TERRUQUEO TOTAL
Por: Juan Manuel Robles
En
HILDEBRANDT EN SUS TRECE Nº 620, 27ENE23
¿Por qué a nuestras
élites y sus seguidores arribistas les es tan fácil decir que la protesta
masiva es obra del terrorismo? ¿Por qué dicen que les recuerda a Sendero Luminoso?
No por los asesinatos —que no se dan, los que matan son los uniformados—, ni
por el ajusticiamiento de autoridades –cero-, ni por los coches bomba que
explotan sin importar que haya civiles cerca —ningún reporte—. ¿Por qué
entonces dicen que son terroristas? Es cierto: lo hacen para criminalizar y
estigmatizar, para justificar la represión. Pero creo también que en su
terruqueo hay algo profundamente sincero y siniestro. Una confusión real y una
manera retorcida de ver y recordar.
No las muertes. Las
muertes siempre fueron un detalle.
Las muertes les
importaban un pepino. Van más de sesenta asesinados por la coalición
gobernante que encabeza Dina Boluarte pero ellos ni se inmutan, hablan de
“restablecer el orden”, no se indignan contra quienes matan peruanos. Yo de
chico creía comprender cuando señores con dinero y buena posición se referían
a los senderistas como “esos malditos”, con la voz desencajada. Tanta muerte
deja rabia, pensaba. También tendía a justificar lo que yo interpretaba como
paranoia: le dicen terrorista a todo el mundo porque son almas sensibles, el
terrorismo dejó muchos traumas y heridas que quedan.
Qué ingenuo. Su
terruqueo burdo en estas horas de masacre les quita la careta. Su terruqueo no
va contra quienes ahora mismo matan por la espalda, con las botas puestas. Va
contra las víctimas. Su preocupación no es que estén muriendo menores de edad
sino que haya protestas enérgicas en todo el país, porque eso implica
organización, una red coordinada, cerebros y planes: todo eso que, en sus
cabedtas, solo puede ser una cosa: terrorismo.
Es una percepción
delirante que ha calado hondo, y viene de años atrás,
con tabloides que la
refuerzan. Cualquier grupo de izquierda que empieza a organizarse con cierta
eficiencia es tildado de terrorista. Cualquier movimiento rojo que hace una
red sólida conectando las ciudades del país aparece en el radar viejo de la
Dircote. Llenar el Perú de actividad política de izquierda es sedición e
ideología subversiva. No solo eso. ¿Aníbal Torres hace consejos
descentralizados de ministros en el interior del país? ¡Práctica terrorista!,
gritan mientras trazan líneas imaginarias sobre el mapa del Perú.
Yo pienso en Sendero y
recuerdo Lucanamarca y a Bárbara D’achille y a María Elena Moyano. Ellos
piensan en Sendero y se les viene a la mente una “izquierda” que operaba
sincronizada como el temible tictac de un reloj, dañando la economía.
Por eso aceptan que
traten a manifestantes del interior como animales, en San Marcos, una imagen
que recuerda a los peores años del conflicto armado (detenidos bocabajo,
humillados). Porque son izquierdistas –lo que se “confirma” con sus panfletos y
pancartas- y cómo van a haber llegado a Lima todos juntos si no es por una red
de socorro (popular). Son sujetos movilizados por la ideología, que duda cabe.
Terroristas.
Lo mismo pasa con los
detenidos, que son presentados como se hacía con los senderistas en los noventa
(solo falta el traje a rayas). No son terroristas –para nada- pero les
organizan toda la parafernalia del recuerdo. Mientras los exhiben esposados,
hablan a la cámara con la frente en alto. Ajá: izquierdistas tenaces, que no
agachan la cabeza cuando son detenidos por la autoridad. ¡Tienen que ser
terroristas! Lo que esos jóvenes dicen al ser detenidos es, justamente, que no
son subversivos —a diferencia de lo que hacían los detenidos de los noventa—,
pero qué importa, esa actitud es demasiado sospechosa. Un rojo liso, conectado
con la red. Terrorista fijo.
El delirio llega a niveles
estratosféricos. Como la izquierda despierta la simpatía de Evo Morales, que
ayuda y a veces participa en los foros de movimientos sociales en el Perú, se
llega a la conclusión de que Morales —a quien el militante más flojo del
verdadero Sendero Luminoso repudiaría por revisionista y capitalista— es
prosenderista y ha conectado a sus Ponchos rojos con los sindicatos de Abimael.
La red se agranda, es continental, advierte “Perú.21”.
Huaraquera de dum dum en pleno lanzamiento |
El Perú le ha declarado
la guerra a su propia gente —y juega con la idea de hacerlo con otro país—,
todo debido a actos realizados por terroristas imaginarios (y a gente que cree
en su existencia con facilidad escalofriante). A menos de dos años de la
muerte de Abimael Guzmán, una nueva forma de fanatismo asesino nos está llevando
al despeñadero. SOS, Perú. ■
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