LECTURAS INTERESANTES N° 883
LIMA
PERU 5ABR19
LA MUERTE
A LA VUELTA DE LA ESQUINA
César Hildebrandt
Tomado de HILDEBRANDT EN SUS TRECE N° 439, 5ABR19
M
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atan a
mujeres. Matan a testigos protegidos. Acribillan a colaboradores eficaces.
Matan a pasajeros de ómnibus fantasmas servidos por empresas que recogen
potenciales cadáveres en terminales ilegales avalados por ministerios que no
existen y funcionarios moralmente dados de baja aunque puntuales a la hora de
cobrar.
Matan a
activistas que defienden el medio ambiente y los derechos de las minorías
sexuales. Matan a niñas después de ser violadas. Matan a líderes amazónicos
que se oponen a la tala clandestina. Matan en la berma a peatones y, en ajustes
de cuentas, matan con precisión y al por mayor.
Matan,
sencillamente. Matan intransitivamente en mi país, ese que pone cara de
cocinero bueno a la hora de venderse. Matan todo lo que pueden. Y siguen
matando. La muerte es aquí una lotería gigantesca de la que todos tenemos un
boleto guardado. La muerte en el Perú es una ventana de oportunidad, el guiño
del destino, una bala perdida, un segundo de coincidencias irremediables. Y
sales a la calle convencido de que la muerte te está mirando y esperando su
oportunidad. ¿En qué balacera te tocará el último cartucho del morro que
perdimos? ¿Qué malandro decidirá que esta sea tu última tarde?
Tenemos
un comercio familiar con la muerte. Ya nada nos asombra. Consumimos muerte en
los medios de comunicación y lo hacemos en crecientes dosis de adicto. Esa
relación con la violencia, ese acostumbramiento vicioso respecto de la muerte y
de los pormenores de la muerte, ese consumo tóxico, nos ha matado de algún
modo. Y aunque caminemos y respiremos sabemos que algo dentro de nosotros ha expirado.
Algo que nos hace falta para recuperar nuestra capacidad de indignarnos y
experimentar una activa empatia con las víctimas.
País de
muerte, de mentira, pegado con babas a una escarapela, voceado por un himno
que apela al “dios de Jacob” para salvarnos.
Pero hay
distintas muertes. Hemos descrito aquellas que terminan en los ritos
cortadores y los pesajes siniestros de las morgues. ¿Pero y las otras? ¿Las
muertes del alma? ¿Las muertes disfrazadas de poder? ¿Las muertes investidas?
Escucho
al presidente viajero y oportunista que tenemos y no puedo dejar de pensar en
que se le ha muerto la ilusión. Pero ese no es el problema mayor. El mayor
problema es que no tiene un proyecto, un horizonte, una agenda ni siquiera de
urgencias. Promete, parcha, habla, se dirige briosamente a ninguna parte,
mete el dedo en el agujero del dique que lo separa del desastre y cree que está
haciendo política. Cree que le hace bien al país su nuevo pacto con el fujimorismo,
esa mafia que es como la partida de defunción de la democracia y la decencia.
Cree que va a recobrar energías políticas frecuentando el Congreso, que es el
cementerio moral más concurrido de los últimos tiempos. Y para eso ha llamado
a Salvador del Solar, un joven de buenas intenciones y ningún porvenir que
también cree que la barca del fujimorismo lo llevará a destino.
El
fujimorismo es una pulsión de muerte. Es la respuesta incivilizada que nos
dimos ante el desafío, también tanático, del Senderismo. El Perú vivió entre
dos muertes y escogimos la que nos prometió la reconstrucción del orden
democrático. Ese orden, sin embargo, fue el de una satrapía que, a despecho
de encarcelar a alias presidente Gonzalo, pudrió el país entero como ningún
peruano lo había hecho y como solo un extranjero de escondida identidad podía
hacerlo. Fue otra forma de morir. Fue otra forma de matar lo más valioso de
una sociedad: el respeto por los adversarios, la pulcritud a la hora de
admitir la separación de poderes, el honor de las Fuerzas Armadas. Fujimori
fue el cáncer que depravó el organismo entero del Perú. Los jueces
sentenciaban en el SIN, la Fiscalía de la Nación era como una noche en Las
Cucardas, el Congreso era una madama que cazaba talentos en la acequia, los
uniformados fueron la pura indignidad. Y con los herederos (sin
arrepentimiento) de esa peste es que el señor Vizcarra quiere comprometerse. El
señor Vizcarra, que ojalá llegue a ser centenario, construye su tumba política
con la prisa que no pone en la reconstrucción del norte.
La
muerte nos preside. Está en las calles, derramada como una lisura. Pero también
está en los políticos que se hicieron ricos, en los partidos que dejaron de
producir ideas, en la derecha que nada aporta sino codicia y continuismo, en la
izquierda pasmada en los dilemas del siglo XX, en las universidades que
apadrinaron la mediocridad, en los gobernadores que se vengaron de Lima robando
como se roba en Lima, en la vulgaridad que nos arrastra, en los medios de
comunicación entregados al arte de confundir y escamotear. La muerte obtiene
aquí grandes cosechas de añajes muy variados. El Perú es un cadáver exquisito. ▒
Conocido actor en una escena de la película “EL ATRACO”, en
la que el artista tuvo la oportunidad de revivir el episodio del atraco a una
remesa de dinero para trabajadores mineros suscitado en Calamarca en 1961. La
cinta fue dirigida por Agazzi.
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