PARAR LA CONSPIRACIÓN
César
Hildebrandt
E |
Tomado
de HILDEBRANDT EN SUS TRECE N° 545, 25JUN21
l golpe de estado se
está consumando.
Esta vez no hay tanques,
milicos con metralleta en la esquina del congreso, casas rodeadas por la
soldadesca.
Es un golpe distinto. Es
un aporte imaginativo del Perú al golpismo de las derechas globalizadas.
Se trata de robarle la
elección a Pedro Castillo, el profe chotano y mal hablado que pudo derrotar a
la señora que encarnaba todas las codicias de los que cortan el jamón.
Es trumpismo andino,
como se me ocurrió decir hace tres semanas. Pero es trumpismo exitoso.
No toman el Congreso
(capitolio) porque ya lo tienen en sus manos y, mientras tanto, arman un
Tribunal Constitucional ad hoc que pueda servirles próximamente en el
caso de que la legitimidad de las elecciones vaya como tema a su jurisdicción.
No toman los periódicos
porque ya son suyos ni censuran a la televisión porque ya se encamaron hasta
la náusea con ella. Lo que hacen, más bien, es sabotear al Jurado Nacional de
Elecciones que se niega a darles la razón. Lo que exigen es saber quiénes votaron
por quién y lo que intentan es puentear y negar el trabajo de la ONPE a la hora
del conteo.
Al mismo tiempo, su
prensa anuncia baños de sangre y algunos militares en retiro, pensionados por
un régimen especial que nada tiene que ver con las miserias de los civiles
sometidos a la ONP y con la estafa de las AFP fujimoristas, salen a la calle
con las espaditas que les sirvieron para impresionar a sus novias en las
fiestas de etiqueta. Y ahora se suman los generales en retiro de la PNP, muchos
de los cuales estuvieron metidos en desmanes presupuestarios y malversaciones
todavía impunes.
La notoria procesada
Keiko Fujimori está a la cabeza de esta operación. La derecha más chabacana,
el fascismo menos letrado, la cutra en frac, el club de la construcción, los
que tienen expedientes abiertos y futuro en la sombra están con Keiko
Fujimori.
Ellos asienten
complacidos con cada paso que da el golpe de estado. Su esperanza es que el
país trague ese sapo y que los militares hagan el trabajo sucio ante una
nación sometida al terror.
La estrategia
“electoral” del fujimorismo, líder otra vez de la derecha peruana, ya resulta
irrelevante.
Primero trataron de
decir que les habían hurtado votos. Después dijeron que a Castillo le habían
regalado votos fraudulentos. A estas alturas lo que piden es que todo se anule,
lo que es tácita confesión de perdedores.
Lo que no aceptan es que
Pedro Castillo sea ya el presidente, electo del Perú. Lo que dicen es que si
la candidata no ganó, entonces “tuvo que haber fraude”. Es la Torre Trump
construida por Graña y Montero.
No dirían eso, claro, si
el ganador hubiese sido De Soto, López Aliaga o Acuña. No lo dirían si hubiese
sido Lescano. El problema no es que la eterna perdedora volvió a perder. El
problema es que perdió ante el único candidato que “no debía ganar bajo
ninguna circunstancia”.
Eso es lo que piensa el
empresariado ultraderechista que, hoy ni siquiera se siente representado por
la CONFIEP, acusada de tibia. Eso es lo que piensan los militares herederos del
veto que privó a Haya de la Torre de la presidencia en 1962. Eso es lo que
atienta el entorno prontuariado de Keiko Fujimori.
Digámoslo claro de una
vez por todas: la jefa de una organización criminal -la definición es del fiscal
José Domingo Pérez-, que sirvió para recaudar decenas de millones de plata
negra, ha decidido subvertir el orden democrático después de perder su tercera
elección. Y a eso se están prestando la prensa despatarrada, un gran sector
del empresariado, el Congreso, algunos militares en retiro que viven
privilegiadamente gracias a los impuestos que se recaudan.
El fujimorismo, como
siempre, es fiel a su ADN, al síndrome autoritario y placentario que lo definió.
Como el fraude no se pudo demostrar porque fue un invento surgido de la
derrota, pues entonces hay que tumbarse al Jurado Nacional de Elecciones, en
cuyas manos está proclamar al ganador. Y si el JNE se rehace y quiere seguir
calificando los pedidos de nulidad, pues entonces continuarán los recursos, las
apelaciones a instancias judiciales, los pedidos de reconsideración, los habeos
data: la creatividad de los bufetes dedicados a blindar al hampa tiende a
parecerse al infinito.
Mientras tanto, no hay
presidente electo tres semanas después de la elección. Y el plan es -no lo
olvidemos- que no lo haya.
La operación tiene un
cronograma pensado por algún SIN zombi que ha vuelto a probar carne humana y
tiene hambre. Se trata de que el próximo y bicentenario 28 de julio sigamos sin
gobierno en cuanto al poder ejecutivo se refiere. ¿Qué tendríamos? ¡El
Congreso!
El plan es que en ese
recinto, donde todo puede ocurrir, se elija como líder a alguien lo suficientemente
audaz como para que, ante “el vacío de poder”, asuma la presidencia de la
república de modo provisional y convoque nuevas elecciones. ¡Operación
coronada!
¿Y las provincias
despreciadas? ¿Y la reacción de los casi nueve millones de peruanos que
votaron por Castillo?
El cálculo es que ese
“costo social” y político puede ser manejable. ¿Cuántos muertos se necesitan
para poner en jaque a un gobierno golpista que aducirá estar cumpliendo con la
ley dado que el Jurado Nacional de Elecciones no pudo proclamar a un ganador?
Los opinólogos de la
comparsa golpista recordarán que en 1962, ante la parálisis del JNE por las
acusaciones de fraude impulsadas por los militares que habían vetado
históricamente a Haya de la Torre, se dio el golpe de estado del 18 de julio.
Hubo nuevas elecciones en las que Femando Belaunde obtuvo el triunfo. Víctor
Andrés García Belaunde, ahora encajado en las tesis del fujimorismo derrotado,
debería repasar ese episodio.
Lo que no sabe Keiko
Fujimori es que si el golpe se produjera tal como lo hemos intentado
describir, ella estará, al final, fuera del juego.
La derecha no volverá a
apostar por alguien cuyo antivoto es como el peñón de Gibraltar. La ironía es
que el golpe, tramado por sus secuaces y refinado por los uniformados,
terminaría con la carrera de quien quiso imitar a su padre olvidando que una
retroexcavadora no es lo mismo que un tractor hipocritón. Si la derecha la dejara
en la cuneta, como podría suceder perfectamente, a la señora la esperan las
lentitudes repetitivas de la chirona: nadie sabe para quién trabaja.
En resumen, dependemos
del Jurado Nacional de Elecciones. El golpe “suave” se evitará si el JNE cumple
su tarea a tiempo y, en nombre de intereses mayores que tienen que ver con la
continuidad democrática, analiza en racimos los pedidos de nulidad, los
califica por patrones comunes y los resuelve en bloque según su propia
jurisprudencia. La otra alternativa es que esa institución haga el ridículo de
someterse al diluvio de papelería abogadil lanzada por el golpismo y pase el
28 de julio “cumpliendo su deber”: revisando, con ojos de presbicia y
respiraciones entrecortadas, los cientos de recursos que tenían por objetivo
sabotear, precisamente, su histórica misión. ▒▒
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