LA MARINA VS BÉJAR
Y LA GUERRA DE LA DERECHA PERUANA
Por Jorge Rendón Vásquez
Para comprender las causas de este conflicto es preciso situarlo en la perspectiva del reciente proceso electoral y considerarlo como lo que es en realidad: un conflicto más profundo que viene desde la fundación de la República.
Veamos cómo ha tenido lugar este proceso.
Largada la campaña electoral a comienzos de 2021, la
oligarquía blanca limeña, segura de la adhesión incondicional de casi toda la
mediana y la pequeña burguesía y del electorado popular al podían controlar con
sus técnicas de alienación mediática, comisionó a tres de sus aventureros para
tentar la presidencia de la República y apoyó a otros, por sí acaso llegaban a
tener alguna opción. Cada uno de ellos fue acompañado por sus listas de
candidatos a representantes al Congreso. En el lado opuesto, competían la
candidata de izquierda Verónica Mendoza y su corte de profesionales de la
pequeña burguesía, sobre todo de Lima, y el partido provinciano Perú Libre y su
candidato Pedro Castillo, a los que las encuestas no concedían ninguna
posibilidad.
Efectuadas las elecciones, el resultado colmó de
sorpresa, cólera y pánico a la oligarquía: llegó a la meta en primer lugar con
el 19.07% de los votos válidos el candidato Pedro Castillo, y el partido Perú
Libre obtuvo 37 representantes al Congreso de los 130 que componen este poder
del Estado. En segundo lugar llegó la candidata de la dinastía de la corrupción
con el 13.37% y su partido colocó a 24 representantes en el Congreso. Siguieron
los otros candidatos financiados por el poder empresarial. En total la derecha
obtuvo 85 representantes de 6 agrupaciones, con lo cual se hizo del control del
Poder Legislativo. La agrupación de Verónica Mendoza sólo alcanzó 5
representantes y el Partido Morado de centro 3.
¿Cómo había sido posible el éxito de Perú Libre y Pedro
Castillo?
Fue un proceso de despertar de la conciencia política de
la parte del electorado que les dio su voto y confió en ellos.
Comenzada la carrera para la segunda vuelta, este proceso
tenía que ir in crescendo para superar el 50% de los votos válidos a su
favor, es decir lograr, por lo menos, el 31% más de votos en relación a lo que habían
obtenido en la primera vuelta. Y los obtuvieron. ¿Cómo? Haciéndole comprender
al electorado popular, que no había votado por él en la primera vuelta, que Pedro
Castillo, el hombre del sombrero campesino, era el candidato del pueblo y de
sus intereses y aspiraciones. Él, su partido Perú Libre y sus asesores se
empeñaron en esta tarea didáctica, facilitada por el proceso electoral, pero
combatidos ferozmente por los medios y grupos del poder económico.
Pedro Castillo obtuvo, finalmente, la presidencia de la
República luego de un conteo de votos que trató de ser torpedeado por la
candidata procesada por corrupción, sus mecenas, abogados y opinólogos de la
prensa, radio y TV.
Para la derecha, furiosa porque perdía el control del
Poder Ejecutivo que siempre había dominado, la guerra tenía que continuar, y
desplazó sus efectivos bélicos: su mayoría en el Congreso, el poder mediático,
ciertos jueces y fiscales y algunos políticos, incluidos varios pretendidamente
izquierdistas, impartiéndoles objetivos precisos.
Los ataques contra Pedro Castillo arreciaron antes de que asumiera el mando. Han censurado todo lo que ha hecho y hasta cómo viste. Le han negado la facultad de nombrar a sus ministros, exigiéndole, en el fondo, que recabe la autorización del poder económico, y han vilipendiado a los ministros nombrados por su origen andino, rasgos mestizos y formación profesional. Y luego, sus huestes parlamentarias se han lanzado con todo desparpajo a organizar la censura sin causa de algunos ministros y a planear ya la vacancia del presidente.
Lo que ha sucedido con el ministro de Relaciones
Exteriores Héctor Béjar es una escaramuza en esta guerra de la derecha.
Examinaron su pasado hasta que encontraron ciertas afirmaciones sobre el
terrorismo y la Marina de Guerra que él había hecho hace muchos meses como
parte de sus investigaciones sobre la historia del Perú, y las reprodujeron en
un programa de la TV. Siguió un comunicado de protesta público del comando de
la Marina, basándose en el cual la derecha continuó su ataque al gobierno.
El desenlace de este incidente fue la renuncia de Béjar
al cargo de ministro.
En esto hay algunos hechos que deben ser destacados.
Primero, el comando de la Marina no tiene la facultad de
emitir comunicados políticos. “Las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional no son
deliberantes. Están subordinadas al poder constitucional.” (Constitución, art.
169º). “El Presidente de la República es el Jefe Supremo de las Fuerzas Armadas
y de la Policía Nacional.” (Constitución, art. 167º). Los miembros de las Fuerzas
Armadas y de la Policía Nacional son empleados de la sociedad, representada por
el Estado, contratados, vía el nombramiento, para el cumplimiento de las
funciones señaladas en la Constitución que fija las condiciones de su empleo.
Si alguno de ellos quisiera opinar como ciudadano tendría que pasar al retiro y
convertirse en civil. En consecuencia, si los integrantes del comando de la
Marina de Guerra se hubieran sentido incómodos por las expresiones de Béjar, a
lo sumo podrían haber hecho conocer su punto de vista a sus superiores por la
vía regular, y no incurrir en una infracción que debe ser investigada y
sancionada. ¿Dirán algo de esto los parlamentarios de la derecha?
Segundo, el comando de la Marina de Guerra en su
reclamación interna, si la hubiera formulado, debía haber probado, como
fundamento de ella, que los hechos históricos a los cuales se había referido
Héctor Béjar no habían sucedido o habían ocurrido de otro modo. El efecto
contraproducente de su reacción ha sido volver a sacar a la luz la intervención
de varios de sus miembros en hechos reprobables, algunos de los cuales han dado
lugar a sentencias condenatorias que no son un motivo de orgullo para la Marina.
Una victoria a lo Pirro se diría.
Tercero, Béjar no hizo las afirmaciones sobre la Marina
durante su gestión como ministro y, por lo tanto, no podía ser cuestionado por
ellas. “Los ministros son responsables por sus propios actos y por los actos
presidenciales que refrenden.” (Constitución, artículo 128º). Para ser
responsable, en este caso, hay que ser ministro cuando el acto supuestamente cuestionable
se produce. ¿Lo saben los parlamentarios de la derecha?
Cuarto, Héctor Béjar es un intelectual y profesor
universitario con muchos quilates de visión histórica y moral. Desde que ingresó
a la Universidad de San Marcos, en 1953, a los 17 años, ha dedicado su vida a
la causa de los oprimidos, explotados y discriminados de nuestro país sin
buscar nada material para sí y llevado sólo por su idealismo. Para las mujeres
y hombres del pueblo a quienes ha ofrendado su pensamiento y acción debe de ser
un honor haberlo tenido como ministro de Estado.
Quinto, de una manera u otra, la reacción de cierta
opinión pública, incluida la de izquierdistas de salón y ermitaños, ha sido
reprobar a Pedro Castillo, pedirle o insinuarle que se someta o manifestar que se
cambie todo ya, una manera disimulada o tonta de ponerse al servicio de la
derecha.
En cambio, para Pedro Castillo y Perú Libre, el debate
político y la relación de los poderes Ejecutivo y Legislativo no son una guerra,
puesto que, como lo han dicho, ni el Presidente de la República ni los
parlamentarios son elegidos para la confrontación, sino para cumplir las
funciones que la Constitución les señalan, y servir a nuestro pueblo. Es normal,
sin embargo, que si el Presidente, sus ministros y los congresistas de Perú
Libre son atacados, tengan que defenderse. Su defensa implica fundar sus
afirmaciones y actos en las normas constitucionales y legales, informar y
educar a las mayorías de nuestro pueblo, mostrando los hechos como son para continuar
despertando su conciencia social y política y, sobre todo, realizar o proponer formalmente
los cambios que nuestro pueblo requiere.
(19/8/2021)
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