PICHACANI- LARAQUERI
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s
uno de los 12 distritos que tiene el cercado de Puno está ubicado en la meseta
del Collao o del Titicaca abarca el ramal occidental de la cordillera de los
andes. El Distrito de Pichacani-Laraqueri, se encuentra situado al sur oeste de
la ciudad de Puno, Sur del Departamento de Puno y de la República del Perú. El
nombre de Pichacani deriva de P’issaqani o sea lugar de perdices. Ubicada entre
los 3880 a4400 m.s.n.m. tiene una topografía semi-accidentada con presencia de
laderas empinadas, desfiladeros, quebradas y pampas intermedias; predomina el
clima frío seco, ofrece condiciones favorables para el desarrollo de la
ganadería y agricultura, en el ámbito de esta zona se encuentran las
comunidades de Viluyo, Achaca, Ñuñumarca, Pichacani, Huancarani, Poquellani,
Jayuncora, Tunquipa, Huarijuyo, Tolamarca, Soquesani, y las Parcialidades de
Morrocoy y Loripongo.[1]
El profesor, ya desaparecido, Teófilo Céspedes Bedregal,
en su novela “Tunquipa”[i] describe el ámbito cordillerano
en el que se desenvuelve la vida de los pichacaneños:
Las pequeñas montañas, encadenadas íntimamente, originan
repliegues rocosos que albergan comunidades que luchan históricamente con la
hostilidad del clima y la adversidad social, provocado por la negligencia estatal
de gobiernos insensibles a la cruda realidad económica que ahorca la vida del
campesino, pero que desafiante abre camino permanente para seguir existiendo
como heredero de culturas ancestrales.
En uno de los repliegues de esta milenaria
cordillera andina, se fundó una pequeña comarca, poblado por mineros españoles,
que arrancó plata, zinc, plomo y otros minerales a la tierra de los aymaras de
la región. Esta población, más tarde enraizó surgiendo el distrito de
Pichacani, cuna de respetables familias, que en una u otra forma, dieron
prestancia a Puno y a la zona altiplánica.
Vecino de esta antigua población, ahora postergada,
ayer progresista y fervorosamente alegre y altiva, se encuentran dos cerros
cortados a cincel, se dice, por seres extraterrestres: Isca y Jacha Cutimbo. En
la planicie del primero se encuentra chullpas de estilo incaico, con un
monumento arqueológico rectangular, que certifica la presencia de una cultura
milenaria, que dejó para la posteridad, estampado en la roca, espiritualidad
artística, que aún no ha sido estudiada a profundidad, tal como debía ser.
Esta zona cutimbeña, es un recinto rocoso de
sillares, lava que algún volcán vomitó en tiempos inmemoriales, que también albergó
tumbas de hombres y mujeres embalsamados, que en cuclillas partían a espacios
desconocidos, y que en la actualidad la ciencia ni la tecnología pueden ubicar.
El río Iturasi, muy caudaloso en el verano y
cristalino en invierno, posiblemente alimentó a los poblados de la región de
Cutimbo, Ñuñomarca, Ankaka o Jayunkora, que pareciera hace millones de años,
fue el lecho de una masa de agua, cuyos vestigios son observados por
personalidades estudiosas de la ecología andina.
Tunquipa |
El caminante que llega a estos parajes-
cordilleranos, recibe el impacto de la soledad y el aislamiento, que con un
primer momento lo percibe gustoso, no obstante que el aguijón del frío quemante
o la desesperación del silencio profundo, empieza a talar su buena voluntad;
pero cuando encuentra la tristeza del inocente niño que solo conoce algunas
aves propias de la región, como el águila, el cóndor, o cuando dialoga con el
anciano que el Sol y el viento arrugo su rostro curtido, pero altivo; o cuando
encuentra a la pastora, virgen y pura como ninguna de otras zonas, el corazón y
el pensamiento arremete en una exclamación de protesta, solo dice al Sol y la
Naturaleza: Entes injustos con el Hombre cordillerano, recriminando al otro
hombre, el del poder, el de la riqueza, al criminal social que vive
imperturbable en el pantano que alguna vez lo engullirá. Ahí no queda su indignación,
sino que enjuicia a la sociedad que despreocupada sólo existe para alcanzar el
poder y la riqueza mal habida. Con el espíritu herido, el visitante vuelve
desconcertado, decepcionado, buscando encontrar la luz y el agua de una
verdadera redención.
Así es la vida andina en buena parte de su
misterioso y escabroso ámbito, cuyos moradores sí, tiene el derecho de reclamar
justicia social, igualdad de oportunidad y mejor trato estatal o
institucional. Es un cuadro tétrico de fuego que calcina el espíritu y mueve
realmente a la rebelión contra la institucionalidad estatal y privada,
especialmente.
En esta diversidad ambiental, se agita una meseta
andina extensa, cubierta de pastizales, recortada por pequeñas montañas que
origina vallecitos y quebradas, configurando un conjunto geográfico con
poblaciones y comunidades que convive conservando costumbres y patrones
culturales milenarios. Sobresalen en este ámbito, cumbres nevadas como el
Wenkkasi, el Luripongo, que a demás de dar una tonalidad especial al paisaje,
brinda una beta de tradición cultural que mantiene latente el ancestro de los
grupos humanos que habita en sus faldas y en sus llanuras.
Los restos arqueológicos de Cutimbo, que aún se
conservan en la cumbre de una montaña empinada y escarpada, que según la
tradición fue cortada en su medio cuerpo por seres extraterrestres, al igual
que su par, la otra montaña llamada Jacha Cutimbo, enriquecen el panorama. Este
gran paraje es atravesado por ríos caudalosos en la época de lluvias y remansos
en el invierno. A la vera de uno de estos ríos, se ha formado una pequeña
población con rasgos originales; más de una treintena de comunidades superviven
en sus llanuras y quebradas dedicadas al pastoreo y a la agricultura.
La zona en su amplitud está caracterizada por la
existencia de grandes pastizales y bofedales; rodeada además por caprichosas
montañas como el Tunquipa, el Ñuñomarca, el Jjake Allkkamari Wawachawi con su
enorme roca de granito trenzado; el abra de la Angostura, el Jjakke
Jjayunkkora, los cerros Challupu y el río Iturasi, la quebrada de Soralaya, la
llanura de Tumuco o la rinconada de Chujlla, presentan en conjunto un ámbito pintoresco.
En aquel panorama no solo existe pobreza extrema,
sino miseria extrema, que el pueblo espera que alguna vez se resuelva
favorablemente. Cada vez espera con mayor vehemencia la luz del Desarrollo.
EL KAJELO
El
termino q'ajhelo según algunos deriva de la palabra aymara “q'ejho” o sea, el
retumbar del trueno. Para otros, con mayores fundamentos q’ajhelo deriva del término
aymara q'ajho o q’ajha, que significa joven o adolescente. Según esto, se trata
de la danza de los jóvenes de las cordilleras, danza de parejas en grupo de las
provincias de Chucuito, El Collao y Puno. Se baila en las fiestas patronales en
forma consecuente. La realizan parejas de diferentes entornos sociales, al compás
de las melodías del bullicioso charango (chillador por tener cuerdas de metal),
demostrando virilidad y destreza y ataviados con atuendos que caracterizan a
las punas frías y el sector del campo. Culmina la danza con el dominio del
hombre a la mujer, que constituye el símbolo del amor en el ande[ii].
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