viernes, 25 de junio de 2021

LA COYUNTURA ELECTORAL SEGÚN HILDEBRANDT

 

PARAR LA CONSPIRACIÓN

César Hildebrandt

E

Tomado de HILDEBRANDT EN SUS TRECE N° 545, 25JUN21

l golpe de estado se está consumando.

Esta vez no hay tanques, milicos con metralleta en la esquina del congreso, casas rodeadas por la soldadesca.

Es un golpe distinto. Es un aporte imaginativo del Perú al golpismo de las derechas globalizadas.

Se trata de robarle la elección a Pedro Castillo, el profe chotano y mal hablado que pudo de­rrotar a la señora que encarna­ba todas las codicias de los que cortan el jamón.

Es trumpismo andino, como se me ocurrió decir hace tres semanas. Pero es trumpismo exitoso.

No toman el Congreso (capi­tolio) porque ya lo tienen en sus manos y, mientras tanto, arman un Tribunal Constitucional ad hoc que pueda servirles próxi­mamente en el caso de que la le­gitimidad de las elecciones vaya como tema a su jurisdicción.

No toman los periódicos por­que ya son suyos ni censuran a la televisión porque ya se encama­ron hasta la náusea con ella. Lo que hacen, más bien, es sabotear al Jurado Nacional de Elecciones que se niega a darles la razón. Lo que exigen es saber quiénes vota­ron por quién y lo que intentan es puentear y negar el trabajo de la ONPE a la hora del conteo.

Al mismo tiempo, su prensa anuncia baños de sangre y algunos militares en retiro, pensiona­dos por un régimen especial que nada tiene que ver con las mise­rias de los civiles sometidos a la ONP y con la estafa de las AFP fujimoristas, salen a la calle con las espaditas que les sirvieron para impresionar a sus novias en las fiestas de etiqueta. Y ahora se suman los generales en retiro de la PNP, muchos de los cuales estuvieron metidos en desmanes presupuestarios y malversaciones todavía impunes.

La notoria procesada Keiko Fujimori está a la cabeza de esta operación. La derecha más chaba­cana, el fascismo menos letrado, la cutra en frac, el club de la cons­trucción, los que tienen expedien­tes abiertos y futuro en la sombra están con Keiko Fujimori.

Ellos asienten complacidos con cada paso que da el golpe de es­tado. Su esperanza es que el país trague ese sapo y que los milita­res hagan el trabajo sucio ante una nación sometida al terror.

La estrategia “electoral” del fujimorismo, líder otra vez de la derecha peruana, ya resulta irre­levante.

Primero trataron de decir que les habían hurtado votos. Después dijeron que a Castillo le ha­bían regalado votos fraudulentos. A estas alturas lo que piden es que todo se anule, lo que es tácita confesión de perdedores.

Lo que no aceptan es que Pe­dro Castillo sea ya el presidente, electo del Perú. Lo que dicen es que si la candidata no ganó, en­tonces “tuvo que haber fraude”. Es la Torre Trump construida por Graña y Montero.

No dirían eso, claro, si el gana­dor hubiese sido De Soto, López Aliaga o Acuña. No lo dirían si hu­biese sido Lescano. El problema no es que la eterna perdedora volvió a perder. El problema es que perdió ante el único candi­dato que “no debía ganar bajo ninguna circunstancia”.



Eso es lo que piensa el empresariado ultraderechista que, hoy ni siquiera se siente re­presentado por la CONFIEP, acusada de tibia. Eso es lo que piensan los militares herederos del veto que privó a Haya de la Torre de la presidencia en 1962. Eso es lo que atienta el entorno prontuariado de Keiko Fujimori.

Digámoslo claro de una vez por todas: la jefa de una organización criminal -la definición es del fiscal José Domingo Pérez-, que sirvió para recaudar decenas de millones de plata negra, ha decidido subvertir el orden democrático después de perder su tercera elec­ción. Y a eso se están prestando la prensa despatarrada, un gran sec­tor del empresariado, el Congre­so, algunos militares en retiro que viven privilegiadamente gracias a los impuestos que se recaudan.

El fujimorismo, como siempre, es fiel a su ADN, al síndrome au­toritario y placentario que lo de­finió. Como el fraude no se pudo demostrar porque fue un invento surgido de la derrota, pues enton­ces hay que tumbarse al Jurado Nacional de Elecciones, en cuyas manos está proclamar al ganador. Y si el JNE se rehace y quiere se­guir calificando los pedidos de nulidad, pues entonces continuarán los recursos, las apelaciones a ins­tancias judiciales, los pedidos de reconsideración, los habeos data: la creatividad de los bufetes dedi­cados a blindar al hampa tiende a parecerse al infinito.

Mientras tanto, no hay presi­dente electo tres semanas después de la elección. Y el plan es -no lo olvidemos- que no lo haya.

La operación tiene un cronograma pensado por algún SIN zombi que ha vuelto a probar carne humana y tiene hambre. Se trata de que el próximo y bicentenario 28 de julio sigamos sin gobierno en cuanto al poder ejecutivo se refiere. ¿Qué ten­dríamos? ¡El Congreso!

El plan es que en ese recinto, donde todo puede ocurrir, se elija como líder a alguien lo suficiente­mente audaz como para que, ante “el vacío de poder”, asuma la pre­sidencia de la república de modo provisional y convoque nuevas elecciones. ¡Operación coronada!

¿Y las provincias desprecia­das? ¿Y la reacción de los casi nueve millones de peruanos que votaron por Castillo?

El cálculo es que ese “costo social” y político puede ser manejable. ¿Cuántos muertos se ne­cesitan para poner en jaque a un gobierno golpista que aducirá estar cumpliendo con la ley dado que el Jurado Nacional de Elecciones no pudo proclamar a un ganador?

Los opinólogos de la comparsa golpista recordarán que en 1962, ante la parálisis del JNE por las acusaciones de fraude impulsadas por los militares que habían vetado históricamente a Haya de la Torre, se dio el golpe de estado del 18 de julio. Hubo nuevas elecciones en las que Femando Belaunde obtu­vo el triunfo. Víctor Andrés García Belaunde, ahora encajado en las tesis del fujimorismo derrotado, debería repasar ese episodio.

Lo que no sabe Keiko Fujimo­ri es que si el golpe se produje­ra tal como lo hemos intentado describir, ella estará, al final, fuera del juego.

La derecha no volverá a apos­tar por alguien cuyo antivoto es como el peñón de Gibraltar. La ironía es que el golpe, tramado por sus secuaces y refinado por los uniformados, terminaría con la carrera de quien quiso imitar a su padre olvidando que una retroexcavadora no es lo mismo que un tractor hipocritón. Si la derecha la dejara en la cuneta, como podría suceder perfecta­mente, a la señora la esperan las lentitudes repetitivas de la chirona: nadie sabe para quién trabaja.

En resumen, dependemos del Jurado Nacional de Elecciones. El golpe “suave” se evitará si el JNE cumple su tarea a tiempo y, en nombre de intereses mayores que tienen que ver con la conti­nuidad democrática, analiza en racimos los pedidos de nulidad, los califica por patrones comunes y los resuelve en bloque según su propia jurisprudencia. La otra alternativa es que esa institución haga el ridículo de someterse al diluvio de papelería abogadil lan­zada por el golpismo y pase el 28 de julio “cumpliendo su deber”: revisando, con ojos de presbicia y respiraciones entrecortadas, los cientos de recursos que tenían por objetivo sabotear, precisamente, su histórica misión.  ▒▒

jueves, 24 de junio de 2021

PUNEÑOS DESTACADOS DE AYER Y DE HOY

 JUAN LUIS CÁCERES MONROY

Y LA LITERATURA PUNEÑA ACTUAL

Escribe: Adrián Miguel Cáceres Ortega

J

uan Luis Cáceres Monroy se dispuso a interpretar el mundo literario del altiplano puneño, una noche como la de hoy, la más fría de hace 80 años. Tal vez por eso le gustaba declamar “Alalau” del poeta indigenista Luis de Rodrigo. “¡Alalau! gritaron los ponchos anoche en el ángulo más hambriento del poblado”, empezaba a declamar arropado dentro de un poncho tejido con fibra de alpaca.

Por razones que el destino ha logrado explicar, empezó a estudiar en la Escuelita Experimental 881. Cómo fue a parar allí, es una historia interesante, no sólo porque la educación proyectada por José Portugal Catacora, de quien papá fue discípulo, fue heredera del “ensayo de la escuela nueva en el Perú” de José Antonio Encinas, sino porque al igual que Luis de Rodrigo, en su momento, mi padre también fructificó gracias al amor por el niño andino que profesaban Encinas y Portugal. No ocurrió porque fuera deseo del abuelo que se formara en esta novísima tendencia pedagógica para la educación de niños indígenas, sino porque al Cátulo, como mejor se lo conoce, lo expulsaron del colegio Seminario de San Ambrosio, adonde se asistía vistiendo pantalón corto, saco y corbata. Me parece que allí comenzó todo, no sólo para él, sino para mis tíos Jorge Mariano y Juan Domingo Cáceres-Olazo, los justos que pagaron por el pecador, porque el abuelo los matriculó en la misma escuela.

Esa expulsión es una suerte de secreto familiar, pero no puedo contener mis ansiedades de chismoso. Cuenta la familia, a hurtadillas por supuesto, que papá le propinó, a su profesora de transición, una patadita con el mejor de sus ahíncos de párvulo. Además de la expulsión, puede que por eso, después, se dedicó arbitrar las patadas del futbol profesional en el país. La abuelita Julia era, sin saberlo, la mayor aludida de tal actividad. Ese precedente me ganó sus indulgencias cuando yo perpetré algo similar en las canillas de mi profesora de inicial para huir, contra su voluntad, rumbo a la sección de mi hermana Gilda, porque su profesora era más bonita. Así justificaba papá sus indulgencias. Después supe la verdadera razón: Quién era él para juzgarme y menos castigarme. Esa labor se la encomendó a mamá, sabiendo que ella sería más indulgente todavía.

Jorge Mariano Cáceres-Olazo Monroy —a quien recordé hace poco en estas páginas— y Juan Luis Cáceres Monroy, son producto de esa formación, como en su momento ocurrió con el Grupo Orkopata y la poesía indigenista en Puno, gracias a la labor educativa de José Antonio Encinas. Esa es la tesis central que sostiene Juan Luis Cáceres Monroy en su trabajo de investigación doctoral: “Tres representantes de la poesía indigenista en Puno”, estudio citado por Jorge Basadre en su monumental “Historia del Perú”. Esta investigación es predecesora y hasta fundadora de los estudios del indigenismo en Puno, sin embargo muy poco citada en publicaciones posteriores, a pesar de su importancia, debo lamentar. Producto de ello salió casi a la luz el libro “La poesía indigenista de Puno”. Cómo ocurrió, también es una historia interesante.

Más o menos por los días de mis pataditas iniciales, papá se ausentó por algún tiempo, después supe que había ido al Cusco para concluir, junto con tío Mariano, sus estudios doctorales en la Universidad de San Antonio Abad, sustentando la tesis mencionada. Luego se compró, lo recuerdo bien, una Olivetti monumental, esténciles por cajas y se puso a picar el texto. Cuando concluyó llegó a casa con un mimeógrafo. Las madres salesianas de la Escuela Normal María Auxiliadora, donde ejercía la docencia, le prestaron el armatroste, por el cariño que le tenían. Semanas duró el proceso de mimeografiado. La familia entera, incluido yo por supuesto, dando vueltas como hormigas, nos dedicamos a compaginar el libro. Papá encuadernó el libro agujereando las páginas con una alezna que él mismo se hizo, los cosió todos con yarwi y pabilo y finalmente pegó las tapas que también diseñó y mimeografió en cartulina. El viejo hacía de todo, aquella vez lo vi diluir, en baño María, cola de carpintero, mientras me contaba que ese ingrediente del empaste de sus libros y de sus trabajos de carpintería se hacía con colágeno de patas de caballo. Eso también fue producto de la formación para el trabajo que recibió en la escuelita a la que fue a parar, expulsado. ¿Cómo llegó ese libro artesanal a manos de Jorge Basadre? Es un misterio que tal vez nunca pueda resolver.

Nuestras charlas sobre literatura siempre fueron parte de mis rebeliones contra él, me parece que soy el único escritor puneño del que Juan Luis Cáceres Monroy nunca ha comentado nada. Esto que no es ningún reproche, me permite sostener lo siguiente: Sin Juan Luis Cáceres Monroy, no hay literatura puneña actual. Quien desee, que se cueza en la tinta de sus berrinches respetables. Explico la apostasía con algunos datos:

Recuerdo bien que vi, sobre el escritorio de papá, un ejemplar del poemario “Choza” de Efraín Miranda Luján. A él y a Omar Aramayo les cupo la tarea feliz de presentar y comentar el libro, debió ocurrir en 1978. Ya en la década del 80 del siglo pasado, la narrativa puneña, en el género de cuento en particular, fecundó tanto en publicaciones como en calidad narrativa. Que me desmientan los escritores de ese tiempo, prácticamente no había publicación sin las indulgencias de la labor de polinizador que desempeñó Juan Luis Cáceres Monroy a través de prólogos, presentaciones, comentarios, colofones y otros especímenes de esa naturaleza. En esa década comencé a escribir, instigado por él siendo testigo presencial del desarrollo de los portentos de la literatura puneña de las dos últimas décadas del siglo pasado. Hoy me corresponde la tarea de compilar esos estudios. Veamos si es verdad que el Dr. Juan Luis Cáceres Monroy utilizaba en su labor, paradigmas de hacía más de cincuenta años, como afirma uno de sus detractores. <>

 

miércoles, 23 de junio de 2021

REFLEXIONES SOBRE EL SER NACIONAL

 POR LA PATRIA ANDINA EN EL

INTI RAIMI

Escribe: Milcíades Ruiz

E

staba oficialmente establecido que cada 24 de junio, deberíamos exaltar las cualidades de la raza nativa. Aunque esta conmemoración ha pasado al olvido, lo rescato en esta nota para que se sepa que los peruanos ancestrales no olvidamos nuestros orígenes. Lo llevamos muy presente. La dominación ha dejado rencores, pero estos se extinguirán cuando la reivindicación, las redima

El genoma andino está esparcido en todos los ecosistemas de los andes donde los apus moran desde tiempos inmemoriales. Desde los valles más profundos hasta las montañas cordilleranas, se mantiene latente la añoranza histórica de nuestras grandiosas culturas que contrastan con el actual sistema de opresión social. Este espíritu de recuperar la patria perdida está presente en todos los países hermanos que fueron parte del Tahuantinsuyo antes de que los “mistis” extranjeros se repartieran su territorio. Es el sello de garantía de que la lucha por la reunificación no será olvidada.

Nuestros ancestros pudieron haber sido del Chinchaysuyo, Collasuyo, Antisuyo o Contisuyo, pero en todos los descendientes ancestrales amazónicos, collas, mochicas, chachapoyas, tallanes, waris, huancas, chancas, mapuches, tiahuanaco y demás sociedades autóctonas andinas, late el fuego de la reivindicación ancestral que no se extinguirá jamás, mientras no se recupere el dominio y los valores de nuestra heredad cautiva.

Ni los más crueles y sanguinarios abusos de los expropiadores europeos que nos arrebataron nuestra patria ancestral, ni las brutales represiones de sus descendientes republicanos han podido extinguir este sentimiento que llevamos muy dentro de nuestras vidas.

Hace miles de años, los pueblos andinos surgieron y se desarrollaron autónomamente habitando territorios donde trabajaban en armonía con la naturaleza. La familia fue la base de la organización social. Así surgieron los ayllus a partir de los apus ancestrales fundadores del árbol genealógico que se fue extendiendo por valles y cuencas, generando pueblos de la misma etnia, con un mismo leguaje, organización social y cultura. A partir de los ayllus, la parentela ancestral fue gestando nacionalidades étnicas con autonomía económica, idiomática, cultural y política.

El desarrollo de la agricultura fue la base económica que permitió asegurar el bienestar sostenido de toda la etnia. El trabajo mancomunado otorgaba el derecho social al disfrute comunitario. Todo se compartía. La asamblea decidía de la forma más democrática, con la participación de todos los miembros germinales de la sociedad. Aunque los pueblos fueron creciendo y expandiéndose, esta forma de autogobierno prevaleció siempre como gestión comunitaria.

Los valores sociales provenían del reconocimiento ancestral a los líderes, del respeto a los mayores, de la cooperación y la honestidad. Todos llevaban el apellido del jefe de familia que a su vez descendía del fundador del ayllu y de los ancestros legendarios identificados con el cóndor (Condori), con la serpiente (Amaru), con el puma (Pumacahua) o con otra deidad. El líder natural tenía lazos familiares con todos y era su responsabilidad velar por todos ellos. Al no existir la propiedad privada tampoco surgían las ambiciones personales y todo mejoramiento era compartido en sociedad.

Con este sistema de vida, nuestros ancestros lograron desarrollar muchos productos alimenticios entre granos, hortalizas, frutales, raíces, tubérculos, ganadería nativa y crianzas menores, como jamás hizo civilización alguna. Desde los orígenes de la civilización andina, la coca fue el alimento básico y se cultivó como planta sagrada pues no solamente los alimentaba con sus excelentes vitaminas y minerales, sino también, les daba mayor energía para el trabajo, evitaba la hambruna en los malos años agrícolas y hasta predecía la suerte. Gracias a la coca, pudieron salvarse del exterminio total. Cultivar coca nunca fue un delito y tampoco ahora lo es. La maldad de su uso indebido vino del extranjero.

La ganadería autóctona, proporcionaba carne sana para la alimentación y materia prima para la vestimenta, calzado y otros enseres de uso general. La crianza del cuy no solo proporcionaba carne de alto valor nutritivo sino también, permitía diagnosticar graves enfermedades internas. La manufactura de harinas y deshidratados complementaban la seguridad alimentaria. Las plantas medicinales otorgaban la seguridad de la salud.

Pero nunca lo hicieron por lucro ni ambición individualista, toda vez que la economía giraba en torno al beneficio común, sin apropiación privada de los medios de producción. Sus proezas en medicina, arquitectura, ingeniería agrícola, textilería, cerámica, metalurgia y más, realizadas en faenas comunitarias, no tienen parangón con otras civilizaciones del mundo. Ninguna como la andina, ha aportado tanto al bienestar de la humanidad y alimentación mundial. La papa se come en todo el mundo, como otros alimentos de origen andino.

El profundo conocimiento de la naturaleza y sus principios, generó la filosofía de cosmovisión andina que se tradujo en ciencia astronómica y tecnologías de aplicación práctica en todas las actividades de la vida diaria. Crearon su propio sistema para medir el tiempo y un calendario anual completo. Con admirable exactitud, ubicaron el momento preciso del solsticio de verano y el de invierno así como, los equinoccios de otoño y primavera. La ciencia astrofísica lo ha corroborado.

El solsticio de invierno en el hemisferio sur de nuestro planeta ocurre indefectiblemente 21 de junio de cada año, fecha en que nuestro planeta cambia de inclinación (23,5° de inclinación) con respecto al sol, determinando la noche más larga del año, pues el sol tarda en aparecer. Es el año nuevo andino que marca el fin del ciclo anual y el comienzo de uno nuevo. De allí que, hasta hoy, celebremos la fiesta del sol o el Inti Raymi, como gesto de gratitud y esperanza.



Y cómo no estar agradecidos del astro sol, si todo en la vida depende de su presencia. Nos libra de la oscuridad eterna y engendra la vida que germina emergiendo de la madre tierra. La temperatura, las lluvias que traen agua, el clima en que se desarrolla todo ser vivo, la recarga de energía que nos provee diariamente, la protección de la salud, la madurez de los frutos, la prosperidad de las cosechas y en fin, todos los procesos vitales, se lo debemos a su influencia. Su veneración no era el resultado religioso de falsedades improbables sino, la convicción comprobada sustentada en la cosmovisión andina como fuente de sabiduría y filosofía.

Pero los ayllus originales evolucionaron y fueron inevitables las confrontaciones guerreras propias de toda expansión territorial. Se gestaron diversas culturas de integración regional cuyos restos arqueológicos generan hoy, asombro y admiración mundial. Sin embargo, las guerras de conquista entre andinos no cambiaba el sistema social imperante en los ayllus y naciones originarias. Los jefes ancestrales o, curacas seguían representando a los pueblos conquistados, manteniendo toda la estructura social y económica, aunque reconociendo la sujeción a la etnia aglutinadora predominante.

Todo ese desarrollo autárquico se fue forjando hasta llegar al Tahuantinsuyo bajo el liderazgo de los Incas. El gobierno territorial generó un Estado político social que mantuvo el sistema de autogobierno, reconociendo la autonomía local de los ayllus y la autoridad de sus curacas. El intercambio de productos era bajo la modalidad de trueque y no, por afán de lucro. No había lugar para la corrupción ni para la apropiación del trabajo ajeno como negocio porque el sistema no lo permitía. El Tahuantinsuyo fue en su tiempo, el Estado más desarrollado de nuestro continente hasta el siglo XVI, sobre una base totalmente propia, autosuficiente y forma de autogobierno comunitario desde la base social.

Ese esplendoroso desarrollo autónomo se cortó a partir del año 1532, con la llegada de invasores del continente europeo que sometieron al Tahuantinsuyo con el poderío de sus armas de fuego. Ellos trajeron e impusieron otro sistema de vida, de organización social y de gobierno. El lucro como forma de vida, la propiedad privada de la tierra y medios de producción, el dinero como factor de clasificación social, la explotación humana a costa de la fuerza ajena. Superpusieron el individualismo sobre lo comunitario, lo privado sobre lo social, estimulando la sustracción de riquezas minerales, el despojo violento de la propiedad ajena y la apropiación engañosa del intercambio desigual mediante el comercio. Sembraron la maldad de la usura y la codicia. La política fraudulenta y la falsa democracia. Las leyes de sometimiento social y el ordenamiento social según el poder económico.

Los invasores provenían de sociedades que habían evolucionado a formas de poder de dominación con gran desarrollo de las armas de guerra, navegación, y acumulación de riquezas. Predominaba la acumulación de oro y plata como fuentes de poderío de un reino o monarquía. El rey o emperador era el gobernante todopoderoso de un sistema de dominación brutal sobre sus súbditos. Era el que otorgaba la posición social de cada cual según sus títulos de nobleza. Amparaba las creencias religiosas para afianzar su dominación, haciéndolas obligatorias para los gobernados, en colusión con los jefes de iglesias que atribuían al emperador origen divino.

La riqueza acumulada, daba a las monarquías europeas poder militar, comercial, y capacidad para prosperar en todos los aspectos. Este, era el objetivo de apropiarse de otros territorios para sustraerles sus riquezas como ocurrió con el descubrimiento de nuestro continente. Los enfrentamientos entre monarquías europeas eran frecuentes, haciendo prosperar el arte de la guerra que se desarrolló mucho más con las armas de fuego usando pólvora. Fue con esa ventaja que, los conquistadores españoles pudieron vencer y tomar posesión del Tahuantinsuyo, arrebatándonos nuestra patria ancestral.

Destruyeron el Estado Incaico y su autonomía de desarrollo comunitario. Desde entonces toda la población autóctona fue obligada a trabajar para el engrandecimiento de otro país en vez de hacerlo para el propio. Al perder su sistema de autogobierno, nuestro territorio fue anexado al imperio español y en cumplimiento del “Estado de Derecho Monárquico”, la vida de la sociedad autóctona pasó a depender de las decisiones de un gobierno lejano, situado en otro continente. La economía nativa perdió su desarrollo autónomo y cambió de orientación en función de la economía monárquica extranjera. Se dejó de lado la agricultura, priorizándose la producción metálica y el comercio. Nunca más la sociedad andina recuperó su autonomía y aún hoy, es una lucha pendiente.

El Tahuantinsuyo era la patria de nuestros ancestros y fue avasallada. El Estado de Derecho Incaico fue reemplazado por el Estado de Derecho Monárquico cuya aplicación en las colonias sometidas, se tradujo en virreinatos dependientes del imperio español. De este modo, los conquistadores e invasores posteriores se atribuyeron el derecho de apropiarse de las tierras de los ayllus, confiscar todo tesoro de oro y plata, imponiendo tributos a la población nativa para el sostenimiento del imperio español. Esa dominación colonial descuartizó el Tahuantinsuyo dividiendo a los pueblos andinos en diversos virreinatos. Aun hoy, existen naciones ancestrales de un mismo origen genético e idioma y sin embargo, habitan países distintos. La reunificación es también otra aspiración pendiente.

Pero además, la población autóctona fue obligada a sufragar los sueldos de las autoridades virreinales o, “corregidores” mediante el abusivo sistema de “repartimientos” de mercadería no deseada e inútil entre las familias nativas. Estas estaban obligadas a pagarles elevados precios bajo penas severas y despojo de sus pertenencias. Los colonialistas establecieron el trabajo forzado de “mitas” obligando a toda familia nativa a dar una cuota humana para el trabajo esclavizante en las minas y talleres manufactureros. Esta obligación abusiva causó el exterminio de gran parte de la población autóctona.

Nuestros ancestros lucharon sin cesar en todas partes, rebelándose contra los abusos virreinales, pero la historia ha ocultado siempre la heroicidad de los pueblos andinos. Solo la rebelión masiva encabezada por Túpac Amaru II, no pudo ser ocultada y su trascendencia histórica llega hasta nuestros días porque la liberación andina quedó inconclusa. Pese a las sangrientas represiones, las sublevaciones prosiguieron en todos los pueblos andinos durante todo el coloniaje y hasta nuestros días, porque es preferible morir por la libertad antes que seguir soportando tanta injusticia. Son muchas las rebeliones ignoradas por la historia oficial,  escrita a conveniencia de los opresores.

Nuestros ancestros fueron obligados a seguir las costumbres europeas y a vestirse a la usanza española eliminando toda veneración al sol, a la madre tierra y a los apus ancestrales pues eran consideradas como prácticas subversivas. Los ayllus fueron desarraigados de sus terruños y amontonados en campos de concentración conocidos como “reducciones de indios”. Por ser los curacas quienes lideraban las rebeliones se les despojó de su autoridad natural suplantándola con la de “alcaldes de vara” a la usanza española. Estos eran designados por el “corregidor” entre los traidores y adulones de la autoridad virreinal.

Es innegable que la cultura extranjera de la dominación colonial superpuesta sobre la nativa trascendió en la vida andina en muchos aspectos. Aunque el acceso a la escritura y la lectura fue escaso, la integración a un grado superior de desarrollo económico-social, elevó la base de los conocimientos andinos ya existente. Sin embargo, la crueldad de esa incorporación abrupta fue detestable por el procedimiento genocida de los invasores y la segregación racial absoluta durante siglos en la que los pobladores autóctonos eran apátridas en su propio suelo, tratándolos despectivamente como “indios” (que no lo eran) o, “naturales” sin nacionalidad. Esa segregación racial contra los andinos ancestrales se mantiene hasta nuestros días porque nuestros opresores todavía mantienen su poder.

Pero por otro lado, el sistema monárquico se hizo insoportable en Europa e incompatible con el progreso social. El descontento contra las arbitrariedades y privilegios de la nobleza imperial hizo surgir rebeliones sociales. Justicia, libertad, igualdad, se escuchaba por todas partes pidiendo la abolición de dichos privilegios. A pesar de la represión sangrienta esa lucha fue incontenible, haciendo estallar el régimen monárquico hacia finales del siglo XVIII. Una nueva fuerza social apareció enarbolando la libertad de comercio contra el monopolio de la nobleza. Era el engendro del capitalismo.

De este modo, en Europa se modificó el Estado de Derecho Monárquico entrando en vigor el Estado de Derecho Capitalista. Desde entonces, la persona vale por su dinero y no por sus títulos de nobleza. El nuevo sistema de gobierno tomó la forma de república representativa del pueblo pudiente económicamente, aunque no tuviese título de nobleza. Los caudillos de las demandas antimonárquicas pasaron a ser los políticos que desde entonces asumieron el gobierno de los países.

Esos ideales emancipadores fueron adoptados por los súbditos españoles nacidos en las colonias pues estaban resentidos por los privilegios otorgados en los negocios, a los españoles de origen europeo, ya que estos, tenían monopolio comercial y preferencia en los altos cargos virreinales. La ola de la independencia fue estimulada y financiada por reinados enemigos de España con cargo a obtener beneficios económicos de los nuevos países independientes. La lucha por la independencia de los virreinatos culminó con el establecimiento de nuevas repúblicas. Nació así, la República del Perú como estado independiente sin sujeción al Estado monárquico español.

Pero no se trataba de la liberación del Tahuantinsuyo. Era simplemente, la independencia del virreinato que se separaba de España en beneficio de los colonialistas que se adueñaron del Tahuantinsuyo sin devolver el territorio a la población nativa. Era la emancipación de los amos pero no de los nativos avasallados. El Estado virreinal solo cambió de nombre adoptando la forma republicana. La aristocracia virreinal pasó a gobernar el nuevo estado republicano conservando sus títulos de nobleza, esclavos y vasallos yanaconas indígenas. La aristocracia virreinal copó todos los cargos del poder político y militar de la república.

Para la población autóctona, su situación no cambió porque el Tahuantinsuyo no fue liberado de sus opresores y los descendientes colonialistas siguieron en posesión de la patria ancestral que arrebataron a la población nativa. Posesionados de la maquinaria estatal de dominación, el gobierno aristocrático republicano mantuvo la contribución indígena y la servidumbre feudal de explotación, arrebatando más tierras a los nativos para construir sus feudos. Los supuestos patriotas nos despojaron de nuestra heredad. Sus descendientes hoy, se aprestan a celebrar a lo grande, el bicentenario de esa independencia que no fue de los pueblos andinos sino de los opresores de estos.

Los colonialistas no devolvieron el territorio hurtado a la población andina ni devolvieron el gobierno del país expropiado. Los opresores colonialistas se disfrazaron de patriotas republicanos para seguir gobernado como hasta ahora, usurpando nuestros derechos legítimos como peruanos ancestrales. Esta república no la reconocemos como nuestra porque es espuria y contiene todos los vicios capitalistas que la hacen insoportable e indignante por el alto grado de desigualdad social, pobreza, corrupción y entreguismo de nuestras riquezas a la voracidad del capitalismo globalizado.

Todo es falso en esta república que mantiene en la postración a los andinos ancestrales y usurpa su representatividad. Su democracia representativa es falsa e hipócrita pues no refleja la composición social de nuestra sociedad. Los gobernantes y sus partidos políticos suplantan la representación de los sectores sociales, excluyéndolos del acceso al poder. Ellos se amparan en un sistema electoral fraudulento para usurpar la representatividad política de los sectores sociales a los que explotan. Es inaceptable que los opresores representen a los oprimidos. Es absurdo que sus lacayos políticos asuman la representación de los oprimidos andinos.

Esta república mantuvo las mal llamadas “reducciones de indios” cambiándolas de nombre como “comunidades indígenas” y luego “Comunidades campesinas” a las cuales mantiene hasta hoy en estado primitivo, en la más indigente situación de abandono. Parte de la población nativa se refugió en los lugares más altos de la cordillera huyendo de los abusos de los opresores, y cuando ya se creían libres de los codiciosos opresores aparecen de pronto ahora como inversionistas extranjeros ambicionando las riquezas de nuestro subsuelo.

El saqueo de nuestras riquezas prosigue como en el virreinato con la complicidad de nuestros gobernantes. Nos dicen que los inversionistas extranjeros traen progreso, trabajo, carreteras y otros anzuelos. Lo que nosotros vemos, es que nos dejan daños ambientales, envenenan nuestras aguas, contaminan alimentos cultivados y pastos para los animales. Nuestra salud se deteriora con los gases y residuos mineros, al paso que nuestro hábitat natural es destruido.

Mientras las riquezas están bajo suelo, somos los dueños, tenemos aire puro y ambiente natural sano. Tan luego son extraídas estas riquezas ya no nos pertenece. Se lo llevan los inversionistas mineros al extranjero como en el virreinato, en tanto que, los pueblos de las rutas mineras siguen padeciendo pobreza como puede verse en los asientos mineros más antiguos. Entonces si los beneficios no compensan los daños, ni las pérdidas de recursos y vidas humanas, es preferible que nuestros cerros se queden como están ya que así, nuestro hábitat se mantiene limpio en estado natural.

Actualmente, un nuevo tipo de colonialismo impera en el mundo. Son las grandes corporaciones capitalistas las que invaden nuestro territorio y nos esclavizan sustrayendo nuestras riquezas con la complicidad de los políticos tradicionales corruptos y vende patria. Seguimos siendo colonias dependientes de las potencias económicas que mediante tratados onerosos, intercambios desiguales, inversiones para sustracción de riquezas e intervenciones políticas y militares nos imponen su dictadura internacional.


Pero, por nuestra visión cósmica ancestral sabemos que, al igual que la etapa monárquica, también el capitalismo se acabará. Todo lo que nace, se desarrolla hasta alcanzar su plenitud, tras lo cual, decae y se extingue. La etapa capitalista de la humanidad ha entrado al ocaso de su vigencia y será reemplazado por un nuevo sistema acorde con las aspiraciones sociales contrarias a la dominación del dinero, donde los intereses comunitarios primarán sobre los intereses individualistas, como en nuestra patria ancestral.

No será para siempre que los descendientes del colonialismo y la opresión capitalista mantengan secuestrada a nuestra patria ancestral. No cesaremos en nuestra lucha por la reivindicación de nuestros valores ancestrales y la recuperación de nuestra heredad. Los tiempos buenos volverán, también el autogobierno sin intermediarios, en el que primen los interese comunitarios sobre los intereses particulares. Hemos resistido por siglos la oprobiosa maldad de los invasores europeos y sus descendientes, pero no han logrado eliminar nuestra rebeldía ni nuestro propósito de recuperar lo que es nuestro.

La veneración a nuestro pasado andino, al grandioso Túpac Amaru II y a nuestros héroes ancestrales ocultados por la historia oficial, sigue firme como la piedra labrada que nos dejaron nuestros antepasados. En nuestros genes llevamos la aptitud y capacidad para crear maravillas mundiales como Machu Picchu. Somos de la misma cantera genética de Túpac Amaru, Túpac Catari, Tomasa Condemaita, Micaela Bastidas y demás patriotas tahuantinsuyanos.

Nuestra utopía no consiste en retroceder en el tiempo. Sino en un sentimiento nacional de justo derecho, de reivindicar nuestros valores de bien común y asumir el gobierno de nuestra heredad a la luz de nuestro tiempo. Acabemos con la postergación de los peruanos ancestrales, sean estos de pura sangre, cholos o mestizos. Reconocemos que en el Perú actual existe una pluralidad étnica y muchos peruanos provienen de etnias de otros continentes que llegaron como esclavos durante el coloniaje, como jornaleros cautivos, como inmigrantes de toda forma. Todos somos peruanos con los mismos derechos y deberes.

Pero lo que reclamamos es equidad. No es justo es que los nativos sean oprimidos por los inmigrantes, que las minorías gobiernen, posterguen y discriminen a la mayoría, como son los peruanos ancestrales. Por justicia nos asiste el derecho de representación mayoritaria en toda instancia de gobierno. Los peruanos ancestrales estamos en la ciencia como también en todas las especialidades profesionales y tecnológicas. Estamos capacitados para dirigir nuestra heredad y compartir equitativamente con todas las etnias. No necesitamos que intermediarios políticos nos representen porque lo podemos hacer directamente por mandato de nuestras asambleas.

No solamente reclamamos nuestros derechos de identidad ancestral, también la autenticidad histórica que acabe con la segregación de nuestros héroes andinos. Nuestra aspiración va mucho más allá del simple indigenismo. Nuestras prácticas milenarias y costumbristas no pueden ser pretextos para mantenernos bajo sepultura sin salida a la modernidad. Tenemos el mismo derecho de todo humano de acceder al disfrute del nivel de vida de las sociedades desarrolladas. Es preciso erradicar toda segregación a los pueblos originarios y a sus descendientes ancestrales en todos los aspectos del desarrollo humano. El actual “Estado de Derecho” es segregacionista, genera injusticias y desigualdad social. No habrá paz social mientras este, no sea cambiado profundamente.

Reclamamos equidad política porque el actual sistema electoral determina una democracia fraudulenta que suplanta la voluntad popular. Esta seudo democracia es la que por casi dos siglos mantiene en la postergación a los peruanos más auténticos. Esto debe terminar. Lucharemos por un sistema político distinto donde la democracia no sea solo nombre sino, la expresión auténtica del pueblo gobernando con la participación de todos los sectores sin discriminación racial, religiosa o de poder económico. Nosotros no buscamos la violencia. Son las injusticias y los abusos de nuestros opresores los que la generan. Solo actuamos en defensa propia.

El actual sistema electoral es antidemocrático. Por ello propugnamos un nuevo sistema sobre la base de la representación directa de los pueblos mediante nuestras asambleas locales, distritales, provinciales y nacionales. Queremos gobernar nuestros valles y cuencas por elección directa sin injerencias afuerinas. Con autonomía de desarrollo y libre disposición de nuestros recursos naturales. Queremos un nuevo Estado democrático en que todas las etnias tengan acceso al poder según la proporción de su masa poblacional en cada ámbito geográfico.

Queremos una nueva república que se rija por los valores ancestrales de honestidad y de beneficio común. Los intereses del conjunto deben estar por encima de los intereses particulares. Pero la única manera de garantizar una democracia verdadera es mediante una república popular que reemplace a la decadente república del dinero. La Asamblea Nacional de representantes del pueblo deberá ser la máxima autoridad de nuestra sociedad.

Junio 22.2021

martes, 22 de junio de 2021

FOTOGRAFOS ARTISTAS PUNEÑOS: ALEXANDER ALMONTE

 




ANALISIS DE LA COYUNTURA ELECTORAL EN DIARIO DE EEUU

 

PERU: CASTILLO DESENMASCARA LA TRAGICA DECADENCIA Y FALSA HISTORIA DE ÉXITO EN AMERICA LATINA

Charles Lane THE WASHINGTON POST 17JUN21

Editorial writer and columnist

D

esde 2014, un millón de venezolanos han huido a Perú buscando refugio de la violencia, la pobreza y de una dictadura de izquierda respaldada por Cuba. Pero tras las elecciones presidenciales peruanas del 6 de junio, al menos algunos de ellos deben estar pensando que saltaron de la sartén al fuego.

Pedro Castillo, quien hizo su campaña en una plataforma de extrema izquierda, parece haber ganado por 48,000 votos de los más de 17 millones emitidos. Su oponente, Keiko Fujimori, está impugnando el resultado. Pero dado su historial de presunta corrupción —y su vinculación con el régimen represivo de su padre, un expresidente que está en prisión cumpliendo una condena de 25 años por violaciones a los derechos humanos— una victoria de ella no sería muy esperanzadora, incluso si fuera previsible.

“Salí de Venezuela porque nuestro país ha sido destruido”, le dijo a Reuters una mujer que llegó a Lima hace dos años. “Es muy triste lo que pasó en estas elecciones. Nosotros ya pasamos por esto”.

En Venezuela, la democracia se quebró estrepitosamente hace años. En Nicaragua, el presidente Daniel Ortega está realizando una redada brutal y súbita de sus últimos oponentes.

Perú tiene una historia relativamente glacial de decadencia democrática. Los escándalos de sobornos y las intrigas entre facciones han generado cargos penales contra cuatro presidentes recientes; el año pasado, tres personas diferentes, ocuparon la presidencia en una misma semana. Sin embargo, la crisis de Perú podría llegar a ser más desalentadora, porque hasta hace poco el país destacaba como una historia de éxito económico y social: el anti-Venezuela de América Latina.

El modelo de “economía social de mercado” de Perú, adoptado en su constitución de 1993, generó una mayor igualdad junto con un rápido crecimiento, y fue impulsado por las ventas de minerales a China y un acuerdo de promoción comercial con Estados Unidos.

En el último cuarto de siglo, el ingreso per cápita real de Perú casi se ha triplicado; su índice de pobreza ha caído de más de la mitad de la población a una quinta parte; y su índice de Gini, una medida de distribución del ingreso, es en la actualidad uno de los mejores de América Latina. 93% de los peruanos en condición de pobreza tuvieron acceso a la electricidad en su hogar en 2020, un incremento en comparación con 63% en 2009, mientras que el acceso al agua creció de 44% a 77%, según datos compilados por los economistas lan Vásquez e Iván Alonso. Detrás de estas cifras hay millones de vidas mejoradas y, de hecho, salvadas.

FUE UN CAMBIO

Verdaderamente alentador para un país que casi colapso a principios de la década de 1990 debido a la hiperinflación, el terrorismo maoísta y la represión militar.

Luego vino el COVID-19, que le ha quitado la vida a 188,000 peruanos, lo que ha resultado en la tasa de mortalidad per cápita más alta del mundo. La economía peruana dependiente de las exportaciones y el turismo se contrajo 11% en 2020, hundiendo de nuevo a dos millones de personas en la pobreza. Este conjunto de horrores, y no los logros pasados, fue lo que estuvo en la mente de los votantes peruanos en 2021.

Cualquier gobierno hubiera luchado por lidiar con esta situación, pero el de Perú no desarrolló un sistema de salud pública sólido durante los años buenos, un fracaso que los peruanos relacionaron con la corrupción crónica. A pesar del éxito del modelo económico peruano, no se formó ningún partido político de base amplia para defenderlo; los políticos de carrera, en cambio, fragmentaron varias organizaciones.

LA PRIMERA VUELTA

Castillo lanzó su candidatura en un nuevo partido cuyo secretario general es un médico formado en Cuba y abierto defensor del marxismo-leninismo. Sin embargo, el candidato en sí, un líder sindical de maestros de una remota aldea andina, se presentó como un hombre humilde y de voz suave, lo que contrastó de manera especial con los políticos de Lima que abarrotaron la primera ronda con 18 candidatos en las elecciones en abril (el presidente en funciones, un encargado designado por el Congreso, no se postuló para el cargo).

ATAQUES

Los ataques frívolos pero sinceros de Castillo contra el libre mercado y fas compañías mineras extranjeras le hicieron ganar 19% de los votos, suficiente para calificar a la segunda vuelta del 6 de junio contra Fujimori, quien obtuvo 13%.

ENCUESTAS

Y así fue como el fragmentado sistema de elecciones presidenciales directas del Perú le ofreció a los votantes la posibilidad de elegir entre los dos candidatos que el publico percibía de forma menos favorable, según las encuestas.

Haciendo campaña con un sombrero de paja amarillo, Castillo se terminó beneficiando de la versión peruana de la división republicana-demócrata de Estados Unidos: una brecha cultural profunda y de vieja data entre las zonas rurales montañosas andinas, pobladas en gran medida por miembros de etnias indígenas, y la capital cosmopolita, Lima. La ciudad, que alberga a un tercio de la población del país, se inclinó fuertemente por Fujimori, mientras que las grandes mayorías rurales apoyaron a Castillo.

¿RACISMO’

Como muchos otros eventos en la política global de hoy —incluyendo los de Estados Unidos— las elecciones de Perú podrían haber estado abiertamente disputadas en temas legislativos, pero se decidieron en realidad por asuntos de cultura e identidad.

ESPERANZA

Esto podría traducirse en que Castillo no tenga la autoridad necesaria para sus ideas más radicales, entre las que se incluye una asamblea constituyente similar a la de Venezuela para reescribir la Constitución. Muchos peruanos parecen tener la esperanza de que Castillo le preste atención a los asesores moderados o sea controlado por el Congreso, que está bajo el dominio de la oposición. Hasta ahora, el enfrentamiento poselectoral ha sido afortunadamente pacífico, quizás porque ni siquiera a quienes votaron por Castillo o Fujimori les agradan lo suficiente como para luchar por ellos. Estados Unidos debe hacer todo lo posible —comenzando con generosos suministros de dosis de vacuna contra el coronavirus— para acelerar la recuperación de Perú y apoyar a sus demócratas.

Una Venezuela es suficiente.

lunes, 21 de junio de 2021

ANALIZANDO LA COYUNTURA ELECTORAL

 ¿QUÉ PASA CON LAS ELECCIONES EN EL PERÚ?

Nicanor Domínguez  Noticias SER.PE, 21JUN21

E

l último martes, 15 de junio, la Oficina Nacional de Procesos Electorales (ONPE) terminó de procesar y contabilizar las 84,488 actas de la votación en la Segunda Vuelta de las elecciones presidenciales 2021. El Padrón Electoral, elaborado por el Registro Nacional de Identificación y Estado Civil (RENIEC) hace casi 10 meses en setiembre del año pasado, suma 25’096,486 electores hábiles. El domingo 6 de junio votaron 18’737,761 personas (6’358,725 no sufragaron, 25.337%). De los que sí votaron, resulta que 120,931 (0.645%) lo hicieron en blanco, 1’086,214 (5.797%) viciaron su voto, y 17’530,616 (95.558%) lo hicieron en favor de los candidatos Keiko Fujimori, de “Fuerza Popular” (FP), o Pedro Castillo, de “Perú Libre” (PL). Castillo, con 50.125% de la votación válida, ha obtenido 44,058 votos más que Fujimori (49.875%).

Es la tercera vez que Keiko Fujimori pierde las elecciones presidenciales en Segunda Vuelta: en el 2011 ante Ollanta Humala (por 445,057 votos, 2.9%), en el 2016 ante Pedro Pablo Kuczynski (por 41,057 votos, apenas 0.24%), y ahora en el 2021 ante Pedro Castillo (por 0.25%). Hace cinco años, Fujimori no reconoció públicamente la victoria de Kuczynski, sino que dio una conferencia de prensa rodeada de los 73 parlamentarios de FP elegidos en Primera Vuelta (53% de los 130 congresistas), afirmando que desde el Congreso llevaría adelante las propuestas de su Plan de Gobierno. Sin embargo, no habló de “fraude” ni reclamó un nuevo conteo de actas. Los problemas legales de la candidata podrían contar con la protección de la llamada “bankada” de FP en el Congreso (cálculo que no resultó acertado debido al trabajo de la Fiscalía Especial del Caso Odebrecht). Además, siendo Kuczynski el “candidato de lujo” de la derecha peruana, ningún grupo empresarial ni de prensa habría apoyado semejante intento de desconocer abiertamente los resultados electorales y desestabilizar los sacrosantos mercados. 


¿Por qué ahora, cuando Castillo obtiene más votos que Kuczynski en su victoria sobre Keiko Fujimori, se produce la masiva campaña del llamado “fraude en mesa” y el intento desesperado de anular 945 actas por parte de FP?

Primero, porque, si hubiese ganado la elección, Keiko Fujimori podría postergar por cinco años más sus problemas judiciales (recuérdese que ha hecho la actual campaña con permisos del juez para salir de Lima, y que tiene impedimento de salida del país). En parte perdió la elección del 2016 porque la agencia antinarcóticos de Estados Unidos (DEA) permitió que se conociesen las investigaciones referidas a Joaquín Ramírez, congresista de FP (2011-2016) y jefe de campaña en ese momento. Habiendo sido opacada la candidata en la Primera Vuelta 2021 por la irrupción del escandaloso candidato de “Renovación Popular”, Rafael López-Aliaga Cazorla, estos antecedentes parecen haber caído convenientemente en el olvido de muchos.

Segundo, porque Pedro Castillo es un candidato sin conexiones con los grupos de poder en el Perú, que no saben cómo poder controlarlo una vez llegado a la presidencia. Maestro rural cajamarquino, inscrito por más de 15 años en “Perú Posible” --extinto partido del prófugo ex-presidente Alejandro Toledo (2001-2006) --, se hizo conocido en el 2017 como dirigente de la huelga magisterial contra el gobierno de Kuczynski. En ese momento, el Sindicato Unitario de Trabajadores en la Educación del Perú (SUTEP), dirigido desde 1972 por el Partido Comunista del Perú “Patria Roja”, y el Ministerio de Educación, con la ministra Marilú Martens, se aliaron en contra de los huelguistas. Acusaron a Castillo y a otros dirigentes de formar parte de facciones sindicales vinculadas al “Movadef” (el movimiento político --no reconocido por el Estado peruano-- que pide la excarcelación de Abimael Guzmán y otros líderes del derrotado y desaparecido Partido Comunista de Perú “Sendero Luminoso”). En medio del paro magisterial, la “bankada” se reunió con los dirigentes huelguistas, al mismo tiempo que interpelaban a la ministra en el Congreso. El premier Fernando Zavala hizo cuestión de confianza en respaldo a la ministra, y el Fujimorismo con 4 congresistas “amigos”, sumando 77 votos, negaron la confianza y forzaron la caída del gabinete (14 de setiembre, 2017). Demonizado desde entonces como “pro-senderista”, Castillo nunca ha sido formalmente investigado por estas acusaciones en los últimos cuatro años. Y no por falta de ganas --como evidencia Carlos Basombrío, ex ministro del Interior de Kuczynski, cada vez que le tocan el tema--, sino por falta de pruebas.

Tercero, porque Castillo, como tantos candidatos en los últimos 20 años, es “invitado” de la agrupación política con la que ha ganado las elecciones, “Patria Libre”. PL fue creado en 2012 por Vladimir Cerrón, médico neurocirujano (con estudios en Cuba) y político chupaquino, ex-gobernador regional de Junín (2011-2014 y 2019), suspendido en el cargo por acusaciones de corrupción. Dado que no podía ser candidato por sus problemas judiciales, Cerrón aceptó la participación de Castillo como cabeza de lista. Más por sus vinculaciones con el magisterio que por la capacidad organizativa de PL, Castillo resultó vencedor en la Primera Vuelta con 2’724,752 votos (18.92% de los votos válidos).

Cuarto, porque los “poderes fácticos”, habiendo dirigido erróneamente su campaña de desprestigio y “terruqueo” contra la candidata Verónika Mendoza, de “Juntos por el Perú” (quedó en sexto lugar, con 1’132,577 votos, el 7.86%), se vieron sorprendidos por el crecimiento electoral del Castillo en las últimas dos semanas anteriores a la Primera Vuelta (11 de abril). Se creía que López-Aliaga, el autotitulado “Bolsonaro peruano”, pasaría a la Segunda Vuelta, pero quedó en tercer lugar (1’692,279 votos, 11.75%). Keiko Fujimori parecía desahuciada electoralmente, pero debido a la dispersión del voto de la derecha y el desasosiego generalizado por el contexto de la pandemia del covid-19 en el Perú (el país con el peor porcentaje de fallecidos del mundo), el “voto duro” del Fujimorismo le resultó suficiente (1’930,762 votos, 13.41%).

¿Qué han hecho los “poderes fácticos” en este contexto? Pues redirigir el “terruqueo” contra Castillo (al final, campaña poco convincente para los votantes de provincias, especialmente en la Sierra) y contra Cerrón (de quien parece que se cuentan los cuentos más horribles de los que es capaz la imaginación humana). Por desgracia para el angustiado “establishment peruviano”, todo eso no ha sido suficiente para que Keiko Fujimori pueda ganar la Segunda Vuelta. Ya los anuncios del conteo rápido de actas la noche misma del domingo 6 de junio apuntaban a una ajustada victoria de Castillo. ¿Cuál ha sido la última y desesperada idea de los asesores legales del Fujimorismo? ¡Acusar sin fundamentos que ha ocurrido un “fraude en mesa” contra FP, tratando de anular 945 actas para así reducir la votación válida en favor del candidato de PL!

Como la labor de la ONPE y del Jurado Nacional de Elecciones (JNE), en el contexto de la pandemia, ha sido de un sacrificio extraordinario, los primeros ataques del Fujimorismo se han dirigido contra los miembros de mesa que participaron en la elección el día 6 de junio. Contra reloj y febrilmente, un grupo de 150 jóvenes y desinteresados practicantes de Derecho en los mejores estudios de abogados de Lima donaron su valioso tiempo revisando las actas de aquellas mesas con mínima votación por FP y mayoritaria votación por PL (es decir, una muestra estadística preseleccionada, que no puede usarse para apuntalar el argumento de un fraude masivo). Con el argumento de “defender los votos de Keiko”, lo que se busca en realidad es anular votos de Castillo para reducir la diferencia de los 44,058 votos con los que ha ganado.

Pero esta “solución” de proclamar a los cuatro vientos un “fraude en mesa” ha chocado con serios problemas, tanto lógicos, como ideológicos y procedimentales. Comenzando por éstos últimos, el plazo de ley para presentar los reclamos venció el miércoles 9 de junio, a las 8 pm. Por el atolondramiento de los denunciantes, solo han podido ingresar a la mesa de partes electrónica del JNE apenas 135 de las 945 actas que cuestionan. Por esta falla, las 810 actas extemporáneas no han sido consideradas. Resulta risible la argumentación de personajes que alguna vez se preciaron de tener alguna seriedad política, como Carlos Bruce (uno de los dirigentes de la Marcha de los Cuatro Suyos contra la re-reelección de Alberto Fujimori en el 2000, parlamentario y ministro en los gobiernos de Toledo, Kuczynski y Vizcarra, y desde apenas el mes pasado, mayo de este año 2021, ¡miembro del equipo técnico de Keiko Fujimori!) y Óscar Urviola (diputado por el Movimiento Libertad en el Congreso de 1990-1992, defenestrado por el “Fuji Golpe” del 5 de abril de 1992, ex magistrado del Tribunal Constitucional, convocado ahora por Álvaro Vargas Llosa para ayudar en este despropósito): pedir que muevan el plazo 4 horas más, hasta las 11:59 pm de ese día 9 de junio, para validar así las peticiones extemporáneas. ¿Qué dirían ellos mismos si los personeros de Pedro Castillo pidieran ampliación de plazos con los mismos argumentos de la “importancia” de sus propios e interesados reclamos?

Por desgracia, estos pedidos, que se pretenden justifican con la muletilla de “para aclarar todas las dudas” y “que no queden luego dudas”, no pueden en realidad ser satisfechos. Como no ha habido ningún fraude, ni existen “pruebas” (solo “sospechas” de parte interesada), ni aun si se revisaran todas las actas que están cuestionando quedarían contentos. Prueba de ello es que ahora está pidiendo el Fujimorismo (y su nueva aliada, la desafortunada ex-lideresa del Partido Popular Cristiano, Lourdes Flores Nano), que se les entregue el Padrón Electoral para revisarlo. ¿Qué pensaría un verdadero “liberal” de este llamado a violar la obligación del Estado a salvaguardar la información personal de la ciudadanía, las mismas personas a quienes los “neoliberales” entienden más bien como consumidores con derechos? En medio de la cruzada “anticomunista” de estos días, hasta los Vargas Llosa, padre e hijo, se han olvidado del credo que tanto han venido predicando desde 1987, cuando formaron el “Movimiento Libertad”.

Aparte de estos problemas de procedimiento (las elecciones tienen un calendario perentorio, que en este caso se definió el 28 de setiembre de 2020, para garantizar la transferencia de mando el 28 de julio del 2021), hay problemas ideológicos serios en esta campaña anti-democrática del Fujimorismo y sus aliados. Mucho se ha comentado ya sobre los presupuestos racistas en la “lógica” de los buenos muchachos que revisaron las actas, buscando firmas diferentes, apellidos repetidos, y miembros de mesa “incapaces” de hacer bien las cosas en provincias. Esa visión paternalista y despectiva, que se ha expresado también contra la persona de Pedro Castillo, contrasta con la sorprendente eficiencia con la que esos mismos prójimos habrían actuado para efectuar el supuesto “fraude en mesa”. Al final, ¿son incapaces, o son extremadamente hábiles? ¿O las dos cosas, dependiendo de la línea argumental que se quiera utilizar en su contra? ¿Es el miedo lo que les impide analizar las cosas a los propulsores de la falacia del “fraude en mesa”, o es la intención de asustar y azuzar lo que está detrás de todo esto?

Porque, al final de cuentas, sería la primera vez en la historia del Perú y de América Latina que un grupo de oposición, en menos de dos meses entre la Primera y la Segunda Vuelta, es capaz de organizar un fraude electoral de estas características. Usualmente es quien tiene el poder del Estado y controla los organismos electorales quien puede modificar los resultados. En 1931 el Apra acusó de fraude al gobierno provisorio encargado de los comicios (porque el candidato Sánchez Cerro, proclamado vencedor, había transferido el mando a ese gobierno provisorio para ser candidato). En 1962 fue Fernando Belaúnde Terry quien argumentó fraude, porque el candidato Haya de la Torre encabezaba la “Alianza Democrática” (formada por el Apra y el partido de gobierno, el Movimiento Democrático Peruano del saliente presidente Manuel Prado Ugarteche). Ninguno de estos dos casos ha sido probado, ni entonces ni después.

En realidad, el fraude electoral más escandaloso de la historia peruana ocurrió en el año 2000, cuando Alberto Fujimori impuso su re-reelección, forzando la propia Constitución fujimorista de 1993, luego de que con la escandalosa “Ley de Interpretación Auténtica” se había presentado a las elecciones de 1995. A las clamorosas irregularidades de ese proceso electoral se sumó, el 14 setiembre del 2000, la denuncia pública del primer “vladi-video”: el “asesor” Vladimiro Montesinos comprando la lealtad del congresista Alberto Kouri, elegido por “Perú Posible” pero que se había pasado al Fujimorismo, junto con otros 18 congresistas inicialmente de la oposición, obteniendo así el gobierno mayoría en el Congreso. Sólo así quienes no querían ver la corrupción fuji-montesinista de la década de 1990 tuvieron que enfrentarse a la verdad.

De este modo, la campaña de un supuesto “fraude en mesa”, no tiene ningún asidero. Los miembros de mesa fueron designados por sorteo el 29 de enero, cuando Pedro Castillo y Vladimir Cerrón ni se imaginaban el resultado de las elecciones. Es una leguleyada de último minuto de quienes pensaron que con una campaña de terror “anticomunista” podían elevar a Keiko Fujimori por encima del anti-voto que genera la tres veces derrotada candidata. Saben todos los abogados que apoyan este despropósito que la ley no los ampara, que pedir ampliaciones y modificaciones de las normas electorales es ilegal, y que todo lo que pidan con el cuento de “defender los votos” no es legalmente aceptable. Lo hacen a sabiendas de que el objetivo final es prolongar la incertidumbre y generar el caos social (con marchas y contramarchas de simpatizantes de ambos candidatos) y económico (con la variabilidad del precio del dólar y las angustias de la Bolsa de Valores).

En paralelo a esta arremetida tinterillesca de los aliados del Fujimorismo, vemos todos los días nuevas acciones en la misma dirección. Cuestionar a las autoridades electorales, tratar de amedrentarlos, violentar las normas que emanan de la propia Constitución de 1993 que dicen querer defender. Amenazar a nuestro débil presidente transitorio, Francisco Sagásti, con favorecer a Castillo solo porque pide a ambos bandos esperar y respetar las decisiones del JNE. Presentar este viernes 18 una moción de censura contra la Mesa Directiva del Congreso, cuya caída podría provocar la salida del presidente Sagasti. Resucitar a vetustos personajes de la política criolla como Víctor Andrés García Belaunde, de Acción Popular, pidiendo nuevas elecciones (pero sólo de Segunda Vuelta, manteniendo así el Congreso emanado de la Primera Vuelta, donde el futuro presidente del Congreso sería el almirante en retiro Jorge Montoya Manrique, de “Renovación Popular”, que en estos días está llamando a las Fuerzas Armadas a intervenir en contra del “fraude” imaginario que venimos criticando).

Habrá que recordarles aquel viejo refrán a todos estos personajes (Keiko Fujimori, Mario Vargas Llosa, Álvaro Vargas Llosa, Lourdes Flores Nano, Víctor Andrés García Belaunde, Carlos Bruce, Óscar Urviola, Rafael López-Aliaga, Jorge Montoya Manrique): ¡quien siembra vientos, cosecha tempestades! <>