieron el acierto de cerrar el Congreso en el que 73 fujimoristas, teleguiados por la heredera de la mafia paterna, gobernaban el Perú sin haber ganado las elecciones.

Somos caviares los que no les creemos a los abogados del dia­blo convocados por la peor televisión para decimos, en nombre de los forajidos que representan, que la Fiscalía está politizada, que Vela y Pérez son cómplices de Odebrecht y que la detención preliminar o la ley de extinción de dominio ofenden el debido proceso y los derechos constitucionales.

Somos caviares, en suma, los que no somos parte del juego de la derecha bruta y achora­da que hoy aspira a llenar la agenda política y tiende a la censura y la cancelación del adversario.

Esa es la derecha de la po­dredumbre fujimorista, del reinado de Odebrecht entre gobiernos y constructores, del alanismo de Pepe Graña.

Es la derecha de los techos que se caen matando y de la presidenta que mata para no caer. Es la vieja derecha que hoy luce tatuajes y peinado recio.

Esa derecha quiere que la arropemos, que le demos las gracias por los servicios prestados y por el futuro que habrá de construimos en los próximos siglos. Es la dere­cha colgada de la bandera del Perú.

La derecha bruta y acho­rada confía en la indulgencia de la mala memoria y en la prostitución de buena parte de la prensa. Confía en las eleccio­nes del caos, en los mensajes obsesivos de sus bandas troleras y en que la extrema necesidad produce muchas veces las peores decisiones.

La derecha dice que cree en el país. Mentira. La mayor parte de la derecha peruana no tuvo ni tendrá identidad nacional. Para ella, el Perú es mina, garbanzal, exoneraciones y lobismo. <+>

miércoles, 23 de abril de 2025

MAS, MUCHO MÀS, SOBRE VARGAS LLOSA

PARA LA HISTORIA DE PUNO

 Jaime Ardiles Franco, connotado periodista, escritor y académico puneño presenta su libro "MENSAJEROS", en el que trata del conflicto que tuvo lugar en la provincia de Chucuito a principios del siglo XX, cuyo origen fueron los abusos que sufrían los indígenas del distrito de Santa Rosa-Huanacamaya por parte de las autoridades locales. La agitación llegó hasta Lima a través de los "cabecillas", representantes o delegados de las comunidades y parcialidades de la zona (los "mensajeros") José Antonio Chambilla y Mariano Illachura. En Lima, los periódicos hicieron la defen­sa de los indígenas al punto que en 1902 el presidente López de Romana envió una comisión presidida por Alejandro Maguiña para investigar protestas campesinas. Ardiles presenta documentadamente las vicisitudes de este viaje y el papel que cumplieron tanto los mensajeros como los que los apoyaron, entre los que destaca el puneño Santiago Giraldo. La lectura de esta obra es imprescindible para el conocimiento de las luchas indígenas en Puno. (GVC)


 

martes, 22 de abril de 2025

LECTURAS INTERESANTES

 LA LETRA “Ñ”

Por Iván Fernández Amil

En: https://luisperulorber.blogspot.com/2025/04/la-letra-n.html

L

a letra "Ñ" no existe en inglés, ni en francés, ni en alemán. No viene del latín y, sin embargo, está en miles de palabras del castellano y en lenguas como el gallego, el euskera, el quechua o el filipino.

Es única. Y esta es su historia.

En la Edad Media, cuando los libros se copiaban a mano y cada trazo costaba tiempo, tinta y paciencia, los monjes idearon un recurso ingenioso. Para ahorrar esfuerzo, comenzaron a abreviar letras duplicadas usando un trazo sobre la letra original.

Los "monjes copistas" de la Edad Media copiaban la Biblia
Así, donde debía escribirse “anno”, escribían “año”. La virgulilla (~) sobre la N indicaba que ahí había una doble N. Lo mismo pasaba con palabras como “donna” (doña), “pannum” (paño) o “hispannus” (español). No era un adorno, era pura necesidad y ahorro de costes.

Con el paso del tiempo, ese signo dejó de ser solo una abreviatura, empezó a pronunciarse de forma diferente y se convirtió en una letra con valor propio, en un sonido nuevo. Lo que antes era ahorro, acabó siendo identidad.

La Ñ representaba un sonido único, distinto de la "N", un sonido que no existía en latín clásico y que fue evolucionando con fuerza en el castellano. Porque, mientras otras lenguas evitaban el problema, el español lo convirtió en parte del sistema.

La primera vez que apareció impresa fue en 1492, el mismo año en que Colón llegaba a América y Nebrija publicaba la primera gramática del castellano. En ese libro, la "Ñ" ya figuraba como letra independiente y no era casualidad, era un símbolo de modernidad.

Otras lenguas tomaron caminos distintos. El francés usó “gn” (como en “champagne”), el italiano también (“lasagna”), el portugués optó por “nh” (“senhor”) y el inglés simplemente no tiene ese sonido. Solo el castellano se inventó una letra y la convirtió en letra oficial.


Con el tiempo, la "Ñ" se extendió por el mundo. Hoy aparece en lenguas originarias de América como el quechua, el aimara, el mapuche, el guaraní o el náhuatl, también en el gallego, el euskera o el tagalo de Filipinas, pero no en el catalán, donde se usa "ny".

Su importancia es tan extraordinaria que, en 1991, cuando las empresas de informática quisieron eliminarla de los teclados, se armó un escándalo brutal. Decían que no era necesaria, que ocupaba espacio y que dificultaba la “globalización”. Pero España dijo que no. Y ganó.

Desde entonces, la "Ñ" se ha convertido en mucho más que una letra. Es una declaración, una defensa de lo propio, una señal de que el lenguaje también tiene memoria, territorio e historia y que no todo debe adaptarse a lo anglosajón.

Porque la "Ñ" no es una rareza, sino una huella de cómo el castellano creció a partir de lo que tenía, y no de lo que le faltaba. Una prueba de que la lengua también se inventa y se vive.

No es casual que esté en palabras como “año”, “niño”, “sueño” o “España”. Todas ellas hablan de tiempo, de identidad, de futuro.   


De algo que se proyecta más allá. En todas ellas está la "Ñ", esa letra medieval que emplean cada día más de 600 millones de hispanohablantes. <+>


lunes, 21 de abril de 2025

VOCES A VARGAS LLOSA

DESDE LAS ENTRAÑAS DEL PERÚ

Jimmy Calla Colana

T

ú, Vargas Llosa, escribiste desde la vieja España colonial, desde el mundo occidental, desde los salones de vidrio donde la falsa modernidad se proclama única, verdadera e irrefutable. Pero desde esa caja de cristal, te olvidaste del barro pensativo, del viento frío, del canto quechua y aimara, que aún susurra entre las piedras del Ande. Has mirado al Perú por encima de tus pares, como quien mira una postal amarillenta y antigua, sin oír el temblor y la tempestad andina que vive bajo la piel de la historia.

En la nobleza española
Te duele no haber sido José María Arguedas, lo confesaste. No haber sido César Vallejo, quisiste morir el día que él murió.

Te duele su vínculo visceral con el mundo indígena, su capacidad de nombrar lo que tú apenas intuyes. Él era el puente entre dos sangres. Tú, apenas un espectador que escribe desde la distancia balconeril. Te molesta su ternura subliminal por lo que tú llamas “atraso”. Te incomoda su amor por lo que tú, con palabras finas, quisieras enterrar bajo el constructo “superación”.

Tu liberalismo neoliberal es una batahola donde solo caben los que aplauden al llamado “progreso” con acento colonial. No ves que este país no nació en Europa, sino en el cruce de los hermosos caminos de los Andes, en las voces que no aparecen en tus novelas.

El Perú que tú proclamas no reconoce a sus propios hijos. Los rechaza, los marginaliza, los convierte en personajes sin voz.

Aún hoy el Estado peruano funciona como en los tiempos del virreinato. De qué sirve que se disfracen con atuendos andinos fingiendo lo que no son, cambian sus discursos, pero no cambia la lógica del desprecio.

Nosotros descendientes ancestrales, los que portan el 70% de la herencia genética de esta tierra, seguimos siendo “extranjeros” en nuestra propia nación. Y tú, en lugar de tender puentes, alzas muros con la sintaxis verborreica de palabras elegantes y distorsiones elubricadas en las tinieblas de la indiferencia. Predicas la libertad, pero niegas el derecho a la existencia.

La tempestad de los Andes trajo a Lima rostros que no querías ver. Los cerros se llenaron de vida, de colores, de lenguas y casas sin ningún servicio público. Pero tú preferiste pensar en los reyes y virreyes y su falso abolengo. No viste la justicia de ese retorno, de ese reencuentro con la ciudad. No entendiste que no venían a invadir, sino a reclamar lo que siempre fue suyo.

Cornejo Polar te desenmascaró. Dijo lo que muchos temían decir: que tu visión es eurocéntrica, que tu proyecto de nación excluye todo lo que no cabe en la vitrina occidental. Y tenía razón. Tus ideas, genuflexas, se quedaron ancladas en el siglo colonial. Hoy el Perú ya no cabe en tu modelo. Ha crecido, se ha diversificado, ha despertado en una tempestad de los andes.

Escritor indigenista
Mientras tú hablas de modernidad, los Andes siguen respirando su sabiduría milenaria. Mientras tú aplaudes al mercado, los pueblos originarios siguen enseñando que no se vive solo del consumo, sino del equilibrio, del respeto, de la solidaridad. Mientras tú te quedas solo con tus “certezas” egocéntricas, el Perú real camina, avanza, resiste.

No se trata de negarte, Vargas Llosa. Eres parte de este país, como lo son sus contradicciones. Pero sí se trata de decirte que has olvidado algo esencial: que el Perú no es solo Lima, ni solo lo que cabe en tus libros. El Perú es también lo que tú no quisiste ver. Y algún día -cuando el eco del mundo andino llegue hasta tu escritorio- entenderás que la modernidad no se impone: se construye desde sus raíces.

Y hoy, desde el corazón que nunca lograste comprender, te decimos basta. Basta de vernos como los rezagados de la historia. Basta de pensar que el progreso solo viene de afuera. Basta de querer borrarnos con discursos pulcros y premios relucientes. Porque no hay razas superiores. Porque no hay razas inferiores. Porque todos -todos- somos hijos de esta tierra herida, hermosa y rica.

El color de la piel no define la inteligencia. Nuestras lenguas (quechua y aimara, sobre todo) que valoran los europeos por su afectividad y que lo habla el mundo andino no mide el valoramiento individual. La sangre indígena no es un atraso: es sabiduría, es resistencia, es dignidad. No nos avergüenza nuestra raíz. Nos avergüenza el racismo que aún se disfraza de civilización. Nos avergüenza el desprecio, el silencio impuesto, la exclusión adornada con palabras cultas y disfraces electoralistas.

Hoy alzamos la voz, no para pedir permiso, sino para tomar lo que siempre fue nuestro: la palabra, la historia, el país. Este no es tu Perú, Vargas Llosa. Este es el Perú de todos. Y en este Perú, nadie vale más por apellidarse como europeo, por su dinero o por su color de piel. Nadie vale menos por llevar en su rostro la memoria del Ande. Aquí se acaba tu monólogo. Aquí comienza nuestro grito.

Somos iguales. No más racismo. No más desprecio. En el Perú, el mundo andino no pide permiso: existe, resiste y vive. <:>