Escribe: Carlos Portugal Mendoza
Tomado de: Altiplania.org
A pesar del tiempo y la
indiferencia de la historiografía oficial, los sucesos de Wancho Lima han
permanecido en la memoria de la población del altiplano hasta llegar a cumplir su
centenario. Sostenida principalmente en la historia oral y los textos de Díaz Bedregal,
Tamayo Herrera, Ramos Zambrano, José Luis Ayala y otros, y en la acción activistas
de la memoria como el poeta Fernando Chuquipiunta, la gesta de Wancho Lima permanece
viva y nos invita de manera singular a repensar el pasado para iluminar el
futuro.
Como decía Walter Benjamin,
la historia oficial, al recoger lo que “si ocurrió”, está escrita desde el
punto de vista de los vencedores y legitima el presente. Por ello, rememorar las
batallas de los vencidos es un poderoso estímulo para la conciencia crítica y reencontrar
“lo que debe ser”. Si bien el pasado esta clausurado, su interpretación desde
el punto de vista de los vencidos reabre las puertas del futuro despejando la conciencia
del fatalismo a que nos induce el presente y liberando la imaginación política de
los pueblos.
Rememoremos entonces los sucesos
de Wancho Lima.
En 1923, los notables y
gamonales de Huancané cometían una serie de abusos contra los aymaras y quechuas,
controlando el comercio de abastos, obligándolos a prestarles servicios
gratuitos, destruyendo las escuelas que secretamente levantaban, apropiándose de
sus ganados y tierras y llegando a asesinar a quienes se les oponían. Cansados
de esto, los aymaras y quechuas optaron por una estrategia diferente a las
protestas tan comunes en esos años y que terminaban en sangrientas represiones.
Decidieron entonces, fundar una república aymara-quechua, para evitar depender
de las autoridades locales y conducirse por su cuenta.
Así, dice la tradición
oral, avizoraron separarse del control de los mistis, elegir sus propias autoridades
y construir una nueva capital del distrito. Para lo cual una delegación de
Wancho Lima viajó a la capital de la república y se entrevistó con el
Presidente Leguía para informarle y contar con su aprobación. Leguía, quien se
hacía llamar “Wiracocha Presidente”, habría estado de acuerdo y hasta llegó a
obsequiar a la delegación un plano de Lima para que la nueva capital fuera similar
a ella. Razón por la cual se la llamaría Wancho Lima.
Esta estrategia no
violenta no prosperó debido a que los “mistis” de Huancané, infiltraron el
movimiento y provocaron con violencia a los campesinos, de tal manera que las diversas
comunidades de la provincia respondieron también con violencia e intentaron tomar
la ciudad de Huancané. En medio de estas
confrontaciones y en un evento en el que estuvieron presentes delegados de las
comunidades de todo el departamento, Carlos Condorena fue elegido presidente de
una nueva república tawantinsuyana. Los mistis lograron lo que se habían
propuesto desde un principio, que interviniera el Ejercito y reprimiera a los
comuneros produciéndose masacres y fusilamientos en los que intervinieron
también bandas armadas por los gamonales. Así fueron asesinado, cientos sino
miles de hombres y mujeres.
De acuerdo con este relato
se suele ver la experiencia de Wancho Lima como la protesta de una comunidad y
su valeroso intento por refundar el Tawantinsuyo que terminó en grandes masacres.
Como señala Álvarez Calderón (2021) que la historia se concentre sólo en estos
aspectos hace perder de vista la propuesta política de los aymaras y quechuas
que conllevó a dichos acontecimientos.
Sin duda el valor y
sacrificio demostrados y la evocación tawantinsuyana son elementos valiosos
para afirmar una tradición de rebeldía y resistencia de los pueblos
originarios. Pero también lo es la capacidad política que estos demostraron en
esa coyuntura.
En ese sentido cobra
importancia saber que la demanda de contar con autoridades propias, es decir
indígenas, era un pedido extendido en al Altiplano –junto con la oposición a la
expansión de las haciendas- a través de diversos memoriales tal como lo muestran
Ccahuana (2017) y Álvarez Calderón (2021). Demanda que fue coherentemente
recogida por los políticos indigenistas como Quiroga en el Congreso del Sur,
creado por Leguía, y por José Antonio Encinas en el Congreso Nacional.
Los memoriales y los
proyectos de ley en dichos congresos permiten ver una propuesta original de autogobierno,
que superaba el paternalismo del indigenismo de la primera hora. No se trataba
de crear una república dentro de otra, sino de contar con autoridades propias –en
principio de nivel local- que serían un contrapeso a las autoridades mistis que
amparaban los abusos; y que permitirían el autogobierno de las comunidades, con
tenientes gobernadores con poder de detener a los delincuentes y entregarlos a
la justicia, y con encargados de promover la salud, la educación, la producción
y la seguridad construyendo así una ciudadanía civil indígena (Ccahuana, 2017).
El proyecto político de
aymaras y quechuas se sustentaba además en una creciente organización y
movilización desde las comunidades en el Altiplano. Así, los comuneros de Wancho
contaban con un subcomité del Comité Central Pro Derecho Indígena (que
funcionaba en Lima) organización nacional que tenía presencia en los distritos
de Huancané y en todo Puno. Además, estaba la Federación Pro Indígena
provincial y la Liga de Mutua Defensa.
Comúnmente se subestima la
capacidad de los dirigentes indígenas, sobre todo cuando se trata de esos años;
pero los antecedentes de los líderes y lideresas de Wancho nos dice que varios
de ellos sabían leer y enseñaban a otros en las escuelas para adultos que
funcionaban clandestinamente en Wancho. También habían tenido contacto con el
movimiento anarcosindicalista y los intelectuales socialistas de la época, como
José Carlos Mariátegui. Y trabajaban muy de cerca con prominentes abogados y
líderes indigenistas como Francisco Chuquihuanca y Ezequiel Urviola. Sus múltiples viajes a Lima para
entrevistarse con Ministros y el propio Leguía, demuestran que buscaban un
diálogo con el Estado en base a propuestas concreta: avanzar en el reconocimiento
de su condición de ciudadanos por parte del Estado. Privados de la ciudadanía
política por estar impedidos en la práctica de elegir o ser elegidos en los
cargos políticos, buscaron que se les reconozca su derecho a autogobernarse, a
la tierra y su cultura.
¿Hasta qué punto buscaban
un retorno del Tahuantinsuyo? Sin duda para muchos de los comuneros, bien pudo
ser este su objetivo. Pero, la historia de Wancho Lima, lo que parece
mostrarnos es más bien una tenaz lucha por insertarse a la sociedad republicana
con un conjunto específico de derechos y obligaciones, buscando una ciudadanía
indígena en su doble condición de peruanos y aymaras-quechuas.
REFERENCIAS
Díaz (1972). Los levantamientos indígenas en la provincia de Huancané. Ideología, núm.1
Tamayo (1982). Historia Social e Indigenismo en el Altiplano. Ediciones trentaitres. Lima;
Ramos (2003) Comité Pro-Derecho Indígena Tahuantinsuyo.
Apumarca, año VII. N° 4: 66-66-90.
Ayala (1989). Wancho Lima. Croninovela. Editorial San
Marcos.
Velásquez (2007). Movimientos sociales y la escuela en el
altiplano (1860-1930).
Álvarez Calderón (2021). En búsqueda de
la ciudadanía indígena. Puno 1900-1930. Fundación M.J. Bustamante.
Ccahuana (2029). Buscando una ciudadanía propia: indígenas
y estado durante el Oncenio (1919-1930). Tesis para optar el grado de magister
en historia. Pontificia Universidad Católica del Perú.
Walter Benjamin (1942). Tesis sobre la
Historia y otros fragmentos.
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