DEMOCRACIA NEOLIBERAL
Escribe: Milciades Ruiz
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Todo sistema de dominación social, establece un orden
social de subordinación bajo una élite dominante. Aunque los administradores de
ese orden pueden variar, el sistema prevalece hasta que otro sistema de organización
social lo desplace. Vivimos bajo el sistema de dominación capitalista y todo lo
que sucede en nuestras vidas, obedece al orden que este, ha establecido. Por
ello, la “democracia” que tenemos, está signado por el sistema, como
instrumento de dominación.
La
democracia capitalista, puede ser rígida o, flexible, según el grado de
regulación que se aplique sobre los dominados, en defensa de los intereses de
los dominadores. Puede ser perversa o, tolerante, honesta o, tramposa, etc.,
siempre que no afecte el sistema de dominación vigente. La historia está llena
de seudo democracias y tiranías genocidas, tolerados por el sistema de
dominación, porque los afectados son siempre los dominados. En ese marco, según
las circunstancias, la democracia capitalista actúa de distinta manera en
Argentina, Israel, Europa, Asia, África y en nuestro país. La democracia, es
solo un molde administrativo del sistema.
No
es un ser supremo, el que designa nuestra suerte de vida, sino, es el sistema
de dominación el que condiciona la vida de las personas según el orden social
establecido, llamado también, “estado de derecho”, o estructura jurídica. Por
ejemplo, el parlamento, elegido “democráticamente”, pretende dejar sin empleo a
los profesores contrarios a la ideología de la Constitución neoliberal que nos
rige. Bastaría esta arbitrariedad “democrática” para condenar a niños
inocentes, hijos de los acusados, a sufrir las carencias de todo tipo,
truncando sus expectativas de futuro, sin tener culpa alguna.
Ese
estado de derecho, condiciona nuestras vidas, mediante mecanismos legalmente
establecidos. De este modo, la democracia de la dominación administra el
sistema, mediante el aparato estatal, reparte el presupuesto público y dicta
disposiciones según conveniencia de los grupos dominantes. Entonces, por más
que trabajemos honradamente desde el amanecer hasta el anochecer, no podremos
salir de la pobreza si el orden establecido nos ha colocado en la condición de
campesino andino. En Cuba, con el triunfo de la revolución, se cambió el
sistema y así, las trabajadoras del hogar podían estudiar medicina. El cambio
de sistema, les dio otro destino.
La
experiencia histórica nos enseña que, un sistema de dominación social, se
implanta mediante dos tipos de medidas: Coercitivas, utilizando la fuerza
militar policial, autoridades controladoras, poder judicial y, otras
coerciones. Y, persuasivas, aplicando un acondicionamiento mental, educativo,
uso de religiones, medios de información, ideología política y otras
alienaciones que glorifican el sistema. Es así, como surge el estado, como
aparato administrativo de dominación social.
La
evolución de la humanidad ha pasado desde la agrupaciones dispersas y aisladas,
hasta la integración globalizada. Las más antiguas civilizaciones europeas fueron
creando estados pequeños bajo una cúpula militar. Los líderes se convirtieron
en reyes, y la aureola de prestigio les atribuyó condición divina, estatus
social privilegiado y sucesión de casta. El estado monárquico era una
maquinaria que aseguraba la sumisión al orden establecido, mediante normas de
conducta social, orales inicialmente y escritas posteriormente.
Fue
así como se empezó a gobernar mediante leyes, agrupadas en códigos de conducta
social, allá por el año 1,700, antes de nuestra era. Las normas de conducta
social se fueron adecuando a las condiciones de dominación imperante,
extendiéndose a todas las ramas de actividad humana. El aparato estatal fue
creciendo. Al surgir el dinero como medio de cambio, se tuvo que normar su uso
para que no afecte el sistema de dominación vigente. El comercio fue normado
como mecanismo de acumulación de riqueza de las naciones, surgiendo el
monopolio.
El
mismo proceso social ocurrió en nuestro continente más tarde. Inicialmente,
surgieron pequeños estados como el Mochica, Wari, Sicán, Chimú, Nazca, Chanca,
y otros, como reinados de cúpulas militares que, implantaron un orden social de
sumisión con un aparato administrativo estatal primario, de acuerdo a su estado
de desarrollo. Fue el Tahuantinsuyo, el estado más extenso y desarrollado del
continente, cuya élite estableció un orden social jerarquizado de sumisión y un
aparato estatal de control.
A
diferencia de los estados europeos que, estaban ya, en una etapa procesal más
avanzada, en el Tahuantinsuyo, el estado de derecho era solo oral, dado que
todavía no había escritura. En cambio, los estados europeos contaban ya con
códigos de leyes escritas y, con un sistema de dominación más perfeccionado.
Había una diferencia abismal de 3,000 años de desarrollo entre ambos sistemas.
Cuando
los europeos llegaron a nuestro continente, procedentes de estados monárquicos,
estaban regidos por un estado de derecho que garantizaba la dominación social,
incluyendo la sumisión religiosa, la acumulación de riqueza como ascenso social,
tecnologías guerreras, de navegación y manufactureras que, otorgaban supremacía
de dominación. Con estas ventajas, les fue fácil conquistar el Tahuantinsuyo y
someterlo bajo la dominación de la monarquía española.
El
estado incaico fue suprimido, y se implantó el estado monárquico español,
anexando territorios como colonias o, virreinatos. Se cambió todo el aparato
estatal de control de los dominados y se implantó el estado de derecho
colonial. El genocidio era legal, como también la esclavitud como derecho de
propiedad privada. La conducta social de la población autóctona fue
compulsivamente acondicionada para adaptarla a un estado de derecho que no
entendía. La propiedad privada y, el dinero, le era extraño.
Cuando
en el siglo XIX, el sistema monárquico fue desplazado por el sistema
capitalista, surgieron las repúblicas como aparato estatal de control de los
dominados en un nuevo orden social regido por el dinero y la libertad de
comercio. Los subversivos enarbolaron la bandera de la libertad económica, como
un derecho de acumular dinero. En el nuevo orden social, dominan los que tienen
más dinero y no, los que tenían títulos nobiliarios. Pero este “estado de
derecho” ha sido la fuente de la desigualdad social y, de países. En la
doctrina capitalista, todos tienen igualdad de derecho de ser ricos. Son libres
de hacerlo. Los que no lo hacen, es culpa de ellos. Esto rige también, para los
países.
En
el universo no puede haber suma, sin resta. No se puede acumular sin despojar
una parte a los demás. La producción mundial es una sola, pero la distribución
desigual entre países hace a unos, ricos a costa de empobrecer a los demás.
Israel no puede hacer crecer su territorio sin quitarle a sus vecinos más
débiles. Por eso, en el mundo capitalista no puede haber ricos sin que haya
pobres. Es un absurdo pensar en contrario.
Los
que consiguieron la independencia del virreinato del Perú separándolo del
estado español, fueron las fuerzas capitalistas que enarbolaban la bandera del
comercio libre frente al monopolio español. La subversión nació en Europa,
financiando cúpulas militares descontentas por la segregación del estado de
derecho imperial a los españoles sudamericanos. De allí que, toda la ideología
de la independencia era el separatismo con gobierno propio, monárquico o,
liberal, pero sin alterar el orden social de dominación social vigente. España
siguió siendo la “madre patria”. Nada que ver con la emancipación de la
población nativa. Ese no era el objetivo.
La
república peruana fue organizada bajo el sistema colonial con una cúpula
militar que tuvo el mando en los primeros cincuenta años alternando caudillos
colonialistas. En estas condiciones no hubo estabilidad en el estado de derecho
republicano, que, siguió con el orden social colonial, marginando a la población
autóctona, dueña originaria del territorio nacional. Los nativos no eran
considerados peruanos. Eso estaba reservado solo para los españoles
sudamericanos. Todas las constituciones liberales fueron atropelladas, por los
supuestos “libertadores”.
Desde
el inicio de la república, el estado de derecho era preponderantemente
colonialista, católico y anti nativo. La cúpula militar realista pasó a ser la
cúpula militar republicana, los miembros del sistema judicial colonial pasaron
a administrar la justicia republicana, los empleos públicos eran propiedad
privada y podían ser comercializados. Todo era legal según el estado de derecho
implantado por cada caudillo militar, con un aparato estatal sufragado por los
tributos a que estaba obligada la población nativa.
Solo
cuando los capitales extranjeros llegaron para explotar nuestros recursos
naturales como materia prima exportable, (salitre, guano de islas, algodón y
azúcar) es que, el caudillismo militar dio paso al caudillismo civil. El
empresariado capitalista tomó las riendas del país y estableció el estado de
derecho a su medida, rigiendo la Constitución de 1860, que duró 59 años. Esta
fue remodelada en 1933, por el empresariado pro norteamericano y pro británico,
con el gobierno de Leguía, del Partido Civil. Este descendiente de españoles
del virreinato, gobernó 15 años, representando la modernización del estado
capitalista peruano.
Luego
vendrían las Constituciones de 1979 y la espuria de 1,993, acondicionada al
neoliberalismo que, es la que rige actualmente nuestras vidas, aunque muchos no
se den ni cuenta de esto. Los descendientes de españoles sudamericanos siguen
gobernando conservando muchos rezagos colonialistas. Estamos bajo el estado de
derecho neoliberal y la democracia responde a ese estado de derecho. Es una
democracia neoliberal emanada de una Constitución neoliberal. Pero esta
“democracia” es un molde construido con amarres jurídicos preconcebidos y toda
la legislación electoral está condicionada para obtener los resultados
políticos que hoy tenemos.
Esto
nos lleva a repudiar lo que, nosotros mismos hemos elegido con esta democracia
amañada, para los poderes ejecutivo y legislativo. De haber nuevas elecciones
generales, el resultado será similar porque el molde es el mismo. Si queremos
una democracia aceptable para la mayoría, habrá que modificar el estado de
derecho que la sustenta. Los resultados de esta democracia neoliberal nos
muestra el INEI, en los siguientes gráficos oficiales:
Nuestro
pueblo se siente abrumado, abatido e impotente ante el estado de derecho
neoliberal. Cada vez que se rebela, le cuesta muchas muertes. No confía ni en
los partidos políticos porque lo defraudan. Pero no queda otra opción que,
luchar por reducir al mínimo la opresión neoliberal, arrancando al sistema opresor
cada vez más logros sociales. Las conquistas sociales no caen del cielo. Hay
que lucharlas para mejorar nuestro destino. Si queremos una democracia popular,
tenemos que persistir en nuestra lucha, mejorando nuestros métodos y
estrategia.
Salvo
mejor parecer.
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