EL DELITO DE FELONÍA
Y LA INDEPENDENCIA NACIONAL
Omar Aramayo
E |
n el noveno
círculo de Dante se encuentran los traidores, Judas, Casio, y Bruto. En el
Perú, nuestro infierno nacional, obviamente tiene personajes distintos, y por
cierto numerosos. La traición ha sido casi un deporte nacional, y solo en
referencia a un periodo de la historia no muy largo, que es el proceso de la
emancipación. Situaciones que retrasaron el devenir de la causa libertaria y
que con el tiempo han configurado una personalidad prototipo, mórbida,
antiética y disociadora. Y nacional.
La
traición, donde el actante logra alguna ventaja, prebenda, o solamente se
configura un acto de venganza. Más allá podemos avizorar la metafísica del
traidor, un Judas condenado por el destino de los hombres para hacer realidad
el destino del crucificado.
José de la Riva Agüero |
Sin duda,
la traición en las luchas por la libertad viene de antes, de la colonia, de los
mil levantamientos indios develados por causa de la traición. Durante la gran
rebelión de José Gabriel Tupac Amaru, el primer traidor se llamó Francisco
Cabrera, capitán del ejército del Inca y a la vez su compadre, vecino de
Langui. Al fin de la batalla de Pampamarca, después de más de un mes de
persecución por parte del ejército del rey, José Gabriel tras atravesar el rio
a nado, junto a su caballo, es perseguido por 18 dragones negros de Carabayllo,
que desconcertados se hallan con Cabrera, quien ha entretenido a José Gabriel,
para entregarlo a cambio de su vida y de una posición en el nuevo régimen. Los
vecinos de Langui, a los pocos días son castigados sin piedad por el Inca Diego
Cristóbal, que marcha al altiplano. Los dragones reciben veinte mil pesos de recompensa,
pero casi todos ellos pierden la vida cuando emprenden, bajo las órdenes del
mariscal Joseph del Valle, el brigadier Gabriel Avilés, y el cacique
Pumacahuac, la persecución de Diego Cristóbal por el altiplano.
Otros
traidores notables, los chucuiteños y acoreños kataristas, que se entregaron a
las fuerzas españolas a Ramón Ponce de León, de los delegados más calificados
de José Gabriel y devoto de la señora Micaela Bastidas, cuando fue a
convencerles para un ataque unitario y toma de la ciudad Puno. Ponce de León
fue ahorcado el 18 de mayo de 1781, el mismo día en que fue sacrificado el
Inca. Lo curioso es que estos mismos acoreños y chucuiteños también entregaron
a Isidro Condori, su propio líder, por haberse escurrido antes del fin de la
batalla. Paradójicamente, Ponce de León y Condori, son ahorcados el 18 de mayo
de 1781; cuando recién comenzaba la segunda fase.
Una cadena
de traiciones en un mundo confuso, de luchas hegemónicas y exclusividad sobre
la rebelión. Los aymaras, inficionados por Katary, creían que el movimiento
libertario les pertenecía solamente a ellos, sin cabida para los quechuas, y
menos para los mistis ni criollos; por esa razón entregaron a Ramón Ponce de
León, cuadro logístico e ideológico extraordinario de la gran rebelión. Botes
racistas contra la construcción de una causa, como si dijeran, mejor dominados
por los españoles que juntos en la lucha con los quechuas y los mistis.
Julián
Apaza Túpac Katary, también fue entregado por Tomás Inga Lipe, su compadre,
cuando su ejército, sus asesores tupacamaristas, las tropas de Diego Quispe el
Mayor, general tupacamarista, habían sido por completo derrotados. Katary se
encontraba en las pampas de Achacache, en dirección a Azángaro donde aún
gobernaba invito el Inca Diego Cristóbal Túpac Amaru y su panaqha, y que
cuidaban de su hijo Anselmo y a un niño, hijo de su hermana, cuando atinó a
descansar en una cabaña, y ser entretenido por Inga Lipe el Bueno, cuando este
ya tenía la convicción para entregarlo a los españoles. Así ocurrió, y en menos
de cuarenta y ocho horas Katary fue despedazado en Peñas, por cuatro caballos
tucumanos, por disposición del coronel Reseguín.Diego Cristobal Tupac Amaru
Pedro Vilca
Apaza también fue víctima de la traición, entregado por Tiburcio Vilca Apaza,
sobrino suyo a quien en otro tiempo favoreció, cuando era su partidario, y a
quien encargó el traslado de cincuenta petacas de oro, plata, diamantes, ropa
fina, cargamento conocido como los tesoros de Vilca Apaza, que Tiburcio trajo a
Azángaro, donde se encontraba el Inca Diego Cristóbal Túpac Amaru, de la bella
ciudad de Sorata, luego de su destrucción. El mal sobrino señaló el escondite
de su tío, luego de la última batalla en la que participó y perdió, cerca al
pueblo de Huancané. De allí lo trajeron aherrojado, lo torturaron durante una
noche, y luego, como se sabe, pasó a ser descuartizado un ocho de abril de
1784. El nombre del traidor ha sido develado recientemente por el historiador
Néstor Pilco, aunque bien se conocía que había un traidor, que en compañía de
un teniente realista de origen lampeño habían facilitado su captura. Como se
sabe, Vilca Apaza fue uno de los últimos combatientes de la gran gesta, porque
un año antes la panaqha de los Túpac Amaru había pactado con los enviados del
visitador Areche: para luego pasar a la fase de la persecución y extinción de
lo que ellos llamaron “la semilla maldita”.
Muchos
fueron los traidores, sin olvidar a los caciques traidores que apoyaron a las
fuerzas realistas, durante toda la rebelión, pero sobre todo en los primeros
meses que fueron decisivos. Diego Chuquihuanca, para repeler el asedio del
Cusco aportó con doce mil indios de Azángaro y Charcas, era un hombre
excesivamente rico, y puso toda su fortuna al servicio de la causa realista.
Pumacahua,
guerrero formidable, en cambio, acudió con ejército propio durante toda la
campaña. Sin estos dos caciques el triunfo de los españoles habría sido
improbable. Los caciques traidores fueron muchos, Sahuaraura, Rozas, y al menos
treinta más. Dos siglos después de la llegada de los españoles, aún se
traslucían las viejas rivalidades prehispánicas, de modo que el
colaboracionismo estuvo muy lejos del concepto de patria, nación, república. <:>
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