LECTURAS
INTERESANTES Nº 893
LIMA PERU
17 MAYO 2019
DEFENSA DE LA ENSOÑACIÓN
César Hildebrandt
Tomado de HILDEBRANDT EN SUS TRECE N° 445, 17MAY19
H
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éctor Becerril duerme cada vez que puede. Duerme sin
roncar, como los envidiables pasajeros de un avión que se han empastillado para
quedarse fuera de las turbulencias.
Si usted, lector, fuera Héctor Becerril, ¿no
consideraría a la vigilia una amenaza?
El estado consciente lo llevaría a darse cuenta de
su papel de ficha menor en una banda parlamentaria cuyo propósito es
tergiversar la historia, blindar a los socios corruptos, imaginar mañas para
seguir medrando. ¿Algo más? Sí, encima de esa pesadilla institucional está el
pasado de matón en una hacienda azucarera, el asunto del porcelanato, los hermanos
implicados o prófugos, el radical descrédito, la tarea de chaleco pavlovia- no
que le imponen.
Por eso entiendo a Becerril. Cuando se sumerge en
los vapores de la ensoñación el congresista debe construir un mundo perfecto
del que puede gozar vicariamente: su partido tiene grandes metas y actúa con la
disciplina espontánea y casi orquestal de los tories; su lideresa es Golda
Meir, Margaret Thatcher, Evita Perón, juntas y revueltas y bajo el nombre meiji
de Keiko Fujimori; Rosita Bartra es como Inés Arrimadas, la de “Ciudadanos” en
Cataluña, pero mucho más inteligente y fina; Alberto Fujimori es el equivalente
de Víctor Andrés Belaunde, o sea un patriarca de las ideas que dieron vida al
conservadurismo ilustrado; Moisés Mamani ha fundado, con su dinero, varios
centros de protección para mujeres acosadas; el Grupo Colina jamás existió; el
general Hermoza Ríos triunfó en el Cenepa y fue ungido mariscal después de
hacer fiamear la bandera en Tiwinza; Cipriani sigue capitaneando la Iglesia y
dándonos lecciones en RPP; Kenji fue el hermano nonato de la lideresa; Daniel
Salaveriy acaba de morir de un infarto de corazón; el 2021 será, por fin, el
año de la reivindicación... Y así, con sus etcéteras colaterales (el principal
de los cuales es que Becerril aparece en esas brumas sonámbulas como alguien
parecido a Sean Penn pero hablando un castellano perfecto).
ZZZZZZZZZZZZZZZ........... |
Pero de pronto viene un fotógrafo cabrón, un agente
de la realidad, un agua fiestas sin perdón de Dios y Héctor Becerril debe
despertar para seguir viviendo la agenda de todos los días: él es él y nada
más; la señora que da órdenes está en la cárcel; el partido es ese amasijo de
yerros retorcidos que ha debido unirse al know how del Apra pandillera (y un
infinito etcétera de pellejerías y miserias del alma).
-¡Dios mío! -grita Becerril recién despierto-. No lo
soporto.
Le recomiendo el opio.
Ese maravilloso y patético inglés que fue Thomas de
Quincey relata de esta manera su primera experiencia con el látex de la
adormidera:
“Como es de suponer, al llegar a casa no perdí un
momento en tomar la cantidad prescrita. Naturalmente, nada sabía del arte y
misterio del opio y lo que tomé lo tomé con todas las desventajas posibles.
Pero lo tomé, y, una hora más tarde, ¡oh cielos!, ¡qué cambio tan repentino!,
¡cómo se elevó, desde las más hondas simas, el espíritu interior!, ¡qué
apocalipsis del mundo dentro de mí! Que mis dolores se desvanecieran fue, a mis
ojos, una insignificancia: este efecto negativo se hundía en la inmensidad de
los efectos positivos que se abrían ante mí, en el abismo de divino deleite
súbitamente revelado. Esta era la panacea -el (texto griego)- de todos los
males humanos; aquí estaba, descubierto de un golpe, el secreto de la felicidad
sobre el que disputaron los filósofos a través de las edades; la felicidad
podía comprarse por un penique y llevarse en el bolsillo del chaleco, los
éxtasis portátiles encerrarse con un corcho en una botella de medio litro, la
paz del alma transportarse por galones en coches de correo...”
Si Becerril me hace caso y profundiza sus viajes de
misterio con las alas del opio, llegará a soñar con que el país ama a su
lideresa y estima a su partido como si de una reserva moral se tratara.
Soñaría que el Congreso donde yace es venerado por el pueblo porque da las
leyes que se requieren y fiscaliza a los que merecen ser vigilados. Hasta podría
soñar que Vladimiro Montesinos fue el invento del resentimiento y que don
Alberto Fujimori jamás renunció por fax porque esa fue otra calumnia del
paniaguato miserable. ■
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