LOS QUE NACIERON PARA SER SIRVIENTES, AHORA YA GOBIERNAN AL PERÚ
Itzamná
Ollantay en https://www.telesurtv.net/bloggers/
27 agosto 2021
En
la bicentenaria República criolla del Perú, en menos de un mes de gestión del
primer Presidente campesino, están
ocurriendo sucesos culturales y políticos que están trastocando las certezas de
la “identidad nacional” bicentenaria.
El
electorado peruano, el
pasado 6 de junio, mediante una inédita sublevación en las urnas, derrotó a
todo el pelotón oligárquico, y eligió como el Presidente del
bicentenario nada menos que a un campesino, “extranjero” para la limeñidad
virreinal.
Esta
derrota política le dolió y le duele a los “dueños” de la República criolla,
quienes inmediatamente
quisieron “redomesticar” al insumiso Presidente de sombrero mediante una
fallida “guerra económica” y “calentamiento de las calles”, argumentando
que el Gabinete de Ministros era un peligro para la “democracia y el
desarrollo” del país. Y así, emprendieron
y emprenden una guerra mediática contra el Gobierno y su Gabinete bajo la
sentencia de: “o se resubordinan o los expulsamos del poder”.
En
el Perú, al igual que en el resto de las bicentenarias repúblicas criollas, los campesinos e indígenas nacen
para ser sirvientes de las familias mestizas en las principales ciudades del
país, y peones en las haciendas.
Esta
es una premisa constitutiva y organizadora de la esencia de la República
peruana. Y no es únicamente asunto económico, sino antropológico identitario
del Perú oficial.
En
el Perú, el originario,
nativo o campesino, para ser admitido
formalmente como ciudadano peruano está
obligado a renunciar y renegar de su idioma, cultura e identidad, y
asimilarse como mestizo, si es alimeñado, mejor. Aunque en los hechos jamás
llegará a ser admitido como ciudadano pleno.
A Pedro Castillo, folclóricamente lo
asumen Presidente de sombrero, pero en los hechos lo miran como a su cholo
sirviente.
En
lo que va del mes, en especial en el Congreso de la República, y en los medios
corporativos, muy a pesar de los esfuerzos protocolares, trasluce el racismo y el
desprecio por parte de congresistas y empresarios hacia el Presidente Pedro
Castillo y el Premier Guido Bellido. ¡Les incomoda de sobremanera que quienes nacieron para
ser su jardinero o su chofer, ahora, sea el Presidente y el Premier de su
República!
En
los hechos, en este preciso momento, congresistas, empresarios, funcionarios públicos…, tienen en sus casas,
de empleadas domésticas, a las hermanas, tías, sobrinas, paisanas…, de Pedro
Castillo y de Guido Bellido, limpiándoles los inodoros o preparándoles
la comida, o cuidándoles sus mascotas. Los tíos, hermanos, sobrinos, parientes
de Bellido y Castillo fueron y son sus jardineros, jornaleros, choferes… ¡En la bicentenaria República
criolla peruana el provinciano, quechua o aymara hablante, nació y está
condenado a los sumergidos nichos laborales, en silencio! Y si se
quejan, son escarmentados como indios insolentes.
Por
eso, a Castillo y a
Bellido, la oligarquía, la endeudada clase media, e incluso provincianos
alimeñados, los miran con si fueran sus peones o sirvientes.
Pero,
lo que más les irrita a los patrones criollos y acriollados no es sólo que sus
peones, ahora, sean el Presidente y el Premier de su República, ni que se
nieguen a redomesticar o a moderar sus conductas irreverentes para con el
“orden establecido”.
Lo que más les irrita es que desde el Estado les hablen y le hablen al Perú entero en los idiomas nativos, como el quechua. Un idioma milenario que los políticos gamonales intentaron infructuosamente aniquilar/borrar por más de cinco siglos. La epifanía oficial del idioma quechua es el inicio de otra derrota histórica, la derrota cultural.
Castillo
y Bellido no han iniciado aún a ejecutar su “subversivo” programa de gobierno
consistente en la Asamblea Constituyente Plurinacional, revisión de contratos de
privatización, redistribución de tierras…, pero con su sola “presencia
auténtica” en el Estado criollo, ya están comenzando a cimentar la postergada promesa histórica: la
revolución democrática cultural, utilizando el lenguaje corporal y el idioma
quechua como una herramienta política de emancipación. Y a esta
“revolución de sentido común”, al parecer, es a la que más le temen los
privilegiados del bicentenario Perú oficial. ▒▒
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