TUVO TODO PARA GANAR,
PERDIÓ
Y DIJO FRAUDE
Jorge García Alaya.
ganar. Le pusieron los medios de comunicación a sus pies: periodistas complacientes, conductores adulones, que mientras a ella la trataban con pétalos de rosa, al otro candidato lo ninguneaban, le cortaban la transmisión, lo ridiculizaban. Despidieron directores imparciales y pusieron en su lugar monigotes amaestrados. Le pusieron en bandeja todo el financiamiento posible, directo e indirecto: se sumaron consultores políticos, desde los más experimentados como Ralston hasta los más rastreros como Baella; agencias de marketing digital, empresarios de la publicidad exterior que le obsequiaron paneles luminosos para su campaña de calumnias y terror; la campaña de las mil campañas, la denominaron, el más grotesco y pudiente de los voluntariados. La apadrinó un Premio Nobel de Literatura, fue promovida por una selección mundialista de fútbol; artistas, influenciadores, políticos, comunicadores, deportistas, antifujimoristas recalcitrantes de viejo cuño convertidos súbitamente al keikismo, y ni así pudo ganar.
Contó
con la complicidad de un Jurado Nacional de Elecciones que hizo la vista gorda
con todas las irregularidades, con un Ministerio de Trabajo que no abrió ni un
solo proceso en contra de las empresas que coaccionaban a sus trabajadores para
que voten por ella, con un Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas que se
apresuró a senderizar el atentado en el VRAEM, con una Cancillería que mandaba
a callar a Evo Morales pero le otorgaba visa exprés a Leopoldo López. Donde
quiera que se respirara miedo, donde quiera que se hubieran comprado el cuento
del lobo comunista, allí había apoyo seguro para su candidatura. Lo tenía todo,
todos los recursos, toda la plata, toda la cancha libre, y ni aún así pudo
ganar. Y un 7 de junio a las 7 de la noche, cuando vio que las cifras que no la
favorecían eran irreversibles, salió a victimizarse repitiendo el mismo
berrinche de su fracaso anterior: "me robaron la elección". Hace 5
años tuvo 73 congresistas y se dedicó a destruir el país con su obstruccionismo
enfermizo. Ahora tuvo el perdón de la mitad del país sin siquiera haberlo
pedido, y su soberbia no le permitió reconocerlo; la mejor idea de sus brillantes
estrategas no fue destacar sus atributos, sino denigrar a su adversario. Es por
gusto, Señora Fujimori: quién no sabe perder, jamás aprenderá cómo ganar. Quien
no valora lo que tiene, nada le será jamás suficiente.
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