BREVE HISTORIA DE
HUANCANÉ
Extracto del
libro “LA FESTIVIDAD DE LA SANTÍSIMA CRUZ DE HUANCANÉ”, Ediciones APPU, Lima
setiembre 2012, pp. 17 a 26, cuyo autor es el sociólogo limeño JORGE LUIS
COTRINA ESPINOZA, casado con doña Magdalena Huahuamullu, natural de Rosaspata,
Huancané. El Licenciado Cotrina viene investigando desde hace varios años
el siku y el
sikuri altiplánico.
Los primeros pueblos en arribar a Huancané estaban
conformados por las primitivas poblaciones de cazadores y recolectores que se
fueron ubicando en los alrededores del lago Titicaca, ya que allí encontraron
condiciones ideales para prosperar: un clima moderado, la vegetación y los
animales que la naturaleza les brindaba de manera abundante. En cierto momento
aprendieron a domesticar los animales y comenzaron a sembrar los primeros
cultivos. Poco a poco se fueron agrupando en hordas y tribus originadas a partir
de la creencia en un antepasado común. Los primeros pueblos que poblaron
Huancané están inmersos en este proceso universal.
Con el transcurrir de los
años fueron creando adaptaciones y respuestas a los desafíos que les imponía la
agreste geografía en la cual eligieron vivir, creando cultura y civilización,
su idioma, vestimenta, costumbres que los diferenciaba del resto de pueblos del
Altiplano.
Se transformaron en señoríos
y reinos que años más tarde serían anexados por los incas.
Según el testimonio de José
Portugal Catacora, Huancané y su nombre se enmarcan en medio de la leyenda de
los últimos años del imperio incaico.
Cuenta la historia que,
cuando la corte del Cusco obligó a abdicar a Amaru Inca Yupanqui en favor de su
hermano Túpac Yupanqui, lo primero que este hizo fue encarar la solución del
problema de la anarquía que se había suscitado en la región noreste del lago
por las incursiones e influencias negativas de los chiriguanos. Dispuso que se
trasladase a una de las tribus del Chinchasuyo, más leales a la corona, el
ayllu de los huancas, pues demostró gran fidelidad al Cusco.
Una vez reunido el Consejo
de los Orejones, el inca propuso que el curaca huanca fuera asimilado a la
corte imperial como miembro de la familia real, hablando más o menos del
siguiente modo:
"Respetados mayores:
Recién sabemos que el curaca del gran pueblo huanca ha decidido marchar con su
pueblo a la región del Collasuyo para ser fiel guardián de nuestras heredades
constantemente amenazadas, y últimamente puestas en grave peligro por los
bárbaros chiriguanos. Esta decisión nos reconforta y nos llena del más justo
orgullo, al saber que contamos con pueblos de lealtad incondicional; por tanto,
es decisión mía ungirlo con el cetro familiar de nuestra estirpe".
Unos días después de aquella
memorable asamblea, arribó al Cusco la tribu elegida, siendo recibida con gran
júbilo y homenajes de parte del pueblo y la corte. El curaca Huanca y su
familia fueron alojados en el palacio de Callcampata. Y su pueblo fue hospedado
en los tampus reales.
Tras de muchos días de viaje
por quebradas, cordilleras y punas, una tarde serena, llena de quietud y
recogimiento, el pueblo huanca arribó a Taraco, donde se hospedaron por la
noche.
Al día siguiente continuaron
su marcha en busca de un sitio que ofreciese favorables condiciones para el
establecimiento de la tribu, y que fuese también un centro estratégico para el
cumplimiento de la misión que traían.
Pero grande sería el asombro
de Huanca y los suyos, cuando, al trasponer la quebrada de Pucarani irrumpieron
de los cerros hordas bárbaras que los atacaron inesperadamente. El ejército que
lo acompañaba y los hombres del pueblo huanca, detuvieron la marcha y se
aprestaron para la lucha, protegiendo a las mujeres y a los niños.
La lucha fue encarnizada,
por momentos Huanca sufría la sensación de que aquel mismo día fracasaría su
misión, porque los naturales, azuzados por las salvajes hordas de chiriguanos
eran en número muy superior. La lucha se tornaba cada vez más difícil y
peligrosa, los soldados imperiales y los hombres huancas llevaban todas las de
perder; pero en un rapto de desesperación las mujeres huancas entraron en la
lucha y ello decidió su triunfo en aquella batalla memorable.
Los chiriguanos y los demás
lugareños nunca habían visto luchar a las mujeres, de modo que la presencia de
ellas en la batalla los desconcertó y tuvieron que dispersarse, dejando el
campo y el paso completamente en manos de los vencedores.
El curaca Huanca ordenó que
la tribu acampase en el mismo campo de batalla. Así fue. Y cuando al día
siguiente exploraron los alrededores y se dieron cuenta de que la región
contaba con tierras ubérrimas, decidióestablecerse en aquel lugar, que también
resultaba un punto estratégico, ya que de allí nunca habían pasado las
incursiones de los chiriguanos.
El lugar donde se libró
aquella batalla, y en que las mujeres asumieron funciones militares, y donde
Huanca dispuso el establecimiento de su tienda de campaña para la pacificación
de la zona soliviantada, es el mismo en que actualmente se levanta la ciudad de
Huancané.
El curaca Huanca, luego de
establecerse de acuerdo con las costumbres que regían la instalación del
mitimayaje, inició una sabia campaña de pacificación. En primer lugar ordenó
que todos los miembros de su pueblo aprendieran a hablar el idioma de los
nativos de la región, al mismo tiempo que buscaran su amistad ofreciéndoles
presentes para ganarse sus simpatías.
Esta primera fase de la
campaña se cumplió con suma eficacia. Los huancas aprendieron el aymara en poco
tiempo; pero en forma mezclada con su propia lengua, característica que ha
quedado hasta hoy, y por lo que es fácil distinguir el aymara huancaneño, que
presenta voces típicas que no corresponden al aymara general del Altiplano.
En una segunda fase
iniciaron una intensa campaña de persuasión para que los naturales repudiaran a
los chiriguanos y se sometieran a la corona del Cusco con lealtad. Esta campaña
dio también muy buenos resultados; pues pronto los naturales se dieron cuenta
de que los chiriguanos eran hombres de cultura inferior a ellos y que no
merecían llamarlos sus "salvadores y libertadores", como se habían
enseñoreado hasta entonces. Muchos de los habitantes llegaron a internarse
hasta las viviendas de los chiriguanos, dándose cuenta de la vida bárbara y salvaje
que llevaban y muy pronto se despojaron de su influencia. Desde entonces quedó
la costumbre de que los habitantes del Altiplano bajen a los valles del Beni en
busca de las especies que cultivan ya que antes sólo los chiriguanos les traían
dichas especies.
En una última fase, el
curaca Huanca organizó las tribus dispersas de la región en comunidades y
ayllus de Anansaya, los de las serranías y ayllus de Urinsaya, los de los
bajíos, próximos al lago.
La campaña unificadora de
Huanca y su pueblo repercutieron en el Cusco y en todo el imperio como ejemplo
de un nuevo sistema de conquista. Y su ascendencia sobre los pueblos
pacificados llegó a tener memoria rayana en lo mitológico. Pues se decía que si
el lago había parido, para el imperio de los hijos del Sol, a Manco Cápac, el
curaca Huanca representaba la restitución cósmica de las quebradas a los
picachos, de los valles a las punas, y de los ríos el lago milenario, en un
intercambio de fuerzas telúricas, haciendo hombres conductores y salvadores de
la humanidad.
El curaca Huanca vivió
muchos años y murió muy anciano. Le sucedió su hijo mayor, Huancarani, quien
gobernó la región siempre con la misma fidelidad que su padre para la corona
del Cusco. Huancarani fue sucedido a su vez por su hijo Huancané.
Cuando al imperio inca llegó
el reinado de Huayna Cápac, asumió el gobierno de la zona el joven curaca
Huancané. Y en estas circunstancias volvieron a insurreccionarse los
chiriguanos al mando de Yagualtinte.
Huancané organizó un
ejército y partió hacia las selvas, en busca de los insurrectos; pero en el
camino se tropezó con la vivienda solitaria del yatiri Pacharia. Este le
pronosticó la inutilidad de esa campaña, aconsejándole que se quedara a
gobernar y proteger solamente la zona andina. Pero Huancané, teniendo en sus
venas el ardor de la juventud y la pujanza de sus mayores, prosiguió su marcha
sin oír consejos. Más, como le había vaticinado Pacharia, la suerte le fue
adversa en la campaña: fracasó en sus propósitos. Con su ejército casi diezmado
por el clima antes que por el propio enemigo, insistió inútilmente en avasallar
a los indomables chiriguanos. Pedía refuerzos al Cusco y estos no llegaron
nunca. Y un mal día llegó la noticia de que Huayna Cápac había muerto, y peor
aún: que sus hijos Huáscar y Atahualpa se debatían en cruentas luchas.
Años más tarde supo que
Huáscar había caído en manos de Atahualpa, y este en manos de los desconocidos
españoles. Entonces organizó un nuevo ejército para ir a luchar por el reino de
su soberano. Y cuentan que cuando los españoles llegaron al Cusco y Manco Inca
se fugó preparando el primer intento de liberación de su pueblo, buena parte de
los soldados indios que sitiaron el Cusco, en 1636, fueron súbditos de
Huancané. Y que cuando recibió la noticia de la definitiva derrota de Manco
Segundo, se declaró Inca sucesor de Huayna Cápac y pretendió marchar él mismo
en busca de los españoles; pero su ancianidad le impidió encabezar una campaña
militar.
El inca Huancané vivió sus
últimos años atormentado por el dolor de ver y sentir derrumbarse el imperio de
sus mayores. Y empleó sus últimas energías en sembrar en el alma y el corazón
de su pueblo la idea de que nunca se dejaran avasallar por los hombres blancos
y barbudos que habían exterminado la estirpe de los reyes incas. Aquella
siembra se enraizó en la conciencia de los pueblos de la zona como un designio,
que con el correr de los tiempos se ha convertido en lema y norma de conducta
social de los huancaneños, los viriles descendientes del inca Huancané.
De esta manera, un poco
mítica y rodeada de leyenda, Portugal Catacora nos explica el porqué de la
denominación de esta parte del territorio altiplánico, lo cual debe ser tomado
con las reservas del caso debido a que, como todo lo mítico, este contiene
elementos reales y otros imaginarios, que deben ser valorados adecuadamente. En
todo caso, esta historia nos muestra la importancia de Huancané desde tiempos
muy antiguos.
Con la llegada de la
Conquista y asentada la dominación española, el pueblo de Huancané se convirtió
en uno de los asentamientos más importantes. Con la organización de las
reducciones por el virrey Toledo se conformó un núcleo urbano sobre la base de
las antiguas encomiendas de Juan Gonzáles Sotelo, otorgadas por el licenciado
Castro, y la de Juan Maldonado de Buendía, a quien la dio de merced el virrey
Enríquez. Dicha reducción estuvo conformada por un total de 3.394 indígenas, de
los cuales 753 eran tributarios; 480 de ellos aymaras y los 273 restantes uros.
En 1780, cuando el
levantamiento de Túpac Amaru, Pedro Vilcapaza incendió Huancané, y según
Romero, "desde entonces labró la decadencia le este pueblo", pues sus
habitantes emigraron en masa hacia otros lares.
Es precisamente por estos
años de profundo odio, resentimiento y rebeliones por los abusos cometidos por
los españoles que se gesta el apelativo “matacura”.
Como es sabido, la gesta
revolucionaria de José Gabriel Túpac Amaru II, despertaría la más grande esperanza
por parte del pueblo indígena oprimido, quien puso la sangre, el sudor y las
lágrimas para sacudirse de las pesadas cadenas a las que estaba sometido.
Pero de la misma manera
generó el más acendrado y desesperado odio de los detentadores del poder, y uno
de estos fue el clero, quien se convirtió en acérrimo defensor del viejo orden.
Los sacerdotes corruptos, concupiscentes, avaros, vividores del trabajo ajeno,
no escatimaron fuerzas para denigrar, calumniar a las huestes revolucionarias,
ofreciendo el perdón y el cielo a quien denunciara a los tupacamaristas, es por
ello que muchos de los curas españófilos fueron ajusticiados en medio de la
tormenta revolucionaria desatada.
Huancané fue uno de estos
lugares donde la opresión de la Iglesia fue castigada con la muerte, es de allí
que nace el apelativo de “huancaneño
matacura”.
Con el correr del tiempo se
produce la Independencia, en la cual grupos criollos descontentos con el
Gobierno colonial deciden cambiarlo.., para que todo siga igual. Entonces
Huancané entrará en la República con todos sus problemas y perspectivas, las
cuales se mantienen hasta hoy.
Huancané y su creación
política se enmarcan en medio de los continuos conflictos e intereses de los
grupos terratenientes subsistentes a la Independencia; estos presionan de una u
otra manera al débil y naciente Estado peruano para establecer territorios y
delimitaciones que favorezcan sus intereses económicos y comerciales, es por
ello que las demarcaciones son tan imprecisas y favorecen a los que detentan el
poder en una región.
Según el historiador
huancaneño, Juan Luis Ayala Loayza, la provincia de Huancané fue creada por
Decreto Supremo del 21 de junio de 1825. Por Ley del 19 de setiembre de 1827,
Huancané es señalado específicamente como capital de la provincia del mismo
nombre.
Precisamente esta creación
se da por intereses muy particulares, en este caso de personajes que permanecen
ocultos pero que la historia debe desentrañar.
En 1828-1830 llega a
Huancané el laureado ciudadano arequipeño don Antonio Riveros, que después de
poco tiempo contrajo matrimonio con Estela Gonzales, hija del entonces capitán
y vecino notable de Huancané, Juan Gonzáles De La Rivera. El matrimonio Riveros
Gonzáles adquirió una gran influencia por toda las ciudades del sur: Puno,
Chucuito, Lampa, Azángaro, incluso en las ciudades de Lima y Arequipa, quienes
con su influencia y en su afán de controlar e intensificar la producción
lanera, impulsan el reconocimiento de Huancané como uno de los pueblos más
importantes en el Altiplano, por lo que posteriormente muchos comerciantes o
empresas se interesarían en exportar la fibra de alpaca y lana de oveja de
Huancané hacia Inglaterra, destacándose, por ejemplo, el caso de Hipólito
Sánchez, que fue uno de los famosos comerciantes laneros de la región, quien
además ocupó cargos como diputado por Huancané y alcalde de Cojata.
Antonio Riveros, al ser
personaje notable de la ciudad de Huancané y respetado por sus grandes
influencias políticas en Lima, planeaba adquirir algunas haciendas que estaban
en Cojata. Llegando allí en 1835 se apodera de extensos terrenos y pastizales,
engañando a los pobladores con productos de primera necesidad, como
"trueque", conformando una vasta hacienda en base a descaradas
estafas.
En cuanto a la población
urbana, Riveros en forma dinámica cambió la dependencia de los pueblos de la
zona de Moho a Huancané, ya que este adquirió grandes porciones de terreno
urbano, y además gestionó la capitalización de Huancané como provincia, después
del decreto dictatorial fechado el 2 de mayo de 1854, modificado por el
Congreso el 29 de diciembre de 1856.
Durante la República,
Huancané se distinguió por las valerosas y persistentes rebeliones contra el
gamonalismo.
En 1915 se produce la
insurrección de gran trascendencia al mando del mayor Teodomiro Gutiérrez Cuevas,
quien con el seudónimo de Rumi Maqui lideró el ataque contra los hacendados de
esta parte del Altiplano. Los huancaneños nuevamente hicieron sentir su fuerza
viril y aguerrida, haciendo gala del apelativo de huancaneño rebelde.
En los años 1921 — 1924,
Huancané vivió la época de rebeldía, esta vez encabezado por líderes campesinos
de la provincia, como Carlos Condorena, Mariano Paco, Mariano Wawaluque,
Eduardo Quispe, Mariano Luque, Rita Puma y otros, teniendo como epicentro el
lugar denominado Fluancho, el mismo que mediante un magno Congreso Campesino
fuera declarado como capital de la nueva República Tahuantinsuyana del Perú,
con el nombre de la Ciudad de la Nieves de Huancho Lima.
Desde los inicios de 1900,
en pleno proceso de consolidación del colonialismo interno, los grandes dueños
de tierras crearon el abuso y terror en el departamento de Puno, siendo la
provincia de Huancané una de las más afectadas. Alimentados por su codicia y ambición
de enriquecimiento, emprendieron con voracidad el agrandamiento de sus
propiedades, se apoderaron de los territorios de las comunidades y ayllus
habitados por indefensos aymaras y quechuas. Mediante la obtención de
escrituras falsas y despojos infames sembraron la muerte y la destrucción en
las comunidades y parcialidades de Huancané, convirtiéndose de la noche a la
mañana en grandes dueños de tierras y vidas, con la complicidad infame de las
autoridades de la provincia.
Frente a los continuos desmanes
que cometían los hacendados y autoridades de Huancané, los líderes indígenas
Carlos Condorena, Mariano Luque, Rita Puma, Antonio F. Luque, Mariano Pacco y
otros, emprendieron varios viajes a Lima para presentar quejas y buscar sanción
para los culpables de masacres, asesinatos y despojos, sin conseguir sus
propósitos. Entonces optaron por actuar organizadamente, siendo estas las
acciones más resaltantes:
La fundación de la primera
Escuela Rural en Aña Huancho, por el maestro Mariano Luque Corimayhua.
El funcionamiento de varias
Escuelas Rurales clandestinas en las comunidades y parcialidades de Huancané,
Vilquechico, Inchupalla, Rosaspata, Moho, entre otros.
La fundación de la Ciudad de
las Nieves de Huancho Lima, en un acontecimiento sin precedentes, el 3 de
agosto de 1923, como la nueva capital de la República Tawantinsuyana del Perú.
Estas acciones fueron vistas
con odio y desprecio por los gamonales afincados en Huancané, entonces
fraguaron una serie de calumniosas acusaciones pidiendo al Gobierno de Augusto
B. Leguía el envío de tropas, intensificando los hostigamientos en las
comunidades y haciendas.
Así lograron la presencia
del Ejército, que llegó a bordo del vapor El Inca, y desembarcó en el muelle de
Vilquechico, el 13 de diciembre de 1923, al mando del mayor Luis Vinatea, con
50 soldados del BI N° 15 de Puno.
EI domingo 16 de diciembre
de 1923, antes que raye el alba, Huancho Lima es tomado por asalto: fue una
masacre sin piedad. Incendiaron todas las habitaciones de la Ciudad de las
Nieves y cuantas casas encontraban a su paso. Muchos dirigentes fueron
capturados y conducidos a la cárcel de Huancané, algunos de ellos, como Evaristo
Corimayhua, tuvieron peor suerte: fueron fusilados en el acto, en la misma
plaza de armas.
En Moho, la valerosa dirigente
Rita Puma fue cruelmente torturada hasta perder la vida; el dirigente Mariano
Luque Corimayhua corrió igual suerte: la noche del 10 de enero del 1924 fue
sacado de la cárcel de Huancané y conducido a Kuka Uta, donde fue fusilado y
fondeado en el río Huancané; Mariano Pacco Mamani se salvó de la muerte en
igual situación, lanzándose al río antes de los disparos. Los indígenas
enjuiciados fueron centenares, estando a la cabeza quien fuera designado como
Presidente de la República, don Carlos Condorena Yujra, de gran ascendencia
ética y política en la provincia de Huancané.
Precisar la cantidad de
campesinos y dirigentes asesinados resulta muy difícil, ya que muchos de ellos
fueron enterrados por los propios militares en fosas comunes durante las
noches, otros que estuvieron presos fueron fondeados en el río Huancané,
algunos fueron obligados a cavar su propia tumba en el panteón de Huancané y
luego enterrados ahí mismo; algunos hallan de miles de muertos.
Si bien las consecuencias
fueron funestas, este acontecimiento histórico es aún más importante, ya que a
partir de entonces el Gobierno se vio obligado a tener que autorizar la
creación de Escuelas Rurales para la educación de los hijos de los quechuas y
aymaras.
Como demostramos, Huancané tiene
una rica y valiosa experiencia de lucha por la defensa de la tierra y la vida;
esta, sin embargo, no ha sido sistematizada ni menos comprendida a cabalidad,
por lo que se tiene que estas reacciones de lucha y rebeldía sean consideradas
de gente atrasada e ignorante, lo cual es una manera de encubrir el fracaso del
oprobioso sistema republicano para mejorar las condiciones de vida del pueblo
huancaneño, el que valiente y decididamente se lanza a la lucha cuando la
opresión y la injustica apremian.
buena historia, pero desearía saber desde que escenario especifico es que se tiene el apelativo "matacura"
ResponderEliminarhola,parcialmente de acuerdo con el articulo, aunque deberia hacerse un REVISIONISMO de la historia de huancane, ya saben pues la historia lo escriben los vencedores, yo tengo la impresion que en provincia de huancane, son mayoritariamente aymaras RACIALMENTE hablando, no mitmas o mitimaes huancas o de otros pueblos q asimilaron el aymara. bueno hay que hacer una investigacion profunda del tema, saludosssss.
ResponderEliminarsegun mi abuelo... se gano el apelativo matacura debido requisito de matrimonio donde la pareja tenia que trabajar en la hacienda del cura. y este aprovechaba en seducir a la novia que cocinaba y lavaba la ropa, mientras q el novio trabajaba entregando cartas o reparando alguna capilla, llevando el ganado de la iglesia. cuando la gente del pueblo se entero q estos curas ya tenia esas costumbres libinidosas prepararon la trampa y desaparecieron los curas pero eso es otra historia solo dire que se puso fin a tanto pecado.....
ResponderEliminarsi tiene razon en huancane mayoritariamente son de raza aimara y no huanca como dice el texto
ResponderEliminar