HABLANDO CLARO
¿FOLKLORE O
CULTURA
POPULAR?
Escribe: Guillermo Vásquez Cuentas
Precisando términos y
significados
Folklore
(o “Folclor”, según una corriente “castellanizadora”) deriva de las voces de la
lengua inglesa “folk”= gente, pueblo, y “lore”= saber, conocimiento. Se trata
de un neologismo anglo-sajón acuñado por el arqueólogo William Jhon Thoms, el
22 de agosto de 1846 (por eso “Día del Folklore”), fecha en que apareció un
artículo suyo en la revista inglesa THE ATENEUM, en el cual trató sobre la
permanencia de ciertas manifestaciones culturales en la sociedad inglesa de su
tiempo.
La
interpretación del término folklore no ha sido homogénea entre sus difusores,
usuarios y seguidores. Así, unos creen que su contenido conceptual es “lo que
se sabe del pueblo” y no “lo que sabe el pueblo”, como lo conciben otros,
creemos que correctamente. La primera interpretación ha hecho que el término
“folklore” denote lo colorido, lo pintoresco, lo exótico, lo turístico y a
veces es usado para referirse a algo “inferior”, despectivamente. Por esto,
cuando se discutió en el parlamento peruano el proyecto de ley por la que se
declaró a Puno como Capital del Folklore Peruano, se desechó la fórmula
“Capital Folklórica del Perú”, porque esto antes que un encomio sugería una
minusvaloración.
Hay
que tener en cuenta que el pueblo inglés, casi uno solo, evolucionó a través
del tiempo en forma homogénea, uniforme. Tiene unidad racial, lingüística y
cultural. Por eso, el término en su acepción de “lo que sabe el pueblo” le es
plenamente aplicable. No ocurre eso en el caso peruano, que presenta una
sociedad cuya heterogeneidad está explicada por su historia, destacando en ella
las tres caracterizaciones que definen su realidad: pluricultural, multiétnica,
multilingüe.
Para
nosotros, en nuestro país en vez de hablar de “folklore”, procede hablar más
bien de “cultura popular”. Cultura, porque engloba a todos los productos
logrados históricamente en los múltiples procesos de la creación humana; y
popular, porque esa cultura es creada, cultivada y modificada en el seno de las
capas sociales más amplias del pueblo, entendido este no en el sentido político
ni sociológico, sino en cuanto sociedad global o amplia colectividad humana.
Téngase
en cuenta que el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española define
la Cultura Popular como “Conjunto de las manifestaciones en que se expresa la
vida tradicional de un pueblo”.
En
el análisis, la Cultura Popular presenta dos grandes aspectos: Por una parte el
conocimiento, pero no el conocimiento erudito, científico, exclusivo de élites
intelectuales o profesionales, sino el conocimiento empírico, vulgar,
desinteresado, difundido en las multitudes. Por otra parte, la Cultura Popular
presenta el arte, tanto en su dimensión estética, como en aquella otra segunda
dimensión que corresponde a las habilidades y destrezas que poseen los seres
humanos.
Ese
conocimiento y ese arte, para ser efectivamente considerados como aspectos de
la Cultura Popular, deben presentar dos grandes características:
Por
una parte deben ser conocimiento y arte colectivos, en el sentido de que se
hallan “socializados” o difundidos, propagados en una colectividad humana,
constituyendo un patrimonio de esta; en suma, deben acreditar una práctica más
o menos permanente y generalizada en sectores sociales determinables en el seno
del pueblo. Por ser colectivos, populares, escapan a la lógica individualista
occidental, que informó y sustentó en su momento, la creación del término
“folklore”.
Por
otra parte, ese conocimiento y arte populares, deben ser tradicionales, en
cuanto son producto de condicionamientos históricos y geográficos. A lo que fue
y a lo que es, a lo que será o podría ser ese conocimiento y ese arte, como
legados transmisibles en el desarrollo de una colectividad humana determinada y
asentada en un territorio.
¿QUÉ
ESTÁ PASANDO EN EL PERÚ?
El
escenario social e intelectual del Perú de hoy, presenta como una de sus notas
distintivas la vivificación cultural de lo andino. Lo autóctono, la tradición
cultural, la tecnología andina, la medicina natural, la música y las danzas
tradicionales, etc. etc., mantienen y van ganando –no sin las dificultades
impuestas por el embate cultural foráneo- cada vez más espacios en la sociedad.
En algunos lugares del Perú más que en otros, es cierto.
Sabido
es que a ese fenómeno contribuye decisivamente el migrante andino, asentado de
las urbes costeñas.
Hay
quienes creemos, al igual que Rodrigo Montoya, que “la esencia cultural, la
matriz cultural de la sociedad peruana es la cultura andina”. Lo andino se
manifiesta en diversas formas. Se manifiesta en la permanencia a veces
subyacente a veces explícita de una cosmovisión andina milenaria que se hace
patente en diversos sistemas de creencias a través de ritos, cuentos, leyendas,
mitos, así como en la asunción consciente de ciertos valores sociales,
religiosos, éticos. Se manifiesta también en la identidad sentida por las
mayorías poblacionales con su medio social, histórico, cultural, lingüístico y
físico natural.
Las
relaciones humanas, las fiestas patronales, la música, la danza, las
artesanías, y otras formas de expresión artística popular, son manifestaciones
o formas externas de la cultura andina, a las que la educación oficial nos
enseñó a mirarlas como meras expresiones formales pertenecientes al pasado.
Como
apunta certeramente Arrufo Alcántara, catedrático de la UNAP, “esa herencia
cultural es viva y actuante, por eso tenemos que volver a mirar lo nuestro. Lo
andino está pues siendo objeto de redescubrimiento, en medio de centurias de
persecución, satanización, destierro y desprecio. Sin embargo hay que decir que
las manifestaciones de la cultura andina se desenvuelven en condiciones
sumamente desfavorables y adversas frente a la hegemonía de la lógica de la
racionalidad moderna occidental. Téngase en cuenta que la opresión cultural en
la colonia y la República ha sido sistemática y hasta cruel (Santa Inquisición,
evangelización, segregación social). Sin embargo el hombre andino no dejó de
persistir en su cultura, que subsiste en su práctica y en su inconsciente”.
¿Por
qué subsiste la cultura andina? José María Arguedas ha aportado a la
explicación de tal fenómeno señalando que la cultura andina tiene su mejor
defensa en su larga data de evolución histórica. Además, frente a la irrupción
de la cultura occidental europea traída por los invasores españoles, el hombre
andino supo enfrentar la imposición de esa cultura mediante su asimilación
sincrética, redefiniéndola desde su propia visión y sus propios intereses
culturales. Señaló asimismo que “el hombre andino mantiene virtualmente intacta
su matriz cultural, desarrollada en su propio medio geográfico y social”.
Por
lo demás, el hombre andino ha creado y desarrollado ciertos mecanismos de
resistencia a la opresión cultural externa, cuando no de oposición y
confrontación. La confrontación más nítida y dinámica que se ha dado en el
campo cultural, tiene que ver directamente con los rituales, la música, la
danza, las festividades. Esto ocurre claramente en la región de Puno.
LA
COREOGRAFÍA
En
el bagaje cultural de Puno se han destacado la música y la danza, especialmente
en el ensamble, en el encuentro, en la conjunción de ambas, a la que llamamos
propiamente “coreografía popular”.
A
este respecto, acudamos otra vez al diccionario de la Real Academia de la
Lengua Española. Coreografía, en las acepciones pertinentes al tema que
tratamos, es: “En general, arte de la danza” o “Conjunto de pasos y figuras de
un espectáculo de danza o baile”. Y Bailar no es sino “ejecutar movimientos
acompasados con el cuerpo, brazos y pies”.
Pero
–a menos que se trate de una práctica artística distinta cual es la mímica- las
series de movimientos corporales y desplazamientos en un espacio dado (“pasos”,
“figuras”, “mudanzas”) inherentes al baile o danza, requieren ineludiblemente
de la música, componente que provee los acordes, la melodía, la cadencia, el
ritmo, el compás, que guían y condicionan los movimientos.
La
música viene a ser en la práctica coreográfica el estímulo sonoro que procesado
por el cerebro humano desencadena el movimiento corporal. Solo con la música se
produce el arte de la danza, es decir, la coreografía. La música puede andar
sola y muy bien, pero el baile o danza, no, puesto que para erigirse en
práctica coreográfica requieren del son, su audible complemento sine qua non.
De
ahí que hablar de “danza folklórica” (además de usar impropiamente un derivado
del exótico término “folklore”) sea aludir solo a uno de los aspectos del
fenómeno danza o baile, lo cual es parcialización a favor del movimiento en
perjuicio del sonido. Alguien podrá contradecir ese juicio señalando que la
danza presupone la música, pero esto constituye además de incuestionable
omisión, falta de necesaria consideración a aquellos artistas quienes con sus
habilidades y destrezas arrancan de los instrumentos que ejecutan los sonidos
que hacen posible la realización de la magia de la danza: los músicos.
LA
COREOGRAFÍA POPULAR EN PUNO
Es
la coreografía popular puneña, la que –de las manifestaciones culturales
populares de la región- ha logrado mayor divulgación ante los ojos de peruanos
y extranjeros; y la podemos ver en muchos lugares y en distintas fechas del
calendario de festividades del departamento de Puno, pero con notoriedad
evidente en la Festividad de la Candelaria, todos los años, en febrero.
La
práctica coreográfica popular en Puno constituye un fenómeno que no tiene
parangón con otros lugares del país, en los que si bien existen muchas y bellas
estampas, no llegan sin embargo a la gran diversidad y número, cultivo permanente,
masivo e institucionalizado como ocurre en Puno. La diversidad alcanza a los
ritmos y sones, a las vestimentas, a los ritos y costumbres, y en general a
todo aquello que engloba el quehacer coreográfico. En suma, parte no desdeñable
de la diversidad existente en la sociedad peruana se reproduce en Puno.
Fue
esa realidad cultural puneña, objetiva y comprobable, la que llevó a los
legisladores de 1985 a la aprobación de la Ley Nº 24325 mediante la cual se
consagra el acto declarativo del Estado a favor de Puno, a cuya ciudad capital
se la declara legalmente como “Capital del Folklore Peruano”.
Ese
reconocimiento, con el tiempo, fue la antesala de ese otro reconocimiento
mundial que se produjo a través de la inscripción de la Festividad de la Candelaria
en el Registro del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, por parte de
la UNESCO.
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