viernes, 17 de junio de 2022

EL FUTBOL PERUANO SEGUN HILDEBRANDT

DIOS NO ES PERUANO

César Hildebrandt

Tomado de HILDEBRANDT EN SUS TRECE, 17JUN22

D

icen que el arquero australiano no actuó caballerosamente. ¿Y qué querían? Esa isla inmensa fue un presidio inglés y el señor de los tres palos que impuso sus métodos de taberna en sábado por la noche viene de ancestros que huyeron apenas de la horca. Pero los nuestros proceden del barrio, del potrero, de las calles más ásperas y, sin embargo, se quedaron atrás. ¿Qué les pasó?

Pienso que volvieron a ser los de casi siempre: desunidos, partidos por la mitad, maltrechos, empe­cinados en el error. Y esta vez no tuvieron el toque mágico que Ga­reca les proveía cada vez que las eliminatorias parecían perdidas. Porque Gareca, contagiado del vie­jo mal peruano del acojudamiento, no acertó una esta vez. No previó lo asfixiante que podía ser la medio­cre disciplina de los australianos ni interpretó bien lo que había pasado en el primer tiempo y siguió pen­sando que las bolas largas con mala dirección iban a ser convertidas por Lapadula en palo­mas de chistera. Gareca no confió en el equipo sino en el azar y el resultado fue el que puedes tener jugándotela entera en algún casino de Las Vegas.



Los australianos nos han librado de hacer el ridículo en Catar. El ridículo lo harán ellos con ese equi­po que parece ser el alter­no de la reserva del Brístol City. Pero esa sombra nos ha humillado. De modo que debemos renunciar al criollismo y a las vainas y admitirlo: ahora somos menos que una sombra.

Lo fuimos muchas veces durante el proceso previo a la desdicha de Doha. Lo somos a la hora de juzgar a nuestros clubes profesionales de fútbol y su miseria in­ternacional. Lo seguimos siendo si vemos qué hacemos con nuestras divisiones de menores. Y somos sombras nada más si escuchamos a la tribu de las radios y las teles y los comercios decir que hay que pasar la página y que ya vienen las fechas FIFA y las eliminatorias del mundial 2026. Porque -ese es el mensaje- el negocio no puede parar y las mentiras que lo alimentan no pueden cesar.

¿Por qué un país que tiene una liga de fútbol indigen­te y derrotada de antemano (hasta por 8-1) debe estar en Catar en nombre de Sudaméríca? ¿Por qué un país que no tiene estadios con césped suficientes o no los tiene abiertamente, como es el caso de Madre de Dios, debe ocupar un lugar entre los mejores? ¿Por qué una selección cuyos jugadores más encumbrados juegan ex­clusivamente en ligas marginales debe esperar un podio como premio?

El problema es haber perdido con Australia. Pero es que la soberbia suele tropezar con las lecciones más crueles. Y fuimos arrogantes a Doha. Supusimos que lo de Nueva Zelanda se repetiría y que el chancay de a 20 que nos comeríamos sabría a tarde de otoño y mante­quilla. ¡Fue un búmeran!

¡ARRIBA PERU!

Si subestimas a tu adversario, perderás guerras, imperios, partidos de fútbol. Pero si subestimas a tu oponente y encima sobreestimas tus fuerzas, estás más que perdido.

Más allá del fútbol, que es una metáfora, nos ha pa­sado siempre. Creer que las batallas se ganan antes de librarse y que la victoria no requiere recursos y fría pre­paración sino verbo inflamado y esperanza en los hados es un mal vitalicio del Perú.

Nos pasó en cada guerra perdida y en cada oportuni­dad que tuvimos de ser una nación juntada por algún propósito Siempre creímos que éramos más ingeniosos de lo que somos y que un destino manifiesto estaba a la vuelta de la esquina. Ñangas.

No puedes reunir grisuras y esperar que de ellas salga un arco iris. No puedes vivir en el desorden y la impostura y aspirar a que te tomen en serio. Es una insolencia tener la convicción de que somos el segundo pueblo elegido del planeta. Y ahora lo volvemos a saber: Dios no es peruano. <.>

 


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