MUERTE DE TUPAC AMARU II
Tomado de: Augusto Ramos Zambrano, “TUPAMARUS,
VILCAPAZAS, CATARIS, INGARICONAS”. Ed. Instituto de Estudios Pukara, Arequipa,
2009, Capítulo “Sentencias que Horrorizan” pp. 89 a 86.
Para la mayoría de historiadores, los ajusticiamientos de
Túpac Amaru II, Vilca Apaza y Túpac Catari; les causa un hondo estremecimiento.
La pena de descuartizamiento no tenía precedentes en la legislación colonial
pero es probable que en España alguna vez se haya aplicado. El tormento en el
caso del primero fue aún mayor, cuando se le obligó a presenciar las terribles
muertes y torturas de su esposa Micaela Bastidas, su hijo Hipólito, su tío
Francisco y demás familiares. El refinamiento fue tan atroz que primero había
que cortarles la lengua para luego despedazarlos y enviar retazos de sus
cuerpos a lugares donde según la sentencia, se enarbolaba aún la rebelión.
Uno de los primeros que mostró su indignación frente a la
barbarie de sus verdugos españoles, especialmente del visitador Antonio de
Areche, fue el historiador inglés Clements R. Markham, quien expresa:
"No se encuentra entre todos los anales del barbarismo, un solo
documento que iguale a este en su bellaquería y feroz brutalidad, y esto ha
sido dictado apenas hace un siglo, por todo un oidor español. Esta horrenda
sentencia, con todas sus atrocidades fue llevada a cabo al pie de la letra. El
18 de mayo 1781, hizo rodear la plaza por los soldados españoles y por sus
tropas de negros, y saliendo los 10 ajusticiados de la iglesia de los jesuitas,
marcharon al patíbulo. Una de estas víctimas fue el ilustre patriota Túpac
Amaru; en la mañana lo visitó en su prisión el visitador Areche y trató de
hacerle declarar quiénes eran sus cómplices en la rebelión. Vos y yo somos los
dos únicos conspiradores, le dijo el inca, vos por opresor del pueblo y por
habéis hecho ya insoportable y yo por haber tratado de libertarlo de tanta
tiranía"(
En relación a la ejecución de la bárbara sentencia impuesta
a Túpac Amaru, contamos con numerosos testimonios. Alguno de ellos fue recogido
y ampliamente difundido tanto en Europa como en América. Uno de ellos es el que
trascribe textualmente Boleslao Lewin, y que nosotros reproducimos sólo algunos
párrafos:
“El viernes 18 de mayo de 1781, después de haber cercado la plaza con
las milicias de esta ciudad del Cuzco, que tenían sus rejones de algunas bocas
de fuego; y cercado la horca de cuatro caras, con el cuerpo de mulatos y
huamanguinos; arreglados todos con fusiles y bayonetas caladas, salieron de la
compañía, nueve sujetos que fueron los siguientes: José Verdejo, Andrés
Castelo, un zambo, Antonio Oblitas (Que fue el verdugo que ahorcó al corregidor
Arriaga), Antonio Bastidas, Francisco Túpac Amaru, Tomasa Condemayta, cacica de
Acos, Hipólito Túpac Amaru, hijo del traidor, Micaela Bastidas, su mujer, y el
insurgente José Gabriel. Todos salieron a un tiempo, y uno tras otro venían con
sus grillos y esposas, metidos en unos zurrones de estos en que trae hierva del
Paraguay, y arrastrados a la cola de un caballo aparejado. Acompañados de los
sacerdotes que los auxiliaban, y custodiados de la correspondiente guardia,
llegaron todos al pie de la horca, y se les dieron por medio de dos verdugos
las siguientes muertes."
"A Verdejo, Castelo y a Bastidas se les ahorcó llanamente; a
Francisco Túpac Amaru, tío del insurgente, y a su hijo Hipólito se les cortó la
lengua, antes de arrojarlos de las escaleras de la ahorca: y a la india
Condemayta se le dio garrote en un tabladillo, que estaba dispuesto con torno
de fierro que a este fin se había hecho, y que jamás habíamos visto por acá,
habiendo el indio y su mujer visto con sus ojos ejecutar estos suplicios hasta
en su hijo Hipólito, que fue el último que subió a la horca. Luego subió la
india Micaela al tablado, donde asimismo a presencia del marido, se le cortó la
lengua y se le dio garrote, en que padeció infinito porque, teniendo el
pescuezo muy delicado no podía el torno ahogarla, y fue menester que los
verdugos, echando lazos al pescuezo y tirando de una y otra parte y dándole
patadas en el estómago y pechos, la acabasen de matar. Cerró la función el
rebelde José Gabriel, a quien se le sacó a media plaza: allí le cortó la lengua
el verdugo y despojado de los grillos y esposas, lo pusieron en el suelo;
atáronle a las manos y a los pies cuatro lazos y asidos estos a la cinchas de
cuatro caballos, tiraban cuatro mestizos a cuatro distintas partes: espectáculo
que jamás se había visto en esta ciudad. No sé si porque los caballos no fuesen
muy fuertes o el indio en realidad fuese de fierro, no pudieron absolutamente
dividirlo, después de un largo rato lo tuvieron tironeando, de modo que lo
tenían en el aire, en un estado que parecía una araña. Tanto que
el visitador movido de compasión, porque no padeciese más aquel infeliz,
despachó de la compañía una orden, mandándole cortase el verdugo la
cabeza"
"Este día concurrió un crecido número de gente, pero nadie gritó, ni levantó una voz; muchos hicieron reparo, y yo entre ellos, de que entre tanto concurso no se veían indios, a lo menos en el traje mismo que ellos usan, y si hubo algunos, estarían disfrazados con capas o ponchos. Suceden algunas cosas que parece que el diablo las trama y dispone, para confirmar a estos indios en sus agüeros y supersticiones, dígole porque, habiendo hecho un tiempo muy seco y días muy serenos, aquél amaneció tan toldado que no se le vio la cara al sol, amenazando por todas partes a llover, y a la hora de las doce en que estaban los caballos estirando al indio, se levantó un fuerte refregón de viento y tras éste un aguacero, que hizo que toda la gente, y aún las guardias se retirasen a toda prisa. Esto ha sido causa de que los indios se hayan puesto a decir que el cielo y los elementos sintieron la muerte del Inca, que los españoles inhumanos e impíos estaban matando con tanta crueldad"
Cuando la
corona española recibió el informe de estas ejecuciones espeluznantes, según
informaciones de los confesores del rey Carlos III, se había conmovido y
desaprobado semejante baño de sangre. Boleslao Lewin, transcribe una carta que
posiblemente fue escrita por fray Pedro José de Parras dirigida al rector del
colegio de Monserrat de Córdoba; (Argentina) en la que relata los terribles
momentos que vivió el monarca al enterarse de la sentencia contra Túpac Amaru,
aún cuando hay autores como el doctor Vicente G. Quezada que sostiene que tal
documento es apócrifo pero por su contenido según el propio Lewin, tiene un
gran cúmulo de veracidad que es difícil desmentirla. Siendo tan extensa esta
carta, me eximo de reproducirla, pero en ella el monarca considera que la
ocupación de las colonias de América por España, fue un acto ilegítimo y que
con todo derecho sus habitantes, buscaban su redención a través de la rebelión.
Insinúa que sus descendientes a través de sus kurakas, tenían el derecho de
liberar a sus pueblos de la opresión.
Tal vez sean ciertas las aseveraciones que contiene el documento en mención, no sólo por el hecho de que según el historiador Eulogio Zudaire al tener el monarca conocimiento del sadismo de Antonio de Areche, fue inmediatamente destituido y remplazado por otro personaje llamado José Escobedo y Alarcón; sin que se le dieran las gracias por la "misión" cumplida en el Perú. Jamás se le reconoció mérito alguno oficialmente.
Tal vez sean ciertas las aseveraciones que contiene el documento en mención, no sólo por el hecho de que según el historiador Eulogio Zudaire al tener el monarca conocimiento del sadismo de Antonio de Areche, fue inmediatamente destituido y remplazado por otro personaje llamado José Escobedo y Alarcón; sin que se le dieran las gracias por la "misión" cumplida en el Perú. Jamás se le reconoció mérito alguno oficialmente.
Zudaire
sostiene que la condena histórica por la atroz muerte dada a Túpac Amaru es
justa y cree que Areche obró más bien con piedad. Semejante aseveración la
consideramos absurda en estos tiempos por mucho que se alegue que se había
incurrido en delito de lesa majestad al desconocer la autoridad del rey y
proclamarse el caudillo como Inca Rey del Perú. Piensa que al haberse confesado
y comulgado junto al oidor Benito de la Mata Linares, quedaba absuelto de
cualquier responsabilidad divina. Además, sabido es que en la corte de España
muchas personalidades quedaron consternadas por las muertes que se describían
llenas del más refinado sadismo.
En una
conferencia dictada por el historiador Pablo Macera en el local del Congreso de
la República, hizo un análisis en torno a la violencia que los españoles
ejercían y de manera especial sobre la ejecución de Túpac Amaru, expresando:
"Lo colonial sólo fue posible por actos reiterados de punición.
Quemaron vivos a los indios; usaron perros españoles en las batallas; pusieron
en Colombia carnicerías para esos perros, donde colgaban en los cuartos
traseros a los indios; asimismo, hicieron que esos mismos perros se comieran
vivo al hijo del cacique de Huambos. Uno de los conquistadores europeos hizo
matar a todos los niños de un pueblo, y para mandarlos al infierno (según sus
palabras), los obligó a decir su propio apellido: La palabra Chávez antes que
la palabra Dios. Toda la crueldad del sistema colonial, implícita y
explícitamente, quedó condensada con el suplicio de Túpac Amaru II a fines del
siglo XVIII"
Hace poco en
el canal de televisión perteneciente al estado, se entrevistó a los
historiadores Scarlett O’Phelan, Fernán Altuve y Luis Rodríguez, quienes desde
un punto de vista hispanista, aseveran que la sentencia por muy atroz que fuera
se justificaba porque a Túpac Amaru se le consideraba príncipe. En esa
condición, según ellos, merecía esa pena. Qué tendrían que decir sobre los descuartizamientos
de Vilca Apaza y Túpac Catari que nadie los consideró príncipes. Por el
contrario, el último de los nombrados era un indio común y hasta analfabeto.
El fallo
contra Pedro Vilca Apaza, tiene ribetes tan atroces y repugnantes como el de Túpac
Amaru II. Lo grave es que hasta el momento, no ha sido posible descubrir el
texto de la sentencia que dictó el Mariscal José del Valle y su auditor de
guerra don Gaspar de Ugarte. También se desconoce testimonio escrito de alguien
que como el caso del inca, nos hubiese dejado la versión precisa de la
ejecución. Si nos atenemos a la versión de J. D. Choquehuanca que fue la más
cercana en el tiempo, Vilca Apaza habría sido descuartizado por cuatro
caballos. Sin embargo, no nos extendemos mayormente en este tema porque en el
capítulo correspondiente a la última batalla de Putina y al descuartizamiento
del caudillo de Azángaro, nos hemos ocupado extensamente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario