LECTURAS
INTERESANTES N° 877
LIMA
PERU 6MAR19
ES HORA QUE
ESTADOS UNIDOS
INVADA A ESTADOS
UNIDOS
Por: Martín Pastor TELESUR Publicado 3 marzo 2019
L
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a situación norteamericana es altamente preocupante y
clasifica a la nación para ser un apto receptor de ‘ayuda humanitaria’ made in
USA.
Bajo el
amparo de la ‘ayuda humanitaria’ y la lucha por la ‘democracia’, los Estados
Unidos han justificado decenas de intervenciones militares y políticas en el
mundo durante el siglo XX y XXI. En su más reciente campaña se han
centrado en Venezuela,
como parte de una estrategia para menoscabar a gobiernos progresistas de la
región.
Con una coordinada manipulación mediática, bloqueo económico y presión diplomática
se ha tendido la ofensiva imperialista sobre la nación latinoamericana desde
hace más de una década. Han
tachado al gobierno venezolano como una ‘dictadura’, presentándolo como un
‘Estado fallido’ sumido en caos social, con altas tasas de pobreza, desnutrición,
e inseguridad; argumentando que la causa es el modelo progresista y no factores
exógenos como el bloqueo o desacreditación internacional.
Para Estados Unidos, y gran parte de Occidente, estos son causales suficientes para
justificar una intervención política y diplomática, que incluso debería ser
militar. Entonces si
estos son detonantes para intervenir es momento que Estados Unidos, en defensa
de los derechos humanos y la democracia, tome la iniciativa de invadir a su
propio país. Veamos:
La situación norteamericana es altamente preocupante y
clasifica a la nación para ser un apto receptor de ‘ayuda humanitaria’ made in
USA. Según un informe de Philip Alston, relator especial de la
Organización de Naciones
Unidas (ONU) sobre la pobreza extrema y los derechos humanos se reveló que al
2018, 40 millones de personas en Estados Unidos viven en pobreza, 18.5 millones
viven en extrema pobreza y más de cinco millones viven en condiciones de
pobreza absoluta.
El país tiene la tasa más alta de pobreza juvenil en la
Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OECD) y la tasa más
alta de mortalidad infantil entre Estados comparables de este grupo. No es
sorpresa que Alston calificó al país como la sociedad más desigual en el mundo desarrollado.
Como tampoco lo es que a Estados Unidos ya no se le pueda denominar como
una nación del “primer mundo”. Según un estudio del
Massachussets Institute of Technology (MIT), para la mayoría de sus ciudadanos, aproximadamente 80% de
la población, Estados Unidos es una nación comparable al “tercer mundo”.
Para llegar a esta conclusión los economistas aplicaron el
modelo de Arthur Lewis,
ganador de premio Nobel de economía (1979), diseñado para comprender qué
factores y cómo clasificar
a un país en vías de desarrollo.
Según Peter Temin, coautor del estudio, Estados Unidos cumple con este
modelo: es una economía dual (brecha incomparable entre una pequeña parte de la
población y la gran mayoría) en la que el sector de bajos salarios tiene poca influencia sobre
la política pública; un sector de altos ingresos mantiene los salarios bajos en el otro
sector para proporcionar mano de obra barata; un control social que se usa para evitar que el sector de
bajos salarios impugne las políticas que favorecen al sector de altos ingresos;
altas tasas de encarcelamiento; políticas públicas de los sectores más ricos
con el objetivo de reducir los impuestos para dicho grupo; y una sociedad donde la movilidad
social y económica es baja.
Especialmente cuando uno de los argumentos principales para
justificar las agresiones son el supuesto ‘bienestar’ y derechos humanos de los
ciudadanos. Nuevamente los
norteamericanos deberían ver primero la ‘viga en su propio ojo’.
Según un análisis trianual del Commonwealth Fund (2017),
los Estados Unidos, por sexta ocasión consecutiva, se posesionan como el peor sistema de salud entre
11 naciones desarrolladas. Cuentan con el sistema de atención médica más caro del planeta, con
un gasto anual de tres billones dólares, que ha resultado en uno de los países
con mayor disparidad en accesos a salud, basada en ingresos.
Mientras que la expectativa de vida en Estados Unidos disminuyó por tercer año
consecutivo, situándose en 78.1 años. Un decrecimiento porcentual comparable
al periodo de 1915 y 1918, en el que dicho país enfrentó una Guerra Mundial y
la pandemia de influenza global. En comparación, Cuba, que forma parte de la ‘Troika de la Tiranía,
según John Bolton (Consejero de Seguridad Nacional) tiene un expectativa de
vida de 79,74 años al 2018.
Y en educación
ni que hablar. Desde 1990 al 2016, Estados Unidos cayó del sexto lugar al
vigésimo séptimo, situándose como uno de los peores sistemas educativos del
mundo ‘desarrollado’. Con un gasto público que se redujo, entre 2010 y
2014 en 3%, mientras que economías desarrolladas la inversión crecía por sobre
el 25%.
Un bienestar de vida
deteriorado, un sistema de salud caro e inequitativo y una educación que no se
compara con otras naciones desarrolladas. Si esto no es suficiente
para que el gobierno norteamericano y el resto del Occidente decidan
intervenir, entonces las constantes violaciones a los derechos humanos deben
ser un causal para movilizar tropas a la frontera e iniciar bloqueos
económicos.
Los Estados Unidos sistemáticamente han dirigido o
influenciado intervenciones en América Latina y el resto de sur global. Las
operaciones cubiertas, las guerras étnicas y las invasiones militares más
recientes son una prueba de la ‘licencia para matar’ que se ha auto-concedido a este país.
Cárceles en donde se violan derechos humanos como Guantánamo y Abu Ghraib son solo
ejemplos de esta realidad. Y figuras como Gina Haspel, quien
estuvo directamente involucrada en el programa de tortura del gobierno
estadounidense, ha subido a posiciones de poder mundial como directora de la Agencia Central
de Inteligencia (CIA).
Pero su transgresión más clara es la separación del Consejo de Derechos Humanos de la
ONU, órgano internacional encargado en velar que dichas violaciones no sucedan.
Una decisión que vino días después de que el Alto Comisionado
para los Derechos Humanos denunciara la práctica de la administración actual de
separar forzosamente a
niños migrantes de sus padres y encarcelarlos, en lo que solo pueden llamarse
campos de concentración modernos.
A nivel interno se ha reducido la responsabilidad de la
policía sobre el uso de fuerza excesiva, especialmente en comunidades negras y
latinas. La matanza
sistemática de hombres negros en Estados Unidos por esta fuerza del orden,
según un estudio de la Universidad de Boston, refleja un racismo
estructural subyacente en la sociedad norteamericana; que también se ve
reflejado en un sistema de
justicia parcializado en contra de las comunidades negras.
"Si la policía patrullara las áreas blancas como lo
hacen en los barrios negros pobres, habría una revolución", comenta Paul
Butler, autor de ‘Chokehold: Policing Black men’, que relata lo que significa ser un hombre
negro en Estados Unidos.
Estas violaciones de derechos humanos son la realidad diaria
para minorías étnicas y grupos históricamente discriminados. Lo cual está
acompañado del fortalecimiento
de agrupaciones con tendencia fascista, que cuentan con el apoyo directo e
indirecto del gobierno central y local en varios estados. Un preocupante
escenario para millones de ciudadanos negros, latinos y de otras etnias.
Sin embargo, la falsa ‘preocupación’ por Venezuela, Libia,
Siria, Iraq, Yemen, Afganistán, y Ucrania, solo en estas últimas dos décadas,
ha guiado invasiones y agresiones en nombre del bienestar y los derechos
humanos. Acciones que a su vez llevan escondido intereses ulteriores basados en
un indicador en los que
Estados Unidos, sí es número uno: el gasto militar.
Al 2019,
este país cuenta con un presupuesto militar sobre los 680.000
millones de dólares, es decir más que los presupuestos sumados de las siete naciones que le siguen en
la lista: China, Rusia, Arabia Saudita, India, Francia, Reino Unido y Japón.
Ni
siquiera en libertad económica (12 en el mundo) son líderes o crecimiento
del PIB (147 de 224 países); lo cual refleja una realidad. Estados Unidos es un imperio
militar, su economía se basa en la guerra y ninguna acción realizada en nombre
de la ‘ayuda humanitaria’ tiene coherencia cuando el interés de su gobierno es
promover el caos para su beneficio.
Ante esta situación lo que el mundo está viviendo es la ‘patada de ahogado’
de una superpotencia en declive. Es por ello que con tanto esmero trata
de aferrarse del último bastión de influencia que sigue siendo América Latina,
ergo su fijación con Venezuela y otras naciones de la región. Ya que si de
ayuda real se tratara, es hora que Estados Unidos seriamente analice
intervenir, con la misma intensidad, en su propio país.
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