QUIZÁ
LA HISTORIA
César
Hildebrandt
Tomado de HILDEBRANDT EN
SUS TRECE N° 620, 27ENE23
A |
burre mi país.
No se renueva.
Hace 200 años que
presenta la misma comedia en el mismo teatro de maderas quejumbrosas.
¿Cree alguien que Dina
Boluarte está haciendo algo original?
Es el viejo guión de la
derecha.
La ancestral derecha de
toda la vida.
El asunto es que nada
cambie. Los elencos pueden renovarse, pero el argumento sigue siendo el del
tiempo congelado, las castas inmóviles, los abismos eternos.
La derecha perdió la
guerra decisiva con Chile pero ganó siempre la que libró contra el cambio
social. No importaba que fueras Castilla, Pardo, Piérola, Cáceres,
Billinghurst, Haya o Belaunde: terminabas tu vida sirviendo a los que cortaban
el jamón.
No importa cuánto te
movieras: la derecha te amansaba, te dopaba, te emasculaba dulcemente y
terminabas dando un sarcófago.
La historia del Perú es
un pozo y una noria chirriante.
Ver y escuchar a Dina
Boluarte es asistir a una clase maestra de ignorancia y estupidez.
La señora cree que las balas dum-dum se fabrican artesanalmente y quiere hacemos creer, después de ser convencida por algún esbirro de la Dircote, que los muertos de las protestas se dispararon entre ellos y que los emisarios de Evo Morales combatieron, con sus ponchos rojos, en Juliaca. Esta damita quizá ignore que si alguien invadió Bolivia alguna vez, ese fue el cusqueño Agustín Gamarra, porfiado en su intento de tragarse el país inventado por Bolívar y muerto en la batalla de Ingavi en 1841.
Títere de Keiko. Por: Chillico |
Dice usted que Pedro Castillo es un corrupto, pero usted lo defendía cuando algunos medios insistíamos en que su presidente era un ladrón de medianas aspiraciones. No tuvo usted el coraje de renunciar ni siquiera al ministerio que ocupó y no se refirió a su predecesor sino cuando varios gobiernos demandaron su liberación.
Daba usted, señora presidenta,
una imagen triste.
La de alguien que,
habiendo saboreado el poder, decide vender su alma al diablo con tal de
continuar. Pero esa imagen de conversa oportunista ha cambiado. En su
presentación ante la prensa extranjera ha dado usted una imagen de persona sin
escrúpulos, de alguien que es capaz de mentir vertebralmente. Hay en usted
ahora, señora Boluarte, un aura de crimen por venir, de trama sucia, de
negación de lo evidente. No es usted sólo rehén de la derecha sino que se ha
vuelto eco malicioso de esa policía fujimorista que traza la agenda y decide
que San Marcos es una trinchera del senderismo.
Peor todavía: gracias a
usted y a sus múltiples anuencias, el fujimorismo derrotado por tercera vez el
2021 gobierna el 2023. No sólo el fujimorismo: los representantes de la derecha
más proclive al fascismo la aplauden, señora presidenta. Y la prensa del siglo
XIX, los comercios de todos los colores, dice en sus papiros que usted
representa el orden, la civilización y la democracia.
La derecha canceló a
Billinghurst y llamó socialista a su mandato. Domó a Haya y lo encumbró cuando
lo vio sin dientes. Maldijo y saboteó a Velasco. Enredó en nubes de nada al
primer y al segundo Belaunde. Tentó y pudrió al primer Garcia y danzó con los
lobos del segundo. Antes había hecho civilista a Piérola, catatónico a Cáceres,
guanero a Castilla, reaccionario a Leguía, consecuente a Prado, diezmado a
Toledo, muñequeado a Humala.
Que Pedro Castillo haya
sido un breve forajido no significa que hoy nos deba gobernar la peor derecha
de los últimos años. La lección es que todo hiede, que todos deben largarse
cuanto antes y que debemos ensayar otros nombres, otros modelos, desafíos
distintos. La señora Boluarte es un Pedro Castillo borrado con el liquid
paper de “El Comercio”. Es María Delgado de Odría, la señora que regalaba
máquinas de coser mientras los soplones de Esparza cazaban a los apristas.
En los años 60 la
derecha llamó comunista a Belaunde. Hoy tiene un problema más complicado: debe
terruquear a medio país para llenarse de argumentos. Quizá estemos asistiendo a
un reacomodo sísmico de las fuerzas sociales y políticas. Tal vez estemos
frente a la versión criolla de una revolución surgida de tanta inútil espera.
Una revolución sin Capetos ni Versalles pero con mucha bronca vieja y un montón
de jacobinos con piedras en la mano. Quizá estemos haciendo historia sin
saberlo. ▒▒
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