SEGUNDA VUELTA ELECTORAL:
EL DEBATE DE CHOTA
Por Jorge Rendón Vásquez
F |
ue el 1 de mayo, en la plaza
de Chota, una pequeña ciudad de Cajamarca, con una población mayoritariamente
campesina.
El debate lo promovió Keiko
Fujimori, pero Pedro Castillo señaló el lugar.
Tal vez, sus asesores de
campaña le dijeron a la candidata del poder empresarial que en un
enfrentamiento directo ella haría trizas al maestro de escuela. ¿Con qué
elementos? ¿Con que currículum vitae? Esto no importaba. De entrada,
ningunearon al hombre de pueblo, de raigambre campesina y trabajador. Y lo
ningunearon, aferrándose al prejuicio de que la oligarquía blanca y sus
adláteres blanquiñosos de la clase media limeña y su asimilada, son superiores
por naturaleza a cualquier “cholo˝ provinciano.
Y, con este desdén, cayeron
en la trampa que ellos mismos habían tendido.
Primero, porque, el hombre del sombrero campesino, quizo
mostrarles a los ciudadanos peruanos que las campañas y debates electorales no
deben ser un privilegio de Lima; que hay que ir al Perú profundo, a los valles,
planicies, montañas y selvas, a las ciudades y pueblos donde viven las mayorías
y de donde ha salido la buena gente provinciana que reside en las
urbanizaciones populares de Lima y otras grandes ciudades.
Segundo, porque el candidato del pueblo con palabras muy
simples, pero dotadas de la elocuencia de un maestro de escuela, expuso a
grandes trazos una parte de su programa, con un estilo nuevo, sincero y
directo, en el extremo opuesto de la verborrea grandilocuente y vacua de los
políticos tradicionales. Sólo cabía un resumen de cada punto en los cinco
minutos que les dieron para cada tema.
Tercero, porque, frente al currículum del maestro de escuela y a
la referencia a su familia y a sus hijos que asisten a escuelas públicas, la
candidata del poder empresarial no atinó a decir de qué vive, ni a qué colegios
privados van sus hijos y, por supuesto, no pudo negar que ella misma se
mantenía en Estados Unidos y pagaba sus estudios universitarios (50,000 dólares
por año por el derecho de estar allí más no menos de 10,000 dólares mensuales
para vivir) con el dinero que le giraba su padre, extraído ilegalmente de las
arcas del Estado peruano; nada de los delitos por los cuales se le procesa
penalmente; nada de sus vínculos con la empresa brasileña y las empresas
peruanas que le financiaron sus anteriores campañas electorales; una joyita inmaculada
que se puso a gritar, achacándole defectos al maestro de escuela.
Por lo tanto, ¿quién ganó el
debate?
En uno de sus arranques
demagógicos, la candidata del poder empresarial llegó a afirmar que distribuirá
el canon minero directamente entre la población.
¿Cómo?
Si, y lo dijo gritando.
Pregunta: ¿podría un
presidente de la República disponer el reparto del canon minero a la población?
Veamos la Constitución del
Estado. “Corresponde a las respectivas circunscripciones, conforme a ley,
recibir una participación adecuada del impuesto a la renta percibido por la
explotación de los recursos naturales en cada zona, en calidad de canon.” (art.
77º). “Son bienes y rentas de las municipalidades: 6. Los recursos que les
correspondan por concepto del canon.” (art. 193º).
Las circunscripciones a las
que la Constitución alude son las regiones y, por lo tanto, el canon es uno de
sus recursos.
Esta mentira del tamaño del edificio
más alto del Perú pinta de cuerpo entero a la candidata del poder empresarial,
cuyo proyecto es mantener el sistema económico y social actual, sin cambios,
con sus exclusiones, explotación y desigualdades enormes. Cree que a la
población se le puede engañar, prometiéndole algo que nunca podría ni siquiera
plantear ante las instancias pertinentes y, en primer lugar, en el congreso de
la República donde su partido sólo tiene 24 representantes de 130. No hubiera
podido ni nunca ha tenido la intención de hacerlo ni cuando su partido contaba
con 73 representantes en el congreso. Como ya no le es posible regalar bolsas
con alimentos y algunos enseres electrodomésticos, cree que a la población de
menores recursos y educación se le puede engañar fácilmente. La sola
enunciación de esa promesa demuestra el desprecio que siente por el pueblo tras
su sonrisa postiza cuando va en auto a los barrios populares.
He revisado varios periódicos
y revistas y en ninguno he visto un análisis certero del debate, ni, mucho
menos, de la mentira indicada. Los opinólogos y articulistas permanentes e improvisados
para la ocasión que, se supone, deben de figurar en el presupuesto del poder
empresarial, no se han referido para nada a aspectos como los indicados, que
son esenciales. De uno y otro modo relievan a la candidata de la dinastía de la
corrupción y minimizan al maestro de escuela. A lo más, algunos tratan de
situarse, guardando en apariencia la misma distancia frente a ambos, invitando
al voto viciado o en blanco. Otros, desaforados, van al “terruqueo”, a la
satanización del candidato del sombrero campesino y los líderes del partido
Perú Libre, en consonancia con su campaña mediante carteles, emails, posts,
etc., asegurando que confiscarán las propiedades (no aclaran si sólo las de los
ricos o también las de los pobres, ni qué harían con ellas). Y hay quienes se
lo creen, los que harían bien en pedirle a un psicólogo que les mida el
cociente intelectual. Para ellos, asoma el peligro rojo.
¿El peligro rojo?
En mayo de 2018, la alcaldesa
de París, Anne Hidalgo, del Partido Socialista realizó una exposición en el
Hotel de Ville (la Municipalidad) de cuadros y fotografías alusivos a la
revuelta estudiantil de mayo de 1968 que hizo cambiar varios aspectos
fundamentales de la educación, acabó con la universidad de los mandarines
burgueses y les dio ciertos derechos a los trabajadores. Varios carteles
mostraban los lemas de los universitarios de Nantèrre donde comenzó la
agitación: “la imaginación al poder”; “no sean borregos”, “la belleza está en
las calles”, “entreguen libros”, “no a la burocracia”, “poder popular”. Un
cartel destacaba: “dejemos el miedo a lo rojo a las bestias con cuernos”, una breve
y demoledora respuesta a la hablilla de la burguesía y sus periódicos, revistas
y TV que decían algo similar a lo que ahora dicen sus homólogos en el Perú.
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