LECTURAS INTERESANTES Nº 922
LIMA
PERU 6
OCTUBRE 2019
DEL DESORDEN A LA LIBERTAD
Mario
Vargas Llosa
En Suplemento DOMINGO
del diario LA REPUBLICA 6OCT19, p.13,
H
|
a hecho muy bien el presidente del Perú, Martín
Vizcarra, disolviendo el Congreso y convocando nuevas elecciones para el
próximo 26 de enero, fecha que acaba de ser avalada por el Jurado Nacional de
Elecciones. Y han hecho muy, pero muy bien, las Fuerzas Armadas y la
Policía peruana reconociendo la autoridad del jefe del Estado; no ha sido muy
frecuente en la historia peruana que las fuerzas militares apoyen a un Gobierno
constitucional como el que preside Vizcarra; lo normal era que
contribuyeran a derribarlo.
La decisión de cerrar el Congreso ha sido
rigurosamente constitucional, como han mostrado muchos juristas eminentes y ha
explicado al gran público, con su lucidez característica, uno de los mejores y
más valientes periodistas del Perú: Rosa María Palacios. La Constitución
autoriza al jefe del Estado a cerrar el Congreso luego de que este le
niegue dos veces la cuestión de confianza y a la vez lo obliga a convocar
oinmediatamente elecciones para reemplazar al Parlamento destituido. Ambas
cuestiones se han cumplido en este caso. Por lo mismo, no se trata ni mucho
menos de un “golpe de Estado” como ha querido hacer creer la alianza
aprofujimorista, que tenía mayoría simple en el Congreso y había convertido a
éste en un circo grotesco de forajidos y semianalfabetos, con algunas pocas
(pero, eso sí, muy respetables) excepciones. Por eso se han echado a la calle,
en todas las ciudades importantes del país, a aplaudir al presidente Vizcarra,
cientos de miles de peruanos, celebrando la medida en nombre de la libertad y
de la legalidad de las que la mayoría parlamentaria de apristas y fujimoristas
había hecho irrisión.
Expresando el histórico anuncio |
Como siempre, por debajo y por detrás de las
discusiones legales que sustentan las instituciones de una democracia, hay
intereses personales, muchas veces innobles, que suelen prevalecer. Para eso
existen la libertad de expresión y el derecho de crítica que, bien ejercidos,
hacen los deslindes y denuncias necesarios estableciendo las prioridades, y
sacando de las tinieblas en que quisieran sumirlas sus enemigos, la verdad y la
libertad.
En estos casos, sin la más mínima duda, ambos valores
están representados por la decisión del presidente Vizcarra y los genuinos
enemigos de la verdad y de la libertad son quienes hasta ahora han ensuciado
hasta extremos inconcebibles el Congreso de la República, convirtiéndolo en un
instrumento de la venganza de Keiko Fujimori contra Pedro Pablo
Kuczynski, quien la derrotó en unas elecciones presidenciales que creía
ganadas: los sondeos lo decían así. Entonces ella, a través del Congreso, se
dedicó a tumbarle ministros e impedirle gobernar. Por su parte, Kuczynski, al
que muchos creíamos el presidente mejor preparado de la historia del Perú y que
resultó uno de los peores, creyó aplacar al tigre echándole corderos (es decir,
indultando al expresidente Fujimori de la condena de 25 años de cárcel que
cumple por asesino y por ladrón) con lo que se hizo el harakiri y debió
finalmente renunciar. Ahora está en arresto domiciliario investigado por el
Poder Judicial, acusado de malos manejos.
Probablemente nada de lo que ha ocurrido hubiera
tenido las proporciones que ha alcanzado si, en el intermedio, no hubiera
aparecido el famoso Lava Jato en el Brasil, en que la empresa Odebrecht y
las “delaciones premiadas” —es decir autoconfesiones de hechos ilícitos a
cambio de condenas reducidas o simbólicas— revelaron que en el Perú varios
presidentes, ministros y parlamentarios habían sido comprados por la
tristemente célebre empresa (y por otras, también) para favorecerlas con
concesiones en obras públicas y otras prebendas. Esto sacó de quicio
principalmente a apristas y fujimoristas, implicados en estos sucios enjuagues.
Y, su pánico fue mucho peor cuando, a la vez que ocurría todo esto en el
Brasil, surgía dentro del Poder Judicial peruano un grupo de fiscales
honestos y valerosos empeñados en aprovechar las “delaciones premiadas” para
sacar a la luz la corrupción en el Perú y sancionar a sus culpables.
Esta es la razón profunda que está detrás de los
atropellos e ilegalidades cometidas por la mayoría simple parlamentaria que
detenta la alianza de apristas y fujimoristas y que han obligado al presidente
Vizcarra a clausurar este Congreso y convocar elecciones para
reemplazarlo. Ojalá, sea dicho de paso, los peruanos voten el próximo 26 de
enero mejor que en las elecciones anteriores, y no vuelvan a sumir al Perú en
un Parlamento tan mediocre y obtuso como el recién desaparecido. Pero las
condiciones mismas de esta elección no favorecen que haya muchos candidatos de
lustre para ocupar los escaños; el tiempo de vida del que dispondrán será muy
escaso —unos 16 meses— y, como no hay reelección según las nuevas disposiciones
electorales, los incentivos para los nuevos congresistas no resultan nada
estimulantes.
Pero, en todo caso, se trata de un paso adelante en
la consolidación de la democracia en el Perú. Muchos peruanos, ante el
espectáculo bochornoso de este Parlamento, que parecía dedicado exclusivamente
a impedir que funcionaran las instituciones, a defender la corrupción y a sus
líderes deshonestos, se habían desencantado de la legalidad. ¿Para esto servían
las elecciones libres? Ahora saben que, por más errores que se puedan cometer
dentro de una democracia, en una sociedad libre se puede sacar a la luz todo
aquello que anda mal, y que esta es la gran superioridad de las sociedades
abiertas sobre las dictaduras.
La troika maléfica que hizo explotar el Poder Legislativo en mil pedazos, de consuno con Bartras, Becerriles Alcortas, Betetas y demás fauna de la antipatria |
Quisiera también destacar el espíritu cívico que ha
sacado a las calles a tantos peruanos a renovar su convencimiento de que la
libertad es siempre la mejor opción. Una de las buenas cosas que ocurrían en el
Perú, pese al Congreso, ha sido la libertad de expresión. El periodismo en
el Perú ha funcionado en estos años expresando la gran diversidad política que
existe en el país, y muchas de las críticas de esta prensa han sido certeras e
impedido que, en el desorden que existía, pereciera la legalidad. Pero un país
no sólo funciona con la democracia. Es imprescindible que haya trabajo, que los
ciudadanos sientan que existe igualdad de oportunidades, que todos pueden
progresar si se esfuerzan para ello, y que existe un orden legal al que pueden
recurrir si son víctimas de injusticias y atropellos.
Curiosamente, en estos años de
desorden político, el país es uno de los pocos que en América Latina ha crecido
económicamente; se han ensanchado las clases medias y pese a las catástrofes
naturales, el Perú progresa en creación de riqueza y en oportunidades. Una sola
mancha en este panorama: la idea de que toda minería es negativa y que hay que
combatirla para que no destruya el medio ambiente. Esto es absurdo pero ha
calado más allá de los demagogos de la extrema izquierda que la promueven; y, a
la vez que esto ocurre, crece la minería ilegal que, ella sí, es una amenaza
gravísima contra la salud ecológica de un país. Ojalá que liberada de
este Congreso repelente y los desórdenes que auspiciaba, la
democracia peruana empiece también a funcionar dentro de una legalidad y
libertad dignos de ese nombre. ▒
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