LECTURAS
INTERESANTES Nº 816
LIMA PERU
23 MARZO 2018
PAIS
INMUNODEFICIENTE
César Hildebrandt
Tomado de “HILDEBRANDT EN SUS TRECE” N° 389, 23MAR18
H
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ace semanas, en estas páginas, le pedí al señor
Pedro Pablo Kuczynski que renunciara. Su respuesta fue enfurecerse y nombrarme
malamente en una radio. Ahora que ha dimitido, no siento ningún asomo de
satisfacción.
PPK se ha ido a su estilo. Disfrazado de inocente,
nos ha dicho adiós como si no mereciéramos sus alturas, como si una conjura de
la envidia fuese la responsable de su fracaso. Ni un gramo de conciencia. Ni
un ápice de arrepentimiento. Parecía Nixon en agosto de 1974.
Si PPK hubiese renunciado a tiempo nos hubiese
ahorrado este bochorno mayúsculo. Al final de cuentas, ha sido una maquinaria
mafiosa la que lo ha terminado expulsando del
cargo. Montesinos está vivo.
Seguimos en la ciénaga del fujimorismo. Un país de sonámbulos vuelve al barro
que parece amar.
Mechain en PERU21 23mar18 |
¿Qué pasó con PPK? ¿Por qué el gobierno de los
tecnócratas se convirtió en el gobierno de los sinvergüenzas?
La respuesta no es tan complicada. Desde hace mucho
tiempo la llamada tecnocracia es parte de la maquinaria del despojo de dineros
públicos y el tráfico de influencias. Eso lo sabía muy bien Marcelo Odebrecht.
Eso lo saben la CONFIEP, el club de las constructoras, el minero aquel que se
hizo de Yanacocha gracias a la ayuda millonaria de Montesinos y que ahora
pontifica sobre la agenda política.
PPK es el arquetipo del falso especialista
financiero. PPK es una fábrica de hacer dinero conectando gente, gobiernos, corporaciones
y proyectos. PPK es una adenda, un otrosí, una letra menuda abogadil.
¿Qué pasó con PPK? ¿Por qué no pudo resolver algo
tan elemental como saber definir su propio campo y el del adversario? La
respuesta tampoco es refinada. PPK es un fujimorista vergonzante y creyó que
como tal iba a ser considerado por la primogénita del fundador de esta
dinastía purulenta. No tenía idea de con quién se metía. En estas modestas
páginas, en junio del 2016, antes de que hubiese asumido el poder, le dijimos a
PPK que el fujimorismo lo iba a vacar “por incapacidad moral”. Esa era la
consigna. Ese era el tamaño de la rabia keikista. El asunto era caer o no caer
en la trampa. Y PPK cayó.
A un modelo económico fatigado llegó un presidente
de emergencia, un invento rápido creado para evitar que el fujimorismo y sus
jaurías secuestraran, otra vez, la totalidad del Estado.
La paradoja es que nos hemos librado de un
presidente mentiroso y de moral relajada gracias a la sordidez de los más mentirosos
e inmorales de la política peruana. Es como si Carita hubiera depuesto a
Tirifilo.
Carlin en LA REPUBLICA 23MAR18 |
¿Cómo no sentir náuseas al oír a Luz Salgado,
asidua de la salita del SIN, escandalizarse ante los recientes
acontecimientos? ¿Cómo no agonizar un poco viendo al fujimorismo congresal
haciendo el papel de jacobinos de la ética? Mamani, un Judas del Titicaca,
¿merece la santificación?
El fujimorismo ha vuelto a mostrar su entraña sucia.
La hermana mandando a grabar negociaciones que eran, de por sí, inaceptables
aun como propuestas coloquiales. El hermanito, que decía ser diferente,
oficiando de puto palaciego y auténtico negociante de influencias. Los dos
apareciendo como dignísimos hijos de Alberto Fujimori, el más tenaz foco
infeccioso de la política peruana. Los dos diciéndonos que nada ha cambiado,
que el Perú no puede salir de la pesadilla, que estamos condenados a la misma
noria.
Le deseo lo mejor a Vizcarra. Pero me reservo el
derecho a la prudencia.
Lo que pasa con los presidentes del Perú es que de
inmediato los rodea el círculo vitalicio del dinero, sus escribas, los padrinazgos,
las corporaciones, las concentraciones, los apellidos. A Vizcarra lo ven como
el provinciano intimidado que será fácil domar. De él dependerá que no sea así.
De él dependerá impedir un nuevo secuestro. Olvidamos hace demasiados años que
el gobierno no es el silo de los empresarios. De Vizcarra depende que esto no
se repita.
La expulsión, envasada de renuncia, de Kuczynski,
debería leerse como lo que es: la comprobación de que la corrupción en el Perú
no es un episodio ni un hecho aislado ni un asunto de clase. La corrupción en
el Perú atraviesa todo el tejido social y ha dejado de ser anecdótica. Está en
las raíces del Estado, en la intimidad empresarial, en los hábitos de la gente
común y hasta en las aspiraciones de muchos que esperan su tumo para saciarse a
cuenta del tesoro público. La corrupción circula, más vigorosa que nunca, por
las venas del Perú. Odebrecht no es más que una sustancia de contraste que nos
ha permitido ver la extensión del mal.
¿Aprenderemos de esta lección? No lo sé. Permítanme
dudarlo.
Hubo una gran oportunidad para la regeneración del
Perú. Fue cuando perdimos la guerra con Chile y habíamos tocado fondo. ¿Qué
sucedió? Lo que pasó es que el Perú, herido malamente, se consoló con una
nueva guerra civil. De ella salió triunfante el héroe de la resistencia, don
Andrés Avelino Cáceres. Que nos gobernara el hombre que había conservado la
dignidad y había salvado su vida milagrosamente en Huamachuco, ¿no era acaso un
gran motivo de esperanza?
Pues no fue así. Cáceres se malogró en el poder y
firmó el onerosísimo Contrato Grace, que reconocía deudas vigentes en los
territorios que el Perú había perdido y que debieron atribuirse a Chile. Para
consolidar el contrato, Cáceres se deshizo, violando la constitución, de los
diputados que se oponían a su firma. En “Historia de la corrupción en el Perú”,
Alfonso Quiroz llama a esa operación “un proceso en el cual intervinieron los
sobornos” y recuerda a Basadre que, sobre el mismo tema, escribió: “corrió
dinero”.
El héroe de la resistencia, el legendario Cáceres,
terminó embarrado hasta los huesos. En 1895, luego de otras miserias,
terminaría siendo reemplazado, previo enfrentamiento armado, por el hombre que
había firmado el apestoso Contrato Dreyfus. Me refiero a Nicolás de Piérola,
esa colección de mugres varias. El Perú no aprendió la lección ni siquiera
cuando estuvo en lo más hondo del infortunio. Su inmunodeficiencia lo empujó
siempre a reincidir.
¿Hará lo mismo hoy?
Que Martín Vizcarra, nuestro nuevo y legítimo
presidente, entienda la magnitud del desafío, sería un gran avance. Que las
miras altas lo acompañen. Que la historia lo aleccione. ■
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