LECTURAS
INTERESANTES Nº 823
LIMA PERU
22 ABRIL 2018
HUAQUI, PÁNICO Y
DESBANDE EN EL ALTIPLANO
CUANDO LA REVOLUCIÓN SUDAMERICANA CASI FRACASA EN LAS ALTURAS DE
BOLIVIA
En
1811 las tropas enviadas por Buenos Aires al Alto Perú para combatir la
contrarrevolución experimentaron una derrota categórica a manos del general
Goyeneche. El historiador Alejandro Rabinovich acaba de publicar un estudio sobre el rol
que tuvo el terror en el desarrollo del combate.
Por Germán Padinger
Infobae, 23 de diciembre 2017
El 20 de junio de 1811, poco más de un año después del inicio
de la Revolución de Mayo en el Río de la Plata y contra el dominio español,
el Ejército Auxiliar del Perú, enviado al norte para expandir la
revuelta, se preparaba para presentar batalla contra los realistas en las
cercanías de Huaqui (Guaqui), actual Bolivia.
Pero se les adelantaron.
El general José Manuel Goyeneche, avisado de los movimientos
de los revolucionarios por una superior red de inteligencia, organizó a sus
tropas en dos columnas y marchó hacia el campamento enemigo flanqueado por el
lago Titicaca y el río Desaguadero, en el Alto Perú y a casi 3.900 metros sobre
el nivel del mar.
Tenía unos 6.000 hombres a su mando y la iniciativa.
El Ejército Auxiliar del Perú, al mando del abogado
rioplatense Juan José Castelli, no tuvo más opción que abandonar sus planes
de ataque y montar un dispositivo improvisado de defensa con su contingente de
otros 6.000 hombres, uno de los más grandes reunidos durante las guerras de
independencia hispanoamericanas.
Zona de Desaguadero. croquis levantado por orden de Gononeche |
Algunas de estas tropas venían del victoria en la Batalla de
Suipacha, en noviembre de 1810, y el ejército completo era el resultado de una
orden de la Primea Junta surgida en Buenos Aires tras la Revolución. El
objetivo era nada más, ni nada menos, que enfrentar la contrarrevolución y
liberar al Perú.
Más allá de la sorpresa y las malas decisiones de parte de
Castelli, un hombre sin formación militar, la batalla que enfrentaba a dos
ejércitos de similares proporciones y se anticipaban combates duros.
Pero lejos de una simple victoria y o una derrota, Huaqui
derivó en un desastre total cuando Juan José Viamonte, que comandaba el
regimiento n°6 de infantería en el centro, destacó a cuatro compañías (unos 400
hombres) en la quebrada de Yuraicoragua para hacer frente a una avanzada
enemiga muy superior y evitar quedar cortados.
Los hombres se enfrentaron a una columna realista que
contaba con entre 1.500 y 2.500 hombres, fueron barridas por el fuego en una
pelea que no podían ganar, ni siquiera pelear, y desbandaron en pánico.
En la carrera por su vidas, en todas las direcciones,
llevaron gritos desesperados de derrota, desastre y masacre, y ese mismo pánico
infectó de tal manera en todas las unidades que de poco el Ejército Auxiliar se
fue desbandando ante el avance realista, y cesó de existir, dando paso a una
turba de dispersos que intentaba volver a sus tierras a cualquiera costo.
Este es el tema central del último libro del historiador
argentino Alejandro Rabinovich, Anatomía del Pánico: La Batalla de
Huaqui, o la derrota de la Revolución (1811), que acaba de ser
publicado por la Editorial Sudamericana tras una larga investigación. La
composición de los ejércitos, la historia del combate "una vez que
empiezan los tiros y los sablazos", y el fenómeno del pánico en soldados
que se encontraban a miles de kilómetros de sus hogares, en una tierra lejana y
sin aire por la altura [¡¡sic!!], son parte de la reconstrucción en
base a documentos que levó adelante Rabinovich.
Infobae pudo dialogar con el autor, doctor en Historia y
Civilizaciones por la Escuela en Altos Estudios Sociales de París y profesor de
historia en la Universidad Nacional de La Pampa, acerca del efecto del pánico
en la guerras del siglo XIX y la importancia de Huaqui en una revolución que,
tras largos y sangrientos años, terminó con el poder español en casi toda
Sudamérica.
- En el libro se define al pánico, en el ámbito de la
guerra, como "un repentino brote de terror que recorre las filas de un
ejército y lo pone en fuga, precipitando su derrota". Es interesante
pensar que en toda batalla y en toda guerra hay peligro de una desbandada fruto
del pánico. ¿Tenía este fenómeno una preponderancia mayor en las batallas del
siglo XIX, y si es así, por qué?
Foto satelital de Wiñaymarca y Guaqui |
Efectivamente, en el período que estudia el libro los
pánicos se vuelven un problema mayor para las conducciones de los ejércitos (en
nuestra región, al de Huaqui siguieron el de Vilcapugio y el de Cancha Rayada).
Tenemos que pensar que en el siglo XIX, la forma de hacer la guerra adoptada
por los militares europeos (y copiada transitoriamente por los sudamericanos)
le impone al soldado un desafío terrible. Se supone que el soldado de
infantería avance hacia el fuego de pie, erguido, al paso, sin bajar la cabeza
ni tirarse al piso ni ocultarse tras una piedra.
En ciertas ocasiones los soldados van a tener que pasar
largos minutos y hasta horas parados así, sin mover un dedo, recibiendo
fusilazos y cañonazos, viendo como los camaradas van cayendo y son destrozados
por el fuego enemigo.
En culturas anteriores los hombres se afrontaban al enemigo
cubiertos de hierro, con escudos enormes que les permitían defenderse. En
cambio, en el siglo XVIII y XIX hay una especie de fatalismo que impone
afrontar la muerte sin ninguna defensa, pero esa idea de "poner el pecho a
las balas" es una exigencia inhumana e irracional, que va generando una
presión tremenda sobre la tropa, que se rebela o entra en pánico.
El problema es que las armas de fuego se van volviendo cada
vez más potentes y la carnicería se vuelve más espantosa. Esto es lo que hace
crisis en la primera guerra mundial e impone cambiar la forma de combatir.
- Considerando el chispazo inicial del pánico en Huaqui
derivado del envío por parte de Viamonte de 400 hombres a batirse con 2.000 en
la quebrada, que tras ser derrotados infectaron de miedo al resto de la tropa,
¿puede entenderse que hay un error central que derivó en el terror y que tiene
bases racionales, es decir el envío de soldados en condiciones extremadamente
vulnerables a lo que, parecía, una muerte segura?
- En el libro concluyo que efectivamente se detectan
varias tendencias preocupantes en la forma de comandar de los generales
rioplatenses del Ejército Auxiliar del Perú. La de destacar divisiones muy
pequeñas a cumplir misiones peligrosas, sin coordinar el apoyo con otras
divisiones, es una de ellas, y por eso los realistas los pueden batir en
detalle. Pero el problema en realidad es más profundo: la revolución de mayo de
1810 implicó que Buenos Aires iba a tener que hacer la guerra a una escala
enorme, en varios frentes situados a miles de kilómetros de la capital. Se le
exigió entonces, a los pocos comandantes disponibles, que asumieran
responsabilidades para las que no necesariamente estaban capacitados. ¿Qué
experiencia de guerra de montaña podía tener un oficial como Viamonte? ¿Cuándo
había comandado en jefe una batalla campal? ¿Qué conocimiento tenía del terreno
y la región donde se batía si no tenían ni mapas y habían llegado allí por
primera vez la víspera? Entonces estos oficiales fracasan, pero cuando los
enjuician en Buenos Aires su descargo es conmovedor: no se consideraban a sí
mismos generales y estaban haciendo lo que hacían porque la revolución se los
pedía. Y si esto es así para un militar de carrera como Viamonte, imaginemos lo
que podían saber de estrategia abogados como Castelli y Belgrano.
- ¿Qué se jugaba exactamente la revolución en Huaqui y
cómo logró recuperarse de un desbande de esta magnitud?
- En Huaqui la revolución se juega mucho. Ante todo, la
posibilidad de darle un cierre rápido y económico a la guerra revolucionaria y
ahorrarse los 15 años de destrucción que siguieron y que dejaron a toda la
región devastada, retrasando por décadas su desarrollo. No es por hacer
historia contrafáctica, pero si Goyeneche era derrotado en 1811 el virrey del
Perú no tenía mucho más para oponerles a los revolucionarios y lo más probable
es que el sur del Perú se hubiera plegado inmediatamente a ellos. La ola de
arrastre hubiera forzado a Lima a negociar y es imaginable una Hispanoamérica
sin virreyes, lo que abría desde ya perspectivas de largo plazo diferentes.
Crroquis de batalla 1 |
La derrota total en Huaqui (el "desastre", como lo
llamaron los contemporáneos) implicó en cambio la separación del Alto Perú, la
ruina económica por perder los recursos de Potosí, el repliegue del ala
morenista de la revolución, la prolongación indefinida del conflicto y el
desmembramiento del viejo virreinato rioplatense. Es por eso que Huaqui no se
estudia en las escuelas, a pesar de haber sido una batalla mucho más grande que
Chacabuco o Maipú: es una derrota tremenda, inapelable, de la que (por culpa
del pánico) no se salva casi nada de un ejército de 6.000 hombres. Si la
historia de la revolución no terminó allí es porque Belgrano desobedece al
gobierno y, contra toda probabilidad, frena a los realistas que ya habían
avanzado hasta Tucumán, y porque en 1812 va llegando de Europa una camada de
militares más profesional (entre ellos José de San Martín) que le van a dar a
los ejércitos un nuevo despliegue.
- ¿Cómo era la cultura de guerra del Río de la Plata en
tiempos de la revolución?
- Al iniciarse la guerra todas las fuerzas existentes tienen
una fuerte impronta miliciana, con un componente voluntario y un entusiasmo que
vienen de la lucha contra las invasiones británicas.
El gobierno revolucionario va a intentar transformar esas
milicias en ejércitos de línea que peleen a la europea y Huaqui es el primer
gran fracaso de esta estrategia. Luego en el Ejército de los Andes San Martín
va a ensayar una versión más moderna del modelo europeo, inspirada en las
novedades de los ejércitos napoleónicos. Pero en definitiva estos esfuerzos
dejan exhaustas las arcas estatales y generan una tremenda resistencia entre
los paisanos que son arrancados de sus casas para ir a pelear a miles de
kilómetros bajo una disciplina de hierro. En paralelo se va gestando un modelo
alternativo que se va a terminar por imponer: el de las milicias de a caballo
que ensayan primero Artigas y Güemes y que, tras el colapso del Estado en 1820,
van a adoptar todas las provincias. Es lo que me gustaría analizar en mi
próximo libro.
- ¿Qué interés existe entre los investigadores
actualmente por las batallas y guerras del siglo XIX, y por el enfoque conocido
como de la historia-batalla?
- En Argentina, teniendo en cuenta nuestra traumática
historia política durante el siglo XX, la historia de la guerra y de lo militar
en general estuvo vedada de las universidades durante mucho tiempo. La historia
militar, con ciertas excepciones, la hacían historiadores castrenses que se
mantenían mayormente aislados de los desarrollos que ocurrían en el resto de la
academia.
Croquis de batalla 2 |
Por otro lado, y con la excepción de Halperín Donghi,
los historiadores profesionales trataban al siglo XIX como si la guerra no
hubiese ocurrido. Esto empezó a cambiar en los últimos 15 años y hoy ya
contamos con una historiografía pujante en todo lo referido al impacto social,
económico y sobre todo político de los durísimos conflictos que forjaron a la
región. Me parece, sin embargo, que el combate propiamente dicho (como digo en
el libro, "lo que pasa una vez que empiezan los tiros y los
sablazos") había quedado totalmente relegado, como si fuera algo
irrelevante o anecdótico. Lo que propongo en el libro es subsanar esto
aplicando metodologías que se están usando con mucho éxito en otros países (y
que recurren a aportes multidisciplinarios como los de la antropología, la
sociología, la psiquiatría militar) y que nos permiten, a partir del estudio de
las batallas, articular toda una historia social de la guerra en
nuestro país y en la región.
No hay comentarios:
Publicar un comentario