LECTURAS
INTERESANTES Nº 790
LIMA PERU
24 NOVIEMBRE 2017
PRENSA
POPULAR
César Hildebrandt
Tomado
de HILDEBRANDT EN SUS TRECE Nº 374, 24NOV17
p. 12
M
|
urió Carlos Ney, el Carlitos de “Conversación
en la Catedral”.
Fue reportero policial en varios diarios pero
donde fue uno de los reyes fue en “La Crónica”, el diario borroso que el
imperio Prado creó para que lo leyeran los que apenas podían leer.
No había crimen que se le escapara a “La
Crónica” ni detalle ventral que no tuviera. Y allí, en la escena del espanto,
estaba Carlos Ney Barrionuevo con su libreta y su lapicero tomando las notas
respectivas y anotando los pormenores de la sangre.
Las páginas policiales de “La Crónica” eran
su fuerte, tanto como las dedicadas al fútbol. Era prensa popular que hoy
parecería pacata y tímida frente a lo que es actualmente el diarismo de las
figuritas, los potos y las mentiras.
Ney Barrionuevo es el resumen de un drama.
¿Queda algo del periodismo policial? Después de los años y el ácido del
tiempo, ¿sobrevive algo? La respuesta es que casi no queda nada. Del periodismo
atado a la cotidianidad, devoto de esa extrema actualidad próxima a las
pasiones y a los desenlaces sanguinarios, quedan algunas hojas pálidas
lapidadas en una hemeroteca. Muy de vez en cuando alguien, con apetito
memorioso o con el fin de armar una estadística, las consultará. Y esa será la
única gloria que les esté reservada.
Conocí a muchos reporteros policiales hechos
a la antigua, amigos de los comisarios, con fuentes en los bajos fondos,
capaces de desbaratar coartadas y construir sospechas con el profesionalismo de
un jefe de Homicidios. Al mejor que conocí, de lejitos nomás, fue a Emilio
Bobbio, que ya no era reportero sino comandante en jefe de una auténtica
pandilla de husmeadores que eran como la PIP paralela funcionando en el viejo
“Correo”. Don Emilio era un patriarca de las sombras, alguien que escribía
estupendamente y que hizo muy bien en morirse antes de que el género que
practicaba como nadie se llenara de becarios y atorrantes que lo que serán las
memorias de algún Capuñay. Don Emilio podía leer “Madame Bovaiy” en francés,
para que vean cómo hemos retrocedido.
Así se resume el asunto: nos empezamos a
hundir cuando, en una redacción, alguien dijo “quiero que me dean esa
comisión” y nadie lo echó a patadas. Dicen que el periodismo está en crisis.
No, los que están en crisis son los periodistas, antes parientes, aunque sea
lejanos, de la cultura, y hoy miembros de hordas que reducen cabezas en nombre
de la igualdad.
Fíjense en la entrañable “Caretas”. En su
último número publica una fe de erratas por haber puesto en portada la palabra
Mecánica con una tilde barbárica: “Mécanica”. Pero al pedir perdón a sus
lectores, la revista de Doris y Enrique (y antes de Paco) incurre en otro error
fatal al señalar esto: “La palabra Mecánica se escribió con tilde en la é,
deviniendo en una esdrújula forzada e imperdonable”. No, pues, Marco.
“Mécanica” no sería, de existir, una esdrújula -palabra que lleva la intensidad
de la voz en la antepenúltima sílaba-, sino una sobresdrújula, es decir una
palabra acentuada en la sílaba previa a la antepenúltima. O sea, como
“¡tráiganmelo!”. Y otra cosa: el galicismo devenir es verbo intransitivo y en
su acepción de llegar a ser o convertirse no requiere la preposición en. Porque
se deviene cura del mismo modo que se deviene periodista. No es por fregar,
Marco, que hago este modesto y seguramente indeseable aporte. Es porque respeté
mucho a tu padre. Y es para que te busques un corrector de verdad. ■
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