LECTURAS
INTERESANTES Nº 803
LIMA
PERU 6 ENERO 2018
LA LUCHA POR
LA MORALIDAD
“El deterioro moral es un
proceso generalizado
en todos los grupos sociales.
Pero a la vanguardia está la
clase política”.GP
Gonzalo
Portocarrero en EL COMERCIO 03.01.2018
L
|
a
revelación de que el presidente del Perú, Pedro Pablo Kuczynski, ha
recibido diversos pagos de Odebrecht por conceptos que incluirían
consultorías, conferencias y otros ha significado un trauma para mucha gente.
Para los que creímos, quizá de manera demasiado ingenua, que PPK podría
significar una diferencia, resulta una gran decepción. Bajo el manto del
tecnócrata honrado y eficiente, formado en el mundo financiero internacional,
se ocultaba un criollón sinvergüenza, ávido de dinero, poder y fama; incapaz de
contener sus apetitos pero muy hábil para simular una fachada de buena voluntad
y candidez. Da pena pensar lo que escribo, pero no creo que haya otra solución
que escarbar en nuestro inconsciente colectivo para diagnosticar y empezar a
revertir el mal enquistado en la sociedad peruana.
Obviamente,
Kuczynski no es la excepción. Su caso expresa, una vez más, la
debilidad de los controles interiorizados por los peruanos. Las criaturas
humanas somos muy vulnerables, pues disponemos de una energía que no tiene un
uso fijo y que nos impulsa a la voracidad y el desequilibrio. Entonces, es
tarea de la sociedad desplazar esta energía hacia actividades y metas
que supongan la realización de ideales valiosos para todos. En vez de dañarse a
sí mismo, o a los demás, la satisfacción de este impulso a la desmesura debe
estar orientada hacia lo constructivo, lo que enriquece la vida sin destruirla.
Es lo que Freud llamó “sublimación”, un proceso que supone el desarrollo de la
cultura y la creatividad. Se trata de poner al servicio del crecimiento
personal, y de la armonía y justicia social, esa impulsividad ciega que tiende
a la destrucción de sí y los vínculos sociales. Pero contener la impulsividad y
canalizarla hacia el logro de metas constructivas es un proceso arduo y
difícil, pues implica modular esas voces interiores que claman por una
satisfacción inmediata.
Pensemos,
por ejemplo, en la tendencia mundial a la obesidad, un comportamiento
autodestructivo. Mucha gente, desprovista de horizontes que la enrumben al
logro de objetivos de mayor significación, busca la satisfacción inmediata en
el comer o tomar. Mediante la incesante ingestión de alimentos trata de
mantener a raya la ansiedad de vivir. Otra manera de lograr lo mismo es el
abuso. El hombre machista deriva mucho de su satisfacción personal y orgullo de
la opresión a la que somete a su familia, mujer e hijos. Considerando en frío
la situación, mucho mejor sería canalizar esa inquietud hacia el desarrollo de
vínculos personales, o a la creación artística, o a cualquier trabajo que
signifique comprometer nuestras energías en la producción de bienes y servicios
útiles para los demás. En todo caso, aprender a orientar nuestra energía de
modo que trascienda lo puramente impulsivo supone una educación basada en el
cultivo de una disciplina fundada en el amor y no en el miedo o la
violencia.
La
sociedad peruana, especialmente el mundo criollo, se caracteriza por su
dificultad para orientar la búsqueda de satisfacciones a metas de largo plazo.
La fuerza de la sublimación es muy limitada de modo que se generaliza la
búsqueda de satisfacción mediante el ceder a lo impulsivo. Sobre este sustrato
cultural es muy difícil que arraiguen los valores que llevan a la afirmación de
la vida.
El
deterioro moral es un proceso generalizado en todos los grupos sociales en
nuestra sociedad. Pero a la vanguardia de estos cambios está la clase política.
Todo indica que la motivación a la que responde es la búsqueda de satisfacer
sus intereses personales. Su impulso depredador no está contenido por una
disciplina, sino potenciado por la expectativa de impunidad, por la confianza
en poder mangonear la ley de manera que pueda salir ileso de cualquiera
acusación por más fundamentada que esté. Aunque esto podría estar cambiando,
como lo indica el hecho de que los últimos presidentes, desde Fujimori, pasando
por Toledo, García, Humala y Kuczynski, estén sujetos a investigaciones judiciales.
Esta situación, junto con las movilizaciones juveniles, nos dicen que la
sociedad peruana es capaz de reaccionar frente al deterioro moral del país.
También toca que cada peruano o peruana se haga responsable de su propia
conducta en vez de excusarse señalando que si los grandazos lo hacen, la gente
de a pie está autorizada a hacer lo mismo en su propia escala. De repente me
equivoco, pero creo que en estos últimos meses el impulso moralizador de PPK se
agotó de manera que la transgresión crece sin contención real.
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