LECTURAS INTERESANTES Nº 960
LIMA
- PUNO, PERÚ
21 mayo 2020
EL FANTASMA DEL HAMBRE
Nicolás Lynch OTRA
MIRADA, 18 de mayo de 2020
M
|
irar
a otra parte es un arte que los de arriba en el Perú no sólo heredan de su
pasado colonial, sino que en tiempos neoliberales les ha permitido inventar una
realidad paralela a la del mundo en que vivían. Este es el caso de la
precariedad del trabajo de la abrumadora mayoría de la población que todavía
hoy, a un año del bicentenario, no termina de cuajar como un derecho.
Cómo
serán los tiempos que ha habido que esperar a un momento de crisis extrema como
la actual para que esta realidad paralela se resquebraje y se reconozca una
verdad de Perogrullo: la existencia del Perú informal. Solo que el nombre es
equívoco “informal” y supone que hay otro formal respecto del cual se define el
primero. Aníbal Quijano, décadas atrás, nos señaló que era una sola fuerza de
trabajo —ciertamente heterogénea— una parte sin derechos llamada informal
aproximadamente el 75% y otra en planilla, dicen
que, con derechos, formal a
duras penas y en los mejores cálculos la cuarta parte de la PEA. Cifras por
supuesto del momento anterior a la pandemia y que hoy deben haber cambiado para
mal, con menos empleo en planilla y menos ingresos. La diferencia, en todo
caso, ha estado en el grado de explotación y sobre explotación de unos y otros
por parte de nuestro capitalismo dependiente, que los necesita a ambos, como un
solo universo, que le permite mantener sus elevadas tasas de ganancia y los
bajísimos salarios que se pagan.
LUIS PALAO. SOMBRERERO. Proletario informal. No existe para la derecha neoliberal dominante |
Esta
realidad atroz de un crecimiento sin trabajo (“jobless growth” señala la
literatura especializada) reaparece así con la crisis agudizada por la pandemia
del coronavirus. Las razones saltan dramáticamente ante nuestros ojos, la
destrucción de buena parte del poco trabajo que había y la desaparición del
precario ingreso de los llamados informales. Esta precariedad no es que no
existiera antes, sino que ha estado ideológica y políticamente oculta. Los
voceros del régimen siempre han afirmado que en el Perú había empleo y lo han
hecho a través del control monocorde que tienen de los medios de comunicación.
Incluso una ministra de Relaciones Exteriores llegó a decir, con motivo de la
llegada masiva de venezolanos al Perú, que no había problema porque en el país
había empleo para todos. Esta ha sido la hegemonía ideológica neoliberal: los
informales no existen o son un pequeño ejército de fracasados y aquí hay
trabajo para todos.
Aunque
no sólo ha sido un pesado velo ideológico el que ha caído sobre el problema,
sino un desinterés por alguna eventual solución. A la derecha neoliberal no le
interesa sino la exportación de materias primas para el mercado mundial y no la
realización de sus ganancias en el mercado interno o la producción de algún valor
agregado exportable. Tenemos entonces, negocios de cuantiosa inversión, como
son la minería y el gas, altas ganancias en relativo poco tiempo para los
dueños y sus allegados y poquísima generación de puestos de trabajo, cuyo
sustento ideológico como posibilidad de desarrollo se viene abajo con la
pandemia causada por el coronavirus.
Así,
la reaparición del Perú informal no sólo revela la casi ausencia de trabajo con
derechos, sino también la precariedad de los ingresos de la mayoría de la
población en disposición de trabajar, que es la llamada eufemísticamente
informal. Estos dos elementos: falta de trabajo y bajísimos ingresos son los
que nos persiguen en estos días de pandemia. ¿Por qué la población mayoritaria
de nuestro país “habla con los pies” y sale a la calle o quiere regresar
caminando a sus pueblos de origen, a pesar de la cuarentena? Porque tiene
hambre y le da menos temor contagiarse de covid 19 que morirse de hambre. Un
amigo, distinguido sociólogo, me decía que todos ya fracasaron en convencerlos
de que se queden en sus casas. Hasta las Fuerzas Armadas han fracasado en el
intento, lo cual dice de la erosión de uno de los temores reverenciales del
Perú oligárquico y la tremenda ineficacia del Estado que ha perdido hasta la
capacidad de asustar.
LUIS PALAO: Pordiosera ciega. Cusco |
Pero
regresando a la quiebra de la hegemonía neoliberal, tenemos que si el escándalo
causado por la corrupción de los últimos años tuvo un gravísimo efecto
corrosivo; la revelación de la casi inexistencia de trabajo con derechos y su
consecuencia en el hambre está teniendo un segundo efecto disolvente de esta
hegemonía. Sin embargo, a diferencia de los escándalos de corrupción que nos
revelan que hemos estado gobernados por pillos, la presencia masiva del hambre
es una certeza inmediata, sobre cada persona y su familia. El hambre por ello
es un disolvente muy poderoso, que no solo desnuda al emperador, sino que lo
lacera.
Por
ello el hambre se convierte en un fantasma, que recorre campos y ciudades de
nuestro país. Que indigna y moviliza, a pesar de la “inmovilización total” que
nos decretan. Que hace entrar en pánico a los ricos, que le temen al hambre de
la mayoría que ya no tiene los velos ideológicos que lo oculten. El hambre,
además, es un problema urgente porque supone la subsistencia cotidiana. Tenemos
entonces que revela y rebela, convocando desde nuestros esfuerzos inmediatos
porque nuestros compatriotas no pasen hambre hasta la necesidad de una
organización distinta, como ya lo han dicho varios, incluso desde esta casa, en
esta coyuntura.
La
ayuda desde arriba, más allá de que es poca, no está probando ser efectiva. Se
necesita entonces movilizar a las organizaciones sociales, en especial aquellas
que están más cerca de la población. No es el mejor momento de las
organizaciones de base por el rumbo que ha tomado la sociedad en las últimas
décadas, presionada por una lógica individualizante y mercantil, pero es uno de
los pocos recursos con posibilidades de eficacia que existe. Será el momento de
saber si la memoria de décadas anteriores se despierta y la urgencia de hoy
hace que nuevas generaciones tomen la posta. No parece haber otra alternativa y
ese puede ser un acicate definitivo.
Empero,
los escándalos de corrupción y el hambre, como disolventes de la hegemonía
ideológica, tienen otro efecto pendiente: la reconstitución de la voluntad
política, solo que esta no sucede en automático. El virus habrá hecho su parte,
pero no puede convertirse en partido ni menos en proyecto. Hoy toca partir de
estos problemas inmediatos que son también estructurales y señalar que hay
necesidad de poner al Perú en otro camino, ya que el curso del golpe del cinco
de abril está agotado.
El
fantasma del hambre puede convertirse así de la búsqueda por encontrar salidas
a la angustia cotidiana, en un estímulo para pensar un país y un mundo que a la
vez que domestique el virus nos permita escribir nuestro propio guion
emancipador. <>
TEODORO NUÑEZ URETA: mujeres caminantes, fragmento de mural |
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