LECTURAS INTERESANTES Nº 969
LIMA - PUNO, PERÚ
12 JUNIO 2020
PAPEL PRENSADO
César
Hildebrandt
Tomado
de HILDEBRANDT EN SUS TRECE N° 12JUN30
L
|
a
crisis de “El Comercio” alcanza las mismas cimas que el coronavirus.
No
es la pandemia la que amenaza al decano. Es la vejez.
Y
la vejez no es un asunto de años sino de estilo.
Es
un mundo que se cae a pedazos, los disfuerzos del periódico por parecer siempre
suizo no sólo aburren sino que exasperan.
“El
Comercio” es un caballero comedido que fuma su pipa mientras el incendio llega
a salón principal del palacete. Hay un olor a naftalina, a humedad, a incienso inútil.
Luis Miró Quesada de la Guerra |
Los
lectores no entienden esa mesura que a veces tiene la cara de la evasión, que
muchísimas veces es sencillamente pusilanimidad.
El
viejo diario cree que Piérola está entre nosotros y que es posible que una
nueva alianza con el civilismo nos saque de la escombrera.
Y
no, señor. Esta república no da para más. Y el mundo prepara el parto de un
nuevo contrato social, sí no le guste a la derecha trumpista.
Pero
“El Comercio” no ve el elefante que colea a dos metros de su ensimismamiento.
No lo quiere ver.
Porque
“El Comercio” dejó de ser un diario desde que Luis Miró Quesada de la Guerra se
murió en la gloria de dios.
Ese
gigante intestado era un periodista. Y “El Comercio” era un periódico
conservador que, sin embargo, se enfrentó
los gringos de la International Petroleum Company y les hizo la vida imposible.
Cuando
Don Luis se fue a la tumba llegaron los cuervos. Eran el señor tanto por ciento,
la señora cómo es, el señorito a sola firma, las marisienkas del encanto. Todo
bonito. Todo dinero que amasa dinero, juramento ante las efigie de Adam Smith
en el prestado palacio de la moneda.
Todo interés a rebatir.
Así
no se hace periodismo. Así se pierden lectores y cojones.
Así
se encumbran las naderías y los fantasmas que las escriben y los falsos luises
que creen que están en Versalles todavía. Así se muere.
Y
se muere más cuando el periódico empieza imitar a su página web, creada suicidamente
para competir con el papel.
No
hay periodismo cuando la CONFIEP siempre tiene la razón y cuando Roberto
Abusada dictamina y todo lo que se sale el catecismo beltranista es apedreado.
No
hay periodismo cuando se dice que el Estado no debe regular nada (excepto
cuando se trata de salvar los bancos en quiebra o de prestarle a empresas en dificultades,
como ahora)
El
estalinismo inventó la propaganda como asfixia y el nazismo hizo de la mentira
una doctrina. Lo que la derecha pretende ignorar es que la dictadura de sus
bobadas con ínfulas de infalibilidad irritan tanto como las dictaduras rojas o
hitlerianas.
“El
Comercio” encontró una sola verdad, la de los conservadores, y creyó que eso era
el fin de la historia. Pero en vez de Fukuyama vino Fujimori y el diario aceptó
ese contrato social próximo a los barracones del puerto. Muy tarde, a fines de
1999 y a comienzos del 2000, “El Comercio” se permitió criticar al gobierno que
la derecha peruana se inventó para seguir haciendo de las suyas.
(Hildebrandt en sus trece) |
Y
ya ven lo que pasó. Tantos años de autocomplacencia y de cantada derrota de la
pobreza terminaron con un virus que nos calateó. Resultó entonces que el
pujante país que marchaba al primer mundo con el paso de ganso de los grandes desfiles
era un remedo de hospital, un cuento de chinos tramposos, una repetida “prosperidad
falaz”.
La
crisis de “El Comercio” es la de la prensa mundial atada hoy a los grandes
intereses y a la agenda monocorde y dictatorial de la derecha. La derecha no
ama a la gente ni respeta al planeta ni valora la decencia. La derecha sólo ama
el dinero. Y con dinero se puede comprar todo, excepto el respeto.
Los
periodistas nacimos para molestar, para incordiar, para dudar, para decir la
verdad por más incómoda que sea o parezca. Esa es la lección que la crisis de “El
Comercio” nos deja. Con papel prensado por los grandes intereses no se hace
periodismo. Se obtienen bostezos. Y se muere.
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