A 350 AÑOS DE LA
FUNDACIÓN DE LA VILLA DE PUNO
Nicanor Domínguez Faura
SER 2018-11-04
http://www.noticiasser.pe/opinion/350-anos-de-la-fundacion-de-la-villa-de-puno
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ace exactamente un siglo, para las Fiestas Patrias
del año 1918, la Municipalidad de Puno organizó un concurso histórico sobre la
fundación de la ciudad. Entonces se cumplían los 250 años de esa
fundación, ocurrida en algún momento impreciso del año 1668. El ganador
del concurso, utilizando el seudónimo de “Wiracocha”, fue el educador e
intelectual indigenista puneño José Antonio Encinas [n.1886-m.1958]. Con
32 años en ese momento, Encinas estaba por graduarse de Doctor en Leyes en la
Universidad de San Marcos. Su estudio fue publicado como un folleto de
una treintena de páginas seis años después: ‘Historia de la fundación
de Puno’ (Puno: Tip. Fournier, 1924).
En su introducción, “A manera de prólogo”, Encinas
explicaba: “Ha sido necesario narrar la situación política del asiento de minas
de Laiccaccota, porque era la única forma de dar unidad al hecho histórico de
la fundación. Referirse simplemente a la presencia del Virrey Conde
de Lemos en Puno, no habría tenido ningún valor” (p. iii). Y, en este
punto, adelantaba su opinión sobre el espinoso tema que hasta hoy genera debate
entre los puneños: “toda vez que no hubo verdadera fundación sino traslación
política de la capital de la provincia” (p. iii). Y concluía: “Es posible
que haya habido acta de fundación de la ciudad, aunque según lo expresado en
este trabajo, no se trata de una fundación sino de una traslación, en este caso
no es presumible la existencia del acta” (p. iv).
La propuesta de Encinas --basada en deducciones
aproximadas y no en documentación histórica explícita--, fue fijar la fecha de
la fundación de la “Villa de San Carlos de Puno” el día 4 de noviembre de 1668,
por ser el día de la fiesta de San Carlos Borromeo, en la época del rey Carlos
II de España (al final de esta nota se reproduce el texto de Encinas). Su
idea fue adoptada por el municipio puneño, más de dos décadas después, en
1945. Desde entonces, hace ya 73 años, es que se celebra el “Día Cívico
de Puno” cada 4 de noviembre, con la contagiosa algarabía que caracteriza a las
fiestas del Altiplano peruano-boliviano.
Sin embargo, el propio Encinas comenzaba su
estudio advirtiendo: “Es tan difícil acopiar datos e hilvanarlos en un
medio como el nuestro, donde se carece de fuentes históricas cuya consulta sea
fácil, y aun descartando la dificultad, hay, como en el presente caso, una
ausencia casi absoluta de esas fuentes. Por eso nadie puede pretender
escribir una historia verdadera mientras nuestros archivos no se encuentren
científicamente catalogados y mientras no nos sea posible conocer gran parte
del archivo de las Indias, que se encuentra en España” (p. iii).
El trabajo de Encinas se basaba en materiales
disponibles entonces en la Biblioteca Nacional de Lima. Según la
bibliografía que cita al final del folleto (p. 29), utilizó tres legajos de
“Papeles varios del Coloniaje”, un informe de 1667 de la Audiencia al Virrey
Lemos, dos impresos del siglo XVII (de P. García Ovalle y D. Baeza), un libro
del siglo XVIII (de A. de Ulloa), dos libros de viajeros del siglo XIX (Squier
y Castelnau), tres obras peruanas de historia también del siglo XIX (Lorente,
Odriozola y Mendiburu), y dos publicaciones periódicas de inicios del siglo XX
(el ‘Boletín de la Academia de la Historia’ de Madrid y
el ‘Boletín de la Sociedad Geográfica’de Lima). Catorce
fuentes de distinta calidad y confiabilidad.
El pedido de Encinas, de investigar en España y
producir “una historia erudita sobre la materia” (p. iii), lo cumplieron en las
décadas de 1930 y 1940 tres de los más importantes historiadores peruanos del
siglo XX, que publicaron sendas biografías del Virrey Lemos: Jorge Basadre en
1945 (y 1948), Guillermo Lohmann en 1946, y el padre Rubén Vargas Ugarte, S.J.,
en 1965. Con una base documental más amplia, estas investigaciones
permitieron refinar el conocimiento histórico sobre la llamada “Rebelión de los
hermanos Salcedo” en la mina de Laicacota, aunque no produjeron información
directa sobre la fundación de la ciudad.
Los cálculos de fechas hechos por Encinas en 1918,
en base a la limitada información documental de que dispuso, resultaron
equivocados. Según los datos de Basadre y Lohmann, el Virrey Lemos no
estuvo en Puno el 4 de noviembre de 1668. Así lo hizo notar otro
destacado intelectual puneño, Vladimiro Bermejo [n.1908-m.1987], en su ‘Breve
historia de la fundación de Puno’ (Puno: Los Andes, 1971). El
tema, aunque pueda parecer de menor cuantía, sigue inquietando a los puneños en
pleno siglo XXI.
*
* *
“Temeroso el Virrey de que la subsistencia del pueblo de Laiccaccota
fuera siempre un aliciente para la gente aventurera y aún para los amigos de
Salcedo, que en su mayor parte se habían refugiado en las poblaciones vecinas,
mandó destruír el pueblo de Laiccaccota. Al día siguiente de haberse
cumplido la sentencia, centenares de españoles é indios se dirigieron á
Laiccaccota, que estaba desierto; sus habitantes habían fugado ó estaban en las
cárceles de Puno; el trabajo de las minas [se] había paralizado durante el
proceso; los moradores de los ingenios estaban ahuyentados por temor de
encontrarse complicados; un profundo silencio reinaba en el antiguo asiento,
donde días antes había ostentado el brillo de sus riquezas. Llegaron allí
los soldados y secuaces del Virrey y comenzaron á derribar las casas, prévio un
espantoso saqueo. La operación duró cinco días; solo quedaron en pié dos
templos y algunas chozas cercanas á las minas”. [pp. 22-23]
“El regreso
de estos demoledores de Laiccaccota era fantástico: el que más y el que menos
traía diversos objetos de plata, metales aun no pulidos, herramientas de
trabajo, muebles, semovientes, animales; era algo así como el éxodo de un
pueblo maldito.
“Las imágenes que se encontraron en Laiccaccota fueron traídas en
procesión con acompañamiento del Virrey y de su séquito; dichas imágenes
quedaron depositadas en una pequeña capilla, que se encontraba en la plazoleta
del pueblo de Puno, donde se había radicado el Virrey.
“Era necesario reemplazar aquel pueblo destruido: señalar otro que
fuese el asiento de las autoridades, que lejos del oro debían conservar la paz
en estas regiones. Fijose para ello, el Virrey, en el pueblo de Puno, y
así lo anunció en un bando que hizo pregonar en 3 de Noviembre de 1668.
“El 4 del
mismo mes, día de San Carlos Borromeo, después de una solemne misa en la
Iglesia del pueblo, declaró el Virrey, que el pueblo de Puno sería en lo
sucesivo la capital de la provincia de Paucarcolla, y que en homenaje de Carlos
II, el Hechizado, Rey de España, llevaría el nombre de San Carlos de Puno,
poniendo la Iglesia bajo la advocación de San Carlos Borromeo, confirmándole
luego el título de Villa.
“En esta
forma, bajo los auspicios de un proceso sangriento é injusto, se transformó la
pequeña aldea de Puno en la capital de una región del Virreinato de la Nueva
Castilla.
“Verdadera fundación no hubo en el sentido extricto [sic] de la
palabra: fué simplemente una traslación de sede por motivos políticos”. [p. 23]
“La ruidosa
sublevación de los mineros de Laiccaccota y su sangrienta pacificación, dieron
nombradía al Conde de Lemos, y le atribuyeron la fundación de la Villa, que mas
tarde había de ostentar el título de la muy noble y heróica ciudad de Puno”.
[pp. 23-24]
“El verdadero
origen de Puno, está en las disposiciones que el Virrey Toledo dió [en 1570]
para las reducciones de indios que tenía el propósito de traerlos á centros mas
ó menos poblados. Uno de estos centros ocupa la región en que hoy se
encuentra situado Puno”. [p. 24]
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