TIRANÍA ELECTORAL
Escribe:
Milciades Ruiz
E |
n
cada pueblo del interior del país, todos se conocen y, tienen líderes naturales
a los cuales respetan por su ecuanimidad, conocimientos y moralidad. Sus
asambleas, son de las más democráticas y eligen sus dirigentes presencialmente,
siguiendo sus normas ancestrales. No eligen a desconocidos ni a representantes
de partidos políticos. Sin embargo, este derecho está prohibido en la elección
de sus autoridades políticas locales. ¿No es esto, una tiranía?
El
sistema político vigente, les impone la obligación de elegir autoridades
locales de manera fortuita, mediante un régimen electoral fraudulento, ajeno a
sus usos y costumbres. Esto es, burlar el derecho consuetudinario fundamental,
(art. 149 de la constitución vigente), además de cometer abuso aberrante, lo
cual; es causal de nulidad jurídica en diversos países y tratados
internacionales firmados por el Perú.
Artículo 149°.- Las autoridades de las
Comunidades Campesinas y Nativas, con el apoyo de las Rondas Campesinas, pueden
ejercer las funciones jurisdiccionales dentro de su ámbito territorial de
conformidad con el derecho consuetudinario, siempre que no violen los derechos
fundamentales de la persona. La ley establece las formas de coordinación de
dicha jurisdicción especial con los Juzgados de Paz y con las demás instancias
del Poder Judicial.
¿Dijo
algo, el “defensor del pueblo”?
Los
pueblos del interior del país, no tienen por qué, regirse por un sistema de
ánforas electorales, tramado desde Lima centralista, pasible de estafa a la
voluntad ciudadana y que, no se ajusta a la realidad de estos ámbitos.
Coercitivamente, bajo pena de castigo dinerario, los campesinos y demás
pobladores de distritos pequeños, son compelidos a sufragar, votando por
desconocidos.
Obligarlos
a ejecutar un acto contra su voluntad es un delito penal. Peor aún, si se les
obliga a hacerlo exclusivamente por candidatos de partidos políticos, impuestos
por las cúpulas de estos, al margen de la ciudadanía local. No son penados los
estafadores políticos, sino, los estafados. Es necesario acabar con esta
injusticia.
Solamente cuando hay elecciones, llega gente desconocida en campaña electoral, ofreciendo lo que no van a cumplir. Luego desaparecen después de haber instalado personas extrañas en los cargos públicos locales, muchos de los cuales, tienen compromiso adelantado, con sus financiadores para otorgarles proyectos de obras y contratos de enriquecimiento ilícito.
Esto
no es justo y por ello, la democracia directa debería ser la bandera más sólida
de la plataforma reivindicativa de la movilización popular en todo el Perú
profundo y no, consignas abstractas, introducidas por elementos advenedizos,
ajenos a la comunidad local. A los pueblos olvidados por el centralismo, de los
que, solo se acuerdan cada vez que los políticos necesitan votos, les
corresponde, elegir sus autoridades autónomamente.
Reformando
el actual régimen electoral, a estos pueblos se les debe reconocer el derecho
de regirse por sus propias normas electorales, aprobadas por los residentes,
respetando sus principios ancestrales de elegir autoridades conforme a los
intereses locales y no de los partidos políticos con intereses ajenos. Cerca de
dos mil distritos que son las células del tejido político nacional podrían
acogerse libremente a esta opción, aunque subsista la opción vigente, para
ámbitos mayores.
¿Por
qué, no permitir a los pueblos indígenas, elegir sus propias autoridades políticas?
¿Por qué mantener un régimen electoral injusto? Aún en el virreinato, se
respetaba la jurisdicción de los pueblos indígenas, dejando que elijan sus
propias autoridades internas. El curaca no era elegido mediante ánforas. ¿Por
qué la república les niega este derecho consuetudinario?
Porque
dentro de los cálculos de la dominación está la siguiente lógica: Permitir la
libertad electoral de los distritos es peligroso para la estabilidad del
régimen vigente, al amparo del cual lucran los grupos de poder. No se les
podría manipular para que voten por sus opresores. En las asambleas de pueblos,
los grupos de poder de la capital, no deciden. Los pueblos son mayoría y cubren
todo el territorio nacional. Podrían tomar el poder provincial y regional,
poniendo en grave riesgo el centralismo y la democracia del dinero.
Pero
esta misma lógica sirve para que los pueblos que demandan acceso al poder
político, tengan una ruta para luchar por sus derechos conculcados. Este es el
reto para sus planes reivindicativos. El Parlamento sería distinto y una constitución,
acorde con las aspiraciones populares sería más factible. Esta lucha, podría
ser más beneficiosa que, haber tenido tantos muertos por represión, sin haber
logrado nada.
No
cabe duda que la república anacrónica ya no se ajusta a los tiempos actuales y
es necesario reestructurarla. El sistema eleccionario exclusivo de los partidos
políticos proviene de una realidad muy distinta en el siglo XIX, cuando los
caudillos militares dieron pase a los caudillos feudales de la aristocracia
terrateniente, hace más de 150 años. Este modelo se ha envilecido haciendo que
el dinero determine nuestra suerte política y la corrupción sea parte del
proceso electoral.
Son
muchas las malas artes políticas que se conservan desde la fundación de la
república. Los aborígenes, auténticos dueños del territorio invadido, fueron
excluidos y la república fue erigida exclusivamente por los opresores
colonialistas. Los verdaderos patriotas del Tahuantinsuyo, hasta hoy, no tienen
acceso ni al poder político local. En cambio, los descendientes de los
invasores, hasta hoy, siguen en los poderes del estado y deciden sobre los
pueblos originarios.
De
nada sirve reclamar nuevas elecciones y, nueva constitución, si el sistema
político se mantiene intacto, pues los resultados tendrán los mismos vicios de
fabricación. No es cuestión de aborrecer los productos finales como es el caso
del repudiado Parlamento. Es la fábrica la que utiliza insumos acondicionados
precisamente para obtener los resultados de su conveniencia.
Llama
la atención que los movimientos políticos supuestamente revolucionarios, en vez
de cuestionar el injusto y fraudulento régimen electoral, se suben a ese
vehículo y se jacten de ser demócratas. Lo lógico sería que, reclamen por los
derechos de los oprimidos electoralmente. La autonomía del sufragio para los
pueblos de población mínima, y la defensa del derecho consuetudinario para
elijan sus autoridades políticas locales, en democracia directa, debería ser
prioritario. O no. ¿Ustedes qué dicen? ▒▒
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