LECTURAS
INTERESANTES Nº 813
LIMA
PERU 10 MARZO 2018
EL PAÍS DONDE NO PODÍAN DECIR NO
Por Alberto Vergara. New York
Times, 9 de marzo
de 2018
LIMA — Una comunidad sana, ha teorizado
Javier Cercas, debe poseer tres tipos de individuos: un maestro que enseña a
vivir, un médico que ayuda a morir y, por último, una persona que dice no. Cableados como estamos la
mayoría de nosotros para seguir tendencias y decir que sí a cuanto se nos
ofrece, las sociedades
requieren de individuos excepcionales y capaces de rebelarse con un rotundo no
y así preservar la dignidad de la comunidad. Pobre de la sociedad que
necesite héroes, sentenció el Galileo de Brecht. Más pobres aquellas que no los
produzcan, retrucaría Cercas.
Ante la corrupción que anegó América Latina
en la última década uno se pregunta: ¿dónde están quienes dijeron no a la corrupción? Cada uno podrá buscar a este
imprescindible individuo en su propio país, pero en el Perú resulta difícil
distinguirlo. Lava Jato y Odebrecht han dejado la diáfana impresión de que nuestros líderes fueron incapaces de negarse al
dinero fácil.
Y se podía esperar que lo rechazaran. Si no
por convicción, al menos por miedo. Durante los noventa, el país padeció uno de
los gobiernos más corruptos de su historia. Doscientos funcionarios cercanos a
la gestión Fujimori fueron sentenciados por algún delito de corrupción. Es
decir, sorprendentemente, a la sempiterna corrupción siguió la rara sanción.
Aquí están, estos son |
El
mandatario Kuczynski dedica su presidencia no a gobernar, sino a ver cómo
disimula sus múltiples y ahora públicas relaciones con Odebrecht; las cuales
hasta hace poco negaba categóricamente.
Esto debería haber constituido un disuasivo
a nuevas trapacerías durante la recuperada democracia de los 2000. No lo fue. En el año 2004, según
investigaciones fiscales y periodísticas, el expresidente Alejandro Toledo
negoció un soborno de 30 millones de dólares con Odebrecht a cambio de
otorgarle la construcción de la carretera interoceánica que conectaría Perú y
Brasil. Finalmente, solo habría recibido
veinte millones, ya
que Odebrecht no consiguió el tercer tramo de la vía. Toledo vive en Estados
Unidos, prófugo de la justicia.
Entre 2006 y 2011 Odebrecht vivió su lustro
dorado. Alan García era
presidente y miles de millones fueron otorgados a proyectos realizados por esta
empresa. Seis funcionarios de dicho gobierno, incluyendo un
viceministro, han sido encarcelados por coimas de más de 8 millones
de dólares.
García tiene una investigación
abierta por
tráfico
de influencias. Más
allá
de lo que establezcan los tribunales, los limeños ven a diario la prueba última de la estrecha
relación entre García y Odebrecht, pues la bahía de Lima es dominada por
un Cristo enorme que la empresa ofrendó al expresidente. Si el de Río de
Janeiro es el Cristo del Corcovado, los limeños bautizaron al suyo como el Cristo de lo Robado.
Odebrecht
no solo corrompió políticos y funcionarios. Como documentó
Malú Gaspar en un reportaje
notable en
la revista Piauí,
para hacerse de las grandes obras de infraestructura, debió coludirse con empresas y empresarios
nacionales. Según funcionarios de Odebrecht, sus socios locales estaban al tanto de los
sobornos y aportaban a dichos “gastos”.
Hoy el expresidente Ollanta Humala está preso preventivamente porque habría recibido dinero de Odebrecht para sus
campañas.
El mandatario
Kuczynski dedica
su presidencia no a gobernar, sino a ver cómo disimula sus múltiples y ahora públicas relaciones con
Odebrecht; las cuales hasta hace poco negaba categóricamente.
¿Qué pasa en nuestras élites políticas y
económicas que desde siempre han sido receptivas con los embajadores de la
corrupción?
La
acción de Odebrecht y otras constructoras brasileñas fue más sutil que la del
soborno descarado. Como ha declarado Marcelo Odebrecht y ha confirmado Jorge Barata, su
brazo ejecutor en Lima durante más de una década, la empresa apoyó a casi todos
los candidatos con oportunidades de ganar la presidencia en 2006 y 2011. Han brindado montos exactos.
Siendo una empresa con una división entera dedicada al pago de sobornos, no es
difícil presumir que, aun si recibir dinero de empresas para campañas no
constituye delito, estas contribuciones fuesen una suerte de sobornos diferidos
y difusos entre potenciales gobernantes. Según Barata, bebieron de esa misma agua envenenada los
expresidentes Toledo, García y Humala, el actual presidente Kuczynski, la
exalcaldesa de Lima Susana Villarán y la dos veces candidata presidencial Keiko
Fujimori. No hubo quien dijera no.
¿Por qué nadie puede decir no? Pregunta
dolorosa. La Constitución peruana afirma que el presidente “personifica” a la
nación. No podemos
quitarle la nalga a la jeringa, la pregunta nos involucra. Por lo
pronto, sugiero leer La
pasión de Enrique Lynch de Richard Parra
publicada en 2014. Esta novela corta es el extraordinario relato sobre el siglo
XIX peruano de la mano de un hombre de negocios que es una suerte de ancestro
carnal de Barata. Ingeniero norteamericano llegado de Chile, hace fortuna
realizando obras
públicas que consigue con sobornos e intimando con lo más fino
de la sociedad limeña. Promete modernización a través de obras y le pagan con
el dinero del booming
commodity de
la época:
el guano. Parece calco. O sea, poseemos un par de siglos de experiencia. ¿Qué pasa en nuestras élites
políticas y económicas que desde siempre han sido receptivas con los
embajadores de la corrupción?
PPK el dia dia su infructífera asunción al poder |
La crisis abre oportunidad para hacer ciertas
reformas institucionales que, al menos, cierren la puerta al ingreso de dinero
sucio en las campañas electorales.
Aunque la pregunta es enorme y caben
infinidad de hipótesis, es indispensable observar la relación de estos actores
con las instituciones que los rigen. Nuestros líderes políticos y económicos prosperan bajo las
instituciones informales del particularismo: dinero para mi campaña, tolerancia con la
corrupción de mis acólitos y recursos para aceitar a mi clientela. Sin
embargo, según la ley formal, ellos mismos deberían reforzar la
institucionalidad del interés general. Oh, paradoja, deben fomentar las instituciones formales
que combatan las instituciones informales del particularismo desde las cuales
prosperan. No ocurre.
Los peruanos hemos sido testigos de esto
una y otra vez. Con el congreso anterior (2011-2016) el congresista Juan Pari realizó un excelente
informe de investigación sobre la actuación de las constructoras brasileñas en
el Perú. Congresistas
de todos los partidos decidieron que se engavetara.
Solo adquirió actualidad cuando las justicias brasileña y estadounidense
revelaron lo sucedido en el Perú. Algo similar ha ocurrido cuando se quiso fortalecer la unidad de
investigación de delitos financieros del poder judicial o al fiscalizar las
“donaciones” a las campañas. Y recordemos que grupos empresariales
hacían cabildeo para que en los procesos por corrupción se sancionase al
funcionario y no al privado.
Tras
el canto solista de Jorge Barata, ingresa el coro podrido de la política
peruana. Obviamente, nuestros políticos ignoraban todo. La
tragicomedia es
mayúscula. Renuncian a partidos, dibujan caras de sorpresa, hay quien ya
tomó un avión al extranjero y acusan de corruptos a otros políticos por actos
casi idénticos. El
desprecio por la ciudadanía es indisimulado, nos tratan de idiotas en nuestra
cara.
Graña, poderosísimo empresario mediático, purga prisión |
Ante la crisis, la primera reacción es
deshacernos de este elenco acostumbrado al sí. Pero está probado que nuevos actores también pueden tener
el sí fácil. Más bien, la crisis abre oportunidad para hacer ciertas
reformas institucionales que, al menos, cierren la puerta al ingreso de dinero
sucio en las campañas electorales. Después de todo, si el individuo ejemplar
que dice no preserva la dignidad de la comunidad, son sus instituciones
ejemplares las que permiten la prosperidad en el largo plazo.
_____________________
Alberto Vergara es profesor de
la Universidad del Pacífico y autor del libro "Ciudadanos sin
república".